ASAMBLEA LEGISLATIVA 2015

Walt Disney ya no está pero Cristina es guardiana del País Maravilloso

¿Alguien esperaba que fuera diferente? Todas los discursos de Cristina Fernández de Kirchner ante las sucesivas asambleas legislativas han resultado similares: una sucesión de logros y una Argentina maravillosa gracias al Frente para la Victoria. 2015 no fue una excepción.

por CLAUDIO M. CHIARUTTINI
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). Si la militancia kirchnerista esperaba escuchar en las palabras de Cristina Fernández el “Testamento Ideológico del Modelo K”, se quedaron con las ganas. La Presidente de la Nación, pese a que habló durante 4 horas ante el plenario de ambas cámaras legislativas (su alocución más larga en 8 años de mandato), fue una cita infinita de números confusos, errores elevados a la categoría de triunfos, defensas políticas cargadas de falacias y una serie de “chicanas” y “guiños”, sólo para reconfirmar su rol de autoridad máxima sobre el resto de los presentes.
 
No faltaron los ataques a la “prensa concentrada”, con “Clarín” a la cabeza; la “chicana” a Mauricio Macri, quién sostuvo que tomaba los principios del peronismo y Cristina Fernández le pidió el voto del PRO para reestatizar los trenes; y se aprovechó de un inoportuno cartel sobre la AMIA que colocó Claudio Lozano para atacar la acusación de Alberto Nisman, su rol en la investigación de la voladura de la mutual judía y solicitó a Israel que explique por qué no reclama por el atentado contra la Embajada de su país en la Argentina.
 
También estuvo el previsible párrafo relacionando el incendio premeditado de Iron Mountain con la Causa HSBC, veladamente volvió a levantar el rumor de que la voladura a la Embajada de Israel podría haber sido realizada por extremistas de derecha judíos o estadounidenses; realizó una lectura totalmente tergiversada de dos documentos que tenía Alberto Nisman en su caja de seguridad (siempre llevando agua a su molino) e, indirectamente, volvió a tratar de meter el Caso AMIA en la agenda internacional.
 
Hubo ataques al “Partido Judicial”, varios hacia la Suprema Corte de Justicia, lo que desorbitó la mirada de Ricardo Lorenzetti en más de una oportunidad (habrá que ver si le responde el próximo martes, cuando anuncie la agenda de temas que tratará el Alto Tribunal) y alentó los rumores sobre un acuerdo electoral entre Florencio Randazzo y Julián Domínguez.
 
Cristina Fernández se mostro superior a Evita, por lograr la jubilación de las amas de casa; a Néstor Kirchner, en muchas de las citas estadísticas mencionadas; se puso al nivel de Juan Domingo Perón por anunciar la reestatización de todos los ramales de trenes, dos veces le “pasó boleta” a Domingo Felipe Cavallo, en un momento comparó a Axel Kicillof con el santacruceño, rescató la figura de Raúl Alfonsín y prolijamente esquivó cualquier referencia a Carlos Saúl Memen, un aliado indispensable a la hora de votar temas clave en el Senado.
 
Cristina Fernández comenzó pidiendo un aplauso para el equipo que encabeza el ministro Axel Kicillof, como si el mayor logro del “Modelo K” fuera la recuperación económica de la Argentina y dando un tono a sus palabras en el sentido de que se la “hacemos fácil” al futuro Gobierno en materia de deuda externa. Sin embargo, olvidó el defautl, el reclamo de los holdouts, los juicios pendientes en el Ciadi, la devolución de los swaps de China, el pago de los préstamos del Banco Central de Francia o al BIS, la imposibilidad de levantar el cepo cambiario e importador y las necesidades de bajar el riesgo país para poder cubrir el déficit fiscal con emisiones de deuda internacionales.
 
La Presidente de la Nación trató de mostrar como un triunfo que se han pagado, desde 2003, un total de $92.676 millones de deuda interna y US$112.496 millones de deuda externa. Dijo que “hemos desendeudado definitivamente a la Argentina”, pero los vencimientos se extienden hasta 2033, con tendencia decreciente, como ocurre en todas las deudas soberanas de todo el mundo.
 
Pero en su reseña particular, Cristina Fernández no recordó que con Néstor Kirchner tomaron el poder con las acreencias externas de la Argentina ubicada en US$152.600 millones y la colocaron en US$198.900 millones, hasta diciembre del año pasado. Es decir, entre el aumento del endeudamiento (US$46.900 millones) y los pagos al exterior (US$112,496 millones), la Argentina ha “quemado US$158.900 millones”, una cifra mayor al monto de deuda que el Matrimonio Kirchner encontró al llegar a la Casa Rosada.
 
Si bien hizo referencia a la deuda privada, Cristina Fernández no parece conocer que el Banco Central tiene 70% de sus activos basados en papeles de deuda del Estado Nacional (papel pintado) y que, además, tiene acreencias con el sector privado, a través de las Lebac y Nobac, que pueden llegar a ser dos veces el equivalente a su patrimonio. Eso, también es deuda que deberá cubrir, por un camino u otro, el Gobierno que herede al kirchnerismo.
 
Cristina Fernández dijo que “ya nunca más será necesario que un Gobierno tenga que tomar deuda para tener que pagar deuda”. Quizás sea cierto, pero desde hace 4 años, la Administración Kirchnerista emite deuda (ya sea externa o interna) para pagar Gasto Corriente, dado el inmenso déficit fiscal que existe, lo que es aún mucho más grave que sumar acreencias para cancelar pasivos.
 
La Presidente de la Nación citó como un éxito tener las reservas que hoy acumula el Banco Central (“que subieron 12% en el último año”, dijo), sin tener en cuenta que eso se produce gracias a los swaps de China, el préstamo del BIS y las colocaciones que han hecho YPF y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
 
Cristina Fernández, en su larga mención a los “triunfos” económicos, no relacionó la caída de la inflación a la recesión, ni el aumento de ventas de los productos de la lista de “Precios Cuidados” a la merma del poder adquisitivo del salario, habló del fortalecimiento del empleo con 2,4 millones de personas con problemas de trabajo, celebró el aumento de empresarios nacionales, cuando las Pymes están cerrando puertas como nunca antes en el kirchnerismo; y siguió culpando a la situación internacional por los problemas argentinos.
 
Quizás confundida con las explicaciones de Axel Kicillof, Cristina Fernández dijo que los países desarrollo han tratado de “derivar” sus crisis económicas a los países en desarrollo por aumentar su endeudamiento y devaluar sus monedas. Al contrario, cuando los países inundaron de moneda sus economías hicieron bajar la tasa internacional y nunca la periferia pudo financiarse tan barato. La Argentina no pudo aprovecharlo en 12 años, pero ese es otro problema, de origen kirchnerista, como el retraso cambiario del peso con respecto a las monedas de intercambio. Es decir, el mundo nos dio dinero barato y condiciones para exportar, pero el Gobierno de Cristina Fernández no supo aprovechar ninguna de las dos oportunidades.
 
Resonará por muchos años la frase: “Sólo faltó que nos dijeran que nos iban a violar”, que dijo la Presidente de la Nación para explicar el supuesto miedo que los economistas no oficialista y los medios habrían “inyectado” en la población generando un “amarrocamiento” de dinero que fue gastado en las vacaciones, donde la gente “inundó” los centros turísticos. En realidad, los economistas ortodoxos pronosticaron una recesión que fue mayor a sus cálculos, como la moneda se devaluó menos de lo que esperaban, como pocos anticipaban un default de la deuda o como los menos anticiparon la caída de la inversión, el consumo, la creación de puestos de trabajo y la suba de la desocupación. Si algo se puede decir de los economistas ortodoxos en 2014 fue que realizaron proyecciones muy “positivas” para el año que se vivió. La gente no “amarrocó” su dinero, sino que “inundó” los centros turísticos gracias al “efecto riqueza” que causa la inflación (la mayoría tuvo aumentos de salarios en Octubre y Noviembre y cifras fijas en Diciembre).
 
Sólo una Presidente de la Nación que tiene hoteles le interesa tanto dar cifras positivas de Aerolíneas Argentinas (siempre “estrangulando” los datos lo suficiente), del turismo receptivo, de gasto de los turistas. Parecía más la reseña previa de la Memoria de un Balance Anual, que la celebración de un éxito social. ¿Será porque Aerolíneas Argentinas tiene la mayor cantidad de frecuencias del país a El Calafate, justo donde están los hoteles de la Mandataria?
 
Es interesante, pero Cristina Fernández no habló de las cifras de Aerolíneas Argentinas en plata, habló en porcentaje sobre PBI. Dado que las cifras del Indec “inflan” el aumento del Producto Bruto Interno, la participación proporcional de los gastos de la empresa aérea de bandera se licuan, pero si se la compara con otras áreas del gobierno o de la mismas empresas del Estados, el efecto es el contrario.
 
Cristina Fernández celebró el aumento porcentual del salario mínimo y de la jubilación de piso, pero si se hace el cálculo en base al dólar oficial, sin duda, hoy, los sueldos y los haberes previsionales son menores que en la Década del ´90. También festejó la estatización de las AFJP, pero nunca se preguntó porqué los bancos cedieron un negocio tan rico (supuestamente facturaron $21.000 millones en pocos años); se olvidó de mencionar que las empresas previsionales incluían en el costo un seguro de vida e incapacidad de importancia (hoy, es una cifra irrisoria), citó un cálculo actuarial del “ahorro” que se habría hecho el Estado por la confiscación que nadie sabe muy bien de dónde sale y olvidó decir, quizás porque no lo sabe, que sin las AFJP, desapareció el ahorro de largo plazo.
 
Olvidemos que Cristina Fernández estuvo 15 minutos confundiendo “deciles” con “quintiles”, que considera un logro usar la plata de los jubilados para darle subsidios y computadoras a los adolescentes, casas a los militantes y créditos a las “Señoras Paquetas que compran ‘pilchas’ en los grandes shoppings”; o que aumenta el pago sentencias judiciales, como si fuera una herencia recibida y no un inmenso error de gestión cometida en los últimos años.
 
La Presidente de la Nación se da el lujo de “chusear” a Héctor Recalde doblemente: una, cuando negó que vaya a presentar o aprobar una Ley creando del Código Laboral, todas con iniciativas que promueve el abogado laboralista y sus clientes, los sindicalistas; la otra, cuando comparó el efecto de los índices de actualización que se aplica contra los que se querían aplicar en la actualización del haber jubilatorio, sin reconocer que los tres atentan contra la recuperación del valor de compra de jubilaciones y pensiones.
 
Muchos logros del sector privado fueron “apropiados” por la Presidente de la Nación, desde el aumento de superficie sembrada de granos hasta la suba en la inscripción de alumnos en las carreras de Ingeniería (la mayoría de ellas por que tiene subsidios privados o públicos, grandes salarios y mucha demanda). En el fondo, Cristina Fernández termina por ser responsable de todo lo bueno y, el resto del mundo y los enemigos, de  todo lo malo. Demasiado maniqueo reuduccionista.
 
Además de reestatizar los trenes (para ahorrarnos $415 millones sobre un Presupuesto de $1,2 billón) y “hundir” el Código Laboral que impulsaba Héctor Recalde, Cristina Fernández anunció un proyecto de Ley para unir los negocios bursátiles con las “cuevas” (el renacimiento del “Pagaré Bursátil”, un “regalo” para Adelmo Gabbi), otro para mejorar la inscripción de objetos de diseño industrial y uno más sobre parques industriales (lo que debe hacer generado éxtasis sexual en la ministra de Industria, Débora Giorgi)
 
Como lista de “pendientes” para 8 meses más de gestión, parece bastante poco. Como fue pobre el final del discurso de Cristina Fernández, citando títulos de diarios, “manoteando” páginas con gráficos que se le caían de las manos e interrumpiendo sus dichos para escuchar lo que le “soplaba” algún ministro cercano. Lo dicho: si la militancia esperaba el “Testamento del Modelo Kichnerista”, se quedaron con las ganas, fue un largo y pesado discurso de barricada.
 
Después de cuatro horas de larga perorata, ¿cómo se puede sintetizar el último discurso de Cristina Fernández como Presidente de la Nación ante el Plenario del Congreso Nacional? Muy sencillo: “Hicimos todo bien. Lo que no hicimos bien fue culpa de otro. Le facilitamos las cosas a los que vienen, que no se quejen. Dejamos un país ‘cómodo’ para la gente, ‘incómodo’ para los que vienen. Si les quieren sacar uno de los beneficios que le dimos, salgan a la calle y pataleen. En conclusión: Ya nos van a extrañar, ya nos van a volver a llamar”.

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