EL PAPA EN EL REINO DE LA CAMORRA

"La corrupción es sucia, la corrupción apesta"

Desde Nápoles, un símbolo de la corrupción mafiosa en Italia, el papa Francisco pronunció uno de sus discursos más duros al afirmar que "la corrupción es sucia", que "una sociedad corrupta apesta", y el que permite la corrupción no es cristiano, sino que también apesta.

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). "Cuánta corrupción hay en el mundo. (...) La corrupción es sucia y la sociedad corrupta apesta. Un ciudadano que deja que le invada la corrupción no es cristiano, ¡apesta!", afirmó el pontífice católico apostólico romano Jorge Bergoglio, papa Francisco.
 
Él realizó estas declaraciones durante un discurso en Scampía, uno de los barrios de la periferia norte de Nápoles (sur de Italia) que tradicionalmente ha estado vinculado a la mafia local, la Camorra.
 
El obispo de Roma aprovechó la ocasión para dirigirse a los miles de napolitanos que se acercaron hasta la plaza de Juan Pablo II a escucharle para animarles a luchar contra el mal y a tener la valentía y el coraje de ir por el camino del bien y de la justicia.
 
"Espero que tengan el coraje de ir hacia delante con alegría, de ir por el camino del bien y no por la del mal. (...) De ir hacia delante limpiando la propia alma, el alma de la ciudad y de la sociedad para que no exista ese olor putrefacto que tiene la corrupción", subrayó con firmeza.
 
Rodeado de decenas de niños que coreaban su nombre y que interrumpieron en alguna ocasión su discurso, Bergoglio describió Nápoles como una ciudad en la que "se ha intentado crear una 'tierra de nadie', un territorio en manos de la llamada microviolencia".
 
Además, destacó de la ciudad sureña su "larga historia, atravesada por desafíos complejos y dramáticos" y reconoció que el día a día está lleno de dificultades y de "duras pruebas".
 
Por ello, el máximo representante de la Iglesia Católica insistió en la importancia de que estos fieles mantengan la esperanza para no permitir que "quien voluntariamente" tome "el camino del mal robe un pedazo de esperanza a sí mismo y a los demás".
 
El papa Francisco también se refirió a la problemática del desempleo juvenil
 
"La falta de empleo para los jóvenes es una señal de que existe un fallo grave en el sistema. Que haya un 40 % de jóvenes menores de 25 años que no tengan trabajo es grave", comentó.
 
Y prosiguió: "Cuando no se gana para poder llevar el pan a casa, se pierde la dignidad. La falta de empleo roba la dignidad. En estos casos, la persona corre el riesgo de ceder a la esclavitud, a la explotación. Esto no es humano, no es cristiano".
 
Por ello, el papa hizo un llamamiento a los gobiernos para que asuman su responsabilidad y contribuyan a cambiar el sistema para crear empleo.
 
Paralelamente, insistió en la importancia de impartir una buena educación para formar, así, a jóvenes y enseñarles a que sigan el camino del bien y se alejen de las prácticas delictivas.
 
"La educación es el camino justo porque previene y ayuda a ir hacia adelante", concluyó.
 
 
«La corrupción apesta, el mal roba la esperanza a Nápoles», tronó Francisco esta mañana. Invocó acogida y dignidad para los migrantes, que no son ciudadanos de segunda categoría. Y «once horas de trabajo por seiscientos euros y sin contribuciones para la jubilación... Todo esto es esclavitud, no es cristiano, no debemos quedarnos en silencio». Francisco denunció un sistema económico que «descarta a los jóvenes y los priva del trabajo, de la posibilidad de llevar el pan a casa». Y «esta falta de trabajo roba la dignidad». El Papa no leyó un texto escrito y fue interrumpido constantemente por los aplausos de la multitud. «Su arzobispo me amenazó, no podía no venir a Nápoles», bromeó el Pontífice argentino con los fieles. Significativamente, Francisco comenzó su visita a la ciudad de Nápoles justamente en el barrio en el que en 1999 (del 9 al 13 de noviembre de 1990), Juan Pablo II comenzó su visita en la diócesis partenopea.
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Durante los años, el barrio de Scampia se fue convirtiendo en un lugar símbolo de la Iglesia comprometida en primera línea. EN julio de 2006, el actual arzobispo de Nápoles, Crescenzio Sepe, entró a la ciudad y su primera visita fue justamente a Scampia, barrio difícil, degradado, que se encuentra en la periferia al norte de Nápoles. Francisco se reunió con la población local y los representantes del mundo de la cultura, de la legalidad, de los profesionistas, de la realidad del trabajo, de los marginados y migrantes. Después del saludo del cardenal Sepe, el alcalde entregó al Papa las llaves de la ciudad. Tomaron la palabra un inmigrante de la comunidad de los filipinos en Italia, un trabajador y el presidente de la Corte de apelación de Nápoles, Antonio Bonaiuti. «Padre Santo, usted tocará con sus manos nuestra realidad, así como es, bella y maravillosa, pero también herida y dolorosa por todos los males que la afligen, como la ilegalidad de la mala vida y de la Camorra», indicó el cardenal Sepe.
 
«Ustedes pertenecen a un pueblo con una larga historia, que ha pasado momentos complejos y dramáticos. La vida en Nápoles nunca ha sido fácil, ¡pero nunca ha sido triste! Este es su gran recurso: la alegría, la alegría», subrayó Francisco en su discurso en la Plaza Juan Pablo II. «El camino cotidiano en esta ciudad, con sus dificultades y sus disgustos, y a veces con sus duras pruebas, produce una cultura de vida que siempre ayuda a volver a levantarse después de cada caída, y a tratar de que el mal no tenga la última palabra». De hecho, continuó, «la esperanza, y lo saben bien, este gran patrimonio, esta “leva del alma” tan preciosa, está expuesta a asaltos y robos», añadió el Pontífice. «La corrupción apesta, la sociedad corrupta apesta y un cristiano que deja entrar dentro de sí la corrupción no es un cristiano: apesta», tronó Francisco. «Los migrantes no son humanos de segunda categoría: son ciudadanos, son hijos de Dios, son migrantes como nosotros, porque todos somos migrantes hacia otra patria».
 
Refiriéndose al pasaje sobre la corrupción del discurso del magistrado, el Papa dijo que «si nosotros cerramos la puerta a los migrantes, si nosotros le quitamos el trabajo y la dignidad a la gente, ¿cómo se llama esto? Se llama corrupción y todos nosotros tenemos la posibilidad de ser corruptos. Nadie puede decir: “Yo nunca seré corrupto”. No –prosiguió Bergoglio–, es una tentación, es un deslizarse hacia negocios fáciles, hacia la delincuencia de los delitos, hacia la corrupción». «¡Cuánta corrupción hay en el mundo! Es una palabra fea –recordó Papa Francisco–, porque una cosa corrupta es una cosa sucia. Si nosotros encontramos un animal que es corrupto, qu ees feo, pero apesta; la corrupción apesta y la sociedad corrupta apesta, y un cristiano que deja entrar dentro de sí la corrupción no es un cristiano: apesta». Al final del discurso Bergoglio también invitó a «ir más allá de la limpieza de la propria alma, a la limpieza de la ciudad, a la limpieza de la sociedad, para que no haya ese hedor de la corrupción».
 
Después Francisco bendijo a los fieles, con la frase en napolitano que normalmente pronuncia el arzobispo de la ciudad, el cardenal Crescenzio Sepe: «A Maronna v’accumpagne», que la Virgen los acompañe. La multitud saludó con un fuerte aplauso.

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