LECCIONES DE UN COMICIO

Macri disciplinó al PRO porteño, ahora debe mantenerlo unido

Urgente24 reproduce la siguiente nota, con la que mantiene coincidencias pero también diferencias, y el debate es oportuno. Es cierto que Mauricio Macri ha dado una lección de disciplina partidaria con el triunfo de Horacio Rodríguez Larreta sobre Gabriela Michetti. Pero también lo es que el gran desafío es impedir que los votos a Michetti terminen en Martín Lousteau, que es el gran apuesta de Elisa Carrió y Ernesto Sanz desde ECO. Es cierto que Macri ya había ofrecido una imagen de autoridad cuando le puso freno a la ambición de Gustavo Posse, priorizando a María Eugenia Vidal (decisión clave para que no se 'empiojase' la trama porteña) pero también deberá hacerse notar que esta decisión le trabará su crecimiento bonaerense en el GBA 'profundo'. Por lo tanto, ni muy muy ni tan tan: importante victoria del macrismo pero todavía no es suficiente. Es cierto que le permite ampliar la ventaja por sobre Sergio Massa, quien ejecutó una pésima estrategia en Ciudad de Buenos Aires (ahora podrán quejarse de Guillermo Nielsen pero lo abandonaron luego de que, deberá recordarse, Tomás Bulat decidiera no competir para Massa). En fin, el texto para el debate:

por PABLO ESTEBAN DÁVILA
 
CIUDAD DE CÓRDOBA (Diario Alfil). La victoria de Horacio Rodríguez Larreta en las PASO porteñas no es, estrictamente, una victoria de Rodríguez Larreta. Es un triunfo de Mauricio Macri.
Esta certeza, que de tan repetida puede parecer banal, no deja de ser importante. Hasta los comicios de ayer, Macri nunca había tenido que preocuparse por la vida interna del PRO, su criatura política. Pero el desplante de Gabriela Michetti lo hizo enfrentarse a la realidad de un partido con un gran crecimiento, especialmente en la ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Su otrora vicejefa de gobierno declinó las recurrentes invitaciones de acompañarlo en una fórmula presidencial y, aún, de postularse para la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Ningún argumento pudo apartarla de su determinación de pelear por el gobierno de la ciudad, ni siquiera la oferta de la vicepresidencia de la Nación. Michetti decidió competir contra viento y marea y, para horror de sus correligionarios, en contra de la opinión del líder omnisciente.
 
Muchos meses antes, Macri ya había optado por Rodríguez Larreta, un tipo eficiente, prolijo, pero sin ningún carisma digno de recuerdo. Debido a tal carencia, los primeros tiempos de la confrontación con Michetti fueron duros. La dama es inteligente y su carrera política tiene el gran mérito de haberse impuesto con holgura y naturalidad a sus limitaciones físicas. No fue una sorpresa, por lo tanto, que las primeras encuestas le hubieran deparado un incómodo primer lugar a la díscola Gabriela. Una sensación parecida al espanto se adueñó de los estrategas macristas, temerosos que la indisciplina ganara al espacio y socavara la imagen de Mauricio.
 
Fue por esta razón que el jefe de gobierno porteño, contrariando las recomendaciones más elementales de la prudencia, se pronunciara sin ambages a favor de Larreta. “Horacio fue la persona más cercana a las decisiones de nuestro gobierno. Cuando correspondió, él estuvo presente para superar los momentos difíciles”, escribió Macri en su cuenta de Facebook a finales de marzo. Las especulaciones sobre semejante apoyo se echaron a rodar sin demora, y en varios de sus colaboradores más cercanos se notó el desconcierto. No hacía falta ser muy perspicaz para comprender que había atado buena parte de su imagen al triunfo del elegido.
 
El simbolismo de la confrontación entre un liderazgo del tipo carismático (Michetti) contra otro de carácter tecnocrático (Larreta) hizo las delicias de analistas y periodistas especializados durante la campaña electoral. ¿A cuál elegirían los porteños? ¿A una mujer hecha a sí misma, con un capital político propio y capaz de establecer una agenda independiente o a un hombre cuyo principal mérito ha sido el de ejecutar diligentemente el programa de su jefe durante muchos años?
 
La victoria de Larreta despeja este interrogante. Aunque, en rigor, todavía falten las elecciones “reales”, se descuenta que la tendencia establecida ayer será literalmente imposible de revertir. El tercer lugar obtenido por Martín Losteau (el más votado dentro de la coalición ECO, la segunda fuerza), es un anticipo de la continuidad del PRO en la principal ciudad argentina. La pálida elección del Frente para la Victoria con Mariano Recalde a la cabeza contribuye a reforzar esta certeza. “Larreta al gobierno, Macri al poder”, afirmarán sus adláteres más voluntaristas. ¿Estará justificado tanto optimismo?
 
Es un hecho que Macri ha dado una lección de disciplina dentro de su fuerza. Una victoria de Michetti hubiera puesto en un cono de sombra su liderato hegemónico y, con ello, la aparición de un internismo que, desde la óptica gerencial del partido amarillo, sería a todas luces disfuncional. 
No obstante, debe también decirse que el PRO perdió la oportunidad de mostrarse como capaz de generar dirigentes alternativos. Al elegir a Larreta por sobre Michetti se optó por un modelo de construcción personal en detrimento de uno más clásico, como el del peronismo o el radicalismo. Esto probablemente contribuya, en lo inmediato, a reforzar la organización de cara a las presidenciales pero, en el futuro, haga al macrismo más dependiente de estructuras territoriales previamente consolidadas.
 
Es innegable que el jefe de Gobierno acaba de salir airoso en dos compromisos PASO con apenas siete días de diferencia. Estos son datos centrales en su hoja de ruta hacia la Casa Rosada, más allá del hecho que la supremacía del PRO en la Capital Federal no debería sorprender a nadie. Además, la centralidad de los comicios porteños quitó prensa a la votación para elegir gobernador en la provincia de Neuquén, en donde se impuso Omar Gutiérrez, el candidato del oficialista Movimiento Popular Neuquino y aliado lejano de Sergio Massa. En el plano simbólico, Macri es otra vez vencedor en este nuevo capítulo de las elecciones en cuotas que vivirá la Argentina durante todo el año.
 
Lógicamente, la felicidad del porteño se traduce en simétrica preocupación para Massa. El tigrense observa de cómo el calendario electoral favorece a su competidor y de cómo la estructura macrista se expande hacia otros distritos importantes, en donde él carece de representantes de nota. Las cenizas volcánicas le impidieron ayer viajar a Neuquén para tomarse la imprescindible foto con Gutiérrez y, para colmo de males Guillermo Nielsen, su candidato en la ciudad, ni siquiera pudo pasar por el filtro de las primarias. Aislado en la provincia de Buenos Aires (en donde, a pesar de todo, su intención de voto es muy significativa) trata de elaborar una estrategia para quebrar el cerco que el propio andamiaje de su Frente Renovador le ha impuesto.
 
Al corto plazo, tiene dos cartas en la manga para recuperar la iniciativa y, en ambas, se imprimen los rostros de representantes clásicos del peronismo del interior: José Manuel de la Sota y Adolfo Rodríguez Saa. El cordobés se ha mostrado más activo que nunca en las últimas semanas. Obligado a una reclusión involuntaria en su provincia tras el desastre climatológico de febrero pasado, intenta recuperar tiempo perdido presentando su libro autobiográfico allí donde encuentre un compañero amigo que le organice un evento. Aunque es cierto que había puesto en el congelador su relación con Massa, se advierte ahora un claro deshielo fruto de la común necesidad de acortar distancias con Macri. Un café compartido frente a un buen número de parroquianos en un conocido bar de Palermo habría sellado el entendimiento, al que se plegaría en breve el senador puntano.
 
Desde el punto de vista estructural, es claro que el Frente Renovador ha pasado a ser la denominación comercial del tradicional espacio del peronismo federal o disidente. Sin aliados radicales de peso, a Massa sólo le quedan los peronistas distanciados del Frente para la Victoria. La renovación adquiere, por lo tanto, el status de sparring oficial del kirchnerismo dentro de un justicialismo vaciado de sentido. Frente a ellos se alza la entente no peronista integrada por radicales y macristas, una reedición con cierto aire de familia del clásico bipartidismo argentino aunque, esta vez, integrada por multiplicidad de fueras territorialmente dispares.

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