CONTRA LA "ALIENACIÓN SEXUAL"

Profesor de la UBA justifica el 'posporno' frente al régimen visual del capitalismo tardío

"La representación pornográfica del sexo vendría a consolidar la alienación sexual sobre la que se asienta la sociedad, (...) la miseria del sexo tal como esta sociedad quiere que lo practiquemos". Daniel Mundo es un ensayista y profesor conocido de la Facultad de Ciencias Sociales, de la UBA, que hace 2 años escribía en el diario 'Página/12': "Ningún otro género tanto como el porno reduce el mensaje de su texto hasta tal punto que roza el grado cero de significación". Luego del escándalo de ayer, a través de la agencia militante 'Paco Urondo', dio su visión para justificar el posporno, "una lucha política por apropiarse de la hegemonía de la representación de la sexualidad" que lleva décadas, y cuyo "enemigo es en primera instancia la pornografía comercial, la pornografía que quiere hacernos creer que el sexo es una sola cosa y que siempre se trata de los mismos órganos (pija, tetas, concha, culo)".

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24) Hace 2 años, en una nota publicada en el diario 'Página/12', Daniel Mundo, conocido ensayista y profesor en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, se refería al porno como "el régimen visual del capitalismo maduro": 
 
"El porno es la esencia de la comunicación en el capitalismo tardío. El tabú más comentado, del que se habla a cualquier hora aunque nadie confiesa sus rituales. A esta altura del siglo resulta un lugar común plantear que el mito de la sociedad de la comunicación se funda sobre un concepto de comunicación que sólo podría realizarse entre máquinas, pues sólo ellas logran neutralizar cualquier afecto: un emisor impoluto, un receptor que decodifica y procesa, un canal neutro (llámese periódico, teléfono, TV o iPad), un código universal, híper claro e imposible de no entender. Porque no hay nada para entender; todo es para ver. El porno (no la pornografía, sino su encarnación virtual contemporánea) es la esencia auténtica de esta comunicación ideal.
 
(...) Ningún otro género tanto como el porno reduce el mensaje de su texto hasta tal punto que roza el grado cero de significación, la materialidad misma del medio. Entre el medio y el mensaje se anularían las mediaciones y terminarían fundiéndose uno en el otro: transparencia y sinsentido. La trascendencia está vacía; la inmanencia, saturada".
 
La demostración "artística" que se desarrolló en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, pornografía feminista, que causó revuelo e inundó medios nacionales e internacionales de comunicación, provocó el repudio de varios intelectuales, pero también la defensa del mundo K y de... Daniel Mundo.
 
A través de la agencia militante 'Paco Urondo', Mundo dio su visión sobre el posporno. No como una evolución de aquel "porno vacío", sino más bien como una invitación a romper con aquel.  ¿Llegó la hora de repensar el sexo y su representación?:
 
"La experiencia posporno que sacudió a la Facultad de Ciencias Sociales pone sobre la mesa muchas cuestiones.
 
La primera, el lugar que ocupa el periodismo mainstream en la creación de agendas políticas y culturales. Llamo periodismo mainstream o periodismo espectacular al que entre otras cosas vive de la producción serial de escándalos. Este periodismo no es un género o un estilo que convive con otros, es un cemento rápido que aglutina prejuicios firmemente asentados desde hace mucho tiempo. En el estudio, Lapehue decía “yo no sé, pero esto me da asco”. En el móvil, la notera buscaba a otras presas para que confirmasen la vergüenza y el asco que sentía el conductor y posiblemente ella misma y también, seguro, los telespectadores que en ese momento se sentaban a comer a la mesa: personas teniendo sexo con un micrófono en el hall de entrada de la Facultad, intolerable. Estas personas creen que la vergüenza, el asco, su propia mirada, son cuestiones naturales. Lo creen incluso habiendo cursado una buena parte de una carrera universitaria. La vergüenza es una cuestión política. El sexo es una cuestión política, y en tanto tal merece salir de la oscuridad de lo privado y exponerse —como de hecho se lo expone cotidianamente— en los espacios públicos.
 
Por otro lado hay que aceptar que ésta es una percepción colectiva, o puede serlo. Por supuesto, para nosotros es una percepción retrógrada y que tiene las horas contadas, pero hay que entender que la sociedad espectacular se nutra todavía de este tipo de creencias: el sexo no es una cuestión pública. Mientras tanto, se naturalizan el machismo, la heteronormalidad, el coitocentrismo, se recorta el sexo a experiencias muy limitadas y se lo barniza con sentimentalismos, como el del amor, por ejemplo. ¿Habrá llegado la hora nacional de liberar de verdad la representación del sexo?
 
El posporno tiene una larga vida ya. Hay artistas, performers, militantes, pensadoras que lo vienen alentando desde hace décadas. En última instancia, y de forma muy sintética, diría que se trata de una lucha política por apropiarse de la hegemonía de la representación de la sexualidad. Su enemigo es en primera instancia la pornografía comercial, la pornografía que quiere hacernos creer que el sexo es una sola cosa y que siempre se trata de los mismos órganos (pija, tetas, concha, culo). Aquí se abre una discusión histórica que no viene al caso retomar ahora entre pornografía y posporno, la consolidación del campo de la pornografía y su fragmentación y pulverización.
 
Pero llegó el momento quizás de poner en debate el sexo y la representación de la sexualidad que queremos que nos rijan. Es un debate difícil, porque saldrán a la luz prejuicios muy asentados. ¿Estamos capacitados para aceptar que el sexo y el amor es un acoplamiento posible pero no necesario? ¿O que el sexo y la sexualidad es un dispositivo central en la conformación de nuestra identidad moderna, que evidentemente la postmodernidad está revisando, para bien y para mal?
 
Para el posporno, la representación pornográfica del sexo vendría a consolidar la alienación sexual sobre la que se asienta la sociedad, la sociedad cuyo régimen de visibilidad se rige por la “transparencia”, la obviedad, la redundancia y también el sexismo explícito de la pornografía. Éste es el segundo frente de batalla: la miseria del sexo tal como esta sociedad quiere que lo practiquemos. Es una buena oportunidad para preguntarnos en qué medida somos capaces de asumir nuestra sexualidad, y celebro que la Facultad de Ciencias Sociales haya sido el espacio donde explotó esta dinamita. (...)
 
El sexo sigue siendo una cuestión muy seria (...)".
 

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