UNA CRISIS QUE NO CEDE

Movilización contra Dilma, que resiste mientras Moro crece

Cientos de miles de personas se manifestaron por todo Brasil el domingo 16/08 para pedir la realización de un juicio político contra la presidenta Dilma Rousseff, a quien responsabilizan por un enorme escándalo de corrupción y por el peor desplome económico en 25 años. Las más recientes encuestas de opinión pública muestran que, cuando todavía no cumple 1 año de su 2do. mandato, la popularidad de Rousseff se ha desplomado a 1 dígito, y que 2 de 3 personas quieren que se le realice un juicio político.

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). En la 3ra. ola de protestas contra Dilma Rousseff en 2015, las manifestaciones convocada a través de los medios sociales en la mayor economía de América Latina se realizaron bajo un ambiente familiar y festivo y con cánticos de "Fuera Rousseff".
 
Alrededor de 135.000 personas se tomaron el distrito financiero de Sao Paulo, según la encuestadora Datafolha, y otras 25.000 se reunieron en el frontis del Congreso en Brasilia, según la policía. Ambas cifras son similares con protestas realizadas en abril, pero menores que las de marzo.
 
En suma, las manifestaciones antigubernamentales del domingo 16/08 en Brasil llevaron unas 795.000 personas a las calles, de acuerdo a los cálculos de policías militares, informó una nota publicada en el portal UOL.
 
Un portavoz del Gobierno dijo en un comunicado que las manifestaciones eran una "parte normal de la democracia".
 
Existe un amplio respaldo al movimiento debido a que el creciente desempleo y la elevada inflación presagian la peor desaceleración económica desde al menos 1990. Las medidas de austeridad que aplicó el Gobierno para proteger la calificación de grado de inversión han anulado el apoyo a la mandataria y son resistidas por los legisladores.
 
Sin embargo, con la oposición política dividida y un desorden en el Congreso, los manifestantes tenían pocas propuestas que los uniesen salvo por el juicio político a Rousseff.
 
La novedad en esa marcha fue la participación del senador opositor y ex candidato presidencial José Serra, quien se mezcló entre la gente y fue saludado por los manifestantes.
 
El senador Aécio Neves, en tanto, participó de las protestas en Belo Horizonte (Minas Gerais), donde hizo un agresivo discurso antigubernamental.
 
Quien no participó fue el también opositor presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha.
 
Sergio Moro
 
 
"Entre las novedades de la nueva manifestación de protesta contra el Gobierno de Brasil, celebrada este domingo  en los 26 Estados del país, lo más significativo ha sido el que los brasileños han encontrado un nuevo héroe. Han cambiado a su antiguo ídolo político, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (considerado el nuevo padre de los pobres y que acabó su segundo mandato con un 85% de consenso popular) por el juez Sérgio Moro, el Savonarola de la justicia, el hombre araña que está poniendo al descubierto las vísceras de la corrupción política y empresarial en la operación Lava Jato.
 
Mientras la imagen del juez Moro campaba gloriosa en pancartas y camisetas (“Je suis Moro” o “Moro no nos abandones”), Lula entró esta vez con fuerza en la mira de los indignados, que lo presentaron como un muñeco vestido de presidiario, o con alusiones mafiosas como la de “El Jefe”, y con manifestantes rasgando la imagen de su rostro. Fue llamado hasta de “traidor”, con rabia dolorida.
 
Estos dos hechos, este cambio de héroe, quizás haya sido más significativo que el grito de “Fuera Dilma”, que resonó por todas las calles y plazas ocupadas por los manifestantes.
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Que los brasileños están insatisfechos con el Gobierno, al que culpan de la crisis económica que está tocando el bolsillo de la gente, era ya evidente antes de las manifestaciones, puesto que las encuestan le dan un mísero 8% de aprobación popular. Y esta era la tercera manifestación nacional del año contra su gestión.
 
Lo nuevo es que, por primera vez, la gran apuesta de la sociedad brasileña es la de la lucha contra la corrupción, contradiciendo a los que seguían defendiendo que Brasil se acomodaba con ella, ya que era algo consustancial con la idiosincrasia de este país, reflejada en el famoso jeitinho brasileño (algo parecido a la picaresca). (...)".
 
Rousseff, rehén de sus aliados
 
 
"Brasil salió de las urnas dividido y así continúa estos días. Desde octubre de 2014, cuando Dilma Rousseff fue reelegida para un segundo mandato, hasta ayer, cuando cientos de miles de manifestantes volvieron a salir a las calles contra ella, la crisis política y económica del mayor país de América Latina no ha dejado de agravarse.
 
En estos 10 meses, la aprobación del Gobierno se ha desplomado del 42% al 8% y su rechazo se ha disparado del 24% al 71%. En otras palabras, la gran mayoría piensa que la presidenta está haciendo un trabajo "malo" o "muy malo".
 
Con este clima de enfrentamiento entre bandos, y una economía que atraviesa su peor recesión en 25 años, no es de extrañar que dos de cada tres brasileños apoyen la apertura de un proceso para apartar a Dilma del poder. Otra cosa es que existan fundamentos legales para dicho 'impeachment' y que la oposición cuente con los votos suficientes en el Congreso para expulsarla realmente del Palacio de Planalto.
 
Es ahí, en los pasillos y despachos de tantos edificios diseñados por Oscar Niemeyer en Brasilia, donde se está echando el pulso que decidirá el destino de Dilma. Y para ganarlo, la ex guerrillera depende de un partido que no es el suyo: el PMDB, o Partido del Movimiento Democrático Brasileño. De tendencia calculadamente centrista, la formación aliada del Gobierno es heredera del sistema bipartidista que funcionó durante la dictadura militar y hoy cuenta con más afiliados que cualquier otra sigla.
 
Al PMDB pertenecen tanto el vicepresidente de la República como los presidentes de la Cámara de los Diputados y del Senado. Es decir, los tres hombres colocados inmediatamente después de Dilma en la línea de sucesión; aquellos que tienen en sus manos la capacidad de imponer las reglas del juego, chantajear a la presidenta o incluso derribarla.
 
El más poderoso de los tres, el vicepresidente Michel Temer, pasó el primer mandato casi como un jarrón decorativo a la sombra de Dilma Rousseff y de su propia esposa, 42 años más joven que él y objetivo prioritario de los fotógrafos. Pero en cuanto los nubarrones empezaron a cernirse sobre el Gobierno nada más comenzar el segundo mandato, la jefa del Estado le encargó la difícil tarea de ejercer como negociador entre el Ejecutivo y el Legislativo para que hiciera honor a su fama de dialogante y moderado.
 
A punto de cumplir los 75 en septiembre, es una incógnita si Temer aún alberga esperanzas de convertirse algún día en presidente. Pero por si acaso, el veterano doctor en Derecho Constitucional no deja de cultivar su imagen de estadista capaz de asumir los mandos del país en tiempos de turbulencias.
 
Mientras tanto, en el Congreso Nacional se libra un duelo personal entre los otros dos hombres fuertes del PMDB. A un lado, el presidente de la Cámara de los Diputados, Eduardo Cunha, quien rompió con el Gobierno tras verse salpicado por el escándalo de corrupción en Petrobras y desde hace semanas ejerce informalmente como líder de la oposición.
 
Y al otro, el presidente del Senado, Renan Calheiros, también sospechoso de corrupción pero más propenso a seguir dando balones de oxígeno a Dilma Rousseff. Fruto de esa generosidad, cuyas contrapartidas se desconocen, el ex ministro se ha declarado contrario al impeachment y acaba de presentar una lista con más de 20 reformas y medidas anticrisis. Bajo el patriótico nombre de Agenda Brasil, la iniciativa se ha interpretado como una especie de armisticio después de meses de guerra abierta entre los legisladores y la presidenta.
 
Con todo, el matrimonio de conveniencia entre los dos mayores partidos de Brasil parece tener los días contados. Para septiembre se espera que el PMDB anuncie que lanzará su propia candidatura a las elecciones presidenciales de 2018, algo que no ocurría desde 1994. Y en octubre del próximo año se celebrarán las municipales, lo que puede anticipar el divorcio entre esa formación y el Partido de los Trabajadores (PT) en ciudades tan emblemáticas como São Paulo. Moraleja: con aliados como estos, ¿quién necesita enemigos?"

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