DEMOLIENDO TEMPLOS

Choque cultural: El ISIS destruye templos cristianos en Siria

La destrucción de templos y monumentos en Siria reproduce la guerra cultural que el ISIS lleva adelante en Siria. Francesco Peloso para Vatican Insider aseguró que "detrás de la furia iconoclasta puesta en acto por los hombres del Califato, se esconde una estrategia concreta: la de demostrar un desprecio sin fin por los símbolos de la fe cristiana con la intención de alimentar un choque entre civilizaciones y religiones de un lado al otro del Mediterráneo".

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24) - La destrucción de uno de los templos más célebres de la ciudad antigua de Palmira, en Siria, a manos de las huestes del Estado Islámico (IS), es un auténtico "crimen de guerra", según la directora general de la Unesco. "Sus autores deben responder por esta acción", ha añadido Irina Bokova en un comunicado y tras hacerse pública la noticia de la desaparición del templo de Baal.
 
"Llamo a la comunidad internacional a estar unida contra esta depuración cultural recurrente", ha insistido Bokova, para quien la desaparición de Baal es "una gran pérdida para el pueblo sirio y para la humanidad". Ahora bien, la directora general no ha perdido la esperanza y ha señalado: "La creatividad humana perdurará. Las construcciones serán rehabilitadas".
 
Los yihadistas del ISIS, que controlan Palmira desde el pasado mes de mayo, llenaron de explosivos el templo y destruyeron su mayor parte, levantado el año 17 y clasificado como patrimonio mundial de la humanidad. 
 
La semana pasada, los yihadistas decapitaron al que fuera jefe de las Antigüedades de Palmira, Jaled al Asad, de 82 años. El ISIS considera las obras religiosas preislámicas, en especial las estatuas, como idolatría. De ahí que sus miembros se hayan lanzado a destruir múltiples joyas arqueológicas en Irak y Siria.
 
En Siria, más de 300 enclaves históricos han sido dañados, destruidos o saqueados en el curso de una guerra que ya ha superado los cuatros años, según recuerda Naciones Unidas.
 
Choque cultural
 
Las primeras en padecer la barbarie del califato fueron las ruinas de Mesopotamia, cunas de la civilización plantadas en suelo iraquí. Borradas del mapa a golpe de dinamita y excavadoras, las huestes del autodenominado Estado Islámico se ceban ahora con la joya del patrimonio de la vecina Siria, la ciudad de Palmira. El templo de Baal Shamin, dedicado al dios fenicio de las tormentas y construido en el 17 d.C., ha engrosado la lista del legado destruido por la organización yihadista que controla un tercio de Irak y la mitad de Siria.
 
"Baal Shamin era uno de los principales monumentos del complejo y estaba considerado su segundo templo en importancia. Había sobrevivido una estancia pero ahora desgraciadamente ni siquiera eso", relató a El Mundo el sirio Amr al Azm, profesor de historia y antropología de Oriente Próximo en la universidad estadounidense Shawnee de Ohio.
 
Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, el ISIS (Estado Islámico, por sus siglas en inglés) colocó una gran cantidad de explosivos e hizo volar el templo hace un mes. El régimen sirio, sin embargo, sostiene que el asalto acaeció el pasado domingo. "El interior fue destruido y las columnas cercanas se derrumbaron", detalló el jefe de antigüedades sirio Maamun Abdulkarim.
 
El templo se hallaba a unos metros del anfiteatro romano usado el mes pasado como escenario por los yihadistas para la ejecución de 25 cautivos. "Palmira es un recinto inmenso de edificios públicos, palacios, templos, cortes y viviendas privadas. Hay monumentos más sobresalientes que el derruido. Todos están ahora amenazados", reconoce Al Azm.
 
Los acólitos del ISIS despedazaron el mes pasado media docena de estatuas y en junio hicieron añicos dos tumbas de la antigua ciudad grecorromana, arrebatada el 20 de mayo a las tropas de Bashar Asad. Su páramo es uno de los siete lugares sirios incluidos en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, que calificó ayer de "crimen de guerra" el último zarpazo. Desde hace cuatro años más de 300 enclaves han sido dañados o han sucumbido a una cruenta guerra civil.
 
La pasada semana los yihadistas redujeron a escombros el monasterio asirio de Mar Elián en Qaryatain, a 85 kilómetros de Homs cerca de la ruta que enlaza Palmira con las montañas de Qalamun, en la frontera con el Líbano. Y decapitaron en público a quien fuera durante décadas el responsable de Antigüedades de Palmira, Jaled al Asaad. Su cuerpo apareció colgado tras negarse a revelar el paradero de cientos de piezas puestas a buen recaudo antes de la llegada del IS.
 
"Lo conocía bien. Durante décadas lideró la restauración y las expediciones arqueológicas y reunió ese tipo de conocimiento que no se puede obtener en las universidades o los libros. Con su muerte hemos perdido una fuente esencial para comprender Palmira", lamenta el experto.
 
El choque cultural es incluso visualizado en el Vaticano. En un reporte titulado "Destruido el monasterio de Mar Elian, el Isis apuesta por el choque entre civilizaciones", Francesco Peloso relata para Vatican Insider, del diario italiano La Stampa, cuál es la mirada de la Iglesia sobre la situación:
 
"La Iglesia y la estructura religiosa databan del siglo V, la furia destructora de los hombres del Califato forma parte de una estrategia más amplia: una especie de pornografía de la violencia para mostrar al mundo del que forma parte la caída de los símbolos cristianos. En mayo fue secuestrado el padre Mourad, prior del monasterio
 
Un nuevo acto de vandalismo y destrucción ha sido cometido por el Isis en Siria, pero el gesto –además de representar el enésimo acto de violencia brutal en la infinita crisis siria-- tiene también un fuerte valor ideológico, religioso y militar. El monasterio católico de Mar Elian, que se encontraba en los alrededores de la ciudad de al Qaryatain, ha sido arrasado y las imágenes de la destrucción de la estructura y de la profanación de la iglesia cuyos orígenes se remonan al siglo V, han sido difundidas y ya han dado la vuelta al mundo.
 
Sin embargo detrás de la furia iconoclasta puesta en acto por los hombres del Califato, se esconde una estrategia concreta: la de demostrar un desprecio sin fin por los símbolos de la fe cristiana con la intención de alimentar un choque entre civilizaciones y religiones de un lado al otro del Mediterráneo. Si un escenario parecido se concretizase, el Isis podría aumentar el propio consenso y la propia fuerza aprovechándose de la desesperación y la frustración de los pueblos maltratados por los conflictos en todo el área meridional.
 
En este sentido las excavadoras que destruyen el antiguo monasterio de Mar Elian, forman parte de una escenografía de la violencia –de una pornografía del horror-- que va desde las decapitaciones, hasta la destrucción de los vestigios históricos del país, a la introducción de una legislación islámica (sharia) que –como han asegurado y denunciado distintos exponentes musulmanes en todo el mundo-- representa una violación y una herejía dentro del mismo Islam. Lo cierto es que el Isis necesita esto: amenazar y secuestrar a los cristianos, anhelar la toma de Roma y de San Pedro como capital del catolicismo, suscitar la idea que todo lo que ocurre es un choque entre religiones y no una feroz lucha por el control del país y de la región con intereses geopolíticos múltiples también fuera de Siria.
 
Por otra parte todo entorno al conflicto continúa y, como ha denunciado en repetidas ocasiones el nuncio apostólico en Damasco, monseñor Mario Zenari, estamos frente a una catástrofe humanitaria sin precedentes con 12 millones de personas entre desplazados internos y refugiados, cerca de 300 mil muertos, centenares de miles de heridos, hospitales colapsados, víctimas civiles sin fin –solo hace pocos días un bombardeo de la aviación civil del regimen ha provocado otra masacre en Duma, una ciudad a una decena de kilómetros de Damasco-- y la propagación, después de años de guerra, de la pobreza. En este cuadro el fundamentalismo toma fuerza.
 
El monasterio de Mar Elian se encontraba en un oasis cerca de al Qaryatain (en la región de Homs) y estaba afiliada a la comunidad de Deir Mar Musa fundada por el jesuita italiano padre Paolo Dall'Oglio; éste último fue secuestrado el 29 de julio de 2013 en Raqqa y desde entonces no se ha sabido nada de su suerte (lo que le une a otros religiosos secuestrados mientras en toda Siria las desapariciones de los capturados por las varias partes en lucha son casi 20 mil). Hace alguna semana, a principios de agosto, la ciudad de al Qaryatain cayó en manos del Isis, justo después un grupo de fundamentalistas secuestró a 230 civiles entre ellos al menos 60 cristianos, incluidos mujeres y niños. De este grupo, 48 fueron liberados mientras otros 110 fueron trasladados a la provincia de Raqqa, corazón del Estado Islámico; de los otros no se tienen noticias. El pasado mes de mayo en la misma localidad fue secuestrado el padre Jacques Mourad, el prior del monasterio de Mar Elian. La comunidad trabajaba promoviendo el diálogo y la convivencia entre cristianos y musulmanes, también durante estos difíciles años de guerra. Era además un lugar importante de peregrinación. Se debe recordar también que la ciudad de al Qaryatain se encuentra entre el norte y el sur del país, entre Palmira y Homs, una zona crucial en el conflicto (también a causa del  posible enlace con el Líbano) y es importante también por sus yacimientos de gas".

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