CLAUDIO TOLCACHIR

"Para mí el teatro es tan divertido como el fútbol. No me gusta el teatro culto"

A los 40 años, Claudio Tolcachir es un actor, dramaturgo y director de teatro entre los más destacados de su generación. Según su historia oficial, pasó por el grupo Andamio 90, fundado por Alejandra Boero, continuó con Juan Carlos Gené y Verónica Oddó, hasta que durante la crisis 2001/2002 inventó un espacio muy propio aunque precario llamado Timbre 4, donde comenzó a dar cursos y ensayar como director, hasta estrenar "Jamón del Diablo", y luego "La Omisión de la Familia Colemann" (2005), inicio de su éxito que le permite hoy día tener 6 obras simultáneas en cartel. Por ejemplo, la desopilante puesta de "La chica del adiós", (The Goodbye Girl, de Neil Simon, estrenada en 1977 con Marsha Mason y Richard Dreyfus). En 2015 en la versión local, trabajan Paola Krum y Diego Peretti, y provocó el diálogo de Gustavo Hierro con Tolcachir:

CIUDAD DE BUENOS AIRES. Claudio Tolcachir cree en los milagros. Por ejemplo, su criatura Timbre 4: "Nació en medio de una crisis fatal, un refugio para no tomar tanta conciencia de la hecatombe que nos rodeaba. Necesitábamos juntarnos para hacer algo que no fuera ver por televisión cómo se derrumbaba el país. Me había mudado al barrio de Boedo con la idea de tener un espacio de investigación, no un teatro porque era dedicarse mucho tiempo a la administración y poco a hacer teatro. Nos juntamos con unos amigos –compañeros del colegio Mariano Moreno– y empezamos a construir un proyecto. Afuera pasaba de todo y nosotros, metidos adentro, armando la sala, pintando las luces… Nos inventamos un sueño para seguir. Y fue nuestra salvación."
 
Y Tolcachir tiene constantes: "Siempre parto de personajes, más que de la trama. En general, se trata de personajes a los que les van pasando distintas cosas, pero que comparten cierta inmadurez y una mirada muy tremendista de la vida, esa sensación de que no podés con la realidad."
 
En base a esto se puede encarar "La chica del adiós", producción de Adrián Suar, Pablo Kompel (CEO del Paseo La Plaza) y Nacho Laviaguerre, comedia que trata de un actor poco escrupuloso que convive con su pareja (Paola Krum) y con la pequeña hija de la mujer (Lucía Palacios), las abandona y sin decir nada subalquila su departamento a un colega que llega a Nueva York para probar suerte en el espectáculo (Diego Peretti). La discusión que sigue a la sorpresiva aparición del nuevo inquilino sobre quién debiera quedarse con la propiedad, termina con un acuerdo forzado de convivencia. El resto es la historia son las lógicas tensiones entre los ocupantes de la casa y la evolución de su convivencia. Además, un piano y su pianista, la actriz y cantante Gipsy Bonafina, quien se luce articulando la acción con su música en vivo.
 
El equipo que resulta de Fernando Masllorens/Federico González del Pino versionó el guión de cine en lenguaje teatral: ganó 6 premios ACE en todas las categorías artísticas (obra, director y los 4 roles actorales), el suceso teatral del año. 
 
Gustavo Hierro (LaTaquillaTeatro.com) afirma: "La ductilidad de Diego Peretti sumado al ángel embriagador de Paola Krum y a la imaginativa mirada de Claudio Tolcachir hacen de la obra un producto de consumo indispensable para los amantes de las buenas comedias." 
 
En el Metropolitan City, una puesta bien al estilo del director Claudio Tolcachir, quien dispuso un escenario expandido hasta el último centímetro, que sobresale sobre la platea, divide por sectores a los diversos ambientes del departamento y –obviamente- carece de telón. El texto fluye con naturalidad entre los actores, en parte como producto del trabajo que hizo el realizador para relacionar a los personajes entre sí y con su entorno.
 
 
 
------------------
 
 
 
 
--------------------
[ pagebreak ]
 
Aquí un fragmento:
 
"(...) -¿En cuánto influye el casting a la calidad final de una obra?
 
-Mirá, yo tuve mucha suerte. Porque siempre que dirigí una obra, me gustaba. Nunca tuve que dirigir una obra que no me entusiasmara, habré dicho que no a muchas cosas que no me entusiasmaron, pero siempre me quedé con obras que me representaban, me emocionaban, que me representaban un desafío. Y por suerte lo mismo me ha pasado con los elencos. Me ha pasado con Norma Aleandro, Mercedes Morán, Juan Manuel Tenuta, Verónica Llinás, Patricio Contreras, Diego Peretti, Paola Krum… Me han tocado actores maravillosos, que son un lujo, de los que aprendí muchísimo y de los que disfruté la experiencia compartida. Nunca me ha pasado de padecer a una obra ni padecer a un actor. Siempre he tenido experiencias positivas y nutritivas también en el trabajo, es un placer. Y además yo elijo una obra porque me conmueve o me parece interesante, y después cuando empiezo a trabajar con el actor yo trato de que ese personaje tome el cuerpo del actor. No me peleo con la realidad, sino que busco encontrar un parentesco entre ese actor y ese personaje para crear algo nuevo, que les pertenezca, que sea creíble. Y ese sistema va funcionando muy bien, la pasamos bien y logramos trabajos que nos gustan.
 
-Pero está la química, también. Paola Krum y Diego Peretti nunca habían trabajado juntos, y por suerte funcionó. ¿Hay algo instintivo tuyo en esa elección?
 
-Mirá, la elección de los actores en el teatro comercial es muy amplia, porque viene del lado del gusto del director, de la producción… En este caso era muy cantado que estos dos actores eran geniales para producir esta obra, y uno los imaginaba juntos. En el caso de Diego, hay un lado que uno conoce de su histrionismo y de su sentido del humor, que es impresionante, pero al mismo tiempo podía darle una profundidad al personaje, una ternura muy linda, muy querible. En el caso de Paola, uno la imagina en zonas de cierta vulnerabilidad, de cierta profundidad, creo que desplegó en este personaje lo contrario. Le sumó un histrionismo, un espíritu de juego y de patetismo muy buenos. Entonces, está bueno para mí cuando una obra permite a los actores por un lado desarrollar sus costados más fuertes, y al mismo tiempo mostrar alguna faceta nueva del trabajo. Así que por suerte, muy rápidamente, ellos se llevaron genial y los cuatro actores fueron maravillosos.
 
(...) -Ahora te voy a pedir, casi, casi, que nos des “la fórmula de la Coca-Cola.”  ¿Cuál es el rasgo que nos permite crear la sensación, veamos la obra que veamos, de que estamos ante una producción de Claudio Tolcachir?
 
-(Se ríe) De verdad, yo no lo sé. Lo que sí te puedo decir es que uno hace teatro de la misma manera que se comunica en la vida. Uno se comunica con los otros mostrando qué inteligente que es, qué sensible que es, o cuánto humor tiene. Y yo intento tener una comunicación directa, sincera, una comunicación que a mí mismo me atraiga. Y lo mismo busco en el teatro. Yo trato de hacer un teatro que a mí me guste, que me represente, que me conmueva, que me impresione, de todas las formas posibles. Porque para mí el teatro sigue siendo algo muy divertido, tan divertido como puede ser el fútbol, o puede ser cualquier cosa que tenga un peligro y tenga un lugar de compromiso. A mí me gusta imaginar un espectador para nada pasivo, me gusta imaginarlo sudando, y nervioso, y riéndose, y participando y atravesado por la historia. No me interesa un teatro como diríamos culto, lejano, para una élite. Me gusta un teatro que tenga vuelo, que tenga poesía, pero que también tenga un sentido popular. Que cualquier persona que lo vea se pueda sentir identificada y atraída por la historia.
 
-A esta altura de tu vida personal y profesional, ¿te seguís sintiendo un pibe de Boedo?
 
-Y, acá vivo. Aquí empezó todo, y aquí sigue todo. Yo acá, hasta hace un ratito, estuve dando clase en Timbre4, que es nuestro lugar de alimento donde todos nos sentimos protegidos y probamos y buscamos cosas con un grupo con el que llevamos muchos años trabajando y seguimos buscando, y seguimos creciendo. Para mí, el tema de las clases es algo necesario, porque es donde te refrescás, el lugar del laboratorio, el lugar donde te encontrás con nuevos desafíos y nuevos autores, nuevos actores que te emocionan mucho, porque salen de tu escuela y son talentosísimos… Sí, a mí no me cambia nada, soy más feliz cuando las cosas van bien, sufro más cuando las cosas cuestan, pero en el fondo sé que es un trabajo, tengo el privilegio de vivir de lo que me gusta y de poder elegir bastante mi trabajo, trato de hacerlo lo mejor posible y no me creo nada más que eso. (...)".

Dejá tu comentario