ESTAR PRESENTE

Cuando la comida sustituye al amor

"Las adictas a la comida padecemos anorexia de alma. Nos negamos a aceptar lo que nos nutre"

¿Comes demasiado o demasiado poco? ¿Estás en lucha constante contra tu imagen? ¿Crees que cuando adelgaces tu vida cambiará, que tus problemas desaparecerán?
 
Ha llegado el momento de poner fin a esa batalla. Haciendo dieta no perderás esos kilos que te sobran, ya sean cinco, diez o treinta.
 
La solución, afirma Genees Roth, está ante ti, a diario. En tu plato. Y en tu cuerpo. Para la autora, experta en trastornos alimentarios, comemos como vivimos: nuestra relación con la comida es el reflejo exacto de convicciones muy arraigadas sobre nosotros mismos. Todo lo que pensamos sobre el amor, el miedo y la transformación se expresa en cómo, cuándo y qué comemos.
 
Por eso, la próxima vez que te sientes a comer, detente. No dejes de comer, sólo párate a observar lo que sucede en tu interior. En tu forma de comer reside la sabiduría, el camino hacia una figura más esbelta, si, pero sobre todo hacia una relación enteramente nueva contigo misma.
 
Compartimos algunos fragmentos del libro:
 
"Cuando la comida es más que comida - Un camino espiritual para perder peso y recuperar la autoestima"
 
"Nunca subestimes tu tendencia a huir... si comer compulsivamente puede estar dentro de alguna categoría, sin duda se trata de una forma de escapar de nosotros mismos cuando las cosas se ponen difíciles. Cuando no queremos saber lo que está pasando.
 
La adicción a la comida es una forma de distanciarnos de las cosas cuando no son como nos gustaría. Les digo que acabar con la obsesión por la comida se basa en nuestra capacidad para vivir el presente, para no abandonarnos. Perder peso es la parte fácil, cada vez que eres consciente de tu hambre y de tu sensación de estar llena, pierdes peso.
 
Pero también les digo que la adicción a la comida es básicamente una negación a estar plenamente vivas.
 
No importa cuánto peses, las adictas a la comida padecemos anorexia de alma.
 
Nos negamos a aceptar lo que nos nutre.
 
Vivimos pasando hambre, y cuando ya no podemos soportarlo más, nos atiborramos.
 
La forma de conseguir todo esto es mediante el simple acto de huir - de abandonarnos- cientos de veces al día. (...)".
 
Pero detenerte a preguntarte qué es lo que realmente está pasando cuando quieres comer aunque no tengas hambre, observar cómo aspiras tres magdalenas antes de darte cuenta de que te las estás comiendo, es ir demasiado lejos. Hay algo sobre la aceptación de la impredecible fragilidad de esta vida que excede nuestra voluntad. De modo que cuando empiezas a sentir, notar o pensar algo desagradable, pies para qué os quiero.
 
Hay muchas formas de huir. Salir por la puerta. Alquilar un helicóptero. Distraerte para no sentir dolor haciendo miles de cosas: pensar en otra cosa, culpar a tu madre, culpar a otra persona, pelearse, compararse con otras personas, soñar con el futuro, recordar el pasado, no involucrarse nunca demasiado. Comer.
 
Pasarte la vida intentando adelgazar o tratando de resolver el problema.
 
Resignarse a la lucha interminable con la comida para no tener que profundizar nunca en el sentido que tiene la misma, ni descubrir quién eres y cómo podrían ser tus relaciones sin el drama de la comida.
 
Quedarte donde estás con tus sentimientos, con lo que estás viendo o experimentando es el primer paso para poner fin a la obsesión con la comida.
 
Y aunque parezca que acabar con nuestra obsesión es lo que todas queremos, en realidad queremos conservarla un poco más. Y por varias buenas razones.
 
La obsesión nos mantiene ocupadas cuando tenemos el corazón hecho pedazos por acontecimientos desgarradores. Como ver que tu hijo enferma o tu pareja muere. La obsesión te ofrece un billete de avión para huir de cualquier situación descorazonadora.
 
No huyamos. Estemos despiertos, sin drogarnos con la comida, el alcohol, el trabajo, el sexo, el dinero, las drogas, la fama o la negación (sobre la crisis que estemos viviendo). ¿Es mucho pedir?
 

Dejá tu comentario