ADIÓS A LA COMEDIA ITALIANA

Inolvidable genio de Scola

Falleció en Roma a los 84 años Ettore Scola, de la generación de creadores que catapultaron el cine italiano y tan solo quedan vivos los hermanos Taviani. A Scola le importaba, según confesaba, ser una buena persona, y por eso sus películas destilaban bonhomía.

Ettore Scola tenía 84 años. Había realizado su última película en 2013: 'Qué extraño llamarse Federico', mezcla de fantasía y documento sobre su amigo Federico Fellini, con quien coincidió en los años '50 en la revista satírica 'Marc’Aurelio'.
 
El domingo 17/01 entró en coma y murió el martes 19/01 en un hospital de Roma.
 
La 'commedia all’italiana' se acabó: Mario Monicelli, Steno, Pietro Germi, Dino Risi, Totò, Vittorio Gassman, Ugo Tognazzi, Marcello Mastroiani, Nino Manfredi, Alberto Sordi, los escritores Age y Scarpelli, Ettore Scola...
 
Ni Roberto Benigni ni Nanni Moretti lograron recuperarla pese a sus intentos.
En esos '80 de Benigni y Moretti, Scola también rodó films interesantes: 'La terraza' (1980), 'El baile' (1983), 'Macarrones' (1985) –en la que Mastroianni formó pareja con Jack Lemmon fundiendo la comedia italiana y la de Hollywood– y 'La familia' (1987), además de 'La noche de Varennes' (1982), en la que Mastroianni bordó el papel de un cansado y decrépito Giacomo Casanova.
 
 
Scola empezó como caricaturista y guionista: más de 30 películas, incluyendo 'La escapada' (1962), y 'Monstruos de hoy' (1963), ambas de Risi.
 
En 1964, pasó a la dirección: 'El demonio de los celos'(1970),  'Una mujer y tres hombres (Nos habíamos amado tanto)' (1974), 'Brutos, sucios y malos' (1975), 'Una jornada particular' (1977), duelo actoral entre Mastroianni y Sofia Loren en tiempos del fascismo, repetidamente llevada después al teatro.
 
 
 
Entre su producción posterior destaca la desencantada 'Splendor' (1989) y 'Gente de Roma' (2003).
 
Scola (quien había nacido en Trevico-Avellino, en 1931) fue el más fiel retratista de Italia aunque el idilio se fue perdiendo.
 
“Para hacer una película debes amar la ciudad o el país donde transcurre, y yo no siento amor por Italia. No la odio, pero sí que me invade la tristeza”, le contó a Gregorio Belinchón, del madrileño matutino El País, en 2009.
 
Muchas de sus críticas se dirigían hacia Silvio Berlusconi, entonces en el poder. “Ni los políticos ni los intelectuales hemos hecho lo suficiente para encararlo, para pararlo. Lo peor es que Italia no mejorará si muere Berlusconi. Su ideología está ya enraizada”.
 
 
Scola era hombre de valores: “El interés privado, el egoísmo, siguen por encima del rigor y la solidaridad. Así que las reivindicaciones de los sesenta siguen tan vigentes hoy como entonces. El pesimismo es mucho más progresista que el optimismo, encierra más fe en el futuro. El optimismo es cosa de beatos”.
 
Pero no militante: "Militante es una palabra que nunca me ha gustado. En el trabajo que hago se transmiten mis ideas; si no, no sería una obra de autor. Cuando filmo películas específicamente políticas, incluso documentales para el Partido Comunista, están en ellas mis convicciones estéticas. Y en el cine que parece más profesional, como en Un italiano en Chicago están mis convicciones políticas".
 
 
Sus últimos años los ha pasado leyendo a los clásicos griegos y latinos, y su último trabajo tuvo mucho que ver con ese respeto a sus mayores: en el documental Qué extraño llamarse Federico (2013), Scola lo encaró desde la admiración a Fellini, con quien trabajó en la publicación satírica Marc’Aurelio, junto al guionista Ruggero Maccari.
 
“Con Fellini no podías insistir”, contaba en ese documental. “Aun así le convencí para que hiciera de sí mismo en Una mujer y tres hombres, pero me puso una condición: ‘Nunca me filmes desde atrás. Se me ve la calva”.
 

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