AJUSTE DE TARIFAS ELÉCTRICAS

Página/12, diario de rufianes y cafishios

¿Cómo pensaban los K mantener el 'modelo' perverso de tarifas de energía eléctrica que llevaba al colapso del sistema de abastecimiento de los hogares argentinos? Deberían explicarlo antes de expresar sus críticas a la muy dolorosa corrección iniciada en la estructura de precios relativos. Cuando se analiza en qué dilapidaron los K el dinero de la presión tributaria récord, se descubrirá que una porción considerable fue para financiar una injusticia nacional: la gente del interior paga impuestos tal como en el Área Metropolitana Buenos Aires pero recibió poco, en muchos casos nada, de esos subsidios que se financiaron con su esfuerzo. Los usuarios del AMBA funcionaron más de 12 años como proxenetas o cafiolos del resto de los argentinos. Y encima Página/12 cree tener autoridad para cuestionar antes de la autocrítica...

Cafishio:
1. Persona (normalmente del sexo masculino) que lucra con el ejercicio sexual de terceros. Es lunfardo del ámbito del Río de la Plata. En la Argentina, un sinónimo es cafiolo. Otros: proxeneta y rufián.
2. Por extensión, persona que se aprovecha del esfuerzo ajeno.
 
 
Lo más grave e hipócrita del diario K Página/12 no consiste en que presente el ajuste tarifario como una catástrofe de la novel Administración Macri cuando, en verdad, es una herencia terrible de los 12 años de impericia K, cuyos responsables no supieron ni quisieron corregir la distorsión vigente desde la pésima maniobra devaluatoria/pesificadora de Eduardo Duhalde, José Ignacio de Mendiguren y la Unión Industrial Argentina en 2002.
 
Lo más increíble de Página/12 es que no brinde una explicación coherente del país que imaginababan con cortes permanentes y crecientes en el suministro de energía eléctrica, ni los motivos profundos de una infraestructura en colapso, y que el matutino hasta pretenda reivindicar el cuadro tarifario anterior que provocaba una inequidad asfixiante en la distribución de subsidios de a los argentinos. 
 
Con la frivolidad de un auténtico 'cagatintas', Fernando Krakowiak sostiene en el matutino K, "(...) Lo llamativo es que los hogares que consuman más de 1000 kwh por bimestre se verán “beneficiados” con un menor aumento porcentual, pues en ese caso el ajuste no llega al 500 por ciento. Todos estos porcentajes serán menores para los que ahorren entre un 10 y 20 por ciento de energía con respecto al mismo período de 2015 y para aquellos hogares vulnerables que accedan a la tarifa social, pues en ese caso se les bonificará el consumo de hasta 150 kwh, exclusivamente en lo que refiere al costo de generación de la electricidad. (...)".
 
No hay ni una mención suya a la perversidad del régimen anterior y menos a la decisión de dejar como herencia el problema a quienes llegarían cuando tuvieron más de 12 años para corregirlo y no lo hicieron. Que ese artículo periodístico resulte la portada de Página/12 hoy lunes 01/02 refleja que es una decisión editorial, un discurso a los militontos, y eso es mucho más grave.
 
La negación de Néstor Kirchner a enfocarse en el tema provocó aquella embestida inicial, en 2003, contra Daniel Scioli, quien se aprestaba a viajar a USA y pensaba repetir una promesa de ajuste progresivo ante la prensa estadounidense. La usina de acción psicológica de Néstor se puso en marcha y se le presionó con una supuesta deuda de Karina Rabolini al Banco de la Provincia de Buenos Aires
 
Luego, Roberto Lavagna intentó volver sobre el tema, cuando se 'negociaba' con Francia la reestatización de lo que antes se llamaba Obras Sanitarias de la Nación, luego Aguas Argentinas y ahora Agua y Saneamientos Argentinos (¡qué casualidad! En horas más visitará el país el presidente Francois Hollande). La reacción de Néstor fue poner en duda el patriotismo de Lavagna, e iniciar un sinfin de acciones que terminaron en la expulsión del gabinete de quien era su ministro más confiable (al extremo de haberle exigido en 2003 a Eduardo Duhalde que lo convenciera de permanecer al frente de Economía).
 
Después de Néstor, llegó Cristina, quien en 2008 no tuvo tiempo de abordar el tema, consumida por el escándalo de corrupción de la valija de Pdvsa atribuida a Guido Alejandro Antonini Wilson, dinero destinado a ayudar a financiar el proselitismo K, y la guerra contra el campo por el capricho de la Resolución 125 en 2008. Pero tuvo tiempo de evaluar el tema en el último trimestre de aquel año, antes de la derrota de Néstor en 2009. Pero, precisamente, para estimular aquella campaña proselitista de su marido, ella mantuvo todo el desastre vigente.
 
Más adelante en el tiempo, ella decidió ignorar ese problema de distorsión de precios relativos que estaba provocando y profundizando, tal como había decidido desconocer la inflación, el desastre de las estadísticas del INdEC y la aberración de poner al Banco Central a financiar el creciente déficit fiscal del Tesoro Nacional. Cristina decidió que los habitantes del AMBA (Área Metropolitana Buenos Aires), fueran cafiolos o cafishios o rufianes del resto de los argentinos porque en el Gran Buenos Aires creía tener su reaseguro de popularidad. Así, por pura mezquindad ella sostuvo una situación caótica. Y mientras Cristina se autoelogiaba como abanderada de los humildes N°2 (después de Eva Duarte de Perón), practicaba una injusticia contra gran parte de la población que pagaba los subsidios a los otros.
 
La doble derrota de 2013 puso a Cristina en la orilla de salida pero, en vez de imaginar cómo dejar la mejor herencia posible a su sucesor, durante 2 años preparó las zancadillas, trampas y emboscadas a quien llegara al gobierno. 
 
Por lo tanto, cuando el matutino Página/12, que fue vocero de ese atentado contra la Nación, pretende asumir alguna autoridad en el tema, debería cuidarse de no insultar a la inteligencia promedio de los argentinos.
 
 
 
El nuevo régimen tarifario para la energía eléctrica que regirá a partir de febrero es fuente de polémicas. El punto crítico es que los porcentajes de aumentos son muy elevados fruto de que las tarifas de electricidad estaban muy atrasadas. Por ejemplo, si se considera un consumo familiar promedio (300 kwh al mes), mientras que en Argentina el costo llega a ser de 0,0075 dólares el Kwh, en países vecinos (Chile, Brasil y Uruguay) se paga alrededor de 0,16 dólares. Es decir, en la Argentina una familia promedio paga el servicio de electricidad 20 veces menos que un hogar con consumo similar en los países vecinos. 
 
Esta enorme diferencia no se explica porque el sector energético de la Argentina sea más eficiente sino porque se tomó la decisión de usar fondos públicos para subsidiar de manera indiscriminada el consumo eléctrico. Esto es muy cuestionable, especialmente cuando hay otras prioridades sociales como el dar soluciones a más de un cuarto de la población que vive en situación de pobreza.
 
Otro punto a tener en cuenta es la distribución regional de los subsidios. Un estudio de la Asociación Argentina de Presupuesto y el Instituto Argentino de Energía señala que:
 
> En el año 2014, los subsidios a la electricidad ascendieron a $ 82 mil millones.
 
> En la región metropolitana (Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires) el porcentaje de la tarifa que está subsidiada asciende al 82%.
 
> En el interior del país, tomando por caso a Santa Fe el porcentaje de la tarifa de electricidad subsidiada es del 35% y en Córdoba llega apenas al 31%.
 
Estos datos muestran que los fondos públicos utilizados para subsidiar el consumo de electricidad fueron elevados y distribuidos de manera muy arbitraria. El monto en el 2014 ascendió a casi 2% del PBI. En su distribución, se benefició a muchas familias de ingresos medios y altos, y, en particular, a las que habitan en la región metropolitana. El resultado es que la gente del interior paga impuestos como en Buenos Aires pero recibe poco, en muchos casos nada, de los subsidios que se financian con su esfuerzo.
 
El retraso tarifario se origina en el año 2002 cuando la mega-devaluación llevó a romper los contratos con las empresas prestatarias de electricidad dado que estaban nominados en dólares. Esta decisión, tomada en un contexto de emergencia, nunca terminó de ser rectificada aun cuando la economía tendió a la normalidad. Peor aún, por facilismo, negligencia y arbitrariedad, se decidió asignar fondos públicos para sostener tarifas artificialmente bajas en la región metropolitana, mientras que en el interior se permitió aplicar tarifas más alineadas con los costos. Así se explica la enorme brecha entre el precio que pagan los porteños y el que paga la población que vive en el interior del país.
 
Además de sus impactos regresivos sobre la distribución personal y geográfica del ingreso, los subsidios desencadenaron una profunda crisis en el sector eléctrico. El retraso de tarifas induce a familias y empresas a no cuidar el consumo de electricidad y a las empresas  prestatarias –estatales y privadas– a diferir inversiones. El resultado es previsible: un profundo deterioro en la calidad del servicio. Según datos oficiales, en el año 2012 (último disponible) los reclamos de los usuarios ascendieron a 226 mil, el doble del año 2011 y más del triple del promedio registrado entre los años 2003 y 2010.    
 
Las polémicas generadas por la actualización de las tarifas eléctricas demuestran lo difícil que es afrontar las herencias del populismo. Luego de tantos años de subsidios, muchas familias, e incluso empresarios, consideran natural –y en algunos casos, hasta un derecho– que otros ciudadanos les paguen su consumo de energía. Por eso, es clave establecer rápidamente un moderno sistema de tarifa social en beneficio de las familias más pobres y generar conciencia de los enormes daños que causa el desvío de fondos del Estado para subsidiar los servicios públicos a quienes pueden pagar. 

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