LIDERAZGO O DEMAGOGIA

Claves para entender al gobierno de Jaime Durán Barba

Ganar una elección es bien diferente a gobernar una nación. En lo único que se parecen es en la necesidad de que el Presidente y sus colaboradores tengan un apoyo mayoritario de la opinión pública. Sin embargo es bien diferente el cómo conseguirlo cuando es candidato a cómo conseguirlo cuando es mandatario. Luego, algo muy importante: la gobernabilidad no depende del marketing político sino de la posibilidad de construir consensos y en la Argentina eso quiere decir "tener éxito en la economía". Cuando acabó el 'viento de cola', el kirchnerismo se encontró conque tenía fecha de vencimiento y sólo dependía de cuánto se atrevieran los cobardes líderes opositores. Y esa cobardía hoy se manifiesta nuevamente a la hora de definir avanzar sobre el déficit fiscal que puede poner en riesgo a la Administración Macri.

por GUSTAVO HERNÁNDEZ BARATTA

¿Cuál debe ser el papel del gobernante? ¿Debe ejercer el liderazgo, es decir, ilustrar, enseñar, ayudar con herramientas y con ideas, marcar el camino que cree mejor e impulsar a que la gente lo
adopte y transite? ¿O debe, en cambio, disfrazar el discurso -o incluso gobernar- de acuerdo a lo que las encuestas determinan que la gente cree o quiere?

Aún asumiendo que la demagogia sea necesaria y hasta imprescindible para ganar elecciones: ¿Cuál es el límite? ¿Acaso el gobernante debe pensar siempre en las próximas elecciones ? ¿Es posible el liderazgo en democracia? ¿Puede Macri convertirse en un presidente exitoso impulsando cambios profundos en la forma de pensar de los argentinos, o debe simplemente jugar el papel de “intérprete del pensamiento popular” y actuar demagógica e irresponsablemente si quiere ganar las elecciones de medio término, aspirar a la reelección e incidir luego en la elección de su sucesor?

¿Debe educar rompiendo mitos y destruyendo ideas falsas o debe tratar -a lo sumo- de gobernar lo mejor que pueda sin que se note que las está contrariando? ¿Quién debe gobernar? ¿Mauricio Macri o Jaime Durán Barba?

Funcionarios del gobierno han hecho saber que pondrán en funcionamiento la Comisión de Defensa de la Competencia para detectar y sancionar aumentos excesivos en los precios. Camino a una inflación anual del 35% o más, el gobierno del presidente Macri habla de abusos, de empresarios inescrupulosos, de ganancias excesivas, de boicot y de sanciones. Renueva además “Precios Cuidados” y mantiene una secretaría “de Comercio Interior”. Todo demasiado parecido al más rancio kirchnerismo. Hasta amenazan con “abrir las importaciones” o “importar carne”, evocándonos a los memoriosos, aquella insólita operación recordada como “los pollos de (Ricardo) Mazzorín”.

Yo puedo sospechar -y a las pruebas me remito- que ni Néstor Kirchner ni Cristina Fernández sabían un pito de economía.

A Néstor -convertido en el “Nestornauta” gracias a su oportuna muerte y a los miles de millones que costó construir “el relato”- ya nadie discute y pasará a la historia como el presidente que “más
sabía de economía
” y su gobierno difícilmente sea sindicado alguna vez como el origen del desastre actual. En cambio, crece la idea que la señora Fernández es poco más que una ególatra, tan engreída como ignorante. Sobre todo ahora que sin chequera la hasta hace un tiempito “gran conductora” va quedando reducida al papel de youtuber del montón... con un montón de causas judiciales en trámite.

Al final, la ignorancia y la soberbia del kirchnerismo explicarán el desastre.

Pero Macri y su gabinete son otra cosa.

Tiene razón Cristina Fernández al decir que es un gobierno de “ceos”, aunque exagera. Las primeras figuras del gobierno argentino actual son profesionales formados y fogueados en el sector privado y son gente que no depende del gobierno para vivir muy bien. Llegan a la función pública con una carrera hecha y un patrimonio respetable. Por ello no pueden ser tan ignorantes ni necesitan ser tan genuflexos como Guillermo Moreno, Augusto Costa o Axel Kicillof.

No pueden ser tan ignorantes como para sostener que una comisión o una secretaría puede controlar precios “abusivos”, o que una amenaza o un acuerdo pueden “contener los precios”, o que los aumentos de precios y salarios “provocan inflación”.

Cristina podía ser -y seguramente lo era- una analfabeta total en materia económica. Una auténtica cultora de ideas infantiles y ridículas. Macri no. Entonces, si no es por ignorancia, es por
demagogia.

Lo que la inflación es

Siempre que intento explicar que es la inflación y cuál es su relación con el aumento generalizado de precios recurro a la misma simplificación, que ensayaré acá una vez más:

Imaginemos que todos los bienes y servicios de la economía son 2 fósforos, y que todo el dinero disponible son $2. No es difícil deducir que cada fósforo costará $1. Si un fósforo costara
$2, uno de ellos no podría ser vendido, y si los 2 fósforos costaran $1, quedaría otro peso sin valor ninguno (al no poder comprar con ese peso nada más, ya que el total de los bienes
-los 2 fósforos- fueron vendidos antes a $1).

Ahora imaginemos que tenemos esos 2 fósforos, y $2. De pronto aparece $1 más y ahora tenemos 2 fósforos y $3. ¿Cuánto cree usted que valdrá cada fósforo? Si siguiera valiendo $1, ese tercer peso no serviría para nada. Y si valiera más de $1.50, uno de los fósforos jamás podría ser vendido.

La inflación es la aparición del 3er. peso, y el aumento de precios, su consecuencia. Siempre que hay aumento generalizado de precios es porque antes hubo emisión monetaria (la aparición de más pesos), porque a cantidad constante de moneda, si todos los precios suben algunos bienes no podrán ser jamás vendidos. Tan simple como los 2 fósforos y los $2.

Por supuesto, la economía es mucho más que eso. Existe una cantidad enorme (aunque finalmente limitada) de bienes y servicios disponibles a la venta, existe el ahorro, el crédito, la venta a plazos, el incremento de la productividad (incremento en la cantidad de bienes en relación al capital invertido), y montones de etcéteras. Pero en el fondo, todo se resume a entender que cuando los precios aumentan en forma generalizada es porque previamente hubo emisión de nueva moneda sin el correlato en el incremento de los bienes producidos.

Hay quienes creen que la economía puede crecer por el mero trámite de inyectar nueva moneda. Hablan de un “efecto riqueza” supuestamente producto de la existencia de nuevo circulante. Para
entender de que hablan volvamos otra vez a los 2 fósforos y los $2.

¿Son riqueza los pesos o los fósforos? Los pesos nos sirven para comprar los fósforos y para nada más. No importa si hay $2.000, $3.000 o $1.000 encima de la mesa. Si hay solo 2 fósforos, todo el dinero emitido únicamente servirá para comprar 2 fósforos, por tanto, la única manera en que el dinero sirva para comprar algo más que 2 fósforos, es que exista algo más que 2 fósforos, es decir, que se produzca un 3er. fósforo.

Haciendo un simple ejercicio imaginario: si tenemos 2 fósforos y $2, y aparece un 3er. fósforo, los fósforos bajaran su precio hasta valer $0.666 cada uno, o lo que es lo mismo, a mayor cantidad de bienes, dada la misma cantidad de moneda, los precios bajarán hasta adecuarse a ellos. De otra manera con la misma cantidad de pesos podremos comprar más fósforos, es decir, seremos más ricos. Si en cambio aparecen más pesos encima de la mesa (y no somos dueños de esos pesos en idéntica proporción a los pesos que teníamos antes de que aparecieran) de mantenerse constante la cantidad de fósforos, cada fósforo costara más caro, por lo que con nuestros pesos podremos comprar menos, es decir, seremos más pobres.

El “efecto riqueza”, tal como acabamos de ver, es en realidad “efecto pobreza”.

El nuevo dinero no aparece en igual proporción a la tenencia previa en los bolsillos de todos los que ya tenían pesos, sino que aparece en forma desigual y muchas veces muy desigual.

Hay algunos, beneficiados por el dinero nuevo, que tienen más dinero que antes y comienzan a consumir bienes y servicios previamente producidos y junto a los antiguos tenedores de pesos
compulsan por los mismos bienes. Habiendo más demanda para igual oferta, los precios se deslizan hacia arriba. Este fenómeno va expandiéndose por toda la economía en forma despareja. Hay bienes que inmediatamente acusan escasez o ajustan los precios, hay otros que permanecen más tiempo inalterados, hay bienes que son sustituidos por otros más baratos que también acusan el impacto.

Finalmente todos los precios, incluyendo los salarios terminan reflejando la existencia de mayor cantidad de moneda y cuando termina el proceso -siempre y cuando no se siga inyectando nueva
moneda- los precios se acomodarán de acuerdo a las preferencias de los “ganadores” del proceso, aquellos que supieron aprovechar la onda expansiva y se enriquecieron gracias al privilegio de
haber obtenido dinero extra antes que los demás.

Volviendo al ejemplo, de él podemos extraer como conclusión que si no puede haber aumentos generalizados de precios sin que haya aumento de la cantidad de dinero, cuando hay aumentos
generalizados en los precios, no son los empresarios sino el gobierno (que es quien emite la moneda) el responsable y que los precios aumentan generalizadamente simplemente porque hay más moneda para igual cantidad de bienes.

Entonces, las amenazas, los controles de precios, los subsidios y todo lo que el gobierno pueda intentar son medidas inútiles tendientes a disimular la culpa del gobernante.

Combatiendo la inflación

La única forma de combatir la inflación es no producirla, es decir, no emitiendo más pesos. Si no se emiten más pesos, luego de un período de turbulencia en el que se acomodan de acuerdo a la
demanda, los precios dejan de subir y con el tiempo muchos comienzan a bajar.

Acabar con los aumentos generalizados de precios es bastante sencillo. Basta con “apagar las impresoras” y congelar la provisión de nuevo dinero. Lo que no es sencillo es dejar de gastar y allí
está la raíz del problema, y finalmente, la conclusión de éste artículo.

El gobierno gasta muchísimo más que lo que recauda. Por más de una década, la nación, las provincias y los municipios han estado aumentando salvajemente sus presupuestos. Al principio
bastó con la confiscación de la renta agropecuaria por la vía de las retenciones. Luego se hizo necesario confiscar el ahorro de los futuros jubilados, echar manos a las reservas y finalmente
imprimir billetes a mansalva.

Fue el incremento astronómico del gasto lo que llevó al gobierno a hacer cualquier cosa para disimular los efectos de la inflación: desde destruir al INdEC, hasta intentar controles de precios;
desde cerrar las importaciones y exportaciones hasta imponer restricciones a la compra-venta de divisas. Pero como siempre ha pasado, y pasará: a mayor cantidad de dinero circulando, mayor
pobreza.

Mauricio Macri llega al gobierno y las finanzas estatales que hereda acusan un déficit bestial. A su vez, el Banco Central de la República Argentina está endeudado en cifras alarmantes con los
ahorristas del sistema financiero local (una reedición del famoso déficit cuasi-fiscal de los años '80, que acabó en el plan Bonex de 1989). El déficit fiscal se explica gracias al vaciamiento del
sistema previsional, a la incorporación de millones de nuevos jubilados -que jamás habían aportado nada al sistema- a la incorporación masiva (cientos de miles) de empleados públicos, del cual solo una fracción puede ser considerada “ñoqui”, a los subsidios al transporte, a la energía eléctrica y al gas por cañería, y a millones y millones despilfarrados diariamente en toda clase de groserías o directamente robados mediante compras fraguadas, sobreprecios, cartelización de proveedores, amiguismos varios, y un sin fin de razones que pueden agregarse.

Hay 3 maneras de atacar al déficit fiscal. O se deja de gastar, o se recaudan más impuestos, o se acude al endeudamiento postergando algún tiempo la resolución del problema. Como la carga
impositiva es enorme y ya no admite más subas (al menos por ahora, porque en el largo plazo los impuestos no paran de crecer), y como el endeudamiento no es opción para tapar el agujero fiscal -por un lado porque es enorme, por otro porque no hay quién nos preste tanto- la única opción disponible es la reducción del gasto.

El problema consiste en que reducir el gasto implica sobre todo deskirchnerizar a la Argentina. Implica explicarle a los argentinos dónde estamos y sobre todo dónde estaremos si no reducimos muy rápidamente el gasto publico y eliminamos la inflación.

Hacen falta docencia y firmeza. Liderazgo.

Mientras desde el gobierno se siga diciendo que el mercado es “la ley de la selva”, o que un ente gubernamental puede controlar los precios, o se amenace con abrir las importaciones (dando a
entender que una economía abierta es mala), el gobierno estará haciendo kirchnerismo.

En lugar de liderar estará simplemente tratando de ganar las próximas elecciones. En lugar de Mauricio Macri nos estará gobernando Durán Barba y las claves para entender al gobierno serán la
“selfie” del perrito Balcarce, despedir a 20 o 30 ñoquis por semana y sobre todo emitir nueva moneda en cantidades industriales para tapar un enorme agujero fiscal que no se atacó para no
contrariar la opinión recogida en las encuestas.

Así las cosas, habrá que ir pensando si en el billete de un millón de pesos homenajearemos a la hormiga colorada o al bicho bolita.

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