MALA SEÑAL PARA ALEMANIA Y FRANCIA

Casi casi casi gana la extrema derecha en Austria

50% - 1 de los austriacos quieren cerrar las fronteras a los inmigrantes y salirse de la Unión Europea, o al menos debilitar a la Unión Europea. y 50 + 1 de los austriacos quieren mantener las fronteras abiertas y seguir confiando en el proyecto de la Unión Europea: así de ajustado ha sido el resultado de las elecciones presidenciales de Austria. Por 30.000 votos de diferencia, no hay un Presidente ultraderechista en la UE. Pero 2017 es año electoral en Alemania y Francia, y en ambos países crecen situaciones que recuerdan a Austria, resumidos en la pérdida de fuelle del centro político en favor de partidos populistas de derecha que se alimentan de los resentimientos y las tensiones sociales. O el centro político se renueva para ganar nueva fuerza … o puede convertirse en historia. Y todavía faltan Donald Trump....

La 2da. vuelta de las elecciones presidenciales en Austria ha dejado la imagen de un país en protesta. Mientras que una mitad casi exacta del electorado ha dado su confianza al candidato del partido populista de derecha radical, la otra ha entregado su voto a un intelectual de la izquierda ecologista, que finalmente se ha impuesto por el estrechísimo margen del 0,3%.

Los candidatos de los ya mal llamadas “grandes” partidos tradicionales, los Socialdemócratas y el Partido Conservador de centro derecha, ni siquiera lograron pasar a la 2da. vuelta, al no haber sumado en abril sólo un 10 y un 11% respectivamente. Sería erróneo pensar que los austriacos se han radicalizado políticamente o que la mitad apoya el ideario de la derecha más populista y radical.

Muchos en Austria y Europa respiraron al ver que Norbert Hofer salió derrotado este domingo de las elecciones a presidente del país. "Es un alivio ver que los austriacos rechazan el populismo y el extremismo. Todos en Europa deben sacar lecciones de esto", escribió en Twitter el 1er. ministro francés, Manuel Valls.

La preocupación de Valls, sin embargo, continúa. Porque aproximadamente la mitad de los austriacos que fueron a las urnas (49,7%) no rechazaron el populismo y extremismo que el jefe del gobierno francés les reprocha a Hofer y a su Partido de la Libertad.

De ganar, Hofer hubiera sido el 1er. jefe de Estado europeo de la extrema derecha.

La misma tendencia que se da en Austria se está dando en casi todos los países de Centroeuropa, sobre todo en Hungría, Eslovaquia y Polonia. Eso explica por qué la ruta de los Balcanes ha quedado cerrada para los que huyen de la guerra de Siria y otros conflictos.

Macedonia y Serbia han cerrado sus fronteras porque los países que vienen a continuación, Hungría y Austria, han cerrado sus fronteras. Y por eso los refugiados que están en Idomeni, en la frontera entre Grecia y Macedonia, no tienen ninguna posibilidad de seguir adelante. Ante ello, el Gobierno griego ha decidido desmantelar el campamento de Idomeni y llevar a los refugiados establecidos allí a otros centros de acogida.

No es sólo un problema de ineficacia o mala fe de los gobiernos; ya es un problema de la gente. La mitad menos uno de los austriacos han votado a la ultraderecha sabiendo perfectamente lo que estaban votando.

Son ya muchas las voces que proclaman el final de la 2da. República austriaca, aquella que emanó de la 2da. Guerra Mundial y que supieron gestionar durante décadas con éxito indiscutible los dos grandes partidos de centro de manera conjunta.

Toca un cambio de ciclo, incluso por pura matemática: si el próximo domingo tuvieran lugar elecciones generales en Austria, el Partido Socialdemócrata y el Conservador no sumarían el 50% de los votos. O la Gran Coalición, es decir, la confluencia institucionalizada entre los partidos más centristas, renueva su espíritu, gana ímpetu y vuelve a hacer una política más cercana a lo que los ciudadanos demandan, o tendremos que asumir un Gobierno presidido por un Canciller del Partido de la Libertad, cuyas proclamas e ideas nos recordarían mucho a los del Frente Nacional en Francia, el Vlaams Blok en Bélgica o la Alternativa para Alemania. Y Austria podría ser un precedente.

Pese a no vencer y a que el cargo de Presidente no es tan relevante en Austria como el de canciller, que actúa como jefe de gobierno, lo sucedido en el céntrico país europeo es una muestra más del auge de la derecha radical en Europa (¿y cómo llamar a Donald Trump en USA?).

Pero, ¿por qué Austria es el país en el que más lejos de momento ha llegado la extrema derecha?

Como en otras partes de Europa, los partidos contrarios a la llegada de inmigrantes, al avance del Islam en el continente y la cesión de soberanía en favor de la Unión Europea están encontrando una buena base de apoyo.

A eso se suma la desilusión con el "establishment" político tradicional, algo que también está sucediendo en Estados Unidos.

Ello se reflejó en el hundimiento del centro-izquierda y centro-derecha tradicionales, que desde la 2da. Guerra Mundial siempre se habían repartido la presidencia en Austria.

"En Austria, los gobiernos europeos pueden ver un espejo de su propio futuro. Las tensiones sociales están aumentando", se lee en un editorial sobre el auge de la extrema derecha europea, escrito por el periodista trotskista Peter Schwarz ¡¡¡¡hace 16 años, en febrero de 2000!!!! (cuando el Partido de la Libertad, al que pertenece Hofer, fue parte de una coalición de gobierno por 1ra. vez.)

Para ese entonces, el carismático y controversial líder del partido, Joerg Haider, ya había sido objeto de condena tanto a nivel nacional como internacional por elogiar al cuerpo de combate de las SS de Adolf Hitler, por sus posiciones antiinmigrantes y por su euroescepticismo.

La historia se repite

Katya Adler, entonces corresponsal de la BBC en Viena, recuerda que asistió a la marcha en contra de Haider en la que participaron al grito de "¡Nunca más!" decenas de miles de personas en la Heldenplatz.

La crisis de los migrantes es uno de los factores que ayuda a explicar el auge de los partidos de extrema derecha europea.

En ese entonces, Europa estaba consternada por la inclusión en el gobierno austriaco del Partido de la Libertad. Por primera vez en la historia de la Unión Europea, todos los otros miembros del bloque decidieron sancionar a uno de los suyos. Se congelaron las relaciones diplomáticas con Viena. Austria estuvo 6 meses condenada al ostracismo.

Ahora, 16 años después, de nuevo el Partido de la Libertad vuelve a ser protagonista político del país. Pero muchos creen que Hofer, bajo su buena oratoria y su imagen amable, es mucho más radical que Haider, quien se vio obligado a moderar posiciones.

En 2011, por ejemplo, Hofer fue el encargado de renovar el manifiesto del Partido de la Libertad. En él reintrodujo un "compromiso con el pueblo alemán". Usó el término Volksgemeinschaft (comunidad), que recuerda fuertemente a la retórica nazi.

Aunque no pone en duda que Austria es un país soberano, Hofer muestra orgulloso su pertenencia a la fraternidad estudiantil nacionalista Marko-Germania, que defiende la "comunidad cultural alemana" y cuyo eslogan es "Honor, Libertad, Patria".

Además, Hofer y su partido han asumido como emblema la flor de maíz, la brunonia azul, que también sirvió como símbolo al nazismo alemán en los años '30 del siglo pasado.

Su discurso llegó a la población gracias a la intranquilidad generada por el número récord de solicitantes de asilo, como en el resto de países vecinos ante la llegada de inmigrantes sirios.

Hofer, amante de las armas y que a sus 45 años se presentó como un hombre cercano, logró sobre todo el apoyo de los sectores menos educados. También supo moderar sus posturas para atraer a los votantes de centro más desencantados.

Pese a perder, su "casi victoria" se la tomó más bien como un triunfo. "Por favor, no se desanimen. El esfuerzo en esta campaña no ha sido malgastado, sino que es una inversión para el futuro", escribió en Facebook al poco de conocer su pírrica derrota.

"Estamos muy bien posicionados para las elecciones parlamentarias", se esperanzó, respecto a los próximos comicios de 2018, el director de campaña del Partido de la Libertad, Herbert Kickl.

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