EL 2DO. SEMESTRE

Sin baja de impuestos, el plan de inversiones de Macri es inalcanzable

La cuestión judicial de la corrupción K dificilmente alcance para olvidar la necesidad de una recuperación de la economía. Sin duda será un tema importante a medida que avance el 2do. semestre 2016. La lluvia de dólares que ocurriría al abandonar el 'default', no ocurrió. Y en el 'blanqueo' es bien diferente informar dinero en el exterior a repatriar dinero en el exterior. Las inversiones anunciadas por algunas compañías trasnacionales, hasta ahora, son más una cuestión de Relaciones Públicas que del corto plazo. Los indicadores macroeconómicos no han mejorado lo suficiente en términos de gasto público, déficit fiscal, inflación, presión tributaria, integración de la economía, etc. Por ahora, siguen siendo un objetivo, y encima acaba de suceder el Brexit, una cuestión política que tendrá impacto financiero global, en especial por la incertidumbre que le provoca a los capitales. ¿Cuál sería la estrategia adecuada en la Administración Cambiemos? Esto se debate a diario en la Casa Rosada. Y es un tema que abordó el informe Calibar en su más reciente edición:

Hasta la fecha, la actividad económica parece depender tanto del gasto público como durante los días K. Hay periodistas, tal como Martín Kanenguiser, del diario La Nación, que escribe: "El Gobierno aspira a que la Argentina obtenga inversiones por US$ 100.000 millones en los próximos 8 años para lograr un alto nivel de competitividad. Así lo indicó el director de la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional, Juan Procaccini, en una conferencia de prensa en la que anunció el foro de competitividad que se hará en septiembre próximo en Buenos Aires, con la presencia de unas 800 empresas. (...)".

Muy probablemente, Procaccini se refiere a la mejora de la infraestructura, que es una porción de la competitividad. Pero mucho más importante, para conseguir esa mejora, es modificar la estructura tributaria, disminuyendo en forma selectiva la presión del Fisco sobre quienes producen, y esto requiere una reforma que la Administración Macri no ha encarado. Procaccini debería considerar que no hay apertura posible de la economía sin reducción de la presión impositiva. Mejor expresado: a medida que una economía se abre, más necesita converger hacia el estándar tributario global, y en la Argentina eso requeriría un gasto público menor y de diferente asignación. Hay que recordar que durante los 8 años que Mauricio Macri gobernó Ciudad de Buenos Aires, no redujo la presión impositiva ni el gasto público. Es probable que haya sido una acción imprescindible para estar a tono con la época K. Pero otros no son tan optimistas. Habrá que ver qué ocurre en el futuro.

" Ya son varios los funcionarios que no disimulan su decepción ante el accionar de los empresarios. Citan como principal motivo no solo la suba excesiva en los precios de algunos productos luego de la devaluación, sino también la falta de inversiones. Éstas, recordemos, se han vuelto necesarias para impulsar el crecimiento económico en un contexto en donde el aumento del gasto público y del consumo parecen haber alcanzado un límite.

Esta situación ha llevado a que el gobierno asuma que la primera ola de inversiones será por las obras de infraestructura pública que financiará, y que la segunda camada llegará desde el exterior; sólo al final del ciclo de recuperación se sumarían los capitales nacionales.

¿Cuán realista es el optimismo que algunos sectores del Gobierno tienen respecto a la llegada de inversiones desde el exterior? Por un lado, varios de los principales empresarios de la región y el mundo no ocultan su admiración por el cambio de modelo que está llevando adelante la administración Macri. Estos no ven a la Argentina simplemente como un país que está dejando atrás una profunda crisis sino como el modelo que deben seguir las otras naciones latinoamericanas para volver a crecer. Este renovado entusiasmo es, sin lugar a dudas, condición necesaria -pero no suficiente- para que vuelvan las inversiones de ese origen.

Quizás la excepción en este sentido sea Brasil, ya que la profunda crisis social, económica y política por la que atraviesa el país vecino dificulta la posibilidad que sus empresas encaren importantes planes de inversión en la Argentina La etapa en la que el  empresariado brasilero fue una importante fuente de inversiones parece, por el momento, haber llegado a su fin.

Pero las dificultades por las que atraviesa Brasil no dejan de generar cierta esperanza respecto del futuro del Mercosur, ya que su nuevo canciller, José Serra, propuso durante su visita a Buenos Aires que el bloque inicie su integración al mundo. Lejos de ser esta una visión meramente personal, representa un cambio de percepción dentro de Brasil. Luego de años de estancamiento debido, en parte, al alto grado de proteccionismo y a la falta de competitividad de su economía, comienza a vislumbrarse un nuevo consenso respecto de la necesidad de transformar a esta unión aduanera en un tratado de libre comercio que le permita a sus miembros definir su política comercial de manera más independiente.

La firma de un tratado de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur representaría una primera señal de acercamiento comercial al mundo, y alentaría la llegada de nuevas inversiones. Pero este acuerdo es fuertemente resistido por la diplomacia francesa. Sus representantes justifican su accionar notando que las economías sudamericanas deben antes resolver sus propios problemas -aunque la razón de fondo tendría más que ver con la oposición del lobby agrícola francés que con consideraciones geopolíticas. La postura de París produce roces con la diplomacia española y con la de la Unión Europea, que alientan, con diverso grado de entusiasmo, la firma de este tratado.

Con respecto a nuestro país, el panorama se presenta mixto. Es posible que las empresas internacionales esperen a que, antes de enterrar aquí sus inversiones productivas, baje sensiblemente la inflación y el déficit público, y la economía se estabilice. Esto traerá la tan ansiadas previsibilidad que los capitales necesitan para multiplicarse. Asimismo, la falta de un esquema de incentivos atractivo a nivel sectorial, mediante nuevos marcos regulatorios, también es una limitante.

Más allá del análisis coyuntural, cuando pensamos en la posibilidad de que aumenten significativamente las inversiones directas no debemos olvidarnos que el principal freno –tanto para las inversiones nacionales como para las extranjeras- continúa siendo la falta de competitividad de nuestra economía que se manifiesta, por ejemplo, en la altísima presión impositiva, solo posible por el alto nivel de proteccionismo y de precios internos desproporcionados en comparación con nuestros vecinos.

Consideremos más en detalle el tema de la presión impositiva. Además del sinnúmero de tributos distorsivos que fueron acumulándose a través de los años, en Argentina las empresas deben pagar una tasa de ganancia que excede ampliamente el promedio mundial. Mientras que durante las últimas décadas otros gobiernos han tendido a reducirlas para atraer nuevas inversiones  – Uruguay la bajó del 30% al 25%, Suecia del 28% al 22%, España del 35% al 30%, Canadá del 36 al 26%, por mencionar tan solo algunos ejemplos- la tasa en nuestro país continúa siendo del 35%.

El presidente Macri anunció que le gustaría enviar al Congreso un proyecto de ley de reforma fiscal; pero el ministro de Economía, Alfonso Prat Gay, sostuvo que no habría tal reforma hasta tanto Argentina no creciera fuerte. Es decir, a diferencia de lo que sucedió en otros países, en el nuestro la estrategia tributaria sigue siendo considerada sólo desde el punto de vista recaudatorio, y no como incentivo para crecer y lograr más y mejores inversiones.

Para que lluevan inversiones productivas también será necesario replantearse nuestra estrategia comercial. La buena relación que la Argentina mantiene con Brasil y México  y la influencia política –acrecentada con la elección de Macri- que la Argentina mantiene a nivel regional podrían servir como plataforma para que nuestro país promueva un acercamiento –en serio- entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur.

Algunos funcionarios afirman que esto no solo le permitiría al país ganar nuevos mercados sino también asumir un rol de mayor protagonismo a nivel regional. Otros miembros del gobierno, por el contrario, sostienen que, más allá de algunos gestos y declamaciones, nuestro país no avanzará en ningún proceso de integración sencillamente porque no somos competitivos. Por el momento, pareciera que esta última posición es la que se impone. Habrá que esperar."

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