"JULIANA. SECRETOS, AMORES Y PODER DE LA DUEÑA DE MAURICIO MACRI"

Rompecabezas Awada: Jesús, Francisco y El Arte de Vivir

María Juliana Awada nació en Ciudad de Buenos Aires, el 03/04/1974, hija de inmigrantes sirios, de religión musulmana. Practicante del budismo según lo enseña El Arte de Vivir, Juliana, se bautizó católica apostólica romana en 2014, siendo su madrina su hermana mayor y católica practicante, Claudia Zoraida. Pero ni ella ni su marido, Mauricio Macri, han abandonado su devoción por Sri Sri Ravi Shankar. Sin duda, un collage espiritual tan interesante como difícil de comprender aún para el ecuménico papa Francisco. El tema lo abordó el periodista Franco Linder en su libro "Juliana. Secretos, amores y poder de la dueña de Mauricio Macri." Aquí el capítulo "Bautizada a los 40":

por FRANCO LINDER

¿En qué cree Juliana?

Su padre Abraham, el mujeriego, era un devoto de la Virgen de Lujan pese a su condición de Luján pese a su condición de musulmán nacido en el Líbano. Una mezcla rara.

Cada vez que pasaban frente a una Iglesia Católica le decía a ella.

-Vos entrá, que hay un Dios para todos.

Su madre “Pomi” Baker, de ancestros sirios, no le llevaba el apunte a la religión. Siempre estaba demasiado ocupada trabajando.

Su hermana Zoraida se había convertido en católica y casado por iglesia con el muy creyente arquitecto Alberto Rossi, cercano al también católico Menem. Por amor, ahora era tan beata como su marido.

Otros dos hermanos, Leila, la artista plástica, y Alejandro, el actor, se habían casado con miembros de la comunidad judía. Leila, después de separarse de un Awada, primo suyo y musulmán.

El hermano que falta, Daniel, el de la marca Cheeky, está en pareja con otra judía, la diseñadora de ropa que le presentó la celestina Juliana, Yanina Solnicki.

La hija mayor de la primera dama, Valentina, fue bautizada por pedido de su padre, el católico y millonario Bruno Barbier.

A Antonia, la menor, también la bautizaron cuando cumplió cinco meses. Demasiadas creencias para una sola familia. O como decía el monoteísta Abraham, tan musulmán como devoto de la Virgen de Lujan: Un solo Dios para todos.

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¿Y Juliana?

No creía en nada, o en todo caso solo creía en algo que el Vaticano considera una secta, la de El Arte de Vivir. Un combo tan marketinero como económicamente redituable de sabiduría oriental, doctrina new age y principios básicos del budismo e hinduismo, manejado por un personaje muy polémico: El maestro Sri Sri Ravi Shankar.

Pero, salvo por esa inclinación, tan típica de cierta clase alta y media, porteña, “progre”, laica y habitué de Palermo Hollywood, la primera dama era una agnóstica.

O una politeísta, si se prefiere.

Un alma en sintonía con el universo, como enseñaba su maestro indio.

Pero algo cambio para siempre el decisivo 13 de marzo de 2013, el día en que el Vaticano coronó como su nuevo jefe a Jorge Bergoglio, el inesperado argentino que hizo lo que ningún otro, convertirse en papa.

Para Juliana fue un cimbronazo.

De pronto, el Papa Francisco, el que había llegado desde el fin del mundo, se convirtió en un fenómeno planetario. Un viejito bondadoso que de un día para el otro provocó un boom de nuevos fieles, de jóvenes y no tan jóvenes que veían cómo les enseñaba humanidad a los grandes líderes de la Tierra, incluso a sus integrantes adversarios en el Vaticano. Un ícono taquillero a la altura del “Che” Guevara, la madre Teresa de Calcuta o Mahatma Gandhi. Había logrado trascender su metier para instalarse como un símbolo de estos tiempos.

Francisco era lo nuevo, lo que estaba de moda, y Juliana no iba a perdérselo.

Su maestro Sir Sir Shankar sabría entender.

El primero en dejar correr la noticia fue un colaborador de Horacio Rodríguez Larreta, el jefe de Gabinete de Macri en la ciudad.

Llamó a un periodista de la revista Noticias:

-No me preguntes como lo sé -le dijo- pero la bautizaron a Juliana Awada.

-¿Pero no era musulmana?- se extrañó el periodista.

El funcionario bromeó.

-No sé. Si lo era, ya no lo es más. Fue hace poquito esto.

La ceremonia secreta se había celebrado un viernes de Junio de 2014, un año después del ascenso de Bergoglio. Fue en la capilla del country Tortugas, en Pilar, donde su hermana Zoraida, la que ya era católica, vivía en una impotente casa junto con su marido, el arquitecto Rossi.

El cura era un español, quien dos años antes ya había bautizado a la pequeña Antonia en el mismo lugar.

Y la madrina era su hermana Zoraida.

Todo fue tan veloz que ni Macri alcanzo a ir.

-Fue algo muy íntimo, de menos de diez personas- me confió un amigo de la bautizada.

¿Cómo tomo la decisión?- pregunté.

-El cura que la bautizó ya venía hablando con ella del tema- explicó el amigo.

-¿Efecto Francisco?- lo tanteé.

El amigo de Awada rió:

-No seas malo, también tuvo que ver que sus dos hijas y Macri sean bautizados.

La propia Awada tiempo después contaría en un reportaje lo que le decía el cura:

-¿Y vos cuando vas a bautizarte?

Juliana también explicó en ese reportaje:

-La ceremonia fue repentina, Mauricio no pudo ir. Fue mi madrina, que es mi hermana Zoraida, la que me acercó a la fe cristiana.

A Zoraida, a su vez, la había convertido su marido Rossi, el arquitecto acusado de oficiar testaferro de Menem.

-Mi hermana es re católica, el marido también, se casaron por iglesia- decía Juliana en las entrevistas.

Ese viernes de junio, en la capilla del Tortugas, el cura español la mojó con agua bendita y le dio por primera vez la hostia.

-En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…

Zoraida, la madrina lloro.

También ella, que había llevado consigo la estampita de la virgen de Luján que antes de morir le había regalado su padre.

Macri estaba trabajando.

Juliana por entonces tenía 40 años.

En un reportaje con la revista La Nación de fines de 2015, ya como primera dama, le preguntaron por ese momento:

-¿Cómo lo decidiste?

-Simple- dijo ella- lo sentí profundamente, mis dos hijas son bautizadas. Valentina ya tomó la comunión. Yo hacía años que tenía la necesidad, pero no me decidía. La realidad es que siempre llevo conmigo una imagen de la Virgen de Lujan que me regalo mi padre. Nos llevaba en familia. Recuerdo que decía que hay un Dios para todos. Agradezcan y dialoguen a su manera con él. Y yo siempre lo tomé al pie de la letra.

-¿Y qué pedís?

-Salud y fortaleza. Pero ante todo doy las gracias. Nunca pienso que puede pasar algo malo, la verdad es que soy optimista por naturaleza.

La periodista metió cizaña:

-A alguna gente le molesta que el PRO hable tanto de alegría y optimismo, lo presumen light.

Awada se enojó:

-Que cada uno diga lo que quiera. No creo que el optimismo sea algo para tomar como ligero.

En otra nota también se refirió a su padre, el devoto de la Virgen. “Él era musulmán, vino a la Argentina cuando tenía 3 años y se crió en esa fe. No era practicante, pero lo tenía en su alma. Y no nos impuso nada. De grandes, cada uno optó”, explica la hija.

Hay que explicar en este capítulo cómo fue que Juliana primero optó por El Arte de Vivir y después sumó a Jesús y a Francisco, un cóctel espiritual bien eléctrico.

Al Papa lo había visto dos veces en el Vaticano antes de su bautismo. En las dos terminó llorando, por la emoción, claro.

La primera vez fue el día en que Bergoglio asumió su celestial cargo, el 19 de marzo de 2013. Ella narró la experiencia con estas palabras: “El día de su asunción, llegamos cinco minutos antes de su aparición ante la multitud. El clima que se vivía ahí te ponía la piel de gallina. Cuando Francisco salió, me puse a llorar. Después nos mandó a llamar, entramos al Vaticano y nos saludó”.

-Gracias por estar acá. ¿No trajeron a Antonia?

Mauricio sonrió:

-La próxima vez la traigo.

A Juliana otra vez le brotaron lágrimas.

“Pensé: una persona que está viviendo el día más importante de su vida, y te pregunta por tu hija y se acuerda del nombre… Me puse a llorar de la emoción. Francisco transmite paz, humildad, afecto, humanidad”, continuó ella.

Ya era una groupie espiritual del nuevo líder.

En el segundo encuentro, seis meses después, a Awada también la asaltó la emoción. En el momento de las fotos se la veía de riguroso negro al lado de la blanca sotana de su anfitrión, intentando no lagrimear, mientras Macri perseguía a la pequeña Antonia por el salón de recepción.

Antonia corría con el celular en la mano.

-¡Whisky, Whisky!- gritaba.

El padre le seguía los pasos, apurado.

-¡Hacele “Whisky” a Francisco! ¡Dale, a Francisco!- la alentaba.

Antonia tenía solo 2 años, pero ya sabía sacar  fotos con el teléfono portátil.

Bergoglio esbozó una sonrisa, se armó de paciencia y posó para la nena. Él había pedido que la trajeran: no podía quejarse.

Lo que hablaron ese día, después del show, quedó entre ellos.

Lo que sí se hizo público de inmediato fue el insólito video de la nena gritándole “Whisky” a Su Santidad en un solemne salón del Vaticano, subido por el padre a las redes sociales, donde enseguida se virilizó. Macri, ya se dijo, lo tituló: “Antonia, fotógrafa indomable con el Papa Francisco”.

Después de esas visitas fue que Juliana maduro la idea del bautismo.

Había un nuevo líder espiritual en el mundo y ella no podía dejar de llorar cada vez que lo veía. Todo bien con Sri Sri Ravi Shankar, pero Francisco tenía otra dimensión.

Y era, además, un referente presentable. Su amigo el Papa, y no un tal Sri Sri.

Había otro tema. Seis meses después de que ella se bautizara empezaría el año 2015, el de la definición. Y así como un Presidente por mandato de la Constitución debía ser católico hasta la reforma de 1994, que elimino esa exigencia, era políticamente correcto también que su mujer profesara algún tipo de culto o creyera en algo que no oliera a profano. Algo serio y oficial, porque las apariencias eran importantes para un candidato.

El propio Menem, el amigo de Abraham Awada que tenía ancestros sirios y profesaba la fe musulmana, había llegado a Presidente por hacerse católico de niño. Su esposa Zulema Yoma no cambió de religión y duró seis meses en el poder antes del ruidoso divorcio. Pero no tenía la cintura ni la versatilidad de Juliana.

Un vocero del PRO la justificó:

-No creas que se bautizó por conveniencia, fue algo muy profundo para ella.

-Pero no le vino mal para su perfil de primera dama- le dije.

-Fue un año después de la asunción de Francisco y un año antes de la campaña- la defendió el vocero- no busques fantasmas.

-Sí, justo en el medio- lo provoqué.

-A los periodistas no hay nada que les venga bien- perdió la paciencia el vocero.

¿Qué paso entre los Macri y el Papa luego de aquellos dos encuentros iniciales que presagiaban una relación normal? Es difícil de explicar y conviene empezar por la última escena, la del viaje del flamante Presidente y su esposa al Vaticano en febrero del 2016, después de arduas negociaciones para conseguir una audiencia. Francisco no solo no los había vuelto a recibir en los últimos dos años y medio, sino que ni siquiera había llamado a Macri para felicitarlo por su llegada a la Casa Rosada, un dato que exasperaba a la primera plana del PRO.

Cuando la audiencia se aprobó y Mauricio y Juliana volaron rumbo a Roma con la pequeña Antonia, los encargados del protocolo del Vaticano avisaron que el encuentro duraría una estricta media hora y que sería en la fría biblioteca del Palacio Apostólico y no en la más íntima residencia de Santa Marta, donde Bergoglio agasaja a sus invitados preferidos.

Traducción: esta vez no había espacio para Antonia y sus morisquetas, una de las claves del marketing del PRO.

El Papa no quería circo.

El sitio web La Política Online, que siempre va un paso más allá, equivocado o no, se animó a titular: “El Papa le pidió a Macri que no lleve a Antonia”.

El encuentro con Macri duró lo justo y fue frío y protocolar. Las fotos en las que se lo veía a Francisco con un rictus de desagrado al lado del Presidente se convirtieron en la comidilla de la prensa y también de las redes sociales donde su cara de pocos amigos fue “trending topic: Popeface,” o cara de Papa.

Sólo sonrió, como ya se dijo en el primer capítulo, cuando Juliana entró en escena y él le obsequió un rosario para la marginada Antonia. Acaso era su forma de demostrarle que el problema no lo tenía con ella. Awada fue la única que quedó bien parada ese día por la natural gracia con que rompió el hielo al menos por un momento.

Para algo le había servido bautizarse.

En la áspera reunión, el Papa le preguntó a Macri por la detención de la piquetera kirchnerista Milagro Sala, a quien le había hacho llegar otro rosario a la cárcel. Los movimientos sociales, aun con sus particulares metodologías, son una debilidad de Bergoglio.

También habló de lo “desafortunadas” que habían sido las declaraciones de Durán Barba en la recta final de la campaña, cuando el gurú ecuatoriano del PRO opinó: “Lo que diga el Papa no cambia el voto ni de diez personas”. El consultor tuvo ese calculado exabrupto luego de que Francisco dijo que los argentinos debían votar “a conciencia”, algo que todos leyeron como un apoyo implícito a su amigo Daniel Scioli, relegado en las encuestas.

Pero Durán Barba se le había ido la mano en su respuesta. Eso pensaba casi todo el PRO.

Pero esos días tuve una charla informal con Carolina Stanley, la ministra de Desarrollo Social y amiga de Juliana.

-No diría que Francisco desairó a Macri- trató de explicar- La reunión fue así porque Mauricio es más formal, no anda a los besos y abrazos…

-¿y lo que dijo Durán Barba no tuvo que ver? Fue durísimo- retruqué.

La ministra suspiró:

-La verdad es que eso fue una salvajada.

Consulté a Durán Barba por sus dichos y me confirmó que fueron a título personal, sin autorización del jefe.

Me confió:

-Algo había que responderle al Papa después de lo que dijo, no nos podíamos quedar sin reaccionar.

La decisión inconsulta hizo que Macri, después de un triunfo mucho más ajustado de lo que pronosticaban las encuestas; 51.4% contra 48.6%; lo castigara en la noche de celebración. Mencionó a todos, uno por uno, y no menciono a su principal estratega.

Como en un capítulo anterior, el ecuatoriano se fue otra vez dando un portazo.

-Me fui enojado, es cierto- me dijo Duran Barba, quien después volvió, como siempre.

Lo cierto es que el consultor sólo había arrojado la que sería la primera piedra contra Bergoglio. Porque luego de su “cara de Papa” en el encuentro con Macri, “Gaby” Michetti, la vicepresidenta, se sumó a la batalla: “Me dolió mucho no ver al Papa con una sonrisa, me generó una sensación interna muy difícil de explicar porque realmente es una persona que respeto”.

Y horas antes de eso, cuando Bergoglio se interesó por la suerte de Milagro Sala, la vehemente Elisa Carrió, una aliada del macrismo, lo acusó de “alimentar la violencia desde el plano espiritual” con ese gesto. Y avisó: “A Roma no voy”. Aunque tampoco estaba invitada.

Carrió y Michetti habían sido dos buenas amigas de Bergoglio en sus tiempos en la catedral de la Ciudad de Buenos Aires y jefe de la Iglesia argentina, cuando él las confesaba a ambas. El Kirchnerismo por entonces lo señalaba como “el jefe de la oposición”, aunque luego, ya sin más remedio, lo terminaría abrazando como papa.

Con Macri siempre tuvo una relación distante. Realmente no los unía nada, ni en el fondo ni en las formas.

Su percepción de que no era un dirigente confiable terminó de confirmarse cuando el jefe de Gobierno porteño en 2010 no mandó a votar a los suyos en contra de la ley del matrimonio igualitario, a pesar de las insistentes gestiones que había iniciado Bergoglio, quien, sacerdote al fin, repudiaba esa iniciativa K. Aunque la decepción más brutal del cardenal fue con su amiga Michetti, por entonces diputada, quien el momento de la votación de la ley en el Congreso se recluyó en una casa de retiros espirituales cuando Bergoglio la necesitaba más que nunca. La amistad se terminó en ese instante.

Macri se había reunido con Bergoglio por el matrimonio igualitario. Iba a ser un encuentro de una hora, pero terminó tras veinte helados minutos. Finalmente, el jefe de Gobierno les dio “libertad de conciencia” a sus legisladores para que votaran de acuerdo con lo que cada uno pensaba.

Solo un tercio de los legisladores del PRO votó en contra del proyecto, lo que no le alcanzo a Bergoglio.

Difícil no asociar ese momento con el de las presidenciales de 2015, en las que el cardenal, ya transformado en Francisco, les pidió a los argentinos que votaran “a conciencia”. Una de las devoluciones de gentileza.

Había otro tema que irritaba a Bergoglio y era el de los talleres clandestinos denunciados por la ONG La Alameda, comandada por su amigo Gustavo Vera. La familia política del hoy Presidente, por más encantadora que fuera su esposa, estaba involucrada en el asunto. También Macri, por hacer la vista gorda con los inexistentes controles. Bergoglio lo sabía por su amigo y por las noticias.

Vera, que hoy viaja seguido al Vaticano, me confió:

-Al Papa le caen pésimo este tipo de cosas, por eso nos apoya tanto. A Macri lo mira con prevención.

Lacas Schaerer, su colaborador en La Alameda, agregó con algo de malicia:

-Un grupo de argentinos notables, católicos, judíos y musulmanes, un día lo visitó en el Vaticano. Y estaba “Pomi” Baker, la dueña de Awada. El Papa les habló sobre la explotación y el trabajo no registrado…

Schaerer no miente. El grupo interreligioso de notables viajó a Roma en febrero de 2014, con la madre de Juliana como uno de sus grandes animadores.

Sentada en primera fila, “Pomi” escuchó la dura homilía del anfitrión:

-Defender a los trabajadores de la explotación no significa ser comunista- dijo el Papa.

Y luego citó al apóstol Santiago: “El salario de los trabajadores que cosecharon sus tierras y ustedes no pagaron grita; y las protestas de los cosechadores llegaron a oídos del Señor omnipotente”.

Imposible pensar que “Pomi” se sintió a gusto en aquella misa.

Por último, hay otro conflicto crucial entre Bergoglio y los Macri y es el que más interesa en este capítulo porque está ligado a lo que el Presidente y su mujer hacen con su vida espiritual y con el tal Sri Sri.

Carlos Pagni, el columnista político de la Nación, lo resumió con sencillez cuando escribió sobre la fría reunión en el Vaticano: “Macri prefiere el budismo de Ravi Shankar, en una actitud que irrita por igual al Papa y a la izquierda kirchnerista. El Papa ve esa devoción new age como una prueba de superficialidad, una expresión de lo que él llama “la cultura de lo efímero”. La izquierda interpreta que el budismo hace juego con el individualismo y la falta de compromiso social capitalistas. José Pablo Feinmann y José Natanson escribieron textos interesantísimos en defensa de este enfoque, que converge con el conservadurismo”.

Bergoglio sabe de sobra quien es Ravi Shankar, el maestro hindú que comparte nombre con el famoso músico de su misma nacionalidad y que a eso le agregó lo de Sri Sri, un título honorífico que podría traducirse como “maestro”. Se considera a sí mismo un niño metido en el cuerpo de un adulto, pero no una deidad como su antecesor y coterráneo Sai Baba. Allá él. En cuanto al culto a la personalidad, no es distinto a otros fenómenos marketineros del rumbo.

Su ONG El Arte de Vivir fue creada en 1981 y hoy funciona en más de 150 países, incluida la Argentina. Es una fundación sin fines de lucro, lo que la vuelve tan sinuosa para el fisco por la cantidad de recursos que mueve. Sin ir más lejos, el ex titular de la AFIP en tiempos del kirchnerismo, Ricardo Echegaray, denunció a la ONG porque se desconocía el origen de 20 millones de pesos que recibió en 2011 en la Argentina. Donaciones, las llaman ellos.

-Es plata sospechosa- me dijo el ex funcionario.

Lo que colaboran con Sri Sri dicen hacerlo de manera gratuita. Y si son famosos mucho mejor. En estas tierras el maestro pudo seducir no solamente a Awada y Macri, la pareja presidencial, sino también al conductor número uno de la televisión, Marcelo Tinelli.

El 11 de marzo de 2016, con las repercusiones de la visita de Macri al Papa aún frescas, Ravi Shankar organizo una multitudinaria convocatoria en Nueva Delhi, capital de la India, donde se comprobó su poder de fuego. Se llamó el Festival Mundial de la Cultura y se definió como un “encuentro por la paz” y como la meditación más grande de la historia. Duró tres días y reunió a cientos de miles de fieles provenientes de todos los rincones del mundo, abarrotados en un enorme predio en la afueras de la ciudad. El Arte de Vivir habló de 4 millones de personas, pero aunque hayan sido solo una quinta parte de esa cantidad se trataba igualmente de algo importante. Demasiado importante como para que la iglesia no tomara nota de esa competencia que considera desleal.

El periodista Gonzalo Sánchez cubrió ese evento para al diario Clarín y lo que más llamó la atención fue que apareciera el nombre de Mauricio Macri en el nombre de oradores, junto a Ravi Shankar. El Presidente se había quedado en Buenos Aires, pero anunciado como speaker en la folletería repartida por los organizadores del encuentro.

¿Un mal entendido? No: una oportuna decisión que lo bajó del avión.

Lo confirma con la vocera de El Arte de Vivir en la Argentina, Alejandra Vázquez.

-¿Es cierto que Macri iba a ser uno de los oradores en el festival de la India?- le pregunté.

-Sí, es cierto- me dijo Vázquez.

-¿Juliana Awada también iba a viajar con él?

-Supongo que sí, pero tanto no sé. Juliana no estaba entre los oradores. Pero ella también hizo el curso de El Arte de Vivir.

¿Y por qué al final no fue Macri?

-Nos avisó que no podía ir porque estaba con la visita de Obama en Buenos Aires.

-¿Justo coincidió con la visita de Obama?

-Bueno, no- dijo la vocera- La visita de Obama fue después, pero ya estaban con los preparativos.

En realidad, a Macri le hubiera sobrado el tiempo para las dos actividades. Sri Sri lo había convocado para el 11 de Marzo, y el presidente Barak Obama recién llegaba a Argentina el 23 de ese mes.

La excusa sonaba algo infantil. Pero debía tener un argumento de peso para no desairar a su maestro.

El discípulo hizo bien en faltar, porque hubiera sido el único jefe de estado del mundo; además del primer ministro del país anfitrión; que compartía la tribuna con Ravi Shankar. Y después de la frialdad con la que lo habían tratado en el Vaticano, aquella habría sido una postal más que desaconsejable.

Macri, como antes Juliana con su bautismo, ahora también abjuraba del maestro.

Al menos, en público.

Llamó a la presidenta de la filial Argentina de El Arte de Vivir, la periodista española Beatriz Goyoaga.

-¿Es cierto que Macri estaba entre los invitados al evento de la India?- repetí la misma pregunta que le había hecho a la vocera.

Goyoaga estaba a la defensiva:

-Quiero aclararte que no solo lo invitamos a Macri, sino también a decenas de dirigentes, a la ex presidenta Cristina Kirchner, a la canciller Malcorra, a mucha gente…

-¿Cristina y Malcorra fueron?

-No, pero lo que quiero decirte es que no era Macri el único invitado.

-Pero Macri además iba a ser uno de los oradores- le dije.

Goyoaga intentó negarlo:

-No, eso no es así.

-¿Está segura de que no? Porque estaba anunciado entre los oradores- le insistí- Su nombre aparecía en la lista.

Ahora Goyoaga intentó desdecirse:

-Bueno, no sé si iba a hablar, pero en todo caso eso no lo manejamos nosotros.

-¿Pero usted no es la presidenta de El Arte de Vivir en la Argentina?

-Hay muchas cosas que no manejamos desde aquí. Igual ya veo a donde apunta todo esto. Siempre nos pegan a nosotros para pegarle a Macri…

-No tengo ningún prejuicio contra El Arte de Vivir. ¿Debería?

-Han publicado montañas de mentiras y estoy bastante indignada.

-Lo que me interesa saber es en que creen los Macri. Porque por un lado está la Iglesia Católica, pero además está El Arte de Vivir- le resumí el dilema.

-Oye nosotros no le decimos a nadie de que religión tiene que ser. Somos un movimiento que respeta todas las religiones.

Antes de que cortara el llamado le llegue a preguntar:

-¿Juliana Awada, hiso el curso de El Arte de Vivir con usted?

-Conmigo no lo hizo.

-¿Pero hizo el curso o no?

-Lo hizo, pero no conmigo, te repito.

-¿Y Macri?

-Él no sé si lo hizo. Conmigo no.

En la India, durante los tres días del “encuentro por la paz” del que Macri se había bajado en forma intempestiva, Goyoaga y su vocera Vázquez repetían que tanto Mauricio como su esposa Juliana eran devotos seguidores de Sri Sri que habían realizado el curso de la fundación. Eso me confirmaron los periodistas con quienes las dos hablaron.

Años atrás, el Presidente y la primera dama no tenían tanto pudor en corroborar que Ravi Shankar era su maestro.

En septiembre de 2012, Buenos Aires se constituyó en la Capital Mundial del Amor cuando El Arte de Vivir, con su líder hindú a la cabeza, organizo una meditación masiva frente al planetario, en los bosques de Palermo, una de las zonas de influencia de su fundación. Lo hizo en conjunto con el Gobierno de la ciudad de Macri, por lo cual el jefe del PRO se convirtió en el principal orador junto con el maestro.

Mauricio le puso el nombre de “Buenos Aires Medita” a esa movida, que reunió a 250.000 fieles del PRO y de Sri Sri, dos fuerzas en dulce comunión.

El discurso del jefe se llamó “El amor a lo público”. Su frase más recordada fue la siguiente:

-No hacen falta grandes acciones mundiales. Solamente que cada uno se comprometa más a cuidar el agua, a apagar la luz, a separar la basura, a usar más la bicicleta y menos los autos…

Una prédica ecologista y de revolución interior, pero individual y no social. Para qué las ideología, las grandes luchas y consignas, se la transformación está en uno mismo, en los pequeños detalles. No usen el auto porque contamina. Si tienen auto.

Ravi Shankar y su aprendiz Juliana coincidían en un ciento por ciento.

Entre los presentes hubo supuestos notables como Claudio María Domínguez, Ludovica Squirru, Nacha Guevara, Ari Paluchi y Viviana Canosa, la ex de Bruno Barbier. Todos referentes de la meditación y el new age.

También iba a participar el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, quien disertaría sobre “El amor de la tierra”. Pero recapacitó a último momento y pegó el faltazo, sin dar muchas explicaciones.

También estuvo uno de los últimos 33 mineros chilenos que vivieron para contar el cuento.

Bergoglio, quién aún no era Francisco y hacía pocos meses había dejado su cargo de jefe de la Iglesia argentina y cardenal de la ciudad, no podía creer lo que estaba viendo en su propio distrito.

Herejes. Siguiendo un falso profeta.

Lo que Bergoglio jamás sospechó fue que Juliana tuviera algo que ver con todo eso. Si hasta terminaría bautizándose.

El amor entre los Macri y el maestro hindú también se observaba en distintos detalles, como los cursos de El Arte de Vivir que el Gobierno porteño sorteo en 2014 para festejar el Día de la Mujer, junto con otros regalos como libros de autoayuda y cocina, clases de gimnasia y electrodomésticos. El kit básico para la mujer estilo PRO.

Además, a Macri le gustaba provocar con selfies en las redes sociales en la que se lo veía meditando o con una pequeña replica de Buda en su oficina. Algo que recién dejó de hacer, precavido después del glacial encuentro con el Papa en el Vaticano en febrero de 2016 y su posterior faltazo, solo dos semanas después, a la India.

Entre los seguidores argentinos de Ravi Shankar hay un arrepentido, el periodista Pablo Duggan, quien trabajó para El Arte de Vivir durante años e hizo algunos de sus cursos. Es muy interesante leer algo de lo que escribió para la revista Noticias: “Lo primero que me llamó la atención es que El Arte de Vivir, a pesar de serlo, no funciona como una ONG. En realidad es una empresa dedicada a vender sus productos: los famosos cursos de respiración anti estrés. Uno espera que una organización no gubernamental realice algún tipo de trabajo social. En todos los casos, las ONG no cobran por “hacer el bien”. Este no es el caso; ellos cobran todos sus cursos, a precios muy altos y solo realizan contadas tareas sociales”.

Continúa Duggan, cada vez más duro: “Las inconsistencias de esta fundación son muchas. Al tiempo de participar en sus actividades detecté que la prédica en los cursos, en cuanto a que El Arte de Vivir no promovía ninguna religión, no era cierta. Ravi Shankar es hinduista y su prédica religiosa es soplada en los cursos I y II. Durante su anterior visita, presencie una ceremonia religiosa donde, para mi sorpresa aparecieron todos los teachers que yo conocía disfrazados a la usanza india, contrariando todo lo que se manifiesta en los cursos. No tengo nada en contra de esa religión, pero sí en que se diga algo que no es cierto”.

Y termina denunciando: “Durante el curso para ser teacher se ponen en práctica algunas técnicas de manipulación conocidas y repudiadas por expertos. Una de ellas es la llamada silla caliente, un ejercicio en el que una persona pasa al frente de un grupo y es despiadadamente criticada por sus compañeros. Otra es ser obligados a revelar sus fantasías sexuales propias frente a un grupo. En ambos casos se busca quebrar emocionalmente a los participantes para luego ofrecerles protección y afecto, generando un lazo emocional falso donde el poder está del lado del instructor. Esto funciona a la perfección con aquellas personas de personalidad débil y vulnerable. En todos los casos, los teachers más experimentados tienen una fuerte personalidad y ejercen una manipulación emocional sobre los participantes sin prurito alguno”.

¿Llegaron a someterse a esas humillaciones los Macri? Por lo que se sabe, Mauricio y Juliana solo hicieron el curso inicial de la fundación, relacionado con la meditación y la respiración.

Sobre esto último también escribió Duggan: “Se trata de una larga serie de respiraciones de distinta intensidad y profundidad en la que se sigue una grabación con la voz del mismo líder, que se considera que produce algún efecto mágico. No es más que una violenta hiperventilación que produce efectos extremadamente fuertes en el cuerpo y en las emociones de quien la práctica. Es habitual tener ataques irrefrenables de llanto, sentir calambres en los labios, nariz, manos, piernas y en otras partes del cuerpo. Al finalizar el ejercicio uno queda agotado y vacío mentalmente, listo para meterse en la cama y dormir varias horas. Por haberla transitado varias veces siento mucha curiosidad en conocer la opinión independiente de médicos al respecto. Incluso las autoridades de salud deberían omitir una opinión”.

Era evidente que Duggan se arrepentiría de haber conocido a Sri Sri. Los instructores le habían adelantado que cuando estuviera mano a mano con el maestro su vida cambiaría de modo drástico, y para bien. “Nada de eso ocurrió”, concluyo el periodista.

¿Fue la hechicera Juliana la que conectó a Macri con el maestro hindú?

Eso es lo que dice en privado un histórico ladero del Presidente, el ex jefe de Gabinete de la ciudad y hoy jefe porteño Horacio Rodríguez Larreta.

-Toda la onda hindú y budista es algo de Juliana- les dijo Larreta a sus colaboradores.

Uno de ellos me trasmitió el comentario. También otros dos funcionarios del entorno más íntimo de Macri lo avalaron.

El propio Larreta es un entusiasta meditador que recomendó a sus funcionarios la lectura de “El poder del ahora”, el best seller de autoayuda del alemán Eckhart Tolle.

Mauricio y Juliana tienen su propio libro de cabecera, que él le regaló a ella después de que su esposa lo convirtiera: El manantial, de la estadounidense de origen ruso Ayn Rand, otro boom del rubro que además es considerado una oda al libre mercado.

Ya se contó en este libro que los Macri decidieron hacer una limpieza energética de la quinta de Olivos antes de mudarse a ese lugar, y que quien se encargó del curioso ritual fue la llamada “armonizadora” a la que hoy los dos acuden semanalmente, una gurú que tiene su consultorio en el conurbano bonaerense y cuyo nombre no quieren revelar.

Nadie informó si la “armonizadora” tiene relación con la ONG de Ravi Shankar. En todo caso, es más de lo mismo.

A Mauricio se la presentó uno de los publicistas de su campaña, Joaquín Mollá.

Para erradicar los malos espíritus de Olivos una colaboradora del Presidente también consulto inicialmente al cura Carlos Mancuso, oriundo de La Plata y conocido por sus exorcismos. El propio Mancuso explicó al diario The Buenos Aires Herald que la misma colaboradora de Macri suspendió la movida budista después porque el jefe había optado por el método budista de su “armonizadora”

-Ellos están en nuestras antípodas, son del Lejano Oriente- dijo el exorcista.

Otra batalla que el Buda le ganaba al Vaticano.

Ernesto Ise, el periodista que dio la primicia de la relación entre Juliana y Mauricio, reveló lo siguiente en el diario Perfil con respecto a las prácticas de la “armonizadora”. Dijo que el Presidente empezó con clases de yoga una vez por semana hasta que en el año 2013 se interesó en el “dharma”, una filosofía de autoconocimiento que recurre a cuencos tibetanos y gongs para que el sonido de ellos produzca ondas que en teoría ayudan a liberar los supuestos “chakras” o puntos de energía, que al parecer serían siete, y todo ello redundaría en un estado de equilibrio emocional y paz interior.

Hoy el Presidente se siente tan lejos de lo material que ya no lleva dinero en el bolsillo, como le contó al periodista Luis Majul.

Ni siquiera tarjeta de crédito ni DNI.

¿Cómo se inició Juliana en ese camino? Ya se narró en otro capítulo cuál fue su primer acercamiento al mundo new age, aquel viaje iniciático a Marruecos con su madre “Pomi” Baker en 2008, mientras estaba en plena crisis con Bruno Barbier. Allí no solo le tomó el gusto a lo oriental, sino que se enamoró del libro “Comer, rezar, amar” otro hito de esa literatura que pregona la revolución anterior, los ritos budistas y la felicidad individual.

Despues llegaría el turno de Sri Sri.

Y del Papa.

Y del bautismo.

Tal vez Awada crea en todo a la vez, o lo que es lo mismo, en nada. Tal vez solo crea en sí misma, lo cual no está mal.

Esto le preguntó la periodista Any Ventura hace algún tiempo:

-¿Crees en Dios?-

-Sí, creo en Dios- dijo Juliana.

-Cuando estás angustiada, ¿rezás? – siguió la periodista.

Y Awada se detuvo a pensar.

-Cuando estoy angustiada, lloro. Y entonces al rato se me va la angustia.

Ni rezos ni mantras a la hora de la verdad.

Solo lágrimas.

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