INCREÍBLE

Conventos en picada: Carmelitas Descalzas torturaban, desnutrían... (y más)

El procedimiento comenzó durante la madrugada de este jueves 25/08 en busca de elementos para incorporar a una causa que se inició a partir de una investigación periodística que determinó que en el convento de las monjas Carmelitas Descalzas de la ciudad de Nogoyá, se llevarían a cabo supuestas torturas físicas y psicológicas a las monjas. Sigue la novela de los conventos en la República Argentina. En pleno allanamiento, el fiscal a cargo, Federico Uriburu, confirmó este jueves (25/08) que "se encontraron los elementos de castigo que denunció la investigación periodística de Análisis". A su vez, aseguró que la madre Superiora "opuso resistencia" al procedimiento judicial y que "hubo que utilizar la fuerza para entrar porque no se permitía el ingreso, con lo cual se rompió una puerta del convento"

PARANÁ. Es raro lo que ocurre en la Argentina con los conventos. Si bien parece una historia de la época medieval, ocurrió en este siglo y en un convento de monjas Carmelitas Descalzas de la ciudad de Nogoyá, Entre Ríos. Todo comenzó a partir de una investigación del periodista Daniel Enz para Revista Análisis y derivó en que este jueves en horas de la madrugada se llevara a cabo un allanamiento al convento.

La Justicia provincial allana el convento de carmelitas descalzas de Nogoyá donde "se encontraron los elementos de castigo que denunció la investigación periodística de Análisis" este jueves, informó el fiscal Federico Uriburu. La investigación de oficio busca establecer el delito de privación ilegítima de la libertad agravada contra las monjas que están en claustro.

En el informe publicado por este medio, se detallan condiciones de vida y castigos intramuros: desnutrición, autoflagelación, uso del látigo, cilicio y mordazas, entre otros elementos de tortura. Uriburu reveló que la madre Superiora "opuso resistencia" al procedimiento judicial y que "hubo que utilizar la fuerza para entrar porque no se permitía el ingreso, con lo cual se rompió una puerta del convento".

A media mañana el médico policial se encontraba realizando revisaciones a cada una de las internas y se esperaba la llegada del arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari. En declaraciones realizadas al programa A Quien Corresponda (Radio De la Plaza) Uriburu indicó que el procedimiento judicial "se motiva en la investigación periodística donde se detallan ciertos elementos de tortura o auto flagelación y al momento se encontraron cilicios y látigos por lo cual en un principio hablamos de un allanamiento con resultado positivo".

Explicitó que "no hubo necesidad de revisar cada cuarto porque una vez que se venció la resistencia inicial de la medida, de parte de la madre Superiora, al revisar algunas dependencias se aportaron en forma voluntaria una cantidad de cilicios y látigos, que son pequeñas fustas de unos 30 a 40 centímetros". Agregó que "hasta el momento no se encontraron mordazas, aunque se revisan todavía las habitaciones de las internas".

Respecto de dicha resistencia, explicó que "hubo que utilizar la fuerza para entrar porque no se permitía el ingreso, con lo cual se rompió una puerta del convento".

Dijo además el fiscal que "se hallaron libros de actas, pero hasta el momento no se halló otra documentación". "Hay una biblioteca que es una habitación con numerosos libros de teología y religión pero no hay manuales o libros sobre la instrumentación de estas prácticas de tortura", señaló.

El procedimiento comenzó a las 5.30 de este jueves 25/08 y continuaba pasada las 10. Al respecto, Uriburu contó que "se está haciendo un relevamiento de las internas en lo cual está interviniendo el médico de policía en turno que las está examinando de a una".

No obstante, destacó que "se está haciendo una revisación muy superficial porque –por una cuestión religiosa y del modo de vida- no se profundizó en un examen que involucre una invasión a la intimidad de cada una".

Mencionó también que "se está trabajando y no se puede afirmar cuando va finalizar el procedimiento porque hay bastante resistencia de parte de la Superiora y hay noticias de que estaría llegando Puiggari a Nogoyá y por eso ella se ha mantenido reticente a brindar información y prestar colaboración".

Confirmó además que "la investigación comenzó de oficio y en caso de acreditarse el delito es de privación ilegítima de la libertad agravada" y explicó que "por el momento no se prevé la detención de ninguna persona ya que el allanamiento está en curso y recién estamos en las medidas iniciales".

El padre Jorge Bonin, párroco de la Basílica Nuestra Señora del Carmen se encuentra en el exterior del convento y expresó: “Esto es muy doloroso, son cuestiones que no entiendo. El obispo (Juan Puíggari) viaja urgente a nuestra ciudad”, acotó, en diálogo con La voz de Nogoyá.

La Historia

Las carmelitas descalzas del convento de Nogoyá sufren torturas físicas y psicológicas, aunque nadie de la Iglesia lo quiere reconocer. La información fue corroborada por Análisis, tras una investigación periodística que se extendió por casi dos años y que comprendió a ex religiosas, familiares de estos y profesionales de la salud de la mencionada localidad. Hay castigos permanentes; es habitual el uso del látigo y el cilicio para auto flagelarse; hubo casos de desnutrición y existe una estricta prohibición “de no hablar” de lo que sucede. Varias de las ex monjas están con tratamientos psicológicos en Entre Ríos o Santa Fe, por las secuelas que tuvieron. El arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puíggari -quien debe ejercer la autoridad sobre el convento- nunca hizo nada para revertir la situación, pese a que viene tomando conocimiento de los excesos que se cometen. Tampoco se ocuparon, en sus mandatos, ni Estanislao Karlic ni Mario Maulión.

Nunca pudieron abrazar a un familiar. Tampoco darle la mano. Una de ellas no pudo ver a su padre por diez años, porque se había divorciado de su madre y por ende era “un pecador público”. Nunca se pueden mirar a un espejo porque es símbolo de “vanidad” y si alguna de ellas intenta ver su reflejo en el vidrio de alguna ventana, habrá un inmediato castigo. Hubo veces que solamente se podían bañar una vez cada siete días.

Todas las semanas, como práctica habitual, hay que auto flagelarse desnuda, pegándose en las nalgas con lo más parecido a un látigo, pero con varias puntas y durante 30 minutos. El escarmiento comprende también vivir a “pan y agua” durante una semana; el uso del cilicio en las piernas, por varias jornadas, como sacrificio o bien la colocación de una mordaza en la boca, durante las 24 horas y por espacio de siete días. En cada visita de un familiar, siempre hay una monja “de testigo” para escuchar lo que se habla y no se permite conversar de “cuestiones mundanas”. Si ello sucede, de inmediato se avisa a la madre superiora y el castigo es la consecuencia directa. Todas las cartas que le llegan a las monjitas, son abiertas y leídas previamente. También se controlan las correspondencias que salen; con el agravante de que la mayoría de las veces, se las hacen redactar de nuevo y les dictan órdenes expresas sobre lo que pueden transmitir a sus familiares en esos escritos.

Ninguna de las monjitas se puede sacar una fotografía con su madre, padre o hermano, porque con la imagen “pueden hacer alguna brujería”. El castigo también comprende permanecer cerca de dos horas de rodillas, delante de otras, escuchando un duro sermón de la superiora. La atención médica es mínima y no existe la consulta psicológica. Seguramente nunca se enteraron sus conductoras religiosas ni en el Arzobispado de Paraná -de quienes depende el convento- de las agudas depresiones en las que cayeron quienes estuvieron allí y optaron por renunciar o de los intentos de suicidio de algunas de ellas.

Si se enferman o deben ser internadas, ningún familiar lo podrá saber. Y se acude al profesional de la Medicina en última instancia. Primero, habrá medicación de parte de las autoridades religiosas y si llegan al hospital San Blas, será por extremísima necesidad. Cada ingreso al nosocomio será idéntico: de noche, en forma casi clandestina y serán retiradas de la misma manera, en horas de la madrugada, antes del amanecer.

Parece una postal con prácticas medievales, pero no es así. Sucede a no más de 100 kilómetros de Paraná. Más precisamente en el convento de las Carmelitas Descalzas de Nogoyá y nadie de la comunidad conoce realmente lo que sucede allí, por el “voto de silencio” al que están obligadas a cumplir cada una de las 18 religiosas (eran 23 hasta hace unos pocos años) que allí se encuentran. La mayoría ingresó con 18 años al convento, pero hubo algunas que lo hicieron a los 16, por lo cual tuvieron que hacerlo con permiso de sus padres. Tampoco saben lo que pasa puertas adentro sus familiares directos, precisamente por ese pacto de confidencialidad absoluta.

Dejá tu comentario