NEUROECONOMÍA

La economía ya no precisa de economistas

La neuroeconomía estudia el cerebro humano mientras toma decisiones de carácter económico y, basándose en las fluctuaciones de las neuronas, entre otras cosas, expresa sus descubrimientos en ecuaciones susceptibles de ser usadas por los economistas. Esta nueva disciplina, que ya es considerada una auténtica revolución, debería proporcionar una teoría al respecto de cómo la gente actúa ante situaciones propias de la economía.

I.

Las investigaciones de los últimos tiempos han permitido conocer mejor la conducta de los seres humanos. Además, demostraron que dichas influencias tienen un impacto significativo en el desarrollo de las sociedades.

Hay que remontarse a 1 año atrás: en el informe "Desarrollo Mundial 2015, Mente, Sociedad y Conducta", del Grupo Banco Mundial, se trabajaron ideas basadas en los descubrimientos de numerosas disciplinas como las neurociencias, la ciencia cognitiva, la psicología, la economía del comportamiento o neuroeconomía, la sociología, las ciencias políticas y la antropología.

Un dato curioso: para promover el desarrollo y lucha contra la pobreza, suele darse por sentado que los individuos analizan y toman decisiones meditadas y racionales, pero en numerosos contextos se ignora a los factores psicológicos y sociales, que influyen en la conducta.

La mayor parte de los economistas no basan sus teorías en comportamientos reales de las personas, sino que estudian versiones idealizadas del comportamiento humano.

En economía, la hipótesis de la utilidad esperada y el concepto de agente o acción racional, son ampliamente utilizados como supuestos acerca de la conducta humana. Sin embargo, dichos supuestos tienen problemas a la hora de predecir diversas consecuencias en la conducta económica, tal como la utilización de heurísticas (el arte o la ciencia del descubrimiento) y la existencia de sesgos cognitivos que influyen en la toma de decisiones.

Entonces, la economía conductual surgió para abordar y explicar dichas anomalías.

Gracias al avance que las ciencias del cerebro han experimentado en los últimos años, la neuroeconomía complementa estos intentos con nuevas herramientas técnicas y nuevos niveles de análisis en el estudio científico de la toma de decisiones.

Para explorar la toma de decisiones económicas, los investigadores estudian los cerebros de la gente mientras éstos juegan a varios ejercicios desarrollados por economistas experimentales, que se centran en la confianza y/o el riesgo.

Los investigadores, en lugar de observar el comportamiento del sujeto, usan tecnologías de la imagen (resonancia magnética) para ver que zonas del cerebro están activas durante esos experimentos.

Uno de los juegos es el del “Ultimátum”, estudiado por el Dr. Jonathan D. Cohen, profesor de Neurociencia Cognitiva en la Universidad de Princeton, USA; y publicado por la revista Science.

II.


Desde los años '60 se ha trabajado con la hipótesis de que el cerebro trabaja a través de la codificación, de manera que pueda utilizar la energía disponible de manera más eficiente. Según esta hipótesis, las neuronas codifican la información utilizando la menor cantidad de energía disponible, de manera que se puedan aplicar las mismas decisiones en futuros problemas.

El neurólogo Paul Glimcher, de la Universidad de Nueva York, ha realizado numerosos experimentos para determinar las razones de nuestros comportamientos y decisiones expresadas económicamente, y su relación con la neurología, combinando

** resultados de experimentos clásicos de elecciones de consumo, y

** mediciones de la actividad cerebral.

El cerebro se comporta erráticamente cuando se le presentan demasiadas opciones; por ejemplo, al elegir 1 barra de chocolate de entre 20 variedades distintas, nuestro cerebro realiza miles de pequeñas operaciones relativas al gasto/recompensa, pero no necesariamente toma decisiones eficientes, algo que sin duda las marcas pueden utilizar en su favor.

Según Glimcher, nuestras decisiones irracionales dependen de la cantidad de energía disponible en el cuerpo; metabólicamente hablando, el cerebro es el tejido qué más energía necesita, consumiendo hasta un 20% la energía disponible (a pesar de que constituya solamente un 2% ó 3% de la masa del cuerpo humano). Realizar una decisión racional consume más energía que tomar una decisión eficiente; en otras palabras, tomar cualquier decisión es mejor que no tomar ninguna decisión, pero “cualquier decisión” no es igual a “la mejor decisión.”

Cuando se enfrenta una decisión de consumo, como elegir un cereal o una barra de chocolate, el cerebro trata de conservar la mayor cantidad de energía disponible, no necesariamente de tomar la mejor decisión.

III.

Los sujetos no son actores autómatas y calculadores, muy por el contrario, son actores maleables y emocionales, cuyas decisiones se ven afectadas por elementos contextuales, normas sociales y redes sociales locales así como modelos mentales compartidos.

Tras el análisis de trabajos empíricos sobre la decisión humana en los que se basa el informe del Banco Mundial, se destacan 3 principios que sirven de orientación para los nuevos enfoques sobre cómo comprender el comportamiento y cómo diseñar e implementar políticas  de desarrollo:

** los sujetos adoptan la mayoría de sus opiniones y decisiones de manera automática. No deliberan, denominando a esto pensamiento automático;

** el modo en que las personas actúan y piensan, suele depender de lo que hacen y piensan quienes los rodean, denominan a esto pensamiento social;

** personas de una sociedad determinada comparten una perspectiva común sobre el mundo que las rodea y sobre sí mismos, llamándose esto, pensamiento basado en modelos mentales.

El Dr. Jonathan D. Cohen y su equipo tomaban imágenes del cerebro de la gente que lo jugaba. El juego consistía en lo siguiente: el jugador A tiene US$ 10 y puede ofrecer la cantidad que quiera al jugador B. Si el jugador B acepta el ofrecimiento, el dinero se reparte, pero si no es así, ninguno de los dos jugadores obtendrá nada.

La mayoría de los jugadores en el rol B rechazaban ofertas de US$ 2 y US$ 3, prefiriendo penalizar al jugador A antes que sentirse engañado. Esto, evidentemente, va en contra de la lógica económica, que diría que es mejor quedarse con algo que perderlo todo, afirmó el Dr. Cohen a The New York Times.

Las imágenes del cerebro mostraban que, cuando los jugadores aceptaban, un circuito situado en la parte frontal de su cerebro, que soporta el pensamiento deliberativo, se ponía en funcionamiento.

Sin embargo, cuando rechazaban la oferta, la ínsula –que vigila los estados del cuerpo, incluido el disgusto- dominaba el circuito frontal. Cuanto más fuerte era ese dominio, con más rapidez el jugador rechazaba la oferta.

"Los economistas pueden usar este descubrimiento para cuantificar la contribución de la emoción y la deliberación en la toma de decisiones", aseguró el Dr. Cohen.

Por el momento los descubrimientos de la neuroeconomía dicen más respecto a individuos o pequeños grupos de personas que respecto a mercados o economías. Sin embargo, ya hay iniciativas para estudiar muchos cerebros en escáneres unidos a través de Internet mientras juegan a uno de estos juegos económicos.

Es, por lo menos, la idea del Dr. Colin Camerer, un economista del Instituto Tecnológico de California, autor del libro “Behavioral Game Theory” y de un completo artículo que resume en qué consiste y el estado actual de este nuevo campo de estudio.

IV.

El Dr. Camerer, uno de los representantes de este nuevo paradigma, asegura que hasta hace muy poco, los economistas acostumbraban tratar el cerebro como una “caja negra”, a la vez que, planteaban ecuaciones con la intención de simplificar lo que en él ocurría, fundamentados en gran medida en estudios empíricos sobre el comportamiento económico que, a su vez, se basaban en datos como precios y cantidades.

La neuroeconomía llegaría, entonces, a sofisticar ese conocimiento tan precario del comportamiento económico, apoyado en datos más precisos y avanzados al respecto.

Para la obtención de éstos datos, la neuroeconomía se basa en los métodos y las técnicas más avanzadas: perfiles genéticos, los electroencefalogramas, los análisis de química sanguínea, los análisis hormonales, los estudios de actividad neuronal, test y medidas conductuales, las imágenes de actividad neuronal, la manipulación a partir de psicofarmacología, entre otros.

Por medio de métodos experimentales, la neuroeconomía, desarrolla estudios relacionados con la confianza, la emoción, el comportamiento, la motivación, la evaluación, el cariño, la adicción y otros más. Todo esto con el fin de responder a la gran pregunta: ¿Cómo el cerebro posibilita a la mente (o grupos de mentes) tomar decisiones económicas?

La economía más tradicional, supone que un ser humano toma una decisión tras evaluar entre un grupo de posibles elecciones, disponiendo de una serie de conocimientos con respecto a su contexto y a los demás actores del mismo. La neuroeconomía va un paso más allá y se preocupa de cómo el individuo, para tomar esa decisión, enmarca las posibles elecciones en un contexto, cómo lo percibe y cómo pueden resultar diferentes comportamientos, según la percepción que el individuo tenga de sí mismo y de los demás agentes que intervienen.

De aquí se desprende uno de los puntos de discusión más álgidos de la nueva economía, dado que, lo relevante no será cuál es el contexto real del agente que toma la decisión, sino el contexto que el individuo percibe al tomar la decisión. Esto ha sido llamado “framing effects” o "efecto marco".

Otro aspecto que interesa a la neuroeconomía se refiere al supuesto de que las personas son capaces de predecir las acciones de los demás actores del entorno. Éste supuesto es uno de los fundamentos, por ejemplo, de la Teoría de los Juegos o Teoría de las Decisiones Interactivas.

Aún así, los economistas parecen no conocer ni interesarse por las capacidades y condiciones que permiten al ser humano percibir e incorporar las intenciones de los demás agentes, a las propias decisiones. La neuroeconomía pretende proveer de conocimiento, referente al mecanismo neuronal subyacente a éstas capacidades, que permiten no sólo anticiparse al comportamiento del otro, sino también, conjugar éstas predicciones con las creencias y preferencias propias.

V.

El pensamiento social es la tendencia a identificarnos con otros y a aprender de ellos.

Los 3 modos de pensamiento que se colocan en contexto en el mencionado informe del Banco Mundial 2015 se aplican de igual manera a todas las sociedades humanas. Los 3 principios de las decisiones humanas son:

** pensamiento automático,

** pensamiento social y

** pensamiento basado en modelos mentales.

Desde Adam Smith (1759), los economistas han analizado los elementos psicológicos y sociales que influyen en las decisiones

John Maynard Keynes reconoció la ilusión monetaria, la tendencia de pensar en el dinero en términos nominales y no reales, y la utilizó en su propuesta contra el desempleo. Él reconoció que muchas de nuestras inversiones a largo plazo reflejan “espíritus animales”, o sea, intuiciones y emociones, y no un cálculo frío.

Sin embargo durante parte del siglo 20, a través de Paul Samuelson y otros, surgió un movimiento progresivo, enfocado hacia el rechazo de los elementos hedonísticos, introspectivos y psicológicos. Así como Milton Freedman argumentaba, a partir de las evidencias disponibles, que los economistas podían ignorar los factores psicológicos al hacer una predicción sobre los resultados del mercado.

Por consiguiente, el actor económico individual se entendía como un agente desapasionado, racional y centrado puramente en su propio interés.

A principios del siglo 21 se demostró que esta teoría de la eficiencia energética funciona en el sistema visual, pues el cerebro tiende a ignorar la información predecible o familiar, y enfocarse en aquello que no conoce del entorno. El permitirse filtrar información conocida en favor de la desconocida le permite al cerebro procesar mejor la información utilizando menos energía.

Según Glimcher, nuestro proceso de toma de decisiones seguiría un camino similar al modelo conocido como “normalización divisiva”, que permite predecir con cierta precisión las decisiones que tomamos; la idea es que las neuronas pueden comunicarse de manera más eficiente si codifican los momentos de mayor gasto de energía y aplicando en nuevos contextos las decisiones pasadas.

“Las series de decisiones”, explica Glimcher, “tienen mucha información compartida, no son aleatorias [ni] independientes.”

Según los científicos, el error en las decisiones se parece a la ceguera temporal como cuando salimos del cine a mediodía: cuando el cerebro se enfrenta a una gran variedad de opciones para resolver un mismo problema, termina por saturarse y a tomar decisiones irracionales para dejar de emplear energía en ese mismo problema. Esto explicaría que a veces elijamos productos o servicios que no nos convienen simplemente para salir del paso, aunque el consumo no es el único campo donde estas observaciones pueden ser aplicadas.

Posteriores investigaciones en el campo de la neuroeconomía revelarán otros fines prácticos de la relación entre la energía y el proceso de toma de decisiones de nuestro cerebro.

VI.

En consecuencia, los últimos 30 años de investigaciones sobre los procesos de toma de decisiones realizados en diversas ciencias sociales y conductuales han llevado a los economistas a una etapa en la que miden y formalizan aquellos aspectos psicosociales de las decisiones que los estudiosos fundacionales de la economía consideran importantes.

El empirismo muestra que cuando los individuos toman decisiones no tienen en cuenta todos los costos y beneficios, quieren ampliar con las expectativas sociales. La economía, de este modo, ha cerrado un círculo y ha regresado al punto de partida. Luego de una tregua de más de 40 años, se está reinventando una economía fundamentada en una comprensión más realista del ser humano. Estableciendo que la mente humana,  a diferencia de una computadora, es psicológica, no lógica, es maleable y plástica, no fija ni estática.

Para interpretar el fenómeno y para la toma de decisiones, los individuos utilizan modelos mentales dependientes de la situación y de la cultura misma, por lo que se analiza la conducta humana desde la interdisciplinariedad. Se puede mejorar el poder predictivo de la economía de esta manera.

Este informe del Banco Mundial, sin dejar explícito a la neuroeconomía, y al sistema de neuronas en espejo y la teoría de la mente, que son los últimos descubrimientos de las neurociencias, los explica con el pensamiento automático, el pensamiento basado en modelos mentales y el pensamiento social.

Entonces, la neuroeconomía realiza aportes con las teorías “Mind Reading” y “Empathy”.

La primera, “Mind Reading” o lectura de la mente, es una capacidad que permite solo a los hombres, realizar atribuciones sobre los estados mentales de los demás. Se ha descubierto, por ejemplo, que ésta capacidad es desarrollada alrededor de los 5 años de edad y se altera en los niños con autismo, lo cual podría explicar sus limitaciones en comunicación e interacción social. Asimismo se ha demostrado, a partir de ejercicios y juegos, la participación de una zona específica del cerebro, el lóbulo pre-frontal medio, el cual responde, no sólo, a los estímulos propios de la capacidad de mentalizar los pensamientos, intenciones o creencias de los demás, sino también cuando las personas concurren a sus propios estados mentales.

La empatía, por otra parte, es la capacidad de las personas de compartir sentimientos y emociones de otra persona, en ausencia de estimulación directa emocional.

La neurociencia, con varios experimentos, ha probado ampliamente cómo los seres humanos pueden sentir por otros, emociones y sensaciones como ira, miedo, tristeza, alegría, dolor y lujuria, así como emociones más complejas como la culpa, la vergüenza y el amor. Éstos estudios también han demostrado cómo la empatía puede ser sentida tanto por personas conocidas, como por personas desconocidas y, por tanto, contribuye a la facultad de los seres humanos de descubrir los sentimientos y sensaciones de los demás e incluso de anticiparnos a cómo reaccionar en ciertas condiciones.

La descripción de éstos 2 aportes de la neuroeconomía, son sólo una pequeña muestra de los que en éste sentido se está desarrollando, bajos 2 modos de abordar los problemas económicos:

** uno, incremental, mediante el cual se pretende sofisticar los actuales modelos económicos, desde datos generados en las investigaciones neuro-económicas;

** desafíos más medulares inherentes a la compresión del comportamiento humano, que la economía actual sustenta, generando conocimiento más explícito referente a mecanismos cerebrales propios a dicho comportamiento.

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