INEXPLICABLE

En Comunicaciones, pelean como peronistas: radicales vs. macristas

Para hacerlo sencillito, tal como lo aconsejaría Bernardo Neustadt -un grande en la conceptualización de la información-, Mauricio Macri decidió crear un Ministerio de Comunicaciones concediéndole prioridad a Grupo Clarín en la definición de nombres, y así desembarcó el radical cordobés Oscar Aguad, uno de los que ingresará en la reforma de gabinete en ciernes. La Unión Cívica Radical quiere conservar el control en contra de la gente del PRO que pasó por Fundación Pensar, y que, aún siendo más idónea, fue postergada por Macri para cumplir con compromisos preelectorales: otro augurio complicado para el acto de relanzamiento de la alianza Cambiemos, el jueves 27/10 en el porteño barrio San Telmo.

 

Ya todos dicen saberlo: Henoch Aguiar llega, serrucho en mano, con ambiciones de convertirse en el próximo ministro de Comunicaciones. Aguiar es vicepresidente de Arsat (Empresa Argentina de Soluciones Satelitales Sociedad Anónima), fue secretario de Comunicaciones en días de Fernando De la Rúa en la Casa Rosada, y sin duda tiene más idoneidad que Oscar Aguad, quien regresaría a Córdoba a dar la batalla legislativa 2017.

Antes de Aguad y muchísimo antes de Aguiar en la Administración Macri, el candidato a liderar la política para las comunicaciones fusionadas (telecomunicaciones + medios de comunicación) fue José Sánchez Elía, quien integró la Secretaría de Comunicaciones en días de Carlos Menem, y frecuentó la Fundación Pensar durante varios años recientes.

Dicen que, ante un pedido de Mauricio Macri, él estaba dispuesto a aceptar secundar a Aguad cuando le dijeron que no sería el ministro, pero cuando Aguad exigió la presidencia de Arsat para su yerno Rodrigo de Loredo, porque "quiere ser intendente de Córdoba", y éste a su vez llegó con un equipo de gente tan improvisada como él, Sánchez Elía prefirió continuar con su consultoría de telcos en toda Latinoamérica.

La anécdota refleja la falla de origen de Macri: ya que distribuyó áreas de la Administración pública para retribuir apoyos políticos, al menos tendría que haber exigido que se designara gente capacitada, especializada, que le diera brillo al equipo de gobierno y le facilitara la gestión. Así, luego de prometer tener los mejores hombres, más capacitados y preparados, Macri terminó con un equipo muy irregular que es el motivo profundo del desencanto que provoca en muchos los 11 meses iniciales (20% ya) del mandato presidencial.

De los chicos cordobeses (muy eficientes en otras tareas) a Julio De Vido en la foto de una de las noticias principales de la web de Arsat en días de Macri, hay una relación muy interesante de improvisación de hombres, políticas y decisiones. En otras palabras: la estrategia no existe.

Cuidando el campito propio

Cualquiera que en Argentina nadie tuvo vínculos con USA como Carlos Menem. No sólo se le concedió el ingreso al G20 a un país que no existe en el escenario global y hasta la categoría de socio extra OTAN, sino que Madalaine Albright le concedió a German Kammerath, al firmar un acuerdo de reciprocidad satelital, la posición orbital 85°. Para los neófitos eso no significa nada pero quienes siguen esos temas recuerdan que en aquellos años '90, la empresa Hughes Electronics pagó por poner un satélite en una órbita similar US$ 700 millones al gobierno estadounidense.

Ahí mueren las tonterías frecuentas de los K, liderados por militontos notables como Guillermo Moreno, un incompetente que llegó a cobijar al proyecto Nahuelsat, responsable de utilizar la órbita obsequiada por USA pero terminaron solicitando un subsidio del 100% para la operación del sátelite. Hughes pagó US$ 700 millones porque esperaba ganar muchísimo más, y estos improvisados querían que les subsidiaran el negocio.

En vez de ejecutar las garantías y aplicar las multas por incumplimiento, Moreno inventó Arsat para que absorbiera Nahuelsat, y todos felices a costa del Estado Nacional, siempre bobo.

Los K se fueron y, si todo sale más o menos bien, nunca volverán. Sin embargo, lo que sorprende es que en estos temas la Administración Macri no resulte más capacitada.

Un ejemplo: Macri afirma que quiere regresar a la Argentina al mundo, y lo repite Susana Malcorra, la canciller. Sin embargo, los funcionarios a cargo de los satélites han propuesto eliminar los convenios de reciprocidad con otros países, mientras el autocandidato a intendente de Córdoba, Loredo, advierte: "Con satélites extranjeros yo me fundo".

Sin duda, un concepto errado. En vez de realizar asociaciones y multiplicar convenios con Intelsat o cualquier otra compañía propietaria de satélites y arriendo de trasponders (capacidad satelital), Loredo (con Aguiar como N°2) pretende aislarse del mundo al que quiere regresar Macri, y reclama un cierre del mercado. En verdad, si no consigue comercializar el Arsat 2 es por ausencia de política comercial y no por culpa de intereses foráneos (que paren la mano porque, de lo contrario, la alianza Cambiemos comenzará a hablar como los chauvinistas K).

La gente de la UCR quiere asegurarse el control de Comunicaciones (ahí fue Luis Cetrá, quien no consiguió gestionar en forma aceptable Radio Rivadavia pero dicen que intentó negociar en Francia la carga útil de Arsat) porque le interesa llenar el organigrama, tal como ocurrió en la Cancillería. Y están en su drecho y en la concepción populista del Estado clientelar que lo ambicionen pero no al precio de arrojar toda la basura posible contra Sánchez Elía y su amigo en el gabinete de Aguad, Hugo Miguel, que en la industria todos saben que conoce de qué habla.

Si los de la UCR quieren mantener sus fichas con Aguiar ministro, están en todo su derecho pero ¿para qué enviar misiles contra Oscar González o contra Hector Huici, etc.? Es oportuno reflexionar al respecto a horas del relanzamiento de la alianza Cambiemos, evento donde deberían abrazarse macristas, radicales y 'lilitos'.

Y, más allá de todo esto, Macri tendría que definir qué quiere hacer con su Ministerio de Comunicaciones.

Tal como explicó el periodista José Crettaz, “Van por el equipo de Sánchez Elía”, me advirtió en pleno lanzamiento de LN+ una fuente inobjetable que me llamó aparte para decírmelo. Pocos días después, la frase me pareció profética cuando leí primero en La Nación, después en iProfesional y luego en otros sitios una supuesta incompatibilidad de Hugo Miguel, subsecretario de Planeamiento del ministerio de Comunicaciones. A Miguel se lo señala por figurar como director de una filial de Tesacom en Panamá (en una compañía que no es off shore sino que pretendió operar en ese país en la venta de servicios de comunicación satelital para empresas navieras) y ser a la vez funcionario público. En efecto, hasta su designación como funcionario, Miguel trabajó en Tesacom, la empresa de servicios satelitales de José Sánchez Elía -amigo del presidente Mauricio Macri y cuyo nombre sonó para secretario de Comunicaciones cuando se armó el gabinete-.

(...) ¿Quién querría pegarle a Hugo Miguel para castigar a Sánchez Elía? Precisamente, mi fuente levanta el dedo acusador contra el mismísimo Henoch. De recorridos políticos distintos, Sánchez Elía -liberal de la Ucedé- y Aguiar se conocen desde que ambos no habían llegado a los 20 años. Se dedicaron a la misma profesión y como abogados coincidieron, probablemente, en pasillos y juzgados. Ambos también pasaron por el Estado. Ahora el frente Cambiemos los encuentra del mismo lado, pero incómodos.

¿Habrá alguien más interesado en que Arsat retome los planes que la actual administración pospuso por falta de financiamiento -llamémoslo Arsat 3-? Sí, Thales Alenia Space (¿te acordás que la newsletter anterior te comenté sobre la preocupación del nuevo embajador francés?). ¿Y quién anda haciendo las veces de representante de Alenia -como aún se conoce a la firma-: el radical Luis Cetrá. Y ya se sabe, donde está Cetrá está Enrique Coti Nosiglia (uno de los dos hombres más poderosos de los 30 años de democracia, junto con José Luis Manzano). (...)".

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