UNA FIESTA ESPECIAL

Navidad, de la derrota a la esperanza

De fiesta cristiana, devino en celebración casi pagana: no es un dato cualquiera si es verdad que son tiempos de aparente choque de civilizaciones. Tampoco si son tiempos de supuesto ecumenismo. Entonces, aquí algunos apuntes sobre la fecha importante, y de paso, feliz Nochebuena y Navidad con bendiciones para todos los lectores de Urgente24.

 

“Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré conservarla durante todo el año”
Charles Dickens

 

por EDGAR MAINHARD

Los cristianos perdieron la Navidad, sepultándola bajo un festival de ofertas comerciales y alcohol a destajo.

Los cristianos lamentan la erosión de sus creencias y valores pero nadie se las arrebató sino que los sacrificaron en ceremonias de profundo descontento nihilista acerca de sus propios fracasos, pero también respecto de sus éxitos.

Siempre se supo que Jesús no nació en diciembre y que lo de los Reyes Magos en enero -invierno en el Hemisferio Norte- es un capricho de la obsesión por fusionar lo cristiano y lo pagano, creyendo que así se ganaba en popularidad cultural y control del territorio sometido al acecho o bárbaro u otomano o mongol, aún cuando se perdiera identidad.

Diciembre fue la fecha del solsticio de invierno, la última fiesta antes del frío, celebrada entre libaciones, danzas y la gula promovida por la liquidación del ganado que no se alimentaría en los días gélidos.

Y los romanos celebraban cada 25/12 la fiesta del Natalis Solis Invicti o Nacimiento del Sol Invicto, asociada al nacimiento de Apolo.

Sin embargo la Navidad, aún con tales antecedentes, había consolidado, hasta la pérdida, el recuerdo por la Trinidad cristiana volcada a la tarea de un Salvador nacido en Belén de Judá, oportunidad de reencuentros familiares y tregua a las vanidades propias.

Hoy día, muchos cristianos viven en la Navidad una aparente contradicción que va más allá del entripado nunca resuelto de un Jesús varón judío circuncidado y conocedor de los recovecos del Antiguo Testamento que enseñaba a las multitudes. 

Esa contradicción deviene de la aceptación voluntaria de los cristianos de vaciar de contenido una de las fiestas pilares de su cultura fundacional, un renunciamiento semejante a que los islámicos olvidaran el Ramadan.

Entonces, cuando la Navidad desapareció, no sólo se perdió la noción de la esperanza en la Redención del ser humano, un concepto que concede alguna trascendencia ante la frecuente frustración que provoca la finitud, sino también se dilapidó una porción de la mística necesaria para desarrollar consensos espirituales e idearios tanto individuales como colectivos que permitan formas pacíficas de resolución de los conflictos cotidianos.

Es cierto que entre cristianos han ocurrido las más sangrientas guerras en los siglos 20, 19, 18, 17 y otros más. Pero, precisamente, la codicia, la vanidad y la crueldad que exhibieron muchos de ellos fue parte de ese renunciamiento a los valores que iniciaron la historia de la cristiandad, logrando erosionar los cimientos del Imperio Romano.

El problema mayor que la Navidad le provoca a muchos cristianos consiste en que celebrarla les obliga a recordar el engaño de la autosuficiencia porque resulta que la Esperanza les fue regalada.

Por si faltara algo, Occidente descubre, con inocencia tan conmovedora como preocupante, que sus escudos militares ni lo protegen ni le brindan la paz que anhela.

Hoy día los cristianos se manifiestan sorprendidos por la expansión del Islam sin comprender la importancia del mandato que permite la convicción de un futuro mejor, más allá del presente, a menudo agreste y desangelado.

Muchos que se dicen cristianos aceptan renunciar a la oportunidad de la reconciliación que propician eventos tales como la Navidad, un descanso para el espíritu. Pero, a su vez se quejan del horrible padecimiento que les provoca la soledad no querida.

Es profunda la crisis que rasga las ambiciones de Occidente pero ni siquiera semejante descontento acota el disenso acerca de cómo recuperar lo que se perdió.

Unos apelan al movimiento defensivo de la represión a los extraños, y otros a la audacia suicida del escepticismo espiritual como respuesta sociocultural. Nada de todo eso intenta cambiar el mundo, cuando los cristianos nacieron en el Pentecostés con un mandato de cambio.

Kamikazes no sólo son los que consiguen estallarse en el mercado repleto de otras personas. También lo son quienes se inmolan en el rechazo del amor y la misericordia como valores permanentes.

En fin, la Nochebuena y la Navidad se encuentran otra vez por delante, y va siendo hora de atreverse a recuperar, y aceptar, la oportunidad de bondades sin precio tales como el perdón y la gracia.

Celebremos en paz.

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