INTRIGAS EN EL EQUIPO

Macri 2017, con doble enganche y mediapunta... ¿y los goles?

Si el gobierno de Mauricio Macri le agradeció a Carlos Melconián “por su pasión y su dedicación al frente del Banco Nación, y por haberlo conducido con éxito y profesionalismo" (en diciembre le pidieron prestados a la entidad más de $ 60.000 millones) y si el propio protagonista se declaró sorprendido porque "tenía la sensación de que estábamos haciendo las cosas bien" (el titular del gremio bancario, el combativo Sergio Palazzo, ponderó “su forma de conducirse y manejar el banco"), ¿por qué era necesario echar a Carlos Melconián del gobierno, so pretexto de “homogeneizar decisiones”, un cliché que ya se usó con Alfonso Prat-Gay? ¿Qué hizo o dejó de hacer para ganarse la tarjeta roja, además de que Marcos Peña y los vicejefes de Gabinete no lo consideraran parte del equipo? Los voceros públicos y privados alineados deberían haber fundamentado en forma más creíble el cambio del presidente del agente financiero de la República.

Cuando Mauricio Macri era presidente de Boca Juniors todavía se jugaba con 'enganche'. El DT Carlos Bianchi tenía a Juan Román Riquelme en aquella función.

Pero había comenzado un cambio en el fútbo desde que Francia ganó la Copa del Mundo 1998: el doble 5 comenzó progresivamente a imponerse y terminó eliminando al 'enganche', y nació el 'mediapunta'.

La gran pregunta: ¿Marcos Peña es 'enganche' o 'mediapunta'?

Una lástima que los periodistas políticos no profundicen en la táctica del fútbol porque entenderían con mayor precisión a Mauricio Macri, quien tiene una cosmogonía basada en el 11 contra 11.

Por ese motivo juega con doble 5: Mario Quintana y Gustavo Lopetegui.

Quienes no respetan el diseño táctico, no tienen lugar en el equipo. Ocurrió con Alfonso Prat-Gay y también con Carlos Melconián. Ambos quisieron ser ministros de Economía pero Macri decidió precindir de ese puesto.

Aquí se complica el debate: ¿Quién hace los goles?

Macri ha consolidado su esquema de mediocampo, considerando la idea de quienes creen que para tener posibilidades de triunfo hay que ganar el dominio del medio. Pero esto no resuelve el capítulo ofensivo indispensable.

Macri se asemeja a Juan Sebastián Verón, el presidente de Estudiantes de La Plata que en año electoral en el club 'pincharrata' decidió recuperar su condición de jugador-estrella. Por ese motivo, el marketing del proselitismo que viene se concentrará en Macri, nacionalizando el comicio. ¿Esto supone que Macri será el centroforward del equipo?

Por ahora, Macri más bien parece el referí, blandiendo tarjetas rojas (a Isela Costantini, Prat-Gay, Melconian, Daniel Chain y alguno más) y amarillas, antes que un delantero porque los goles aún están por llegar. La demostración de la sequía de goles se verifica en la propia imagen pública de Macri, que ha declinado.

Es cierto que él podría culpar por no generar suficientes situaciones de gol a Prat-Gay o a Melconian pero los reemplazos que hizo no priorizaron a jugadores más audaces, con algún vuelo creativo. Él decidió priorizar colaboradores que acaten las directivas del doble 5.

Luego, la autocalificación de Macri con 8 para su equipo no provoca credibilidad con los cambios que han comenzado. El gran interrogante consiste en si Macri ha modificado a los jugadores por bajo rendimiento o a los jugadores que no acataban el plan de juego, y se hartó de intentar disciplinarlos.

En cualquier caso dicen que, en el pasado, Macri no fue generoso en sus adjetivos calificativos hacia Javier González Fraga, por ejemplo.

El cambio

En plenas vacaciones, y con el amargo gusto de la derrota parlamentaria por la reforma al impuesto a las Ganancias, le tocó a un autoproclamado “presidenciable” como Alfonso Prat-Gay ser el primer exonerado de alto vuelo.

Se costeó hasta Villa La Angostura para fotografiarse sonriente sentado en una reposera junto al mandatario que le firmó el telegrama de despido.

Lo reemplazó un relator de la economía como Nicolás Dujovne, discípulo del arte con parte de comunicar como el periodista Carlos Pagni, con quien compartía el programa Odisea Argentina por la señal de noticias TN del grupo Clarín y la galería de columnistas de La Nación.

Las tórridas tardes de enero recargaron la atmósfera en Plaza de Mayo al regreso del jefe de Estado de su descanso cordillerano y otro miembro de su elenco, que apuntaba más arriba del cargo al frente del Banco de la Nación Argentina que le habían dado al comienzo de la gestión macrista porque se sentía “ministeriable”, como Carlos Melconián, fue invitado con los mejores modales a retirarse. No tuvo que viajar tanto como Prat-Gay para sacarse la amable foto de despedida con el Presi, sino que un auto oficial lo trasladó a la Quinta de Olivos.

El anuncio de que “no iba más” se lo había hecho sin anestesia ni barbitúricos el “farmacéutico” ladero del jefe de Gabinete, Marcos Peña, avenido a coordinador económico, Mario Quintana, quien ya el mes pasado le diera la inyección letal al “presidenciable” Prat Gay.

Desde el túnel del retiro, el cerrajero del cepo y abre puertas de la comunidad financiera internacional de los inicios apeló a la cuenta de Twitter para darle un irónico adiós a uno de sus rivales expulsados como él: Melconián. Disparó: “Excelente noticia la designación de Javier González Fraga en Banco Nación!! Adelante #Cambiemos! Éxitos!!”.

Clarín “bajó la línea oficial” en su principal titular del día: “Macri unifica el discurso económico y manda a González Fraga al Banco Nación”, a quien al respecto Página/12 le enrostra como frases célebres suyas: “le hicieron creer a un empleado medio que su sueldo servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior”, entre las más controvertidas; y “a mí me gustaría saber qué tan pobres son los pobres”, entre las más desafortunadas del ex titular del BCRA de la Alianza.

Más allá del recordatorio kirchnerista, que en materia de pobreza y desigualdad debe aún muchas explicaciones, La Nación apunta que el cambio de funcionarios es para ordenar la gestión e incluye en el paquete tendiente a “homogeneizar decisiones” el desplazamiento de Daniel Chain de la Secretaría de Obras Públicas para que el propio ministro del Interior y varias yerbas, Rogelio Frigerio, se ocupe personalmente de la ejecución, incluidos los planes de viviendas.

Habría que hilar muy fino para reparar en que la visión social (y electoral) de la construcción de los techos sería el denominador común de los reemplazos de Melconián y Chain. González Fraga tiene ideas de financiación hipotecaria a 50 años, que la ortodoxia económica del ex titular del Banco Nación no concebía con tasas de inflación como las actuales. En este punto, “Melco” estaba más plantado en las convicciones ortodoxas que el propio Federico Sturzenegger, con quien, pese a ciertas afinidades conceptuales, también rivalizaban.

Si el el ex secretario del ramo en la Jefatura de Gobierno porteño cuando estaba Mauricio Macri al frente cayó en desgracia por no agilizar el curso a los proyectos de inversión pública que contaban con aprobación y crédito fue, en realidad, porque Prat-Gay los pisaba para que la dispendiosidad del gobierno no desbordara el equilibrio emisión y endeudamiento. Ya bastantes dolores de cabeza le traían al respecto los pataleos de Sturzenegger porque debía atajar con el programa monetario un desbordante peloteo de gastos que le endosaban desde la Tesorería.

Para colmo, el vía libre para las obras dependía también los toma y daca con gobernadores y legisladores que encaraban tanto Frigerio como Federico Pinedo y Emilio Monzó, desde el Congreso, porque sacar más de 70 leyes en minoría significó compensar por fuera de las cámaras los votos que le faltaban al oficialismo en las bancas.

Otra emisora de erogaciones era la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, a quien el chicle del presupuesto se le estiraba hasta el estallido en el afán por contener la protesta callejera. Hasta que aprendió a diferenciar quién era quién de los que acometían amenazantes contra las puertas del despacho se le escurrió un montón de dinero en la red de punteros intermediarios de los buenos tiempos kirchneristas. La sabiduría popular encierra una definición que a veces tarda en penetrar en las burbujas elitistas: “el que parte y reparte, se quedaban con la mejor parte”.

Convicciones “cambiantes

La reconversión macrista el neopopulismo ante necesidades que le fue poniendo por delante la propia democracia le hizo cambiar varias ideas fundacionales del Pro, como la de inflación cero como condición para llegar a la pobreza cero, el techo propio en lugar de construir viviendas para alquilar, la presión impositiva elevada para financiar un enorme gasto estatal, los planes sociales, la inversión pública que motorice la actividad económica, todo lo contrario de lo que un Melconián predicaba en los medios y ante los clientes de su estudio antes de integrar el gobierno.

El diario El País lo visualiza más desde ese lado que del de un supuesto cansancio de la Casa Rosada por el discurso crítico del desplazado funcionario, según interpreta La Nación: “Macri da otro giro a su equipo económico”, tituló la edición continental del diario español, lo que para Ámbito Financiero sería otra vuelta de tuerca porque directamente, aunque desde un kirchnerismo editorial light, afirma: todo el poder a Peña.

El jefe de Gabinete estaba más preocupado por la imagen de bolsa de gatos que trascendía de la dialéctica de los egos dentro del elenco gubernamental, que de los resultados económicos que dejó la improvisada construcción de poder que desarrollaron. Decirle a todo el mundo que sí desbordó las cuentas, exacerbó la inflación y marchitó prematuramente todo brote verde. Lo peor: nadie quedó contento.

Peña armó un equipo económico alineado, que se parezca a los comités ejecutivos de las empresas privadas de perfil más corporativo: con un hombre de la comunicación, como Dujovne, pivoteando desde la RRPP; un especialista en finanzas como Luis Caputo; Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, en las áreas administrativas y de RRHH (por eso el ex Farmacity es el que despacha los telegramas), y ahora un González Fraga en la ventanilla de créditos teledirigidos. Por fuera, un tesorero intachable como Sturzenegger, con instrucciones de bajar el perfil, y un gerente general hiperactivo al que recela pero no puede sustituir, como Frigerio.

Lo de gradualismo versus shock y/o ajuste es semántica pura, o verso para la tribuna. Cambiemos inicia este segundo año de la gestión con casi todos los números de la economía en contra y necesita revertirlos lo más rápido posible. En el mientras tanto, como diría el inefable Aníbal Fernández, la consigna que se decidió es “aguantar los trapos” en cuanto a las expectativas y para ello se reseleccionaron los voceros en el gobierno.

Tendrían, sin embargo, que salir del confort de los aire acondicionados y darse una vuelta por fuera de los despachos para ver que, en este caluroso verano, el transporte público está a full en las horas pico, en marcado contraste con las casi desiertas avenidas del Libertador y Figueroa Alcorta, y que el movimiento en Punta del Este, playas brasileñas y el Caribe está reservado sólo a una selecta minoría.

Las intrigas palaciegas podrán entretener a la prensa amiga y copar la agenda mediática, pero no son suficientes para distraer el sufrimiento de los recurrentemente afectados por las inundaciones de las áreas de mayor productividad agropecuaria, ni para disimular las consecuencias que traerán esos desastres a la economía nacional.

Si Melconián o Prat Gay están peleados entre ellos, pero los une la antipatía que les profesa a ambos Peña, no hace más que ratificar que era verdad que existía una “guerra de egos” debajo de la línea presidencial.

Pero a nadie le consta que haya sido la causante de los magros resultados económicos que dramáticamente el gobierno buscará revertir antes que se caiga la aguja del reloj electoral.

El vocero mayor (y administrador de la pauta publicitaria oficial) Peña monopoliza ahora la palabra.

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