ACERCA DE TZVETAN TÓDOROV

Garavano, Avruj, Avelluto, y cierta espantosa levedad

Tiempos complicados porque parece triunfar el mundo de los extremos. Los fundamentalismos están de moda. De pronto, todo es o blanco o negro. Por lo tanto, son tiempos en que el gris es revolución. Elegir el camino del medio es romper con 'el Sistema'. Por esto provoca una melancolía especial la muerte de Tzvetan Tódorov. Hijo de bibliotecarios de Sofía, y educado en la Bulgaria comunista, Tódorov fue un hombre de las 2 Europas, antes que cayeran el Muro de Berlín y la Cortina de Hierro. Y también de los 2 lados del Océano Atlántico: llegó a París en 1963, con 24 años, y se doctoró en Psicología en 1966. En 1973 obtuvo la nacionalidad francesa y fue profesor e investigador del Centro de Investigaciones de las Artes y el Lenguaje de la Escuela de Altos Estudios Sociales. Pero también enseñó en USA: Yale, Harvard y Berkeley. La experiencia del exilio durante su juventud le convirtió en un militante infatigable contra los totalitarismos y en un crítico feroz de las atrocidades cometidas en nombre de la utopía revolucionaria. Wikipedia: "Su obsesión —quizá debida al pasaje de una nación a otra— era atravesar fronteras, saltar barreras, unir ámbitos en apariencia inconciliables, ya se tratase de lenguas, culturas o disciplinas. Le interesaban los puntos de encuentro, los matices, las «zonas grises». Es allí donde buscaba la respuesta a una única pregunta: ¿Cómo vivir?". Tódorov se opuso también a la doctrina ultraliberal, que le parecía tan inhumana como los totalitarismos, y abogó por la búsqueda de terceras vías, y el poder de la empatía humana. Entre las muchas frases que Urgente24 quiere recordar de Teódorov, aquí va ésta: "Los populistas pervierten la idea de la democracia porque quieren que estemos entre "nosotros", entre gente parecida, cuando la democracia no es una extensión de la familia o del clan sino que tiene un costado de mezcla, de gente diferente." Pero para los argentinos, Tódorov tiene un significado especial, que conviene recordar:

 

"Una sociedad necesita conocer la Historia, no solo tener memoria. En el caso argentino, un terrorismo revolucionario precedió al terrorismo de Estado de los militares, y no se puede comprender el uno sin el otro".
Tzvetan Tódorov,
07/12/2010
Diario El País (Madrid, España).

 

N. de la R.: Uno de los problemas de la Administración Macri es la baja calidad del gabinete que eligió el presidente Mauricio Macri, déficit que contradice la excelencia predicada por la derecha argentina desde sus centros de estudio. Las carencias aparecen, por ejemplo, en la imposibilidad de dar una batalla cultural imprescindible sobre los valores morales y éticos que priorizó el kirchnerismo, y el relato histórico que impuso. Pero ni el ministro de Justicia, Germán Carlos Garavano; ni el secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural, Claudio Bernardo Avruj; ni el secretario de Cultura, Pablo Avelluto, elegidos por Macri, se encuentran en condiciones de protagonizar debates de ideas. En ese contexto, bien vale la pena recordar un relato de Tzvetan Tódorov sobre la Argentina, que tuvo la valentía de escribir en 2010, pese a los K y sus Madres, Abuelas e Hijos de Plaza de Mayo.


Fallecido en París a los 77 años, tras sufrir una enfermedad degenerativa, Tzvetan Tódorov ha contribuido en las últimas décadas a enriquecer el debate filosófico levantando cuestiones que están asociadas a la inmigración, el terrorismo y la xenofobia.

5 frases de Tódorov:

> "Cuidado con los dos extremos: no tenemos que avergonzarnos de elegir este camino del medio."

> "Para mí la resistencia consiste en decir no. Pero decir no es una afirmación. No hay nada más creativo que decir no al asesinato, a la crueldad y a la pena de muerte."

> “Cada individuo es multicultural. Las culturas no son islas monolíticas”.

> "La democracia no ofrece la plenitud a sus ciudadanos. Tener buena seguridad social no lo hace a uno feliz. Tener una jubilación decente no hace que uno se sienta realizado. La democracia es eso: asegurar la jubilación, una buena cobertura médica, buenas condiciones de trabajo, etcétera. Pero ¿Y una vez que se obtuvo eso? Era un medio y no un objetivo en la vida."

> "Barbarie y civilización son dos categorías de origen particular pero cuya aplicación puede ser universal. Sin embargo, ser civilizado no significa que se tengan estudios superiores, sino que se sabe reconocer la plena humanidad de los otros, aunque sean diferentes. No son bárbaros quienes no tienen buena educación o han leído poco, sino quienes niegan la plena humanidad de los demás."

Influenciado inicialmente por las obras del escritor ruso Vassili Grossman y el francés Germaine Tillion, publicó decenas de obras, traducidas a más de una veintena de lenguas.

Su último trabajo publicado fue "Insumisos" (2015), que repasa la labor de Malcolm X, Nelson Mandela y Edward Snowden, entre otros. Antes escribió, "Los enemigos íntimos de la democracia" (2012).

Él dejó una obra póstuma que se editará en marzo: "Le triomphe de l‘artist" ("El triunfo del artista").

Uno de sus ensayos más famosos fue "Memoria del mal, tentación del bien", un análisis del siglo XX. Acerca de éste trabajo, Teódorov afirmó:

"El totalitarismo es la gran innovación política del siglo y también su mal extremo. (...) El totalitarismo rechaza abiertamente el principio democrático de autonomía del individuo en beneficio de los derechos de categorías colectivas superiores (la nación, la raza, la clase) y otorga al Estado potestades de control y represión sobre unos ciudadanos devenidos en súbditos. También subvierte el principio de autonomía colectiva, a pesar de que dice defenderla, porque reemplaza la participación ciudadana por la dirección de una supuesta vanguardia, el Partido único y su líder carismático, que dice «representar» los verdaderos intereses del pueblo."

Otra reflexión suya sobre el totalitarismo: "El comunismo no es peor que el nazismo. Pero tampoco es mejor. Aquél duró y evolucionó desde 1917 hasta 1991 y sus huellas todavía se notan. El nazismo duró sólo 12 años pero su intensidad destructiva fue mayor. Sin embargo, el innegable particularismo nazi (centrado en la raza germánica) no me parece en realidad superior al supuesto universalismo comunista (centrado en el proletariado mundial). Después de todo, el triunfo del paraíso comunista exigía la liquidación y destrucción de los enemigos de clase y del partido. Y esa liquidación no siempre fue metafórica (en el sentido de extinción de la clase pero salvando a los individuos), sino que muchas veces se hizo dramática realidad mediante el asesinato puro y simple de individuos."

Y algo para aplicar en la Argentina: "Creo que hay un peligro con el “uso literal” de la memoria en los tiempos actuales. En muchas ocasiones, el recuerdo de las tragedias del pasado, por ejemplo el de la persecución de la resistencia antinazi en Francia, parece ser un uso ritual y simplificador. Esa conmemoración sacralizada es peligrosa porque sus lecciones son demasiado particularistas y no evitan que la antigua víctima se convierta posteriormente en verdugo. No creo que exista un deber de memoria en sí. La memoria puede ser puesta
al servicio del bien o del mal. Yo estoy a favor de un uso “ejemplar” de la memoria que sirva para evitar que las antiguas tragedias tomen cuerpo de nuevo en otros tiempos y escenarios distintos. Es lo que hizo David Rousset, deportado como resistente a un campo de concentración nazi durante la guerra mundial. Tras su liberación, Rousset auspició en 1949 la creación de una Comisión Internacional contra el Régimen de los Campos de Concentración. Pero no para recordar sólo los campos nazis ya cerrados, sino para luchar contra los campos soviéticos todavía en vigor. Ese es un caso de “memoria ejemplar” frente a la “memoria literal” de aquellos deportados comunistas que sólo querían recordar su propia experiencia a manos nazis e ignorar la realidad sangrante del Gulag soviético."

Un viaje a Argentina

Tódorov descubrió el futuro antes que otros. A mediados de 2010, entrevistado por el diario El País (Madrid, España), advirtió a los europeos: “Este miedo a los inmigrantes, al otro, a los bárbaros, será nuestro gran primer conflicto en el siglo XXI.”

El 07/12 de aquel 2010, visitó la Argentina y escribió una reflexión lúcida y muy actual:

"En noviembre de 2010, fui por primera vez a Buenos Aires, donde permanecí una semana. Mis impresiones del país son forzosamente superficiales. Aun así, voy a arriesgarme a transcribirlas aquí, pues sé que, a veces, al contemplar un paisaje desde lejos, divisamos cosas que a los habitantes del lugar se les escapan: es el privilegio efímero del visitante extranjero.

He escrito en varias ocasiones sobre las cuestiones que suscita la memoria de acontecimientos públicos traumatizantes: II Guerra Mundial, regímenes totalitarios, campos de concentración... Esta es sin duda la razón por la que me invitaron a visitar varios lugares vinculados a la historia reciente de Argentina. Así pues, estuve en la ESMA (Escuela Mecánica de la Armada), un cuartel que, durante los años de la última dictadura militar (1976-1983), fue transformado en centro de detención y tortura. Alrededor de 5.000 personas pasaron por este lugar, el más importante en su género, pero no el único: el número total de víctimas no se conoce con precisión, pero se estima en unas 30.000. También fui al Parque de la Memoria, a orillas del Río de la Plata, donde se ha erigido una larga estela destinada a portar los nombres de todas las víctimas de la represión (unas 10.000, por ahora). La estela representa una enorme herida que nunca se cierra.

El término "terrorismo de Estado", empleado para designar el proceso que conmemoran estos lugares, es muy apropiado. Las personas detenidas eran maltratadas en ausencia de todo marco legal. Primero, las sometían a unas torturas destinadas a arrancarles informaciones que permitieran otros arrestos. A los detenidos, les colocaban un capuchón en la cabeza para impedirles ver y oír; o, por el contrario, los mantenían en una sala con una luz cegadora y una música ensordecedora. Luego, eran ejecutados sin juicio: a menudo narcotizados y arrojados al río desde un helicóptero; así es como se convertían en "desaparecidos". Un crimen específico de la dictadura argentina fue el robo de niños: las mujeres embarazadas detenidas eran custodiadas hasta que nacían sus hijos; luego, sufrían la misma suerte que el resto de los presos. En cuanto a los niños, eran entregados en adopción a las familias de los militares o a las de sus amigos. El drama de estos niños, hoy adultos, cuyos padres adoptivos son indirectamente responsables de la muerte de sus padres biológicos, es particularmente conmovedor. 

En el Catálogo institucional del parque de la Memoria, publicado hace algunos meses, se puede leer: "Indudablemente, hoy la Argentina es un país ejemplar en relación con la búsqueda de la Memoria, Verdad y Justicia". Pese a la emoción experimentada ante las huellas de la violencia pasada, no consigo suscribir esta afirmación.

En ninguno de los dos lugares que visité vi el menor signo que remitiese al contexto en el cual, en 1976, se instauró la dictadura, ni a lo que la precedió y la siguió. Ahora bien, como todos sabemos, el periodo 1973-1976 fue el de las tensiones extremas que condujeron al país al borde de la guerra civil. Los Montoneros y otros grupos de extrema izquierda organizaban asesinatos de personalidades políticas y militares, que a veces incluían a toda su familia, tomaban rehenes con el fin de obtener un rescate, volaban edificios públicos y atracaban bancos. Tras la instauración de la dictadura, obedeciendo a sus dirigentes, a menudo refugiados en el extranjero, esos mismos grupúsculos pasaron a la clandestinidad y continuaron la lucha armada. Tampoco se puede silenciar la ideología que inspiraba a esta guerrilla de extrema izquierda y al régimen que tanto anhelaba.

Como fue vencida y eliminada, no se pueden calibrar las consecuencias que hubiera tenido su victoria. Pero, a título de comparación, podemos recordar que, más o menos en el mismo momento (entre 1975 y 1979), una guerrilla de extrema izquierda se hizo con el poder en Camboya. El genocidio que desencadenó causó la muerte de alrededor de un millón y medio de personas, el 25% de la población del país. Las víctimas de la represión del terrorismo de Estado en Argentina, demasiado numerosas, representan el 0,01% de la población.

Claro está que no se puede asimilar a las víctimas reales con las víctimas potenciales. Tampoco estoy sugiriendo que la violencia de la guerrilla sea equiparable a la de la dictadura. No solo las cifras son, una vez más, desproporcionadas, sino que además los crímenes de la dictadura son particularmente graves por el hecho de ser promovidos por el aparato del Estado, garante teórico de la legalidad. No solo destruyen las vidas de los individuos, sino las mismas bases de la vida común. Sin embargo, no deja de ser cierto que un terrorismo revolucionario precedió y convivió al principio con el terrorismo de Estado, y que no se puede comprender el uno sin el otro.

En su introducción, el Catálogo del parque de la Memoria define así la ambición de este lugar: "Solo de esta manera se puede realmente entender la tragedia de hombres y mujeres y el papel que cada uno tuvo en la historia". Pero no se puede comprender el destino de esas personas sin saber por qué ideal combatían ni de qué medios se servían. El visitante ignora todo lo relativo a su vida anterior a la detención: han sido reducidas al papel de víctimas meramente pasivas que nunca tuvieron voluntad propia ni llevaron a cabo ningún acto. Se nos ofrece la oportunidad de compararlas, no de comprenderlas. Sin embargo, su tragedia va más allá de la derrota y la muerte: luchaban en nombre de una ideología que, si hubiera salido victoriosa, probablemente habría provocado tantas víctimas, si no más, como sus enemigos. En todo caso, en su mayoría, eran combatientes que sabían que asumían ciertos riesgos.

La manera de presentar el pasado en estos lugares seguramente ilustra la memoria de uno de los actores del drama, el grupo de los reprimidos; pero no se puede decir que defienda eficazmente la Verdad, ya que omite parcelas enteras de la Historia. En cuanto a la Justicia, si entendemos por tal un juicio que no se limita a los tribunales, sino que atañe a nuestras vidas, sigue siendo imperfecta: el juicio equitativo es aquel que tiene en cuenta el contexto en el que se produce un acontecimiento, sus antecedentes y sus consecuencias. En este caso, la represión ejercida por la dictadura se nos presenta aislada del resto.

La cuestión que me preocupa no tiene que ver con la evaluación de las dos ideologías que se enfrentaron y siguen teniendo sus partidarios; es la de la comprensión histórica. Pues una sociedad necesita conocer la Historia, no solamente tener memoria. La memoria colectiva es subjetiva: refleja las vivencias de uno de los grupos constitutivos de la sociedad; por eso puede ser utilizada por ese grupo como un medio para adquirir o reforzar una posición política. Por su parte, la Historia no se hace con un objetivo político (o si no, es una mala Historia), sino con la verdad y la justicia como únicos imperativos. Aspira a la objetividad y establece los hechos con precisión; para los juicios que formula, se basa en la intersubjetividad, en otras palabras, intenta tener en cuenta la pluralidad de puntos de vista que se expresan en el seno de una sociedad.

La Historia nos ayuda a salir de la ilusión maniquea en la que a menudo nos encierra la memoria: la división de la humanidad en dos compartimentos estancos, buenos y malos, víctimas y verdugos, inocentes y culpables. Si no conseguimos acceder a la Historia, ¿cómo podría verse coronado por el éxito el llamamiento al "¡Nunca más!"? Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo, adaptada a unas circunstancias inéditas. Comprender al enemigo quiere decir también descubrir en qué nos parecemos a él. No hay que olvidar que la inmensa mayoría de los crímenes colectivos fueron cometidos en nombre del bien, la justicia y la felicidad para todos. Las causas nobles no disculpan los actos innobles.

En Argentina, varios libros debaten sobre estas cuestiones; varios encuentros han tenido lugar también entre hijos o padres de las víctimas de uno u otro terrorismo. Su impacto global sobre la sociedad es a menudo limitado, pues, por el momento, el debate está sometido a las estrategias de los partidos. Sería más conveniente que quedara en manos de la sociedad civil y que aquellos cuya palabra tiene algún prestigio, hombres y mujeres de la política, antiguos militantes de una u otra causa, sabios y escritores reconocidos, contribuyan al advenimiento de una visión más exacta y más compleja del pasado común."

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