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Audaz, Francisco anuncia viaje ecuménico al infierno

Sudán del Sur es un país ubicado en África Oriental, con capital en la ciudad de Yuba, que fue parte del Sudán Anglo-Egipcio y después, de la República de Sudán, habitado por múltiples etnias, en especial cristianas y animistas, y quedó bajo el dominio del sector norsudanés, de predominancia árabe y musulmana. Es un territorio que vive en frecuentes guerras civiles desde 1955. El papa Francisco acaba de anunciar: "Iré a Sudán del Sur con el primado anglicano Welby", por el arzobispo de Canterbury.

100.000 personas se están muriendo de hambre literalmente en Sudán del Sur. Son las personas ya afectadas por la hambruna que declaró esta semana Naciones Unidas en el pequeño país africano de 11,3 millones de habitantes, donde la gran mayoría son niños, según datos de 2013. Se escindió de Sudán hace menos de 6 años y lleva más de la mitad de su historia sufriendo una guerra civil. Otro millón de personas más están al borde de la hambruna y además Unicef estima que un millón de niños sufre desnutrición aguda. Si no llega ayuda urgente alimentaria, agrícola y nutricional, para julio serán al menos 4,9 millones de personas más las que puedan empezar a morir de hambre. ¿Cómo se ha podido llegar a esta situación?

El hambre es una trágica realidad en algunas zonas de Sudán del Sur, y nuestros peores miedos se han cumplido. Muchas familias han agotado los medios que tenían para sobrevivir”, ha declarado el representante de la Organización para la Alimentación y Agricultura de Naciones Unidas (FAO) en Sudán del Sur, Serge Tissot, al lanzar la señal de alarma esta semana. “La mayoría de la población son granjeros, y la guerra ha alterado la agricultura. Han perdido su ganado, incluso herramientas. Durante meses ha habido una dependencia total de las plantas que podían encontrar y de los peces que podían pescar”. Un mapa interactivo de la FAO muestra la proyección de la expansión de los lugares en riesgo de hambruna (rojo claro) o los que ya la sufren (rojo oscuro) de aquí a mayo/ julio.

Naciones Unidas explica que “la desnutrición es una gran emergencia de salud pública, agravada por los combates, los desplazamientos, el acceso limitado a los servicios de salud y la baja cobertura de instalaciones de saneamiento”. Médicos Sin Fronteras señala directamente al “extremo nivel de violencia” como causante de la gran dificultad para acceder a necesidades tan básicas como el “agua potable segura”.

Sudán del Sur está en guerra desde que en 2013 su presidente Salva Kii expulsara del Gobierno a su número dos, lo que ha ido fragmentando el país por etnias hasta el punto de que Naciones Unidas alertara sobre un riesgo de genocidio. Casi uno de cada cuatro sursudaneses se han visto obligado a desplazarse dentro o fuera del país, según datos del Alto Comisionado para Refugiados de la ONU en 2016.

“Esta hambruna ha sido creada por el hombre”, ha dicho la directora del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en el país, Joyce Luma. “Seguiremos haciendo todo lo que podamos para frenar y revertir la propagación de la hambruna”, aseguró tras explicar que su equipo está haciendo todo lo posible para combatirla pero toda ayuda humanitaria “puede hacer muy poco si no hay paz y seguridad reales”.

La producción agrícola se ha visto gravemente dañada por el conflicto, agravado desde el pasado verano, cuando se reanudaron los combates en la capital, Yuba. La inflación está al 800% y un kilo de azúcar o de arroz cuestan una quinta parte del salario medio mensual del país, para aquellos que tienen un sueldo, claro. El saqueo que sufría la familia de Nyayolah en su casa ha sido una práctica propagada por todo el país. “Todos los cultivos fueron saqueados en julio y no pudieron sembrar en la temporada adecuada porque el conflicto les obligó a abandonar sus campos. Los mercados están en su mayoría, vacíos. Sólo se encuentra té y sal. Y donde hay alimentos a la venta, los precios son demasiado altos. Alrededor de las islas al menos pueden pescar, pero en algunas áreas la gente está sobreviviendo comiendo las semillas de nenúfares”, ha asegurado la doctora Philippa Pett de Médicos Sin Fronteras.

Save The Children, también presente en el país, señala igualmente la destrucción de cultivos y la imposibilidad de cosechar por tener que huir de los combates como detonante de la situación. Explica que la reanudación de los enfrentamientos también “ha dificultado el acceso a las rutas comerciales, subiendo los precios de los alimentos y dificultando la distribución de ayuda de las organizaciones humanitarias”. El saqueo también ha afectado a convoyes de ayuda humanitaria, según señala la portavoz de la FAO en Yuba, Lieke Visser, a EL ESPAÑOL.

Hay 3,4 millones de desplazados dentro del país y uno de cada cinco niños sufren desnutrición severa. Si a ello se suman enfermedades como el sarampión, la malaria o el cólera, que se propagan con mayor facilidad en los campos de desplazados, el cóctel explosivo es aún peor. Los niños menores de 5 años son los más expuestos. Unicef explica a EL ESPAÑOL que está llevando a cabo, junto a otras organizaciones humanitarias, “misiones de respuesta rápida” que duran siete días en las áreas inseguras y aisladas habitualmente de la ayuda humanitaria, como los condados de Koch o Mayendit. Así pueden estudiar y tratar los casos de niños gravemente desnutridos.

“La hambruna en este caso tiene que ver con la utilización del hambre como arma de guerra, que nadie piense que simplemente es una cuestión de desastre natural: es una cuestión de desastre de los gobiernos y los que luchan”, denunció el director de Amnistía Internacional España, Esteban Beltrán, durante la presentación del informe anual sobre los derechos humanos en el mundo. Asegura que el país está “cerrado” al acceso de observadores internacionales y organizaciones humanitarias.

El panorama es tan grave que Médicos Sin Fronteras, por ejemplo, ha descartado abrir un hospital en los dos condados donde se ha declarado la hambruna, Mayendit y Leer, “debido a la tensa situación de seguridad” en la zona. Ni siquiera se atreve a derivar a sus pacientes a otras instalaciones sanitarias. Esta ONG con acreditada experiencia en territorios en conflictos, asegura que es “imposible” hacerlo sin poner en peligro a los pacientes y a su personal.

Al principio del conflicto la ayuda humanitaria estaba concentrada en una región, pero en 2016 se extendió a casi todo el país. La FAO tiene asesores de seguridad y equipos que negocian el acceso a las distintas zonas, pero al igual que en Siria -pueden pasar meses sin que la ayuda humanitaria- pueda pasar. “No hay verdaderas carreteras en Sudán del Sur y la infraestructura es mínima en general. Si llueve, los aviones no pueden aterrizar porque la pista de aterrizaje es sólo una carretera sucia o no puedes conducir, de forma que tienes que caminar a todas partes”, explica Visser.

No sólo hay muy pocos sitios a los que se pueda ir por carretera, sino que la gasolina también ha subido mucho y escasea aunque Sudán del Sur sea un país rico en petróleo. Así, organizaciones como el Comité Internacional de la Cruz Roja están haciendo llegar comida desde el aire, incluso dejándola caer sin aterrizar en algunas zonas, además de proporcionar medios para que puedan pescar o prestar atención médica en los lugares donde sí pueden llegar. “La mayoría de las personas vulnerables están ubicadas habitualmente en lugares muy remotos, a los que sólo se puede acceder por aire”, apunta Visser."

En este contexto, anticipó Andrea Tornielli desde Vatican Insider:

Un viaje de un solo día a Sudán del Sur, sin quedarse a dormir en el país en guerra. Un viaje ecuménico semejante al que hicieron Francisco y el Patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé, a la isla griega de Lesbos en 2016, para visitar un campo de refugiados. Lo anunció Bergoglio al responder a la pregunta de un seminarista africano durante la visita de hoy, 26 de febrero de 2017, a la parroquia anglicana de Roma.

Francisco estaba hablando sobre las «Iglesias jóvenes», que tienen mucho que enseñar. Y contó: «Con mis colaboradores estamos estudiando la posibilidad de un viaje a Sudán del Sur, de un solo día; allá hay una situación difícil». El Papa explicó también el contexto ecuménico: «Vinieron a verme el obispo anglicano, el obispo presbiteriano y el católico, y me dijeron: “¡Vaya! Pero no vaya solo, vaya con el arzobispo de Canterbury, Justin Welby”». Bergoglio subrayó que la invitación ecuménica surgió de los líderes de las tres principales confesiones cristianas presentes en Sudán del Sur, con la esperanza de que la presencia del Obispo de Roma y del Primado de la Comunión anglicana pueda ayudar a pacificar el país.

En abril de 2016, Francisco hizo el primer viaje verdaderamente ecuménico de un Pontífice, aceptando la invitación que le hizo el patriarca Bartolomé: una visita de un día al campo de refugiados de Moria, en la isla de Lesbos, uno de los puntos a los que llegan miles de refugiados y migrantes que huyen de las guerras, de la persecución y del hambre. El Papa, además, siempre ha sido particularmente sensible al subrayar ese que ha definido en varias ocasiones el «ecumenismo de la sangre», es decir el hecho de que las persecuciones no distinguen entre las confesiones cristianas, por lo que la sangre de los mártires se mezcla.

El 22 de febrero pasado, durante la Audiencia general, Papa Francisco dirigió un fuerte llamado a la comunidad internacional a favor del país africano, que podría ser en los próximos meses meta de su segundo viaje africano, después del que hizo en 2015 a Kenya, Uganda y República Centroafricana. «Despiertan particular preocupación las dolorosas noticias que llegan del atormentado Sudán del Sur —dijo en esa ocasión—, donde a un conflicto fratricida se une una grave crisis alimentaria que afecta a la Región del Cuerno de África y que condena a la muerte por hambre a millones de personas, entre ellos a muchos niños. En este momento, es más necesario que nunca el compromiso de todos a no quedarse sólo en declaraciones, sino a hacer que sean concretas las ayudas alimentarias y a permitir que puedan llegar a las poblaciones que sufren. El Señor sostenga a estos nuestros hermanos y a cuantos obran para ayudarlos».

Sudán del Sur, que obtuvo la independencia en 2011, se convirtió en el escenario de una nueva y sangrienta guerra civil que comenzó en 2013, que, a pesar de los acuerdos de paz, volvió a explotar en julio de 2016 entre los grupos que apoyan al presidente Salva Kiir y los que apoyan al vicepresidente, Riek Machar, el primero de la etnia Dinka y el segundo de la etnia Nuer. El país ha vuelto a ser un lugar de «deliberados asesinatos de civiles, violaciones y saqueos», como denunciaron varias organizaciones internacionales y varios misioneros.

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