VERSIONES MALIGNAS

No jugar con fuego: El caso Monzó

De acuerdo a C5N, Emilio Monzó dejaría, voluntariamente, la presidencia de la Cámara baja, y más que una información parece un deseo, o quizá una operación política que, en el escenario actual, no sólo es jugar con fuego sino también demuestra la necesidad que tiene Mauricio Macri de recuperar la iniciativa política en vez de seguir jugando en el arenero con Marcos Peña, Jaime Durán Barba y los otros que ayudaron a llegar pero parecen muy limitados para gobernar, un negocio bien diferente.

Es cierto que el PRO/Cambiemos realizó la trapisonda de cortar un mandato de presidencia legislativa en forma ilegal en Pilar, un costo (hasta financiero) enorme e innecesario para sostener al poco idóneo intendente municipal Nicolás Ducoté.

Los mandatos legislativos no pueden interrumpirse 'de facto', con la excepción de una renuncia o de un juicio político. Lo de Pilar fue  antidemocrático pero ocurrió en un Concejo Deliberante, una institución poco interesante para la mayoría de los ciudadanos.

En la Cámara de Diputados de la Nación resultaría una irregularidad intolerable. 

En verdad, ni el PRO (41 legisladores) ni Cambiemos (llega a 86 porque se suman los UCR, CC-ARI, etc.) tienen número suficiente para imponer un presidente. Que un PROperonista (Emilio Monzó) sea titular de la Cámara baja desde diciembre de 2015 fue una concesión de la oposición (en ese momento el Frente para la Victoria era mucho más fuerte que sus magros 72 diputados de hoy día) al Ejecutivo Nacional, algo irrepetible.

A fines de 2016, Monzó ganó, por mérito propio, su reelección, en un proselitismo que incluyó ventilar sus diferencias con el Ejecutivo Nacional, su reivindicación del ejercicio de la negociación y el acuerdo político, y su expulsión de la 'mesa chica' -en la el derecho de admisión requiere homogeneidad, toda 'gente como uno'- que acompaña al presidente Mauricio Macri.

Este enfoque le garantizó votos desde Sergio Massa, hasta amigos de Florencio Randazzo y de Juan Manuel Urtubey, votos difíciles para algún otro macrista.

Sin duda, Monzó ignora si seguirá siendo presidente de la Cámara baja luego de diciembre 2017, pero no es imaginable que renuncie a completar su mandato presente, que tanto esfuerzo le demandó renovar y que fue por negociaciones que él realizó. No se lo adeuda a nadie.

Es cierto que el PRO puro cuestiona a Monzó, en especial por promover un gobierno de coalición, un concepto que los de Macri rechazan: ni siquiera la UCR y Coalición Cívica participan de la Administración. Pero tanto los del PRO puro como Monzó y cualquier otro dirigente político sabe que no son cuestiones a dirimir hoy día sino luego del escrutinio de los votos.

En cambio sí es posible que desde el Mundo K (72 legisladores) haya comenzado una ofensiva para erosionar al ex alcalde de Carlos Tejedor pensando en quitarle a Cambiemos la próxima presidencia de la Cámara baja. Fue un debate que padecieron los K luego de la derrota electoral 2009 pero, con la impensada ayuda de Elisa Carrió, lograron conservar la presidencia de Diputados.

También lo padeció Fernando De la Rúa en 2001, y en su derrumbe terminó cediendo a la oposición la presidencia provisional del Senado (Ramón Puerta, hoy embajador en España), pero conservó la de Diputados.

Por todo eso resulta jugar con fuego el meneo de cualquier interrupción de mandatos en la Argentina 2017: comienza en el Legislativo y luego sigue en el Ejecutivo. Es pésimo que tan siquiera alguien lo haya imaginado.

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