Donald Trump había asumido el liderazgo de la batalla y él, pese a contar con mayoría en la Cámara de Representantes, ha sido incapaz de torcer la mano a sus correligionarios más radicales. Se reunió con ellos y les ofreció cesiones de enorme calado, incluida la eliminación de prestaciones sanitarias básicas. Pero no pudo convencerles. Y cuando en un gesto de fuerza decidió lanzarles el pulso y adelantar al viernes la votación, perdió.
RUPTURA DENTRO DE LOS REPUBLICANOS
Rotundo fracaso de Trump, y retiró su proyecto de Salud
La Oficina Presupuestaria del Congreso, un organismo no partidista y cuyos estudios gozan de reconocimiento general, ha establecido que la aplicación del plan republicano supone dejar sin seguro médico a 14 millones de personas el año próximo y 24 millones en una década, lo que elevaría la población sin cobertura a 52 millones. También implicaría una subida de las pólizas del 15% al 20% para los dos próximos años. Todo ello ha sido desmentido por la Casa Blanca, que ha tomado como única referencia del estudio el ahorro que implica su proyecto: 150.000 millones de dólares en una década. Para los radicales nada de esto vale. El intento final de conciliar ambos intereses no dio resultado. Ahora, Trump tendrá que digerir su fracaso y decidir si abre una nueva y dolorosa negociación. En un principio, él mismo señaló que prefiere enfocarse en la mucho más popular reforma fiscal. Como ha podido comprobar, la ley sanitaria está llena de espinas y resucitarla requiere un proceso largo y complejo.
Los representates del GOP (Partido Republicano) están divididos en 2:
* aquellos que ven el redactado actual de la reforma sanitaria poco diferente con respecto al sistema actual, y
* quienes temen que la nueva disposición deje sin cobertura médica a sus posibles votantes, lo que acarrearía un hipotético revés en las próximas citas electorales.
La cancelación supone un revés embarazoso que pone en duda la capacidad de Trump y Ryan para cumplir con su ambiciosa agenda, y se suma a la paralización judicial de sus vetos migratorios.
"Viviremos con el Obamacare en un futuro próximo. No tenemos suficientes apoyos y hemos fallado, nos faltaban entre 10 y 15 votos, pero no es el fin de la historia, quedan muchos proyectos por delante", señaló el líder republicano en la Cámara de Representantes, Paul Ryan.
Después de más de 4 horas de debate en la Cámara de Representantes y sin haber logrado los apoyos suficientes para recibir luz verde, los republicanos suspendieron la votación del proyecto de reforma sanitaria impulsado por el presidente Donald Trump, al que los demócratas se oponían en bloque.
Trump se ha visto obligado a pedir a los republicanos que retiren su propuesta por falta de apoyos ante el temor de que varios de sus congresistas pudieran tirarla abajo.
Estaba previsto que la Cámara votase a las 15.30 -hora local- de este viernes 24/03, tras el aplazamiento acordado un día antes. A esa hora, sin embargo,se inició un receso. Varios medios estadounidenses informaban de que tras una conversación entre Trump y el portavoz del Partido Republicano, Paul Ryan, Trump le había pedido que cancelara la votación.
Ryan, presidente de la Cámara, ya había alertado de que la reforma sanitaria, que pasaba por desbaratar el Obamacare de su predecesor, carecía de los votos necesarios en las filas republicanas para que saliese adelante. Y así se lo había comunicado personalmente al presidente.
El diario The Wall Street Journal apunta que el proyecto está acabado a tenor de las palabras del presidente del Comité de Energía en la Cámara de Representantes, el republicano Greg Walden. "Vamos a seguir cuidando a los ciudadanos americanos, pero no va ser a través de este vehículo", dijo al abandonar la reunión de "emergencia" que tenían los congresistas del GOP.
Preguntado si la daba por "muerta" la contrarreforma sanitaria de Trump, Walden respondió que esto era "correcto".
La situación ya se veía venir después de que la oposición de los citados conservadores hiciera que la votación de la medida, que estaba prevista para este jueves 23/03, se tuviese que aplazar para hoy. Trump y el propio Ryan -su máximo rival por el control del partido republicano- habían planeado que la votación se llevara a cabo este jueves, en una fecha simbólica porque se cumplían exactamente 7 años desde que Obama había firmado la reforma, que ha dado cobertura médica, en su inmensa mayor parte privada, a 24 millones de personas que antes no la tenían.
Los cruzados
El ala más conservadora gana terreno e influencia en USA. Este viernes 24/03, el House Freedom Caucus, tal como se conoce al grupo de 36 congresistas, consiguió bloquear una de las grandes promesas de Trump durante su campaña electoral: el reemplazo del programa sanitario de Barack Obama. Su victoria representa una bofetada para el Presidente que durante la campaña prometió ser el mejor negociador, capaz de convencer a todos los políticos de Washington.
Desde su formación en 2015, el Freedom Caucus —compuesto mayoritariamente por congresistas de Estados del sur—, ha desafiado al establishment de Washington DC y dificultado la agenda general del Partido Republicano, eligiendo cuidadosamente sus batallas y actuando en bloque para oponerse a medidas impulsadas por su propio partido cuando consideran que no son suficientemente conservadoras. Su objetivo original era la reducción del gasto público, pero al día de hoy también se oponen al intervencionismo del Estado en asuntos sociales, como la provisión gubernamental de un sistema de sanidad.
No negocian, o negocian poco. Sus miembros se mantienen muy fieles a sus valores compartidos y una vez que más del 80% de ellos decide apoyar o rechazar una medida, el resto está forzado a seguir esa decisión, según un estudio del laboratorio de ideas Pew Research Center. Su rocosidad y empeño forzó la destitución del presidente de la Cámara de Representantes (republicano) en 2015, John Boehner, tras numerosos desencuentros y la poca cohesión de los republicanos en el legislativo. Ahora desafían a Trump, el hombre que decía tener capacidad para negociar con cualquiera.
Obamacare
La colosal reforma sanitaria en la que se embarcó el presidente Obama en 2009 consumió sus dos primeros años de presidencia y dividió al país como ninguna de las medidas que aprobó posteriormente. Otras promesas electorales como reinventar el sistema de inmigración quedaron relegadas por una batalla tan intensa como el rechazo que ha recibido después. Era la pieza clave que articulaba su legado, el eje sobre el que circulaba una visión de Estados Unidos que le propulsó hasta la Casa Blanca, pero que no ha terminado de convencer a una buena parte del país.
La ley de salud aprobada en 2010 dividió USA en 2. Un año antes, un premonitorio artículo en la web Politico ya alertaba de que el debate no era “una cuestión de políticas ni de estrategia”, sino de “diferencias fundamentales de perspectiva”. El escritor y periodista Bill Bishop auguraba en su análisis la brecha social que persiguió a Obama en la campaña por su reelección, en 2012, que seguía presente cuatro años después en las presidenciales que enfrentaron a Donald Trump y Hillary Clinton, y que ha vivido hoy su último episodio.
Bishop hablaba de los 2 modelos de pensamiento enfrentados en la sociedad estadounidense y que se han traducido en los dos bandos que debaten el sistema sanitario: “¿Vamos al cielo por nuestros buenos actos, por lo que hacemos por nuestros hermanos y hermanas en la Tierra? ¿O depende de la relación individual que tengas con Dios? ¿Qué hace mejor al mundo, los actos públicos o los privados?”.
El autor separaba así la visión de Obama, que se presentaba como “el cuidador de mi hermano —llegó a crear un programa público con ese nombre—, de quienes vieron en su sistema de salud para todos una intromisión del Gobierno en los asuntos de los ciudadanos. Los demócratas querían garantizar el acceso a la sanidad para todos los estadounidenses, con ayudas públicas para los que viven con menos recursos. Los republicanos más conservadores vieron en la ley un modelo de redistribución económica que imponía quién ayudaba a quién."
Salir al rescate del 15% de los ciudadanos que carecían de seguro médico era el porqué de esa redistribución y los impuestos el cómo. Y ahí Obama, además de chocar con una perspectiva distinta, se enfrentó al asunto más espinoso de toda campaña electoral estadounidense: ¿subimos los impuestos a las rentas más ricas o no? Su respuesta fue que sí. En los más de 700 folios de la legislación conocida como la Ley de Acceso Asequible a la Salud, está articulado un sistema de redistribución de impuestos que incrementa las tasas de las rentas más altas para poder financiar la sanidad de los más pobres.
El sistema conocido como Obamacare añadió impuestos de cerca del 4% a las rentas superiores a los 250.000 dólares anuales (en el caso de parejas casadas, 200.000 dólares para solteros), otro 0,9% sobre esos ingresos para financiar el programa público Medicare que atiende a los mayores de 65 años y un impuesto más para las empresas vinculadas al negocio de la salud como aseguradoras y farmacéuticas.
Final
La tensión es paradójica. El mismo Obamacare que ahora ha dividido a los republicanos, durante años les ha unido. Desde que en 2010 el presidente demócrata sacara adelante su proyecto, los conservadores lo han considerado un compendio de los males de la izquierda. Da igual que haya extendido la cobertura a 20 millones de personas o que haya puesto veto a la cruel práctica de las aseguradoras de rechazar o esquilmar a pacientes con dolencias previas. Para los republicanos el sistema desarrollado por Obama ataca la raíz de su ideología: amplia la burocracia federal, ahonda el déficit y acaba con la libertad de elección.
Trump, con instinto político, ha sabido monopolizar este malestar. En campaña y como presidente golpeó sin compasión la criatura de Obama y anunció que sería él y nadie más quien la sacrificaría. Y así lo escenificó. A principios de marzo, cuando el líder republicano en la Cámara de Representantes, Paul Ryan, presentó el proyecto alternativo, el presidente se lo apropió. Tras el fracaso judicial de su veto migratorio y con las llamas del escándalo ruso cercándole, la reforma sanitaria se volvió su gran válvula de escape y su primer examen parlamentario.
El proyecto apadrinado por Trump se define por eliminar la obligatoriedad del seguro médico, congelar el programa para los más desfavorecidos y poner fin al aparato impositivo que nutre la red asistencial. La deconstrucción es profunda pero no completa. Sigue prohibiendo a las aseguradoras rechazar a un paciente con enfermedades previas y da plazos para desmantelar la obra de su antecesor. El resultado es un híbrido que no ha satisfecho el ansia liquidacionista de los radicales pero tampoco cumplido la promesa de Trump de garantizar la cobertura universal.