NUEVO CONFLICTO EN BOCA DE POZO

¿Qué quieren los mapuches para destrabar Vaca Muerta?

El Movimiento Popular Neuquino (MPN) a lo largo de toda la dinastía Sapag, priorizó la relación con la comunidad mapuche por la sencilla razón de que su sempiterna morada se encuentra en el mayor enclave de interés económico de la provincia, los yacimientos petroleros. Sabían que no era lo mismo buscar acuerdos con lógicas como las de un eterno sindicalista, como Guillermo “Caballo” Pereyra, que con los principios que guían las organizaciones familiares de pueblos originarios arraigados en los recónditos parajes. Los caciques esperan las ofrendas y los agasajos, pero su representatividad depende del bienestar del pueblo. Los intereses materiales no difieren de los de cualquier grupo, pero también hay tradiciones, ancestros, que se imbrican en toda negociación. Las poderosas multinacionales, apuradas por cerrar negocios, suelen descuidar esta última parte y así sobrevienen cada tanto los piquetes, las denuncias judiciales por contaminación y otras trabas in situ a la producción de petróleo y gas. La YPF de Repsol había contratado a intelectuales desarrollistas mendocinos, Guillermo Ariza y Angel Cirasino, para hurgar en ese aspecto descuidado de la relación y sintonizar un nuevo canal de diálogo con la comunidad mapuche. El apuro capitalista desbarató esas gestiones. Toma la posta el periodista patagónico Claudio Andrade -a quien desde Urgente24 le deseamos un muy feliz día- y escarba en la intimidad de la comunidad originaria la lógica que guía sus acciones, un código que la YPF macrista debería estudiar con atención si quiere activar la explotación de Vaca Muerta y abrirle el camino a las multinacionales que siguen atentamente los bloqueos.

El hombre era un lonko filosófico. No tenía aspecto de filósofo pero de cualquier modo, cuál es la pinta de un filósofo. No llevaba barba. Ni una sábana atada al cuello. Era un gaucho metido en unos jeans viejos y unos zapatos torpedeados por los años.

Vivía en el paraíso. Su casa era sólida, de madera y base de concreto. Su interior amable y gastado como un cuero. Afuera, tendrían que ver el “afuera”, corría un río delicado y sabroso, más allá pastos verdes, frondosos bosques y un poco más alejado aún, las montañas. Como ogros buenos. Como gigantes de una película que muy pocos han visto. Una superproducción anónima. Lo mejor de lo mejor de la Patagonia.

El lonko me habló de la vida. De los derechos, de su cultura. De bueyes perdidos. De sus peleas por migajas. De sus empeños por la tierra en el sur. Su casa estaba ubicada en una reserva pero él tenía una vista espectacular. Exclusiva. Ted Turner, ya la quisieras. Joe Lewis, ya la tuvieras. Otros mapuches debían conformarse con menos. No, no. En esta historia no hay espacio para todos. No hay final feliz. Aunque todos son mapuches: gente de la tierra.

Me mostró viejos acuerdos entre el gobierno y la Confederación Mapuche nunca cumplidos. Sus manos gruesas sosteniendo la memoria vacía de los presidentes.

Las reivindicaciones no fueron al cuete. Desde 2001 a la fecha los mapuches recuperaron unas 240 mil hectáreas. Algo es algo. Nada si se las compara con las 900 mil de Benetton. Otra historia. O la misma que se repite como en un juego circular.

Pasaron las horas. Bebimos mates. Mi cabeza se abrió como un libro. Al salir de su cálido refugio, el lonko nos despidió en la puerta. Dios había descansado allí y yo no creo en Dios. Caminé, mejor dicho, peregriné hasta el río que cantaba a metros de la casa de madera.

En medio del torrente, como una obra de arte a medio terminar, inconclusa, fría y distante, estaba clavado un lavarropas blanco. Abierto. Viejo. Oxidado. Volví mi cabeza al abuelo y le levanté mi mano. ¿Cómo llegó ese lavarropas ahí, pensé, solo pensé? Tenía la misma entidad que un pedazo de mierda de gato en el Louvre. Porque ese paisaje solo es comparable con el arte excelso. Con un cuadro hecho a vuelo de pájaro sagrado.

Y qué menos sagrado que un lavarropa. Entonces entendí.

Nada escapa a la ambición. Nada escapa a la codicia. Como decía Gordon Gekko, la ambición, finalmente, es buena. Nos licua. Justifica nuestros dientes afilados.

Nada escapa a nuestra fastuosa capacidad de ensuciar el espacio que ocupamos.

Hace muchos años quise conversar con un cacique en Zapala. Llevaba una boina con una estrella roja, al estilo del Che. No quiso hablarme. No tenía tiempo para la prensa. No hacía comentarios. No hablaba de su vida privada o pública. Una amiga me explicó: trabajan para el MPN -partido oficialista de Neuquén- y se callan la boca. Como cualquier otro hijo de vecino, el cacique también tenía sus intereses.

Cuando comenzó a temblar Vaca Muerta hasta los muertos quisieron sumarse al baile. Periodistas, escritores, compañías de distinto grosor y estatura, funcionarios, poetas. Mapuches, por qué no. Si allí vivían. Cientos de años de batallas y escaramuzas, toneladas de piedra, polvo y viento que no servían para ningún propósito. Hijos del rigor. Personajes inconfesados de un relato de Juan Rulfo: los mapuches. De pronto: el petróleo. ¿Petróleo dijo? ¿Acá? Sí, haber había pero ¿tanto así? Así fue.

Un estudio del departamento de Energía de Estados Unidos confirmó que Vaca Muerta -nunca un nombre fue tan escasamente auspicioso- era en realidad una Vaca Eléctrica. Una Vaca a Gas. Una Vaca por Estallar. Una vaca High Tech.

La especulación y la necesidad hicieron el resto. En 1990 un terreno en Añelo no valía. No Valía. Menos que cero. Hoy un 25 x 35 llegará, hum, 1,5 millón, naaaa, 2 millones y te lo estoy regalando. 3 millones y cerramos pero que nadie se entere porque voy a la quiebra con vos. Añelo, tesoro allá al final del arcoíris. Si todo sale bien no habrá un Añelo, serán dos, tres Añelos. Ciudades de 20 mil habitantes cada una. Hay un mapa. Una maqueta. La tienen en el municipio. Es real.

Los mapuches radicados en la cordillera estaban ocupados en seguir recuperando territorios paradisíacos. Lo suyo era imaginar gente de camping. Poner un camping efectivamente. Bueno, no, un hotel. Un hotel con casino. ¡Casinos! Alguien pronunció la palabra mágica. ¿Pero petróleo? No. Acá hay ciervos, muchachos. San Martín de los Andes, Bariloche, La Angostura, El Bolsón. Pumas, gatos, caballos, jabalíes, huemules llenos de ilusiones. Caza. Legal y furtiva. El nahuelito, centros de esquí, cualquier cosa menos el oro negro.

¿Y los demás? Bueno, los demás mapuches estaban entre la ciudad y el Purgatorio. Miles de hectáreas imaginadas por Cioran y Beckett en una borrachera donde lo que menos hicieron fue cantar y coser. El mundo más duro de los mundos. Hay que ser del sur para amar ese sur. O no serlo en lo absoluto. Horizonte. Planicie. Poca agua. ¿Poca?

Y justo allí, bajo sus pies y bajo su desesperanza estaba el fluir oscuro y demencial que mueve al mundo.

Las negociaciones mapuches-empresas-gobiernos no estuvieron a la orden del día. Cuando se tiene dinero, poder y ganas, no se negocia con nadie. Vaca Muerta es el diamante reluciente del planeta energético, no solo porque es la principal reserva de gas del planeta y una de las más importantes de crudo, sino porque no hay gente, no hay personas. Hay, pero muy pocas. Entonces, el derrame de combustible, el ruido de las excavaciones, los efluvios corporales de los miles de operarios destinados en los pozos no le preocupan a nadie. La soledad, el aislamiento son sinónimos de buenas noticias en este negocio.

En Allen, por ejemplo, está ubicado el mayor yacimiento de gas de Río Negro. Un bendito monstruo. YPF tiene apostada allí una exquisita maquinaria. En breve invertirá US$ 56 millones más para duplicar su producción. De 2 millones a 4 millones de m³ de gas. Pero, oh problema, qué quilombo, de un lado tiene a General Roca con 140 mil habitantes y del otro a Cipolletti con otro tanto. Allen suma unos 30 mil. Pregúnteles a los ingenieros de la empresa si los vecinos se quejan. Si, mucho.

Pero Vaca Muerta, querido.

Muchas cosas pasaron entre el boom del yacimiento convencional y el hoy. Entre 2012 y hacia atrás, considerando toda la historia del petróleo en la Argentina, el vínculo de las empresas productoras con el pueblo mapuche fue conflictivo pero de bajo perfil. No porque no existiera, no porque no importara. Ocurría que las dimensiones del negocio eran otras. Entonces nadie hablaba de marcas mundiales. De negocios con mayúscula que solo podíamos observar en Estados Unidos. Pienso “Giant”, con….con...Rock Hudson, Elizabeth Taylor y James Dean, esos, esos, gracias.

El crudo nevando sobre nuestras cabezas como lo que efectivamente es: agua bendita. Con el informe del Departamento de Energía, las familias de la Confederación Mapuche entendieron que era ahora o nunca. En 2007 habían iniciado una denuncia judicial por contaminación contra Repsol-YPF por US$ 440 millones de dólares (contra un pasivo ambiental calculado en US$ 1000 millones, cuentan). Sí, 440. Millones. De. Dólares. Llegó a la Corte Suprema y… Me acaban de informar que volvió a la Justicia Federal en Neuquén.

Es justo el que las familias Kaipayiñ y Paynemil quieren reactivar contra YPF, ahora para espanto del gobierno de Omar Gutiérrez y la gestión de Juan José Aranguren.

A partir del 2018, el gobierno de Mauricio Macri espera que Vaca Muerta reciba inversiones anuales de US$ 20.000 millones. Podrían ser US$ 10.000 en 2018, en verdad, opinan en Neuquén, pero en el 2019 será US$ 20.000 millones.

Este año, el secretario general del gremio petrolero, Guillermo Pereyra, el intendente de Horacio Quiroga, el gobernador Gutiérrez y hasta el ex gobernador Jorge Sapag, estuvieron en Houston, entre otros centros de producción convencional y no convencional.

En todos los casos las preguntas de rigor fueron: cómo anda la relación con los gremios ¿Hay piquetes o no? (todo esto dicho en inglés, obvio, algo así como “Pal, how do you see the relationship with the workers' unions, are there “piquetis”?). La respuesta siempre fue: podemos controlar a los trabajadores, for sure. Pero con los mapuches es otra historia. La Confederación Mapuche no es un gremio y es mucho menos orgánica de lo que se piensa. Aquí nadie manda más que la propia familia.

De modo que las negociaciones que comenzaron con los “permisos” de paso, terminaron en las “cuotas” de perforación. En el medio hay camionetas 4x4, intentos de domar un territorio seco y salvaje, apoyos sociales, caminos mal enderezados, y cosas por el estilo. Negar, como se niega por parte de los líderes indígenas, que existen intereses económicos, es cuando menos cómico. Obvio que los hay. ¿Y?

La Confederación Mapuche exige lo improbable para obtener lo acostumbrado. Las empresas no lo hacen mal. Al pedido de reparación y no contaminación responden con hectáreas irrigadas y agua. Pero quien tiene en el sótano de su casa 22.500 millones de barriles equivalentes siempre pedirá oro y champagne.

El paraíso puede adquirir muchas formas. Un paisaje único atropellado por un lavarropas. O un desierto spaghetti western bañado en combustible.

Los enviados a Houston no pudieron responder con certeza a esta última pregunta. Las comunidades mapuches quieren su tajada y si van a vivir en medio de la contaminación, quieren una tajada mayor. El territorio ha sido contaminado, cierto. Y aquí podríamos inferir que la industria, cualquier industria, por defecto contamina. Remediar la contaminación llevará años y enormes cantidades de dinero. ¿Es es el dinero en disputa? Pues no. Las conversaciones son más pueriles. Son discusiones lógicas. Tener plata en el bolsillo, es de lógica pura.

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