LA DICTADURA DE LOS TRIBUTOS

Trabajar para la AFIP: Se lleva toda la ganancia de cualquier comercio

Mucho se ha especulado acerca de lo que realmente sucedió en La Salada. Cada día pierde peso la creencia de que fue una denuncia de Elisa Carrió lo que disparó el procedimiento parcial. Prevalece la idea de que había una investigación en curso probablemente porque uno de los propietarios del complejo había negociado con un sector de Cambiemos para quitarse de encima al otro propietario en una actividad que ha alimentado a la política desde hace 20 años. Alguno le agregó la idea de presionar a Martín Insaurralde, de quien se pretendía que saltara a Cambiemos. Pero, en definitiva, y Eduardo van der Kooy lo reportó en el Clarín dominical, las malas noticias de la economía impusieron el tema en la agenda: había que tapar aquello que no convenía. En la cuestión de La Salada como sinónimo de corrupción también apareció la cuestión de la evasión tributaria (aunque bastante ya se había avanzado en la normalización de la actividad en los galpones, no tanto en los puestos en la calle) y el 'truchaje' de marcas y diseños (un tema vidrioso porque los talleres que trabajan para los legales también trabajan para los ilegales, y de eso viven muchas costureras y trabajadores informales). Pero es muy interesante lo que propone el Instituto para el Desarrollo Social Argentino al incluir en la agenda de La Salada la cuestión tributaria de todos los comercios, que con esta feroz presión impositiva que imponen políticos nefastos y un Estado extorsivo, vuelve inviable casi cualquier actividad comercial. Los políticos vienen escapando al debate público (de hecho, el PRO ni lo abordó en casi 2 años, ¿qué queda para el populismo de CFK?) pero, por ejemplo, la doble imposición llamada Ingresos Brutos es inviable. Requiere algún pronunciamiento judicial importante (de lo contrario ¿para qué le pagamos a los magistrados y régimen previsional de lujo?). Ni hablar del impuesto al cheque, que hay que decidir renovarlo o no. Vayamos al tema de Idesa:

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Idesa). Con una resonante intervención policial fue detenido el líder de “La Salada”. Se trata de un emprendimiento que había comenzado siendo un espacio marginal de venta de ropa para gente humilde y terminó siendo un mega-emporio de ingresos millonarios basado en la evasión impositiva, la venta de productos falsificados, la extorsión a vendedores informales y de lazos corruptos con la política.

Solo con diferencias de matices, estas ferias de ventas ilegales se reproducen en otras partes del país. En muchos casos incluyen además la invasión del espacio público. La Salada, lejos de ser un caso excepcional, es el arquetipo de una modalidad de comercialización profusamente extendida en el país. Tan es así que estos lugares pasaron a ser llamados coloquialmente las “Saladitas”.

¿La erradicación de estas prácticas delictivas depende sólo de las intervenciones policiales? Para indagar sobre este tema resultan sugerentes algunas evidencias que se encuentran en el informe Doing Business, del Banco Mundial. Esta publicación mide, para una gran cantidad de países, cuánto representan los impuestos en la rentabilidad normal de un comerciante. Para el caso de la Argentina señala que:

> El impuesto a los Ingresos Brutos representa el 53% de la rentabilidad.
> Las contribuciones patronales para la seguridad social el 29% de la rentabilidad.
> El impuesto al Cheque el 17% de la rentabilidad.

Estos datos muestran que solo estos 3 impuestos absorben toda la rentabilidad que un comerciante esperaría obtener de su actividad bajo condiciones normales.

Si se suman el resto de los tributos, Doing Business estima que se llega al equivalente de aproximadamente el 106% de la rentabilidad normal.

Es decir, bajo el actual sistema tributario sólo quienes logran una rentabilidad superior a la normal estarían en condiciones de cumplir con el pago de todos los impuestos y generar un excedente.

Para quienes no tienen una posición dominante de mercado que les permita obtener una rentabilidad extraordinaria la única alternativa que les queda es operar en la informalidad.

(N. de la R.: De lo contrario, hay que incursionar en actividades ilegales. El Estado argentino, simbolizado por la AFIP, no deja otra alternativa).

Los problemas no se agotan en el nivel de los impuestos. La burocracia también provoca que una enorme mayoría de pequeños emprendimientos sean viables sólo si operan en la ilegalidad.

El mismo estudio del Banco Mundial señala que abrir un negocio en Argentina lleva 25 días, obtener un permiso de construcción 1 año y hacer los trámites para pagar los impuestos consume 45 días al año, cuando en países avanzados abrir un negocio lleva 1 día, obtener un permiso de construcción 1 mes y los trámites para pagar los impuestos consume sólo 7 días al año.

Para terminar con las “Saladas” no alcanza con el accionar policial. Es fundamental crear un entorno regulatorio mas amigable y establecer un sistema impositivo más racional.

Por abusivas y onerosas que sean las condiciones de las “Saladas”, terminan siendo menos confiscatorias que las obligaciones que impone el Estado.

Los pequeños emprendedores toleran los costos económicos y humanos de operar en la informalidad porque peor es intentar hacerlo bajo el amparo del Estado.

Por eso, los extorsionadores y criminales pueden obtener enormes beneficios y hasta se permiten contaminar al poder político.

Es auspicioso que la policía desmantele esos lugares de ilegalidad y someta a sus mentores a la justicia. Pero no será sustentable si no se baja sustancialmente el costo de trabajar y comerciar en la legalidad.

Las “Saladas” son la demostración más cabal de la necesidad de contar con un Estado moderno, que gaste menos y administre mejor. Esta es la única vía para disminuir la presión impositiva, brindar servicios de calidad y, de esa manera, darle a la gente la opción de poder trabajar en la legalidad y con decencia.

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