Pocos escalones faltan bajar para tener la peor campaña electoral de la historia argentina. Mientras el kirchnerismo le tira por la cabeza el 'caso Maldonado' al macrismo, el antikirchnerismo hace lo propio con el 'caso Alberto Nisman' a Cristina Fernández de Kirchner y su entorno. En un marco de escuelas tomadas, impulsadas por la izquierda inconsciente, y una euforia exagerada de los funcionarios oficialistas sobre el devenir de la economía; los candidatos evitan discutir los grandes problemas reales de la Argentina, algo que hace más de dos décadas ni ensayan ni tiene capacidad de realizar algo tan esencial para un país como proyectar un modelo a 30 años vista.
ÚLTIMO MES DE CAMPAÑA 2017
"Cambiamos, pero no tanto como Argentina lo necesita"
Realista y demoledor Claudio Chiaruttini: "En las guerras se evita atacar hospitales, salvo en el Gran Buenos Aires, donde se han producido media docena de tiroteos en las guardias de los centros de salud en los últimos años; las escuelas son terreno de “ejercicio revolucionario” de gremios combativos y partidos de ultraizquierda, los gremios son cajas que enriquecen a sus dirigentes, cristalizados en el poder, que deciden o no una medida de fuerza según el dinero que se les gira a sus obras sociales. Y 25 millones de personas viven de lo que producen sólo 9 millones. Una locura." Pero él también afirma: "Para cada votante, la economía va cómo dice su bolsillo; y la realidad confirma que las familias están rearmando su esquema de gastos, que ante le seguidilla de aumento de tarifas públicas y servicios privados, no permiten estabilizar un “modelo” eficiente y eficaz del uso de los ingresos familiares."
Es cierto que a los electorados, salvo una mínima parte que no llega al 10% del total, no le interesan las discusiones serias sobre temas conceptuales y decide su voto siguiendo sentimientos o intereses. Revisten la preferencia de razón para seleccionar su candidato y su voto y en 2 años repiten el proceso. La consecuencia es que en la Argentina se ha llegado a niveles ridículos de poner en duda todo concepto de vida social ordenada, a tal punto, que una Jueza de Instrucción no teme avalar la toma de colegios por razones políticas, tirando 200 años de pedagogía y técnicas educacionales probadas en el mundo por un exceso de “progesismo” o corrección política.
En las guerras se evita atacar hospitales, salvo en el Gran Buenos Aires, donde se han producido media docena de tiroteos en las guardias de los centros de salud en los últimos años; las escuelas son terreno de “ejercicio revolucionario” de gremios combativos y partidos de ultraizquierda, los gremios son cajas que enriquecen a sus dirigentes, cristalizados en el poder, que deciden o no una medida de fuerza según el dinero que se les gira a sus obras sociales. Y 25 millones de personas viven de lo que producen sólo 9 millones. Una locura.
Estamos en una Argentina sin modelo de producción que, por obra y gracia de los inversores privados y los consumidores extranjeros, sobre todo chinos; concentra 63% de sus exportaciones en el rubro agropecuario, al tiempo que 1/3 del dinero que entra por esas vías los gastamos en viajes turísticos al exterior y otro 20% en importar autos o partes para los consumidores de más alto poder adquisitivo; mientras tenemos 30% de la población pobre hace más de una década y media.
No tenemos Plan Económico, pero tampoco un Plan Educativo Moderno, ni un Plan de Industrialización, ni un Plan de Reducción del Gasto Público y baja de la Presión Fiscal, ni un Plan de Lucha contra la Pobreza (algo en serio, no la repartija de planes sociales), ni un Plan de Salud orgánico y racional; y podríamos nombrar otra media docena más, pero los ejemplos alcanzan.
Pero eso no es problema sólo de “Cambiemos”. Tampoco la oposición tiene un plan orgánico para algo serio. El panperonismo habla del pasado sin explicar en dónde se equivocaron en ese pasado o cómo se logra tener 30% de pobres en medio de supuestas políticas de “Justicia Social”. A su vez, la izquierda lanza modelos de país que no se aplican en ninguna parte del mundo o, peor, son los que sumen en la máxima pobreza a cubamos y venezolanos.
El fin de semana pasado y el actual, los medios se llenan de notas sobre las estrategias para sumar votantes de las principales fuerzas políticas que se enfrentan en Octubre. Recorridas selectivas, públicos cuidadosamente seleccionados, avanzar sobre segmentos de votantes ignorados, cambios de mensajes, de estilo o de formas. Sin embargo, la realidad es que no son un conjunto de “francotiradores electorales” que apuntan y seducen votantes, oficialismo y oposiciones son pescadores con “medimundos”, pescando votantes como se pueda.
En cualquier parte del mundo, tener a una fuerza de seguridad como la Gendarmería en el ojo de la tormenta sería un tema de gravedad institucional; más cuando algunos efectivos son culpados de la supuesta desaparición de una persona o cuando sus técnicos aseguran que fue asesinado un Fiscal Especial que iba a presentar una acusación directa contra la Presidente de la Nación en ejercicio. Pero en la Argentina, se usan ambos casos como “materia prima” de la campaña electoral para atacar a los enemigos; lo que no resuelve las investigaciones en curso, al contrario, las “embarran” a tal punto que quizás nunca sabremos la verdad sobre lo que les pasó a Santiago Maldonado o a Alberto Nisman.
En forma figurada, se puede decir que hoy la elección de Octubre se definirá más en Comodoro Py que en el supermercado. El kirchnerismo polariza con el Caso Maldonado, con la toma de colegios, con el caso Milagro Sala o inventando casos de censura que no existen. Por el otro lado, el antimacrismo levanta el caso Nisman, pide el desafuero de Julio de Vido en el Congreso de la Nación y espera el primer juicio oral que puede poner en la cárcel al ex Vicepresidente de la Nación, Amado Boudou.
Mientras el ministro de Producción, Francisco “Pancho” Cabrera tuitea que la Argentina “entró en uno de los ciclos de crecimiento más saludables de la historia”, los economista ortodoxos hablan de “recuperación débil”, inversores extranjeros exigen más cambios “sino los mercados le van a pasar la cuenta al Gobierno” y los economistas heterodoxos no dudan en sostener que estamos en la “fase de estabilidad del proceso recesivo”.
En realidad, poco importan las definiciones de los especialistas. Para cada votante, la economía va cómo dice su bolsillo; y la realidad confirma que las familias están rearmando su esquema de gastos, que ante le seguidilla de aumento de tarifas públicas y servicios privados, no permiten estabilizar un “modelo” eficiente y eficaz del uso de los ingresos familiares. Esto sin contar que hay sectores que se están recuperando y otros que no, en forma muy despareja, lo que tiene al consumo frenado, como pocas veces se ha visto en los proceso de reactivación económica previos.
Las encuestas que se conocen muestran un electorado que está cambiando hacia posiciones más de centro derecha que hace 5 años. Es el famoso “Péndulo Argentino” que nos lleva de un extremo al otro de escenario ideológico. Sin embargo, el gradualismo aplicado por el macrismo también hace paulatino este cambio. No es tiempo de ilusiones privatistas o de planes para desguazar al Estado, pero es inevitable una mayor participación de los inversores privados para darle impulso al camino que inició el Estado bajando retenciones o invirtiendo en obra pública.
El Presupuesto 2018 confirma algo: El Gobierno cumple lo que promete en metas económicas. Los datos confirman que no hay grandes desvíos presupuestarios respecto del Presupuesto 2017, mientras que en el kirchnerismo hubo un 34% promedio de desvío a través de partidas modificadas o aumentos de gastos no autorizados por el Congreso. Es un gran cambio, torna a una Argentina impredecible en predecible, pero no alcanza para seducir a inversores de largo plazo.
Tal como en los Presupuestos 2016 y 2017, el que se analiza en el Congreso mantiene las políticas de largo plazo ya anunciadas: gradualismo, ajuste moderado, reducción de Gasto Público por rebaja de subsidios (que son compensados por más gastos en servicios para las familias), sin devaluación. Además, subestima la inflación y, posiblemente, el crecimiento del PBI, lo que implica que la Casa Rosada busca tener excedentes para cubrir posibles conflictos sociales o sorpresas externas.
Pero analizar el Presupuesto queda relegado en la discusión política pública, sobre todo en las RRSS (redes sociales), donde la “batalla” entre kirchnerismo y antikirchnerismo se concentra en denuncias y “revelaciones” que, en muchos casos, no dejan de ser mentiras que deben ser desmentidas. Pero estamos en tiempo de “postverdad”, lo que implica que los mensajes se repiten y multiplican a tal punto que no se puede separar la verdad de la mentira y, en algunos casos, ya no importa qué es verdad o qué es mentira.
Para un votante antikirchnerista no hay prueba que se pueda mostrar que lo convenza de que CFK no es corrupta. Para el votante kirchnerista no hay prueba que se pueda presentar que los convenza de que Mauricio Macri no fugó divisas con sus sociedades en Panamá. “La Grieta” es tal que aquellos que votan por opciones no macristas ni kirchneristas tienen posiciones bien claras sobre la ex Mandataria o sobre “Cambiemos”.
Es el caso de las supuestas revelaciones de los “Panama Papers”, en donde surgieron cuentas de funcionarios macristas, con el propio Mauricio Macri a la cabeza, y se ocultaron algunos supuestos “testaferros” del kirchnerismo; y sin que haya delitos comprobados, se creó la idea de un Gobierno de “fugadores de divisas”; tal como no se cansó de repetir el menguante ecosistema de medios kirchneristas. Pero esta semana la Justicia separó al Presidente de la Nación de cualquier maniobra delictiva. Sin embargo, en las RRSS opositoras, nada se dijo del tema; ni lo hará en un futuro, y si lo hace, dirá que la Justicia responde al poder de turno.
La decisión judicial llega tarde y no tiene impacto. No suma votos al oficialismo ni resta votos a la oposición. Lo mismo se puede decir del Caso Maldonado o del Caso Nisman. Uno de los problemas que tiene que la campaña electoral se despliegue alrededor de casos policiales o causas judiciales es que reconfirman a los diferentes públicos en sus elecciones políticas, pero no causan giros en el electorado. Es decir, cada denuncia o hecho policial, sea cual sea su condimento político, hace a los kirchneristas más kirchneristas y a los antikirchneristas más antikirchneristas. De allí los problemas que tienen otras fuerzas políticas para ingresar con sus propuestas o ideas en un escenario tan polarizado.
Así, la Argentina pierde tiempo en denuncias o trámites judiciales, sean reales o falsos, tengan o no resolución, a favor o en contra de una de las partes; mientras que los temas de fondos no se analizan. Por eso, si se realizan los famosos debates televisivos que se prometen, veremos muchas chicanas, acusaciones y agresiones y pocas propuestas serias, y viables, de impacto favorable. Cambiamos, pero no tanto como Argentina lo necesita.
La exuberancia kirchnerista choca contra el gradualismo macrista. En el discurso, la acción, las estrategias, los “relatos” y en los personajes vemos este constante choque de formas y fondos. Es cierto que el kirchnerismo está en su “Cuarto Menguante”, pero hace más “ruido” que todo el resto del panperonismo y aparecen como más peligroso. Por eso la campaña electoral que veremos no será para nada tibia.