Hay algo que ya es evidente para todos los políticos y periodistas: Aníbal Fernández no tiene trabajo en el Ministerio del Interior, que fue vaciado de funciones por el organigrama propuesto por Eduardo Duhalde, en el año 2002, y por Néstor Kirchner con un sistema de toma de decisiones muy concentrado en el 1er. piso de la Casa Rosada.
Anibal holgazanea todo el día, se aburre y, entonces, decide divertirse / divertir al Presidente, con sus burradas.
Fernández no logra encontrar su rol en el Gobierno, excepto el de hacer de bufón. Siempre intenta sorprender con una estupidez mayor que nadie, devenido en un Armando Gostanián o algo semejante de Néstor Kirchner, a quien le provocan carcajadas las respuestas a la prensa de Fernández, a la vez que observa cómo se diluye la trayectoria de quien aspiraba -a la hora de soñar- a gobernador bonaerense y a Presidente de la Nación.
Hoy, el ministro del Interior, Aníbal Fernández, le dijo a Radio 10 acerca del publicitado asado en el Regimiento de Patricios: "Pampuro fue desconociendo a qué iba, cayó como peludo de regalo a una reunión que, si usted la hace en el quincho de su casa, tiene otro valor que si la hace en el Regimiento de Patricios".
Es probable que el ministro de Defensa, José Pampuro, no estuviera al tanto de lo que ocurría en Patricios, pero eso proviene de otros motivos: el general Roberto Bendini no le había informado de la autorización que había brindado al ágape, y Pampuro es un un recurso humano poco calificado en un Gobierno de escasos recursos humanos.
Lo que sorprende es cómo Horacio Verbitsky ha prestado su pluma a tremenda felonía, sólo comparable a cuando Raúl Alfonsín obligó a la agencia Diarios y Noticias a inventar un cable sobre un supuesto complot, que inició la salida del fundador de la agencia, Horacio Tato, y en parte su posterior suicidio.
Verbitsky ha hecho el ridículo de forma increíble, provocando comentarios diversos en las mesas de la gente más informada de la Ciudad de Buenos Aires, en general con alusiones a cuando el perro pierde el olfato, probablemente porque a Verbitsky lo apodan el Perro.
En cuanto a Martín Granovsky, el jefe de Redacción de Página/12, ha cometido tantos errores mencionando personajes que en las próximas horas recibirá más de una carta-documento intimándolo a retractarse, comenzando por una persona que dice que estuvo vinculado al cártel de Juárez mexicano, y se equivocó: no se trata de la persona que él cree, sólo tiene el mismo apellido.
Pero Verbitsky y Granovsky son periodistas. Aníbal Fernández es un funcionario. No tiene respeto a otros ministros del Interior que lucieron decoro, eficiencia y alto vuelo político. Por ejemplo, un Arturo Mor Roig, que de conocer a Aníbal Fernández probablemente le hubiera ofrecido una vacante en el servicio gastronómico de la Casa Rosada.
De todo lo ocurrido con el falso complot, lo que preocupa es descubrir un Gobierno que anhela un acontecimiento que le permita escarmentar a sus adversarios, y que además ni siquiera se toma el trabajo de informarse con cierta precisión antes de actuar.
Es de una irresponsabilidad notable la conducta del Presidente y sólo obliga a temer que tome otras decisiones semejantes.
En esta precariedad se explica cómo es que sorprendió al Gobierno la crisis energética; cómo es que casi han aislado a la Argentina del resto de la región; cómo es que denuncian y luego piden favores a diversas empresas.
En cuanto a Fernández, comienza a resultar una suerte de Groucho Marx versión K (le faltan los lentes, es verdad). Ha iniciado un camino sin retorno hacia el ridículo, algo terrible para un hombre tan ambicioso y tan pagado de sí mismo.
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(*) U24, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, 2004.
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