Fin del petróleo barato

POR TIM APPENZELLER Para comprender qué ocurre en Venezuela, Colombia y Bolivia, desde el Oriente Medio (Irak, etc.) y África, hay que ubicarse en un conflicto que mezcla a la geología, la política y los hábitos de consumo. Ocurre que estamos viviendo en el principio del fin del petroleo barato.

Debajo de casi dos kilómetros de océano y otros cinco kilómetros de fango y roca, el premio aguarda. En la superficie, una enorme nave de perforación llamada Discoverer Enterprise se esfuerza por alcanzarlo. En la primavera de 2003, el Enterprise llevaba dos meses manteniéndose sobre el mismo sitio en el Golfo de México, taladrando un pozo hacia lo que se estima serán unos 1.000 millones de barriles de petróleo debajo del lecho marino: el mayor campo petrolero descubierto en territorio estadounidense en tres décadas.

El Enterprise, de 255 metros de eslora, se sacudía cada varios minutos y sus propulsores lanzaban una ráfaga de potencia para contrarrestar la fuerte corriente. A la sombra de la torre de perforación de 23 pisos de altura, ingenieros y gerentes se reunían en grupos pequeños. "Tenemos un agujero inestable", se lamentó Bill Kirton, supervisando el proyecto para British Petroleum.

El taladro había penetrado a 5.200 metros debajo del lecho marino. En lugar de perforar directamente hacia abajo, se había desviado un kilómetro hacia un lado, alrededor de una enorme columna de halita. Pero cuando faltaban 600 metros, el avance se había detenido. El agua se filtraba en el pozo desde la roca contigua y debía impedirse que se propagara para que el hilo de agua no se convirtiese en un chorro de crudo fuera de control.

El problemático pozo era sólo uno de los 25 que BP había decidido perforar en el gigantesco campo, que se extiende sobre 140 Km2 de lecho marino. El proyecto, que incluye una plataforma flotante que recolectará el petróleo de los pozos y lo llevará por medio de tuberías hacia la costa en el año 2004, fue presupuestado en US$ 4.000 millones. Pero si los pozos cumpliesen las expectativas, a la larga cada uno proporcionará decenas de miles de barriles diarios.

Resulta difícil imaginarlo al ver las camionetas 4x4 y los vehículos más grandes congestionando las autopistas pero estamos en el ocaso de la abundancia de petróleo.

Aún no hay escasez mundial; estamos lejos de ello. El mundo todavía puede producir tanto crudo que el precio actual de más de US$ 35 el barril de 159 litros de crudo, caería en picada si la Organización de Países Exportadores de Petróleo no limitara la producción.

Esta abundancia significa, por ahora, que el petróleo es relativamente barato. En USA, un galón (3,78 litros) puede ser más económico que una botella de agua mineral, haciéndolo tan barato que la mayoría de las personas no se preocupa por el ahorro. Si bien la demanda de petróleo es alta en todas partes, USA sigue encabezando la lista de los consumidores, ya que consume un 25% del que se extrae en el mundo, aunque sólo tenga el 5% de la población mundial.

Sin embargo, como saben los perforadores del Enterprise, saciar la sed de petróleo que tiene el mundo es ahora más difícil que antes. Ya no se puede contar con las antiguas fuentes.

En USA –sin contar Alaska y Hawai-, los pozos ya se vaciaron y se obtiene menos de la mitad del que producía en su momento climático, 1970. La producción de la ladera norte de Alaska y del Mar del Norte, en Europa, prósperas regiones petroleras hace 20 años, está disminuyendo. La agitación social y política en Venezuela y Nigeria amenaza el flujo del crudo. Oriente Medio sigue siendo la veta principal, pero la guerra y la inestabilidad ponen de relieve los peligros de depender de esa región. Y por eso las compañías petroleras están buscando nuevos abastecimientos y afrontando altos costos.

Pero, al final, la búsqueda de más petróleo barato será insostenible: no sólo porque el consumo de petróleo impone severos costos al ambiente, la salud y los contribuyentes, sino también porque la adicción del mundo al petróleo está apresuando la hora final.
La forma de vida de la humanidad choca contra la geología: la cruda realidad es que la Tierra tiene un abastecimiento finito de petróleo. El flujo de crudo de los campos de todo el mundo a la larga alcanzaá su punto máximo y luego menguará. Puede ser dentro de cinco años o dentro de 30; nadie está seguro, y los geólogos y economistas están enfrascados en un debate acerca de cuándo será "el punto álgido del petróleo". Aunque pocos dudan que se aproxime. "En nuestra vida –dice el economista Robert K. Kaufmann, de la Universidad de Boston- tendremos que enfrentar una cúspide en el suministro de petróleo barato".

Los países deben planificar políticas que contemplen esta realidad de escasez futura, considerando que la reconversión exigirá mucho dinero y tiempo.

Algunos expertos prevén consecuencias funestas: escasez, aumento de precios, trastornos económicos y un desesperado impulso por extraer petróleo de fuentes "no convencionales", como las arenas de alquitrán o el esquisto de petróleo. Otros creen que, si frenamos el uso del petróleo y desarrollamos alternativas sustentables ahora, podremos retrasar el punto climático e independizarnos del petróleo más fácilmente cuando suceda lo inevitable.

"Hay muchas cosas que se pueden hacer para facilitar la transición –dice Alfredo Cavallo, consultor de energéticos-. Y se puede llevar una buena vida con un sistema sustentable".
Como escribe Daniel Yergin en su libro acerca del petróleo, El Premio, vivimos en "la Era del Hombre del Hidrocarburo". En todo el mundo, el Hombre del Hidrocarburo se está volviendo más sediento. En USA, donde se espera que el consumo de petróleo crezca en casi un 50% en 20 años, los vehículos y las camionetas pequeñas están desplazando a los eficientes sedanes y a automóviles como el familiar estándar.

También China está aprendiendo a beber mucho. Hace casi una década, la nación más poblada del mundo tomaba petróleo a sorbos, con sus calles llenas de bicicletas en lugar de tráfico motorizado. Pero el año pasado, los hombres de éxito reciente compraron más de dos millones de autos, un 70% más que en 2002.

Tal vez China ya haya rebasado a Japón para convertirse en el segundo consumidor de petróleo en el mundo. Para 2025, China utilizaría 10 millones de barriles diarios, la mayoría de los cuales provendrá de allende sus fronteras. Ése es un problema familiar en USA, donde las raíces de la dependencia del petróleo se hicieron más profundas en 1971. Durante 1970, USA produjo más del 66% del petróleo que necesitaba. Sin embargo, en el segundo trimestre de 1971, los inmensos, y aparentemente inagotables campos de Texas, no pudieron producir más rápido.

Esto se volvió dolorosamente evidente dos años después, cuando los líderes árabes instauraron un embargo petrolero contra USA, en represalia por el apoyo de Washington a Israel durante la guerra de Oriente Medio, en 1973.

Los yacimientos de la Unión Americana no pudieron compensar la diferencia. Las filas en las estaciones de expendio crecieron y los precios se elevaron, dándole así a los estadounidenses su primera lección sobre la fragilidad del abastecimiento de petróleo.

El límite de velocidad se redujo a 90 kilómetros por hora, para ahorrar combustible, y las ventas de los eficientes autos japoneses y europeos aumentaron. La revolución de 1978 en Irán cortó las exportaciones de crudo de ese país y causó un segundo choque petróleo.

Para 1981, el consumo en USA había descendido casi un 15% desde 1978, cuando marcó su nivel máximo. Los altos precios alentaron el desarrollo de yacimientos aparte de los del Golfo Pérsico: en la ladera norte de Alaska, en México y en el Mar del Norte.

Los nuevos campos aumentaron el suministro mundial de petróleo, y por la lógica del mercado, más oferta y menos demanda llevaron a un colapso de los precios. A mediados de la década de 1980, el petróleo se vendía a menos de US$ 25 actuales por barril. El control de la OPEP se debilitó, y su participación de mercado cayó del 55% al 30%; y a pesar de que los disturbios en Venezuela, Nigeria e Irak habían elevado los precios, "todavía es muy barato", dice Cavallo.

Del otro lado del Atlántico, frente a las costas de Camerún, en África occidental, una gigantesca terminal de oleoductos está ayudando a cargar un buque petrolero cada día, con crudo traído desde los campos de Doba, en Chad, donde se calcula que hay 1.000 millones de barriles.

El petróleo comenzó a fluir en julio de 2003, y gran parte de éste va para USA. Con un costo de US$ 3.700 millones, el proyecto es la mayor inversión del sector privado en el África subsahariana: una medida del interés de USA por los 30.000 millones a 50.000 millones de barriles de petróleo atrapados cerca del Golfo de Guinea.

Un creciente flujo de crudo de Chad, Nigeria, Angola y otros países africanos ahora constituye el 15% de las importaciones de USA, y se espera que aumente.

El oleoducto Chad-Camerún es un esfuerzo del Banco Mundial y un consorcio industrial encabezado por ExxonMobil con el propósito de revertir los crecientes costos humanos del desarrollo petrolero en África.

Al alentar la inflación y los sueños de una riqueza rápida, los ingresos por petróleo han debilitado las economías de África dependientes del crudo. En Nigeria, la proporción de la población que vive en la pobreza extrema se ha duplicado hasta alcanzar el 66% luego de tres décadas de producción petrolera.

Los ingresos por este concepto han desaparecido de las arcas nacionales y han pasado, en cantidades sorprendentes, a los bolsillos de funcionarios corruptos: más de US$ 4.000 millones desde 1997 en Angola, por ejemplo. Y el dinero proveniente del petróleo, a menudo, ha alimentado muchas guerras civiles en la región.

Ansioso por evitar esos problemas en Chad, ExxonMobil solicitó la ayuda del Banco Mundial para garantizar que el gobierno de ese país gastara las ganancias del petróleo en su pueblo.

El Banco insistió en que Chad estableciera un comité independiente para administrar sus nuevas riquezas –US$ 109 millones o más en 2004-, reservando la mayor parte para infraestructura, educación y salud. El Banco también supervisó la construcción del oleoducto y determinó que se compensara a los agricultores por cuyos campos pasan las tuberías.

Pero para Terry Lynn Karl, ese arreglo tiene "lagunas tan grandes que cabe en ellas un buque cisterna", y el gobierno de Chad tuvo un mal inicio cuando gastó US$ 4,5 millones –de un bono inicial de US$ 25 millones de las compañías petroleras- en armas.
En Kazajstán, la calidad corrosiva del crudo es literal. Los terrenos del centro de Asia, al este del Mar Caspio, hacen alarde del mayor descubrimiento individual en 30 años: el campo de Kashagan, que podría producir entre 7.000 y 13.000 millones de barriles.

Pero no será fácil. Su petróleo está mezclado con el venenoso ácido sulfhídrico,que requiere equipos y manejos especiales. Y los campos se hallan en el norte del Caspio, un baluarte del esturión blanco, en peligro de extinción, en aguas demasiado poco profundas para las naves comunes y las plataformas petroleras.

En la década d 1990, las primeras vistas de campos como el de Kashagan alentaron rumores de que el Mar Caspio podría ser un nuevo Oriente Medio. Pero cálculos más conservadores ahora indican que la promesa del Caspio es de 17.000 millones a 33.000 millones de barriles.

El verdadero reto para el dominio petrolero del Oriente Medio proviene de otra zona de la extinta Unión Soviética: el oeste de Siberia. Alguna vez baluarte de la industria petrolera soviética, Siberia decreció a principios de la década de 1990 cuando sus pozos y su infraestructura cayeron en mal estado. Pero actualmente está volviendo a escena.

Rusia superó a Arabia Saudita en 2003 como el mayor productor del mundo. Las compañías privadas que se apropiaron de los campos soviéticos a precios de liquidación a principios de la década de 1990 se han tomado en serio la tarea de modernizarlas.

Con la ayuda de especialistas occidentales, las compañías cartografiaron nuevamente los campos con moderna tecnología sísmica para determinar dónde se ocultaba el petróleo y cuál era la mayor manera de extraerlo. Cerraron pozos que no prometían mucho, y obtuvieron más de otros por medio de la fractura hidráulica: el envío de fluidos de alta presión a través de los pozos para romper la roca y abrir nuevas rutas de escape para el crudo.

"Guiamos y desarrollamos los campos como lo había hecho ExxonMobil o ChevronTexaco y estamos obteniendo incrementos (en la producción) de un 205 al año", dice Ray Leonard, petrolero estadounidense y vicepresidente de Yukos, una de las dos principales compañías petroleras de Rusia.

Rusia está bombeando casi nueve millones de barriles diarios y exportando 66% de esta cantidad. La producción sería aún mayor si tan sólo Rusia tuviera los oleoductos suficientes para llevar el petróleo a sus fronteras. Aún así, la producción de Rusia está preocupando a la OPEP.

Leonard estima que las reservas rusas son de casi 100.000 millones de barriles. Él cree que la prodcción de petróleo que tiene Rusia llegará a su punto máximo en un plazo de unos 10 a 15 años, con lo que la OPEP recuperaría luego el control de los precios.

"A mediados de la siguiente década, el precio del petróleo subirá y se mantendrá alto", dice Leonard. Si es así, un tipo inusual de petróleo que existe lejos de Oriente Medio resultará más atractivo.

Se trata de la arena de alquitrán, en Alberta, Canadá, equivalente a 1,6 billones de barriles de petróleo: una cantidad que puede exceder las reservas mundiales restantes del crudo común. Pero no es un crudo común sino un residuo degradado, ubicado en depósitos demasiado dispersos para ser explotados. Las compañías recibieron un estímudo en los ’90 cuando mejoró la tecnología, y Canadá las eximió del pago de impuestos durante los años iniciales. No obstante, Neil Camarta, vicepresidente de Shell Canadá, advirtió: "No es como el petróleo de Arabia Saudita. Es mucho el trabajo que tenemos que hacer aquí".
La arena que tiene que explotarse a cielo abierto, y se necesitan dos toneladas por cada barril de petróleo.

Los procesos son diversos y complejos, incluyendo la cocción a 500ºC para descomponer las enormes moléculas de alquitrán; o bien calentar a temperaturas menores y luego batirlo con gas de hidrógeno y un catalizador. El resultado es un crudo limpio y bajo en azufre. Los costos de producción están por debajo de los US$ 10 el barril y si el precio del crudo se mantiene, las minas en la arena de alquitrán seguirán expandiéndose, con el riesgo de provocar una catástrofe ambiental en el bosque canadiense.
Pero las arenas de alquitrán no serán suficientes para evitar la nueva dependencia del inestable Oriente Medio. La Administración para la Información sobre Energía del gobierno de USA proyecta que en 20 años el Golfo Pérsico proveerá entre la mitad y el 66% del petróleo del mercado mundial: el mismo porcentaje que había antes del embargo de 1973.

En otras palabras, 50 años después, Oriente Medio habrá recuperado su antiguo poder sobre el petróleo... y el gobierno de USA lo sabe.

La amenaza real a la economía mundial dentro de 20 años podría ser una escasez global de petróleo convencional.

Un acalorado debate divide a los expertos. Los pesimistas señalan que los buscadores de petróleo tuvieron sus mejores épocas a principios de los ’60, y que los descubrimientos disminuyeron desde entonces. El nivel máximo del petróleo puede alcanzarse en 2010, según ellos.

Los optimistas dicen que los descubrimientos mermaron porque Arabia Saudita, Irán e Irak nadan en petróleo. El Servicio Geológico de USA, concluyó en un estudio del año 2000 que queda al menos un 50% más de petróleo del que creen los pesimistas, gran parte en Oriente Medio.

Pero Thomas Ahlbrandt, el geólogo que dirigió el estudio del Servicio Geológico, afirma que: "El petróleo y el gas están limitados. Mi impresión personal es que tendremos que preocuparnos en las próximas décadas". No, no se secarán los campos de pronto, pero la manipulación del precio ya no podrá detenerse.

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