Cristina K: dispuesta a todo

La revista Noticias publica una vez más a la Primera Ciudadana en su portada. Pero aparecer en la tapa de esta publicación no es exactamente en donde Cristina Fernández de Kirchner sonó figurar. El semanario de Perfil, enemistado con el oficialismo, publica cómo se prepara la legisladora para la lucha contra el duhaldismo. Lo más probable es que Cristina no se enoje porque se citen las denuncias en sus contra por enriquecimiento ilícito que lidera Elisa Carrio, sino porque en la nota se revela que ella no es bella naturalmente, sino que es una de las tantas víctimas de las cirugías y de las inyecciones de botox.

A continuación reproducimos fragmentos de la nota escrita por Nicolás Wiñazki:

Puede tener razón Néstor Kirchner cuando anuncia que va a cambiar "las viejas prácticas del peronismo bonaerense".

Si su mujer Cristina termina siendo candidata a senadora bonaerense el próximo año (o a gobernadora en el 2007), al menos se vivirá un cambió estético: nunca una candidata del PJ bonaerense usó zapatos Ricky Sarkany y llevó un Rolex Presidente como su mujer.

La mezcla de glamour e imagen positiva transformó a Cristina en el arma letal para enfrentar a los peores enemigos del Presidente: los Duhalde y su poderoso aparato político de la provincia de Buenos Aires. En todas las encuestas oficiales, la senadora marcha primera en intención de voto a gobernadora y su imagen positiva sólo es superada por el propio Kirchner (ver gráficos). En los últimos meses, los rumores sobre la posible participación electoral de Cristina en el bastión duhaldista fueron en aumento. Pero recién tras la escalada verbal de la semana pasada entre el Presidente y su antecesor, voceros oficiales salieron a confirmar la sospecha: creen que la primera dama es la única bomba que puede averiar al sólido aparato asentado en el conurbano.

La influyente. Hoy por hoy, en el Senado, salvo que haya sesión, es muy difícil encontrarse con Cristina por los pasillos. Pasa la mayor parte del tiempo encerrada en su despacho, adonde atiende a su senador preferido: Miguel Ángel Pichetto, el jefe de la bancada, casi su "mayordomo" en las cuestiones legislativas y que pasó de menemista furioso a kirchnerista devoto. Cristina nunca participa de las reuniones del Bloque del PJ, pero es algo así como la jefa virtual de los senadores peronistas. Pichetto es el encargado de "hacerle los mandados" legislativos, y aunque es un hombre de no contrariar a sus superiores, a veces debe escuchar algún grito de la primera dama.

Cristina es la gran operadora del Gobierno en la Cámara Alta, sobre todo en los temas que más le interesan, como la política de los Derechos Humanos. Ningún senador se anima a lanzarse solo en una iniciativa sin antes consultarla. Sus grandes amigas en el Senado son la legisladoras Margarita Perceval y Vilma Ibarra. Con la hermana de Aníbal Ibarra suele tener algún cortocircuito, pero siempre terminan contándose secretos que las divierten. Con el que no se habla es con Antonio Cafiero, cada vez más enojado con el Gobierno porque no lo consultan, algo intolerable para un peronista histórico como él. Pero sobre todo Cristina se cuida de hablar delante del canoso peronista: "Porque enseguida va a contarle a los Duhalde".

Desde que el Gobierno la lanzó como posible candidata, Cristina cambió sus modos en el Senado: antes era más impulsiva y frontal, pero ahora vive un momento de bajo perfil. Antes, se animaba a discutir cualquier tema ante las cámaras, pero ahora se calla y elude las cuestiones conflictivas, como el envío de las tropas a Haití o el paquete de leyes de Blumberg.

Dicen los senadores que la quieren que se ganó el respeto de sus colegas porque ya no es "tan soberbia como antes". Cuando algún legislador le pide que destrabe algún trámite ante el Ejecutivo, por ejemplo, Cristina accede, siempre y cuando el senador que lo pide se haya portado bien con ella y su marido. Dicen sus compañeros de bancada que Cristina es la parte racional del matrimonio Kirchner: "El temperamental es ‘El Flaco’".

Si alguno de sus leales la entusiasma con un proyecto de ley, la senadora se ocupa de contactarlo con el influyente secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zanini: "Ahora te llama Zanini para tomar nota y preguntarte algunas cosas", les dice a los senadores que derraman alguna idea que puede servirle al Gobierno. Y a los cinco minutos llama Zanini.

Nueva Cristina. Esta mujer que hoy está dispuesta a todo, prepara su físico como para ir a la guerra. Por las mañanas está inhallable. Ni sus amigas más cercanas pueden contactarla hasta pasado el mediodía (se despierta a eso de las siete y media, y lee los diarios con un marcador en la mano, con el que subraya las noticias más importantes o sobre las cuales deberá pedir explicaciones). Después sí se dedica a full a la gimnasia, al cuidado del cuerpo y la estética. Alrededor de las nueve, inicia sus sesiones de caminata de una hora, a veces en la cinta que comparte con su marido, a veces por los plácidos jardines de la Quinta de Olivos. Si viaja al exterior, su secretario lleva el jogging para acompañarla por plazas y parques. Luego llegan los masajes. Y dos veces por semana se somete a sesiones del método Pilates. Desde que empezó con esa estricta rutina, la dama bajó al menos dos talles y luce espléndida. Adelgazó casi 6 kilos. Un cambio de look ideal para arremeter contra el duhaldismo.

Cuando sus amigas le ruegan que les revele sus secretos de belleza ella ríe: "Hago mucho ejercicio, tomo sólo agua y como ‘lechuguita’". Así como prepara su cuerpo por las mañanas, las tardes las destina a la política. A su despacho del Senado llega entre las tres y las cuatro, y se queda hasta el crepúsculo, cuando parte a su otra oficina, la que tiene en la Casa Rosada, pegada al despacho presidencial, donde despliega su indudable influencia sobre Kirchner, aunque ambos oculten que tratan en pareja los temas más delicados de la política nacional. Fue en ese despacho en donde se terminó de definir en la última semana la primera etapa del desembarco en territorio duhaldista.

La fascinación por la estética. Tanto ejercicio dio sus frutos, no sólo físicos. Dicen sus compañeros del Senado que desde que Cristina hace gimnasia su ánimo cambió: "Ya no es la misma ‘hincha’ de siempre, ahora está más serena, relajada". Los legisladores, pícaros, dicen que se nota que su cuerpo se estilizó, y que una de las partes que más cambió es "su cola". La mujer vivía acomplejada porque cada kilo que aumentaba iba a alojarse de las caderas hacia abajo. Vestía con ropas oscuras para disimularlo. Pero en los últimos meses se destapó.

Dicen sus amigas más cercanas que "es obvio" que Cristina "se hizo algo en la cara que la rejuveneció". Señalan que muchas de las arrugas de su rostro desaparecieron, sobre todo las de las comisuras de los labios y las de alrededor de la nariz: "Está diez años más joven".
La Reina Cristina tiene una máxima: "No se deben revelar los secretos de belleza". Eso es lo que contesta cuando sus amigas insisten en conocer los trucos para mantener la juventud eterna. Ella niega que se haya implantado botox, pero lo dice lanzando sonrisitas y poniéndose algo colorada. Una confidente dice que es cierto que no se puso botox, y que en realidad se trataría de 6 inyecciones de siliconas (3 en cada mejilla) a un costo de 150 pesos más 1500 por la aplicación, que sólo habría demandado una hora de su ocupadísima agenda.

Además de la ropa, su otra pasión es el maquillaje, al que nunca abandona. En el Congreso recuerdan los agitados días de diciembre del 2001, cuando los jefes del PJ decidían quién iba a suceder al renunciado Fernando de la Rúa. Cristina participó de las reuniones más importantes pero cada tanto salía a los pasillos: iba a empolvarse la cara.

Otra de sus manías es tomar 2 litros de agua mineral por día para mantener su piel hidratada: cada vez que va a las sesiones del Senado se lleva su propia botellita de agua.
Coqueta, ahora que está más estilizada, Cristina suele sentarse con la espalda bien recta y mostrando más que nunca sus escotes. Además se animó a usar transparencias, antes algo impensado en ella, que dice odiar que los medios reflejen su costado frívolo.

La influyente. Al atardecer llega a su despacho en la Casa Rosada. Es cierto que Kirchner la escucha mucho pero siempre es quien tiene la última palabra. Ejemplo: Cristina nunca quiso que su marido hable en el acto de la ESMA. Le parecía que eso "no sumaba" y que con sólo impulsar el Museo de la Memoria bastaba. Pero el Presidente no pudo con su genio y dio un discurso que luego fue muy criticado, a tal punto que marcó junto con el caso Blumberg, el comienzo del "fin de la luna de miel" con parte de la sociedad.
Pero Cristina no sólo influye en los temas relativos a los Derechos Humanos. El trato de Kirchner con el FMI, por ejemplo, también lleva su sello. Dos meses atrás, cuando se debían pagar 3.000 millones de dólares de vencimientos, Cristina le aconsejó a su marido, durante una reunión en Olivos, que el país no debía pagar. Cuando Lavagna se enteró de semejante consejo, se enojó. Aunque después aceptó que la estrategia sirvió para el marketing oficial.

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