450 gendarmes (repartidos en tres turnos de 150 efectivos cada uno) hicieron controles en el barrio conocido como Fuerte Apache a fines de año pasado. La noticia tuvo una gran aceptación en su momento, ya que la ola de inseguridad se había acentuado. Al mismo tiempo, los medios de comunicación difundían a diario información sobre secuestros express y robos, afianzando el miedo y la protesta como método social para demandar acción a las autoridades estatales, responsables de garantizar la seguridad.
Los primeros días hubo una serie de persecuciones y capturas, símbolo de que los operativos daban resultado. Por consiguiente, los funcionarios bonaerenses que impulsaron las acciones iniciales, diseñaron rápidamente un programa de seguridad para la provincia que contemplara la incorporación de Gendarmería con la misión de custodiar las villas.
En La Cava (San Isidro) Solá envió a 350 efectivos de la Agrupación Albatros y de la Compañía Guardacostas, de Prefectura. Se trabajó en puestos de identificación de personas y vehículos en tránsito. Hubo varios detenidos por drogas, robos y secuestros.
Los resultados superaron las expectativas y fueron aplaudidos por los vecinos de San Isidro y otros barrios que conviven con el peligro y la miseria. Pero al mismo tiempo, surgieron otros problemas que no fueron difundidos enérgicamente por la prensa ni fueron atendidos por las autoridades.
Con el ánimo de aplacar el delito en la zona, el gobierno bonaerense le entregó uniformes, armas, camiones y celulares al personal de seguridad con el fin de que patrullaran los barrios, detectaran focos de amenaza, desarticularan bandas y custodiaran las entradas a la villa para de interceptar a aquellos que ingresaran al asentamiento con vehículos u objetos robados.
En un principio, según fuentes de La Cava Chica, los gendarmes cumplieron con sus funciones, pero con el tiempo "los muchachos de 20 o 25 años se hicieron compinches". Es decir que los gendarmes entablaron relaciones con algunos residentes y en ciertos casos alcanzaron un alto nivel de confianza debido al trato cotidiano producto de la falta de rotación del personal y su insuficiente preparación para desempeñar su trabajo.
En la Cava Chica, ya nacieron los primeros 3 hijos no reconocidos de gendarmes, producto de violaciones o de mantener relaciones sexuales con menores. Y según fuentes del Comedor La Casita de la Virgen, (uno de los 14 comedores que asisten a la comunidad), "estos hombres ocasionan más problemas de los que ya había, porque forman mafias con los de acá, usan los camiones para distribuir droga y los recursos que les dan para abusar y emborracharse".
En este marco, autoridades del comedor afirmaron haber visto como los gendarmes utilizan sus armas para asustar a los niños y extorsionar. "El otro día bajaron al Titi de la bicicleta y le pusieron una pistola en la boca. Claro, para ellos es un juego…", agregó el director del conocido comedor.
Según Chiche Gelblung, "La Cava es la villa más peligrosa de la Argentina". Y Quizás tenga razón. Pero esto no quiere decir que todos los que habitan en la Cava son delincuentes. Allí hay mucha gente digna que intenta ganarse la vida y que sufre con una gran intensidad las consecuencias de las sucesivas malas gestiones de nuestro país. También hay gente que intenta salir de su situación marginal con trabajo, estudio, esfuerzo, sufriendo a veces hambre, frío, la falta de luz y agua.
Los vecinos de la Cava Chica han presentado una serie de denuncias y fueron recibidos por el secretario de Seguridad, Norberto Quantin, quien está al tanto de sus demandas. En una entrevista con Gustavo Posse, representantes de la Cava Chica también han manifestado sus inquietudes.
En tanto, el gobernador Felipe Solá planea reunirse con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández para reclamar el envío de $100 millones para la lucha contra la inseguridad. Asignarán una mayor cantidad de efectivos de Gendarmería para las principales villas miseria del conurbano, con el fin de bajar el índice preocupante de secuestro express en esas zonas. Sin embargo, no se contemplará el índice de desorden y el abuso de poder por parte de los gendarmes a los efectos de implementar un sistema de monitoreo o rotación del personal.
"Si pudiéramos poner más efectivos de Gendarmería en un mayor número de villas, mejor", afirmó el Gobernador. Pero habría que tener en cuenta no sólo los índices de secuestros sino el respeto de los Gendarmes por aquel sector de la sociedad que está relegado y al que no se lo escucha pese a tener por ley los mismos derechos y garantías que el resto.
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(*) De la redacción de U24, Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
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