La lucha piquetera nace por fuera de las instituciones políticas y sociales tradicionales. Su autonomía y su novedad se encuentran relacionadas con el desprestigio de las organizaciones políticas tradicionales como producto de su incapacidad para reformular las condiciones de dominio del llamado capitalismo tardío o para producir modificaciones tendientes a mejorar las condiciones de existencia de enormes capas de la población.
Los piquetes son una modalidad de lucha que agrupa a quienes fueron expulsados de los centros fabriles: desocupados que buscan resolver problemas ligados a su propia existencia, reorganizándose territorialmente en amplias zonas en las que la batalla más dura es contra la disolución del lazo social. Desde un punto de vista estructural, los piquetes son consecuencia de la descomposición del suelo industrial del país.
Actualmente los piqueteros retoman muchos elementos y saberes de la experiencias de lucha obrera de las décadas anteriores -el mismo "piquete" fue tomado de los "piquetes de fábrica"-. Pero esta prolongación metodológica no fue incorporada mecánicamente, sino transformada bajo la nueva condición de "sin trabajo". Este punto preciso es la elaboración del legado antes que la aceptación pasiva de la herencia. Aquí se juegan las potencias subjetivas del piquete, en la capacidad de inventar formas de lucha a partir de instaurar una soberanía situacional.
En efecto, es esta elaboración la que le permite al piquete pensar desde un lugar singular. Desde allí, la operación piquetera consiste en establecer una relación compleja con el aparato del Estado y en recrear nuevas modalidades de habitar el territorio -el barrio-, reformulando de manera novedosa su relación con la tradición obrera y sindical con la que sin dudas tiene puntos de contacto. Entre esos aspectos de coincidencia existe uno que no puede despreciarse: tanto el sindicalismo como el piqueterismo han debido inventar formas de lucha capaces de alterar la normalidad de las cosas; han debido elaborar formas concretas de hacerse oír. Si el trabajador cuenta con la capacidad de interrumpir el ciclo productivo mediante la huelga, el piquete asume su condición esencialmente territorial acudiendo a bloquear la circulación de mercancías a través de una acción directa sencilla y audaz: el corte de rutas.
Organizados horizontalmente, su modalidad de trabajo y toma de decisiones es el estado asambleario permanente. Su origen es reciente. Aparecen a mitad de la década del '90 en el interior del país y se generalizan en menos de un año. La incorporación del corte de ruta dinamizó la participación de desocupados en las luchas de todo el país en un movimiento que fue desde el interior hacia la provincia de Buenos Aires. Esta velocidad de la socialización del piquete rebasó todas las formas de cooptación y de represión estatal.
Los medios de comunicación los bautizaron como "piqueteros": produjeron un estereotipo. Luego, las diversas interpretaciones entraron en juego, y se fue elaborando así la figura del "piquetero". En su versión dominante se trata de una descripción configurada a partir del lugar que ocupan en la estructura social: "excluido", "sin trabajo", "víctima". Esta "posición piquetera" surge al vincular la condición de desamparo con una metodología única: el corte de ruta.
Pero a medida que los "piqueteros" fueron tomando la palabra se fue percibiendo hasta qué punto el "piqueterismo" agrupaba una variedad múltiple y heterogénea de experiencias. Existieron, incluso, intentos de unir a todo el movimiento -esencialmente múltiple- bajo la pretensión ingenua de homogeneizarlo e institucionalizarlo. Todos estos intentos han fracasado.
El movimiento piquetero es un verdadero movimiento de movimientos. Como tal ha producido una auténtica revolución en cuanto a la percepción colectiva sobre las capacidades populares de crear nuevas formas de intervención social y política.
# La coyuntura y las opciones de pensamiento
El llamado Congreso Nacional Piquetero realizado en la primera mitad del 2001 fue un momento clave de la constitución del movimiento. En él se reunieron prácticamente todas las experiencias piqueteras del país. El objetivo -parcialmente cumplido- era dar nacimiento a una coordinadora nacional. La propuesta: ligar la heterogeneidad piquetera en base a la comunidad relativa de reivindicaciones y formas de lucha. De inmediato se aprobó un plan de lucha conjunto que tuvo un doble efecto: mostró la contundencia de la lucha piquetera, la justeza de sus reclamos y el alto nivel de organización alcanzado y, además, se hicieron por primera vez visibles formas muy diferentes de concebir la lucha.
Subsisten dentro del movimiento dos posiciones de pensamiento distintas. Por un lado, las organizaciones más estructuradas (principalmente la Federación Tierra y Vivienda, ligada a la Central de Trabajadores Argentinos, la Corriente Clasista y Combativa, el Polo Obrero y el Movimiento Teresa Rodríguez) las cuales operan a partir de un pensamiento que deriva sus premisas de los términos de "globalidad", "estructura socioeconómica" y "coyuntura". Se trata de un pensamiento en términos de "inclusión/exclusión".
Sus posiciones no son homogéneas. Están atravesadas por el eje tradicional de "reforma o revolución". Por otro lado, en las organizaciones menos estructuradas el panorama no es menos heterogéneo. Entre estas últimas se encuentra la experiencia del MTD de Solano y otros movimientos integrantes de la CTD-Aníbal Verón. Estas experiencias piensan a partir de asumir como condición y término de su elaboración los lazos que constituyen la materialidad de su experiencia. Se sustraen así de los términos clásicos del debate entre reforma y revolución. La característica de esa operación es la autoafirmación y las prácticas de contrapoder.
Con la generalización del fenómeno piquetero las organizaciones políticas montaron sus dispositivos para hacer frente -cooptar o combatir, según los casos- a la emergencia. Partidos tradicionales o de izquierda, iglesias y sindicatos advirtieron la aparición de este movimiento y se acercaron con la intención de capturar su potencia.
Los medios de comunicación han contribuido a volver accesible el movimiento. Muestran a la lucha piquetera subordinada a las coordenadas de la "coyuntura política y económica". La lucha de los piquetes pierde toda singularidad para transformarse en un elemento de una situación "otra", más importante porque más general: la situación nacional. La lucha piquetera deja de ser, en sí misma, una situación con la que comprometerse, para pasar a ser un actor, una parte, un elemento de la situación general.
Pero aceptar la inevitabilidad del punto de vista de lo general implica a la vez subordinar toda situación a mera porción o segmento de una totalidad siempre ya constituida. Por esta vía de pensamiento se constituye una subjetividad que se separa física y afectivamente de la situación, tomándola como objeto, para ligarse a ella de una forma puramente analítica. Esta racionalidad nos habla de la prudencia con la que cada uno de nosotros debe escoger sus opciones, pues ya no se trata sólo de los piqueteros -que fueron transformados en "una parte del todo"- sino, precisamente, del bien de ese "todo" que es "el país", "del bien común", etcétera. Abandonando toda responsabilidad concreta se asume abstractamente la responsabilidad por la suerte de los gobiernos.
Las operaciones concretas de pensamiento van distribuyendo posiciones al interior mismo del movimiento piquetero. ¿De dónde se parte para pensar la propia situación: del concreto situacional que se habita o de una hipotética -y no siempre efectiva- situación nacional?
¿De dónde s parte para elaborar el sentido de la experiencia?
Si se acepta la premisa de un pensamiento que abstrae las condiciones concretas de su intervención y extrae su sentido de una situación general se arriba a una subjetividad gobernada por los tiempos y los requerimientos de las coyunturas políticas. Por esta vía los piqueteros se ven exigidos a derivar las razones de su lucha de los sentidos disponibles en la totalidad al interior de la cual trabajan, asumiendo una racionalidad condicionada por las formas de legitimidad socialmente instituidas.
Así se configura un significado para la lucha: la inclusión o la revolución.
El primer argumento dice así: la lucha es legítima porque no se exigen otros derechos que los que surgen del hecho de ser parte del todo -ciudadanos, trabajadores, seres humanos-. La lucha por la inclusión es lucha por el reconocimiento. .Se trata de ser admitidos como una parte que pertenece legítima -y legalmente- al todo nacional-estatal.
Esta forma de la obtención de la legitimidad supone una premisa indiscutible: que el Estado nación conserva su capacidad integradora y que la lucha política consiste en el pasaje de la exclusión a la inclusión. Asumida esta lectura de las luchas, el piquetero que adopta tal perspectiva abandona toda pretensión de imponer sus términos al resto de quienes conforman la sociedad a la que pretende incluirse -la población no piquetera-. Se impone una puja de tensiones y consensos para definir los términos de una inclusión democrática. La premisa se formula, entonces, como la existencia de un Estado democrático capaz de ejercer sus potencias integradoras a partir de principios consensuales y representativos.
El segundo argumento, la posición revolucionaria, enuncia la necesidad de alianzas sociales con el objetivo de conquistar el poder del Estado. Los piquetes que adoptan esta posición se asumen como vanguardia revolucionaria del pueblo argentino. La totalidad social será transformada tras forzar un cambio en el principio de la organización social a partir de controlar el aparato del Estado.
La expectativa se concentra en la posibilidad de que las partes del todo social reconozcan en el piquete una verdadera representación de ese todo social reconciliado consigo mismo: los piqueteros como nuevo sujeto proletario de la historia. Esta posición mantiene una premisa común con la anterior: las clases sociales adquieren su sentido a partir de su ser económico y aspiran al cambio social a partir de las potencias del Estado.
El pensamiento situacional actúa a partir de otras premisas. Las clases, claro, existen. Pero no basta con su existencia económica para dar lugar al cambio social. Hace falta, sobre todo, afirmar sentidos situacionales para dar lugar al cambio social; es decir, para activar la producción de valores de una nueva sociabilidad no capitalista. Así, el pensamiento del contrapoder se sustrae del término general como proveedor de sentido para afirmar un punto de vista radical e irreductible. La situación no es percibida como la parte de un todo, sino como una totalidad concreta que nos e subordina pasivamente a ninguna totalidad abstracta. Esta sustracción abre las puertas a un proceso subjetivador, ético, de reencuentro con la potencia. Por está vía, claro, pasa a ser secundaria la polarización tradicional entre "reforma y revolución".
(...)
# De la multiplicidad al contrapoder
La dificultad más grande del Congreso Nacional Piquetero consistió en la cuestión de la unidad y de la organización. Desde el comienzo, los movimientos radicales que trabajan a nivel de base han tomado como tema fundamental de discusión las formas organizativas. Con preeminencia de asambleas, comisiones, plenarios y formas horizontales de adoptar decisiones, la multiplicidad del movimiento no es sinónimo alguno de desorganización. Al contrario, es característica la combinación entre su ser múltiple y sus altos niveles de organización. Esta fisonomía no es exclusiva de cada una de las experiencias del movimiento, sino que además, a nivel regional y nacional, existen también coordinadoras que respetan niveles alto de organización sin descuidar la heterogeneidad del movimiento.
Y lo mismo sucede al nivel de sus dirigentes. Pensar al piquete desde sus potencias específicas implica comprender su singularidad. Los líderes piqueteros tienen más eficacia en la medida en que funcionan al interior de la asamblea y la coordinadora que cuando se separan de estos dispositivos para conquistar la opinión pública. De hecho, su liderazgo consiste en su capacidad de contribuir a sostener situaciones de pensamiento junto con sus compañeros, colaborando en desarrollar la potencia de la experiencia. Fuera de esa situación concreta no tienen ningún interés para la lucha piquetera.
La fuerza del piquete no radica en la demanda de inclusión. Como explican los miembros del MTD de Solano, no se trata ya de "volver a entrar". Se sabe que no hay un "adentro" deseable. Al contrario, asumirse como "deseando entrar" es ya pasar a engrosar la fila de quienes conforman su subjetividad a partir de poseer un sitio en los estudios sociológicos, en el discurso del poder, en los archivos del ministerio de acción social, en los planes de los grupos políticos o de las ONGs.
La potencia del piquete es la hipótesis, radica en la capacidad del movimiento de subjetivarse como lo que excede su carácter de excluidos, pobres o desocupados. Su singularidad nos habla de una dignidad de la insubordinación y del ejercicio de la resistencia como creación de sociabilidad.
# Pensar la radicalidad de la lucha
Decía el subcomandante Marcos que lo propio del revolucionario es la lucha por el poder con una idea de la futura sociedad en su cabeza; mientras que el rebelde social -el zapatista- es quien alimenta diariamente la rebelión en sus propias circunstancias, desde abajo, y sin sostener que el poder es el destino natural de los dirigentes. Para los zapatistas resulta claro que toda acción situacional se sustrae del eje tradicional que polarizaba entre "reformistas y revolucionarios".
A la vez, queda en evidencia hasta qué punto dichas posiciones ocultan una misma imagen del poder y de la política. Ambas postergan la potencia de las luchas populares y presentan las mismas dificultades a la hora de trabajar en inmanencia a la situación.
El rebelde social de marcos no piensa en términos de globalidad sino de singularidad. Una estrategia del pensamiento que afirma sus capacidades a partir de una apuesta entre paréntesis de la globalidad. Se trata de la diferencia filosófica entre un universal abstracto y un universal concreto. No hay ingenuidades: no se trata de negar las coyunturas, sino de pensarlas como elementos internos del pensamiento situado.
A esta capacidad de grupos radicales como el MTD de Solano, le llaman autonomía: pensar con cabeza propia y en función de una situación concreta. Esto implica saber desoír las urgencias ajenas que proyectan los circuitos mediáticos y los microclimas militantes para reencontrarse con las capacidades propias de comprender e intervenir.
La radicalidad, entonces, no consiste en la negación infantil de la realidad, como pretenden los críticos realistas del contrapoder. Al contrario, se trata de pensar en términos de acciones concretas de compañeros concretos. En estas fórmulas excesivamente sencillas existe ya un combate a la a la cuantificación y a la instrumentalización de las experiencias y las luchas.
La radicalidad es la capacidad efectiva de revolucionar la sociabilidad a partir de producir valores que superen la sociedad del individuo. Esta opción, en el caso del MTD de Solano, implica también una investigación sobre las formas de la organización del movimiento, las posibilidades de practicar una economía alternativa, el desarrollo de la capacitación, el tipo de vínculo con la gestión estatal, etcétera.
Esta modalidad es, además, especialmente apta para comprender las formas en que aparece el tema de la violencia en el movimiento piquetero. Esta aparece al menos en dos niveles. El más evidente es el corte de rutas. Pero también está la violencia de quien ha decidido comenzar una resistencia contra las actuales formas de dominio.
Estos niveles de violencia no guardan demasiada relación con las formas tradicionales del enfrentamiento político. La violencia piquetera no es concebida como una estrategia política tendiente a la toma del poder. No se trata de una táctica planeada para generar un impacto en la opinión pública, sino de una derivación secundaria e inevitable de una forma de resistencia.
Así, los piquetes asumen la violencia como un elemento de la lucha que ni es, ni se torna, el hecho fundamental. Es un elemento más del múltiple, cuando se la concibe como una práctica descentralizada y una forma legítima de autodefensa.
-----------------
Enviá tu comentario
IMPORTANTE: Este es un espacio de participación de usuarios.
Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los usuarios y no reflejan la opinión de Urgente24
El equipo de redacción revisará las opiniones para evitar la difusion de comentarios no apropiados o insultos. Enviar un comentario implica la aceptación del Reglamento