U24 robado: Acerca de la inseguridad y el Estado ausente

POR EDGAR MAINHARD (*) Fue un 9 de julio equivalente a vivir Vilcapugio y Ayohuma el mismo día, por brindar un ejemplo que apela a la historia patria. Pero sobrevivimos y, como siempre, de la crisis obtenemos la creatividad y la acción que alimenta a este sitio.

No es diferente hablar de la seguridad que vivir un problema de inseguridad. Especular acerca de lo que le acontece al prójimo es una situación relativamente confortable comparado con el corazón en la boca, la indignación que se hace un huracán y la evidencia de que uno ha sido violado. Es verdad que a esta altura del partido, y con tantas horas de vuelo en el brevet, uno intenta invocar a la filosofía para aplacar el peligro de una gastritis antes que porque uno crea las tonterías tipo: "Y... le puede ocurrir a cualquiera".

De todos modos, es inevitable hacerse la película acerca de qué ocurriría si uno atrapa al ladrón / los ladrones. Por cierto que ayuda a calmar la furia imaginar lo que uno les haría, ¿para qué cometer la hipocresía de ocultarlo? Si Horacio Verbitsky dice lo que dice del comisario (en disponibilidad) Carlos Sablich por haberle propinado, según una denuncia, algunos cachetazos a unos secuestradores, no tiene ni idea la imaginación que puedo tener luego de haber visitado, cierta vez, en Amsterdam, la Exposición sobre Torturas en el Medioevo...

Después hay que ir a la comisaría, pedir que envíen a alguien de Rastros por las huellas dactiloscópicas, hay que hablar con Administración para que, pagando un adicional, se consiga un agente de custodia en el lugar, y todas las cuestiones propias de la seguridad pública, antes de hacer lo que corresponde: contratar vigilantes las 24 horas cama adentro, instalar la alarma de seguridad y a estas horas intento convivir con la tentación de comprar el revólver más grande que me autorice el Renar, uno de esos que usaba el llamado Fafá cuando lo agarró a Jaime Stiuso espiando al grupo Alem, antes de arrojarle la granada sin espoleta en la habitación.

Lo cierto es que contratar la vigilancia cuesta dinero, instalar la alarma de seguridad también, blindar la puerta otro tanto, y la cámara de video no la regalan en el barrio. La pregunta es: ¿Alberto Abad, el jefe de la Afip, me permitirá eso deducir de impuestos, o es que el Fisco me seguirá cobrando tributos sin darme la contrapartida de una seguridad cierta? Porque habitualmente la policía se encuentra a algunos metros del lugar del hecho, pero como no hay efectivos suficientes, el vigilante tuvo que ir a atender otro frente.

Es increíble pero antes de encontrar la sorpresa, había estado conversando con Jorge Asís acerca de la seguridad porque él había estado en el programa de TV de Osvaldo Granados deslizando algunas propuestas. Le comenté mi molestia con los políticos que describen la inseguridad pero no proponen formas de combatirla.

Asis ha comenzado a armar una agenda de propuestas específicas, en un proceso de maduración como político. A la ironía utilizada como estilete, le suma un manojo de propuestas que es interesante debatir más allá de lo ocurrido con U24, y si el móvil del robo de CPUs (y no objetos más valiosos), fue un delito común o algo más (¿acaso alguien cree que le dejaremos a Página/12 y Néstor Kirchner el monopolio de la teoría del complot?).

Para Asís, no se puede hablar en serio de inseguridad sin una presión muy fuerte contra la distribución de drogas en la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires. Negar el vínculo entre la delincuencia y el incremento del consumo de narcóticos, es inconcebible.

Otro concepto interesante deslizado por Asís -y que es tan polémico que Juan Carlos Blumberg no se animó en su momento a incluirlo en su propuesta- es la necesidad de cortar, "de cuajo y soportando 2 ó 3 movilizaciones políticas en contra", los 280.000 planes Jefas y Jefes de Hogar que administran los líderes piqueteros que promueven el desorden.

"Ahora Mainhard va a culpar a los piqueteros por lo que le pasó", dirá alguien. Y no es así. Asís estaba reflexionando en general sobre el problema de la inseguridad en el país, y coincidimos con quienes afirman que el origen de parte de los problemas es el desorden, y en eso sí tienen protagonismo los piqueteros.

"Es inexplicable que un Estado financie la movilización contra el propio Estado. Si quieren cuestionar el Estado, que no reciban subsidios pagados por el Estado", dijo Asís con una lógica que debería obligar a periodistas de izquierda como Mario Wainfeld a revisar sus encíclicas dominicales.

También resultó apreciable lo que deslizó Asis acerca de que, mientras la izquierda reniegue a asumir que el desorden es parte del problema de inseguridad y que resolver la inseguridad no es un tema sólo para la derecha, a la vez que la derecha insista en ignorar la existencia de una fenomenal inequidad en la distribución de la riqueza y crea que blanquear la enorme pobreza y marginalidad equivaldría al triunfo del comunismo, "el justicialismo seguirá ganando elecciones".

Luego de escuchar esto, fue cuando fui a la oficina a descubrir la tarea de los 'cacos' y me pasé el resto del día entre comisaría y contrataciones de vigilancia, sin que a alguien le importe la pérdida de tiempo, de energía y de dinero que todo esto implica para miles de ciudadanos que han pasado / pasan por situaciones equivalentes.

Es increíble comprobar, en la comisaría, cómo los agentes de guardia intentan enviar a los denunciantes a otras comisarías: "¿Dónde fue que lo robaron? Ah, Pellegrini y Santa Fé, no, no es acá, es en Tucumán al 1400 de la mano izquierda. Lo siento, y vaya con una factura del servicio telefónico móvil", le explicaban a un tipo que entró a minutos de que dos adolescentes le robaran el teléfono celular y la billetera.

"Pero no tengo encima una factura. Vine a hacer otras extras al centro", explicó el muchacho.

"Bueno, no se haga problema. Puede hacer la denuncia otro día", le dijo un cabo a quien la mayoría de los mortales podría haber puesto al spiedo en ese momento. Pero , ¿qué se lograría?

Gracias a los periodistas y Usuarios Registrados que se solidarizaron con lo ocurrido. Y quienes no lo hicieron... era previsible...

Eso sí: todo esto ratifica nuestras convicciones. Y son las convicciones las que convirtieron a U24 en uno de los medios periodísticos más influyentes de la Argentina, pese a que la internet era una tecnología de comunicación que nadie reconocía como con vida propia sin tener un equivalente en papel. Vamos por más, obvio.

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(*) U24, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, 2004.

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