Democracia, Libertad y Mercado

(*) POR RICHARD EBELING

En abril pasado, el intendente de la ciudad de ilave, Perú, fue arrancado de una reunión del concejo deliberante por una turba de ciudadanos locales que lo golpearon y lincharon salvajemente. Otos cuatro miembros del concejo deliberante lograron escapar a salvo, pero resultaron heridos en el curso del ataque. Los atacantes los acusaban de corrupción, de recibir sobornos y de haber fracasado en el cumplimiento de promesas electorales realizadas de proveer mejores servicios sociales gubernamentales a la comunidad.

Aproximadamente al mismo tiempo, las Naciones Unidas lanzaron un estudio acerca de la situación actual y los futuros desafíos que enfrenta la democracia en América Latina. Los autores llevaron a cabo una investigación exhaustiva en 18 países, incluyendo encuestas a 20.000 personas y entrevistas a los 231 dirigentes políticos más prominentes. Entre los resultado, descubrieron que el 54,7 % de los encuestados preferían apoyar abiertamente a un régimen autoritario sobre uno democrático si ésta fuera la fórmula para solucionar los problemas económicos que enfrentan sus países. El diario "New York Times" (con fecha 24 de Junio) citó las palabras pronunciadas por el hijo de uno de los individuos acusados de linchar al intendente de Ilave: "Creo en los gobiernos autoritarios si sirven. Existen en otros países y funcionan. Examinemos el caso de Cuba, allí funciona, o Pinochet en Chile, allí también funciona."

El informe de las Naciones Unidas, titulado "La democracia en América Latina: hacia una democracia de los ciudadanos", descubrió que sólo el 43% de los encuestados está totalmente comprometido con la democracia, mientras que el 26,5 % poseen opiniones "no democráticas" y el 30,5 % expresa "ambivalencia" acerca del tipo de régimen bajo el que prefiere vivir.

Los autores llegaron a la conclusión de que los gobiernos elegidos democráticamente estaban fallando en la satisfacción de "aspiraciones políticas, sociales y económicas de los latinoamericanos". Para satisfacer dichas aspiraciones, dicen, la democracia debe ser "profundizada" a través de un crecimiento de la "ciudadanía social" o, en otras palabras, los esfuerzos de los gobiernos para combatir la pobreza y la desigualdad. Además de proteger los derechos civiles de la gente (definidos como "garantías contra la opresión") y los derechos políticos (definidos como la posibilidad de ser parte del proceso de toma de decisiones sobre asuntos públicos o colectivos), era esencial, argumentaban, que también existiera protección de los "derechos sociales" (definidos como "el acceso al bienestar"). Bajo la categoría de "derechos sociales", abogan por una "mayor diversidad y flexibilidad en la elección de políticas económicas", incluyendo una "diversidad en las formas de organización del mercado". Lamentan que el sistema democrático, que es "virtualmente un sinónimo de igualdad, conviva codo a codo con el nivel más elevado de desigualdad en el mundo".

En un lenguaje más directo, los autores afirman que el éxito de la democracia en América Latina depende del crecimiento del Estado de bienestar, y asimismo de mayores regulaciones y controles gubernamentales sobre la economía de mercado. Eso no es todo, se infiere de lo anteriormente expresado que un sistema democrático que no contemple los llamados "derechos sociales" no garantiza a la población verdadera "libertad".

Cualquiera sea el valor que le asignemos a este informe de las Naciones Unidas tenga para describir la opinión pública en América Latina, las conjeturas y conclusiones de los autores continúan difundiendo una cantidad de ideas absolutamente incorrectas e incluso peligrosas. Para enunciarlo sencillamente, democracia no es lo mismo que libertad, y la "verdadera" libertad no necesita un Estado de Bienestar intervencionista, en realidad, éste último es absolutamente incompatible con la libertad humana y con una sociedad libre. El verdadero flagelo que azota a todos estos países es el grado de control y manipulación que sus gobiernos ya ejercen sobre los asuntos económicos y sociales de los ciudadanos. Sin embargo, se culpa equivocadamente a la libertad y a la economía de mercado por las corrupciones y distorsiones creadas por el Estado Intervencionista.

Gobierno Monárquico

La democracia se ha ido identificando con la libertad debido al hecho
histórico de que en los siglos dieciocho y diecinueve los defensores de la libertad luchaban con frecuencia contra regímenes en los cuales los reyes y miembros de la nobleza proclamaban su derecho a gobernar a las mayorías sin su consentimiento. El derecho de la mayoría a expresar su opinión sobre su destino político fue considerado un elemento esencial para que el hombre se liberara del poder arbitrario y de los abusos que podían ejercer unos pocos.

Sin embargo, la democracia constituye básicamente un mecanismo a través del cual la decisión acerca de quién gobierna puede ser tomada pacíficamente. La toma de decisiones a través del voto se basa en la idea de que es mejor que sea la mayoría quien determine los resultados.

Sin embargo, el mecanismo para seleccionar a los gobernantes nada dice acerca de qué deben hacer los candidatos elegidos con su poder político. Desde tiempos ancestrales se ha comprobado que una mayoría democrática puede ser tan cruel y tiránica como la peor dictadura u oligarquía imaginable. Toda la historia la evolución de las constituciones políticas demuestra que los gobiernos, aún aquellos que surgen de elecciones democráticas, deben tener facultades limitadas para actuar.

La razón para esta restricción ha sido explicada por la gran y última contribución de los pensadores liberales clásicos de los siglos dieciocho y diecinueve: el concepto de que los derechos son inherentes a los individuos, no a los grupos. Ni las minorías ni las mayorías deberían tener la autoridad o el poder para reducir la libertad de los individuos de vivir pacíficamente sus vidas de la forma en que elijan hacerlo en interacción voluntaria con otros.

La "sociedad civil" es el término que define la red de relaciones que establecen de los hombres para alcanzar logros mutuos y cooperativos para sus vidas a través de la libre asociación. Y la "economía de mercado" es el término que define la red de relaciones de intercambio que se establecen el marco de un sistema de división del trabajo a través del cual los hombres obtienen ganancias que les permiten mejorar sus vidas.

Ni la sociedad civil ni la economía de mercado son compatibles con el Estado de bienestar intervencionista. Ya sea impuesta por minorías o mayorías, la intervención política en las transacciones de mercado y las políticas gubernamentales que quitan coercitivamente lo que algunos han ganado pacíficamente para reasignárselo a otros, violan necesariamente la libertad.

Si el informe de las Naciones Unidas tiene razón al denotar la existencia de una creciente desilusión con la democracia en América Latina, es porque grandes segmentos de su población esperan que el gobierno que han elegido los beneficie a expensas de otros. En cambio, cuando los gobiernos utilizan sus facultades regulatorias y distributivas para beneficiar a minorías influyentes cercanas al poder, las frustradas "mayorías" llegan a la conclusión de que la democracia ha "fracasado" porque el botín ha pasado a otras manos. Les ha sido negada la "libertad" de ganarse algo a través del gobierno y a expensas de otros. Aún peor, la minoría a la que esperaban saquear ha logrado utilizar el poder del Estado para saquearlos a ellos. Si los regímenes autoritarios retornan a América Latina, lo cual sería el riesgo sugerido por el informe de las Naciones Unidas, no será la libertad o el mercado los que hayan fracasado, sino el "democrático" Estado intervencionista.

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(*) Fundación Atlas.

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