Reingeniería en la Justicia: Otra reforma que no reforma

A conrtinuación, un usuario sostiene que no tiene sentido seguir diseñando reformas aisladas sin antes cambiar las bases.

Estoy parado frente a una casa antigüa de mi propiedad, potencialmente muy productiva por su ubicación pero antifuncional, invadida por okupas, descascarada, con servicios deficientes y rumbo a convertirse en ruinas. Quiero refaccionarla porque si no lo hago, no tengo recursos para vivir. ¿Que necesito? Si, por supuesto, un buen arquitecto, materiales, personal etc., cosas todas que traducidas a la realidad se resumen en una sola palabra: dinero.

En el programa de Grondona emitido anoche por el Nueve varios de los panelistas hablaron de la necesaria reforma de la justicia. (¿Se terminó la cantinela de la "reforma política"?) sobre la cual nadie puede estar en desacuerdo teniendo en cuenta la probre performance de ese poder del Estado en este país.

Pero la propuesta me trajo reminiscencias de cuando Cavallo abrió la economía sin anestesia y recetó la "reconversión" de las empresas para ser competitivas frente al mundo exportador. Comenzamos entonces con el cuento de la "reingeniería" el "downsizing" etc.

Entretanto miles y miles de pequeñas y medianas empresas se fueron a la lona, dado que quedaron endeudadas hasta el cuello en dólares a partir de la convertibilidad y por ende con nulo acceso a nuevos créditos, razón que sumada a las monumentales indemnizaciones por despido necesarias para el remodelamiento, las significativas inversiones requeridas para actualizar las instalaciones y otras yerbas más hacía inalcanzable la tan mentada "reconversión" excepto para algunas grandes empresas con las cuales ciertas consultoras hicieron un buen "colchón" para pasar los "momentos difíciles"

Una reconversión (o mejor "reingeniería" que queda mas "naif") del sistema judicial requiere muchas cosas, pero fundamentalmente de una sutanciosa cantidad del despreciable vil metal y de su correcto empleo por quien lo administre.

En un momento como el actual en que ni siquiera se sabe cuanto se debe ni como ni quienes pagarán, (seguramente no van a ser los Kirchner ni los De Vido) hablar de una reforma judicial en medio de un gobierno desconcertado, vociferante, chapaleando a los manotazos los problemas del día, preocupado por "construir poder", por los chistes sobre su mediocridad y por la incidencia de la cumbia villera en sus dificultades cotidianas, sería francamente delirante si no fuera por el pequeño detalle de que si no se hace todo puede complicarse aún mucho mas.

Pero es preciso entender que el sistema de saldos y retazos, discontinuos y pares sueltos no funcionan en la administración de un país. El Estado es - o debería ser - una maquinaria integrada en sus tres instrumentos destinados a proveer bienestar a sus ciudadanos.

De nada sirve pensar en una reformas judiciales con legisladores el 90% de los cuales jamás se enteró de la existencia de unos señores llamados Kelsen y Cossio ni leyó a Montesquieu...¡Pero hacen normas que joden al vida a todos los habitantes! Por supuesto defectuosas hasta en lo elemental, intrincadas y muchas veces destinadas inexorablemente a la derogación por inaplicabilidad. Y guay que alguien quiera enseñarles a hacer las cosas bien. ¿Quien se cree éste, Bidart Campos? Pero a todo esto el nombre de sus autores ya quedó en el diario de sesiones, el deber está cumplido.

Mucho menos se puede pensar en reformas con jueces acantonados en el pequeño mundo de sus despachos que nunca pudieron entender que el derecho no es para complicarle la vida a la gente, sino para simplificarla, con funcionarios del ejecutivo que no entendieron - aunque griten a voz en cuello lo contrario - que son servidores públicos, no castas privilegiadas que pueden dedicar ocho horas al día a la tarea de perpetuarse en sus poltronas mientras los asuntos públicos se atienden solos ni matar con impuestos a la actividad privada para subsidiar su tranquilidad tirándole carne a las tropillas de leones famélicos que acechan en las calles.

En síntesis, señores panelistas bien intencionados, se gana muy poco con refaccionar una parte de la casa si el todo sigue en manos de okupas mediócratas que no tienen la menor intención de abandonar la propiedad aunque se venga abajo, y que se comerán todos los fondos que los malditos prestamistas como el BID asignen al país para las reformas pendientes.

¿Y que estamos haciendo al respecto? Soñar con reformas que no reformarán nada.

Juan Ruiz

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