El palo en la rueda

El sindicalismo en el mundo, y sobre todo en la Argentina se ha caracterizado por el predominio de los hombres en sus niveles dirigenciales. La Confederación General del Trabajo es el último de los bastiones machistas de todas las organizaciones existentes, en el que la enfermera Susana Rueda, uno de los miembros de la conducción tripartita, junto con Hugo Moyano y José Luis Lingieri; se ve en dificultades. Muchos "machos" cuestionan a la mediática sindicalista mientras ella asegura que seguirá luchando para lograr que se respete el cupo femenino.

La polémica ley de cupo femenino fue sancionada el 6 de noviembre de 2002, pero su aplicación parece dificultarse por "falta de voluntad", tanto de los gremios como del Ministerio de Trabajo.

Unos dicen que hay misoginia en su titular, Carlos Tomada; otros dicen que actúa por presión de los gremios.

La legislación vigente supone que las mujeres ocupen al menos un tercio de la conducción. Ejemplo de ello fue el lanzamiento del triunvirato que dirige hoy la CGT, con Susana Rueda, José Luis Lingieri y Hugo Moyano.

El texto de la legislación dice, además, que no alcanzarán el cupo siempre y cuando las mujeres afiliadas no lleguen al 30% del padrón gremial, tal como sucede en el sindicato de los camioneros, del que proviene Hugo Moyano, ya que se trata de una actividad dominada por hombres.

Otro de los puntos afirma que en las llamadas "paritarias" (negociaciones colectivas) las mujeres deben estar representadas en la misma proporción que las trabajadoras de cada una de las actividades que corresponden.

En la CGT, irrumpieron las contradicciones entre la letra y el espíritu, a menos de un mes y medio del revolucionario anuncio de la incorporación de una mujer a la conducción reunificada por la presencia de Hugo Moyano en la conducción tripartita.

Si bien el Departamento de la Mujer de la CGT se remonta a las épocas de Eva Duarte de Perón, y el modelo se fue replicando a otras organizaciones sindicales, sólo en 1992 fue creado el Instituto de la Mujer, que luchó por una ley de cupo femenino que supo y pudo conseguir.

El sindicalismo argentino se la hizo harto difícil a las mujeres, y sólo pudieron trascender delegadas como Mary Sánchez y Martha Maffei, provenientes de la docencia, y Alicia Castro, quien surgió de las aeronavegantes.

Parece resultar una orientación común a todas las sindicalistas que trascienden, la salida legislativa antes que el ascenso en la estructura del poder corporativo gremial.

Un caso muy interesante es el de Elena Palmucci, del gremio de seguros, quien se incorporó en agosto de 2000 a la mesa de conducción, como vocal titular 3°.

En el año 2000, las mujeres eran el 52% del total de los afiliados al sindicato de Ramón Valle.

En la actividad de los servicios esta situación debe repetirse: mercantiles y bancarios, desde ya. También empleados públicos nacionales, provinciales y municipales. Probablemente trabajadores judiciales.

Existen diferentes casos como el gremio de los camioneros, casi en un 100% masculino y Ctera con un 90% de afiliados de sexo femenino. En cuanto al gremio de la sanidad, liderado por Susana Rueda, es otro ejemplo de sindicato en el que existe gran número de mujeres por la pertenencia de los trabajadores de enfermería.

Hace 10 años, según un informe del Consejo Nacional de la Mujer, "De las 50 organizaciones, la mitad no tenía representación femenina. Del total de cargos sindicales, 1.448, la cantidad de mujeres dirigentes ascendía a 80, es decir, el 5,52%. (Divididos en Secretarías, el 23,75% y 61 Vocalías o revisores de cuentas, el 76,25%)".

Según un estudio de Silvia Chejter y Claudia Laudano, en su libro "Género y Movimientos Sociales en Argentina" (Ediciones CECIM, 2001), "La agenda de mujeres en el movimiento sindical durante la década del ‘90 continúa procesos abiertos en los ‘80, de institucionalización de espacios de mujeres, en algunos casos bajo la forma de departamentos, secretarías o áreas dentro del sindicato y en otros, sin alcanzar ese grado de institucionalización pero con presencia dentro de las respectivas organizaciones.

En la mayoría de las organizaciones sindicales fueron acciones impulsadas por mujeres de los propios sindicatos, cuyos planteos se dieron en dos grandes lineamientos: por un lado, acciones tendientes a una mayor participación de las mujeres en las conducciones de las organizaciones sindicales; por el otro, acciones relacionadas con reivindicaciones específicas de género, algunas vinculadas con las condiciones de trabajo de las mujeres y otras no estrictamente laborales.

En los estudios de casos y en las voces de las mujeres sindicalistas, se observa una gran valoración de la institucionalización, que es percibida como el marco que legitima las cuestiones de género tanto las relacionadas con las instancias laborales específicas; entre ellas, las situaciones de violencia laboral y acoso sexual como las cuestiones relacionadas con el rol de la mujer, el reconocimiento de su trabajo, los roles domésticos, la doble jornada, etc.

En los últimos años, en que la participación de las mujeres se acrecentó, se fue profundizando a la vez el impacto de los procesos globales con un debilitamiento en la capacidad de acción sindical y la pérdida de las clásicas conquistas, muchas de las cuales incluían las de las mujeres.

Se puede concluir que resultó más importante la pelea por los espacios y el reconocimiento que los reclamos específicos de las mujeres, sean éstos laborales o no y el reconocimiento de retrocesos sobre todo en lo que hace a demandas de carácter laboral."

Susana Rueda, proveniente de Santa Fé, tiene una coincidencia con Paloma Rocasolano, madre de la princesa de Asturias, Letizia Ortiz: es enfermera y por eso pertenece al gremio de la Sanidad.

Todo parece indicar que la condición de sindicalistade Paloma fue suficiente para que el rey Juan Carlos I de Borbón, decidiera no ingresar con ella al Palacio de la Almudena el día de la boda. Anécdota palaciega aparte, Rueda viene del mismo sector.

Ella fue secretaria general de Sanidad de la Provincia de Santa Fe y pudo ingresar al círculo de "los Gordos" gracias a un entendimiento con Carlos West Ocampo, discutido pero vitalicio secretario general del gremio de la Sanidad.

Hay que reconocerle a ella un buen manejo de los medios de comunicación. Pero los logros de Rueda son cuestionados por la mayoría de los sindicalistas, quienes afirman que tanto ella como West Ocampo viven acordando con los dueños de clínicas y sanatorios en desmedro de los intereses de los afiliados.

Hay una cuestión muy importante que acusa a West Ocampo y a Rueda: los trabajadores de la sanidad llevan por lo menos 10 años sin recibir recomposición salarial alguna cuando la salud privada se ha expandido notablemente, y nunca mantuvo sus tarifas estables.

Pero hay algo más grave aún en contra de Rueda: aceptó la desjerarquización de su profesión. En vez de batallar por la contratación de las enfermeras universitarias, aceptó que las empresas prioricen a las auxiliares de enfermería y mucamas que hacen trabajar de enfermeras, depreciando salarialmente la actividad. Así, mientras que en USA una enfermera es una persona de clase media, con Rueda y el voraz West Ocampo, una enfermera argentina es de clase baja sin chistar.

A los 49 años y tres hijos, Rueda dice pertenecer a los seguidores de Reutemann en la política nacional, junto con el ministro de Justicia de la Nación, Horacio Rosatti, reemplazante de Gustavo Béliz.

Pero ya que Reutemann no es más gobernador de la Provincia de Santa Fe, Rueda decidió mejorar sus relaciones con el actual gobernador, Jorge Obeid.

Pero hay un dato que cuestiona el éxito de su lobby personal: en el año 2003, Rueda fue candidata a senadora provincial por la ciudad de Santa Fe, detrás de la fórmula Héctor Cavallero-Oscar Alloatti, que obtuvo muy pocos votos.

Desde fines de los ´80, Rueda logró convertirse en la principal figura del gremio en su provincia, ATSA que la catapultó a FATSA, la Federación de Asociaciones de Trabajadores de la Sanidad Argentina, en la que desde 1989 es responsable de la Secretaría de Prensa.

Su histórico ascenso en la CGT se empañó en horas. Todo comenzó con la decisión de Moyano de recibir al dirigente piquetero Raúl Castells, del Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados, a lo que Rueda se opuso.

Luego, el enfrentamiento se desmadró por el Consejo del Salario, al que la dirigente no fue invitada. Además, el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, quien como abogado laboralista tiene a la mayoría de sus interlocutores, como clientes, aceptó la nómina enviada por la CGT solamente con la rúbrica de Moyano y Lingeri, y no de los tres secretarios generales.
En declaraciones a la prensa, el vocero de la CGT, el colectivero Juan Manuel Palacios, amigo de Moyano, dijo: "Puede ser eso o puede ser el vedettismo de aparecer mucho tiempo en la televisión, la radio o los diarios, que hace que mucha gente se maree y pueda pensar que tiene el poder absoluto".

Si bien el dirigente de empleados de comercio, Armando Cavalieri, le ofreció a Rueda su puesto en el encuentro, ella exige que se cumpla la ley de cupo femenino. Muchos sindicalistas argumentaron que en este tipo de negociaciones no corresponde la aplicación del cupo.

Ocupar un lugar dentro del sindicalismo es una preocupación de las mujeres a nivel mundial. El manifiesto de las mujeres sindicalistas españolas de 2002 dice: "Las mujeres constituyen el 50% de la población mundial, un 38% de la población económicamente activa sólo poseen el 1% de la riqueza y soportan el 100% de las obligaciones familiares".
En USA, las sindicalistas se quejan de su falta de participación pero teniendo en cuenta las cifras, no están tan mal respecto de los hombres. Un 11.4% de los miembros de los sindicatos % mujeres mientras que un 14.3%, hombres.

Las mujeres tienen un 43% de representatividad en las organizaciones sindicales, con un 48% de la fuerza laboral.

En la Argentina la situación de la mujer en el mundo sindical no ha mejorado demasiado, a pesar de la creciente incorporación de la mujer al mercado laboral, debido a la crisis económica que provocó que muchas trabajadoras hoy sostengan el hogar.

Que haya un 33% de mujeres, por ley, ya es algo discriminatorio, porque esto no asegura que dichas mujeres sean capaces o merecedoras de su cargo. Más allá de los cupos impuestos, la igualdad debe alcanzarse, desde las diferencias; por la convivencia y el derecho de reconocimiento profesional más allá del género porque poner un cupo, segrega. Siempre.

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