En USA, hay negociaciones permanentes en estas horas dentro del Congreso para convertir en leyes las recomendaciones de la Comisión que investigó los atentados del 11 de septiembre de 2001.
La Comisión recomendó, entre 41 medidas, la creación de una nueva Dirección Nacional de Inteligencia que coordine las tareas de las quince agencias de espionaje e información y de un nuevo centro antiterrorista.
Varios legisladores preparan proyectos de ley para incorporar las recomendaciones de la Comisión y, aunque coinciden en la necesidad de reformar los servicios de espionaje, difieren mucho sobre la forma y rapidez con que deben aplicarse.
Los anteproyectos, sin embargo, afrontan la complica situación que los demócratas y republicanos están cada vez más polarizados ante las elecciones del próximo 2 de noviembre.
Además, muchos demócratas y republicanos centran sus esfuerzos en conseguir su reelección en noviembre, por lo que, según analistas, ambos partidos parecen dispuestos a pelearse por cualquier cosa que les permita sumar puntos políticos entre los votantes.
No obstante, el líder de la minoría demócrata en el Senado, Tom Daschle, instó a sus colegas a que aprueben todas, o casi todas, las 41 recomendaciones de la Comisión del 11-S porque, en su opinión, cada día de demora es dar más ventajas a los terroristas.
El asunto de la seguridad nacional también es un lema constante en la contienda electoral. El presidente George W. Bush se presenta a los votantes como el mejor defensor de la seguridad nacional y apuesta por la reelección en base a los logros de su lucha antiterrorista.
Mientras, su rival demócrata John Kerry ha asegurado que "el tiempo no está de nuestra parte" y que, si gana en noviembre, pondrá en marcha de inmediato las recomendaciones de la Comisión.
Para el Gobierno de Bush, que inicialmente se opuso a la creación de la Comisión bipartidista, la constante amenaza terrorista que afronta el país es un imperativo político para que el Congreso actúe con celeridad.
El titular del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), Tom Ridge, reiteró hoy que al Gobierno le preocupa la posibilidad de que la organización terrorista Al Qaida intente interrumpir el proceso electoral en el país.
"Nos preocupa esa posibilidad", dijo Ridge.
En ese sentido, el encargado del DHS -creado tras los atentados del 11-S- enumeró las distintas medidas adoptadas por el Gobierno, dentro y fuera del país, para fortalecer la seguridad nacional por tierra, mar y aire.
Entre las medidas figura el registro de las entradas y salidas de todos los visitantes extranjeros y el fichaje de los estudiantes. Algunos de los 19 terroristas implicados en los atentados de 2001 entraron a USA con visas de estudiantes.
El año pasado, por esas medidas de seguridad, USA negó la entrada a 200 estudiantes porque "no teníamos idea de sus verdaderas intenciones pero seguro que no era estudiar", observó Ridge.
# En España
En España, al cumplirse 6 meses de los atentados del 11-M, la agencia estatal EFE distribuyó el siguiente despacho:
Clara, una de las víctimas del 11-M, dice, cuando se cumplen seis meses de la tragedia, que conocer a Félix ha sido el único momento feliz desde entonces, ya que él fue la primera persona que vio al despertar en uno de los vagones de tren que estallaron ese día.
Félix sacó a Clara del vagón que saltó por los aires en la estación madrileña de Santa Eugenia y, ahora ambos tienen un trato: cuando ella vuelva a subirse a un tren, será su salvador el que la acompañe.
Clara, enfermera en un centro de oncología infantil en Madrid y madre de un niño de once años y de una joven de 19, es, desde hace unos meses, presidenta de la Asociación de Afectados del 11-M.
Félix es un joven guardia civil, tiene novia y muchos proyectos, pero desde hace casi seis meses lo que más tiene son pesadillas.
Las imágenes de ese día son tan terribles que no le dejan dormir más de tres horas en toda la noche, por lo que hace dos semanas tuvo que empezar a consultar a un psiquiatra, y eso le enfada, porque lo que él quiere es seguir adelante y "no dejar que puedan con él".
Aquel día Clara y Félix viajaban en el mismo tren; ambos sintieron un estruendo, que para ella fue "como el de los petardos que ponen los niños en Navidad", después un fuerte olor a azufre, y por fin, el silencio.
El vagón en el que viajaba Clara, el cuarto del tren siniestrado, estaba más cerca de la bomba y, tras la explosión, ella quedó inconsciente.
Félix iba en el quinto vagón y resultó ileso, pero ante el horror de hierro, confusión, heridos, y silencio, su primer impulso fue "quedarse allí para ayudar".
El joven despertó a Clara, la sacó de debajo de una papelera con la ayuda de otras cuatro personas, y la llevó al andén, convencido, según confiesa, de que "esa mujer no iba a salir de esta".
Clara fue trasladada a un hospital de Madrid, donde estuvo un día ingresada con una herida abierta en el cuello, que le ha dejado de recuerdo dos trozos de metralla junto a las vértebras.
El agente de la Guardia Civil aún permaneció un par de horas en la estación de Santa Eugenia, luego fue al trabajo, y durante la semana siguiente continuó su rutina laboral, y volvió a tomar el tren, como antes, a la misma hora y en el mismo vagón.
Sin embargo, cinco meses y medio después, ha tenido que dejar de trabajar, a su pesar, y empezar a tomar pastillas para dormir.
Cuando el pasado abril Clara y otras víctimas pusieron en marcha la Asociación de Afectados del 11-M, Félix fue a verla y vivió un reencuentro que, según ambos recuerdan, fue maravilloso.
Desde entonces, se ven al menos una vez por semana y han llegado al acuerdo de que cuando ella decida volver a tomar un tren, lo hará con él.
Clara no ha vuelto al trabajo, siente que no tiene fuerzas para transmitir a los niños enfermos la fuerza y el cariño que necesitan.
No siente odio hacia los que perpetraron los atentados, pero aún no ha vuelto a ser feliz y dice que cuando le preguntan cómo está, responde que "está" sin más y con eso, por el momento, para ella es suficiente.
Para Félix, desde entonces, "la vida es más triste". Le acompaña, igual que a Clara, una "inmensa apatía", igual que en el día del atentado les acompañó el silencio, pero él sí siente odio, rabia, impotencia y, aunque sabe que no es justo generalizar, confiesa que no puede estar al lado de un árabe.
Dice que lo importante es que la gente va saliendo adelante, que vuelven a hablar y a leer en el tren, que no hay lágrimas, ni tantas miradas perdidas.
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