Rucci: De domador a mártir nacional

POR ENRIQUE OLIVA (*) El próximo sábado 25 de este mes de setiembre, harán 31 años, del vil asesinato de José Ignacio Rucci, figura inolvidable de las patrióticas luchas de los trabajadores peronistas. Su protagonismo histórico se valora más con el tiempo, junto a sus cualidades de buen compañero y amigo, generoso, corajudo, con una inmensa capacidad de trabajo, intransigente con las dictaduras y leal a los intereses obreros.

Se mantiene en la memoria popular como una pieza clave del retorno del General Perón al país y a su tercera presidencia de la nación.

Rucci nació el 15 de mayo de 1924 en un humilde puesto (un rancho) de la estancia "La Esperanza", en Alcorta, provincia de Santa Fe. Casi adolescente, trabajó como domador de caballos. Inquieto y de gran inteligencia natural, se trasladó a Buenos Aires en busca de mejor destino. Se casó con Nélida Blanca Vaglio y tuvo dos hijos: Aníbal y Claudia, quienes en la fecha del atentado tenían 14 y 9 años de edad, respectivamente.

Su primer trabajo, que lo lleva a convertirse en metalúrgico, lo logra en la fábrica de cocinas "Catita". Ya siendo Secretario General de la CGT, en una entrevista con dirigentes estudiantiles universitarios, que querían conocer sus inicios en aquella empresa, declaró que le asignaron allí la tarea de barrer talleres, para luego desarrollar otras actividades, siempre como obrero, empezando también desde abajo su carrera sindical.

Tanto se distinguió en su dirigencia como delegado, que lo llevó a ser Secretario de Prensa de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) cuando era encabezada por Augusto Timoteo Vandor.

En 1966, el gremio lo hace interventor de la Seccional San Nicolás, donde también se destaca por su eficaz gestión sindical, trascendiendo su prestigio. Así alcanza el 2 de julio de 1970, en el Congreso Confederal, al ser designado Secretario General de la CGT, y reelegido en el cargo en 1972.

Fueron muchos los logros de Rucci al frente de la CGT, donde prácticamente vivía, pues con mucha frecuencia hasta dormía en la sede de calle Azopardo 802. Bregaba incansable por la reivindicación de las conquistas obreras anuladas desde 1955.

El crímen

Rucci fue asesinado el 23 de setiembre de 1974, alrededor de las 12:20, al salir de su humilde casa familiar en la calle Avellaneda 2953, propiedad prestada por un amigo. Era una de esas edificaciones con un largo pasillo angosto al que comunican varias viviendas. Cometió el error de encabezar una fila de dirigentes con los cuales había estado reunido, facilitando involuntariamente la tarea de los criminales.

Osvaldo Agosto, amigo y colaborador de Rucci, uno de los integrantes del grupo que lo acompañaba, con manifiesta indignación declara: "Los asesinos, enterados que en algún momento el jefe sindical debía salir, habían ocupado la casa vecina que tenía un cartel de venta de una inmobiliaria. Se habían presentado allí como interesados compradores y una vez adentro maniataron y amordazaron a la única persona presente en el lugar, una anciana. Hicieron los disparos a traición y por la espalda de José, asomados a un balcón que daba sobre la vereda y desde la puerta de la casa, casi a quemarropa. Luego huyeron por los fondos a través de viviendas bajas".

Según el doctor Ricardo Pozo, también muy íntimo y cercano a Rucci, que presenció la autopsia del cuerpo de su amigo dice, muy emocionado: "recibió 35 disparos de 4 calibres diferentes. Ya el primer proyectil de gran poder fue mortal, pues le dio en la parte posterior del cuello destrozándole la vena yugular. A su chofer, Clemente Muñoz, lo alcanzaron 7 balas pero logró sobrevivir".

Nunca nadie se reconoció personalmente responsable de la muerte de Rucci, ni como autores o inspiradores, pero siguen circulando acusaciones directas sobre varios grupos.

La logística utilizada en el atentado fue muy costosa, la cantidad de disparos y tiradores, más el ensañamiento demostrado (no se trató de un "mensaje" amenazante sino de una clara intención de matar), señala a organizaciones de poderosos intereses, tanto políticos como económicos. Los autores materiales eran hombres expertos en el manejo de armas que no podían provenir de círculos de trabajadores. Tampoco pudieron ser peronistas por la reconocida lealtad y lucha de Rucci por el retorno del caudillo después de 17 años de injusto exilio.

Además, los peronistas no son violentos. Por el contrario, han sido las víctimas de todas las violencias que han quedado sin castigos. Entre tantos otros casos, los actos terroristas en una concentración de trabajadores el 15 de abril de 1953 en Plaza de Mayo, los bombardeos en el mismo lugar del 16 de junio de 1955, los fusilamientos de junio de 1956, y los asesinatos "selectivos" de dirigentes gremiales para quebrar la "columna vertebral del Movimiento". Asimismo, es sabido que fue peronista la mayoría de desaparecidos, torturados, encarcelados y condenados al exilio.

Eso sí, los peronistas ejercieron el derecho y el deber de combatir, por medio de la Resistencia, a todas las dictaduras como también a los gobiernos ilegales surgidos con la proscripción del justicialismo, como los de Frondizi, Guido e Illía. Pero jamás atentaron contra la democracia.

El peronismo es el principal interesado en la paz social de los argentinos. Por ello no busca en el pasado ningún tipo de revancha por la sangre derramada, entre ellas la del compañero Rucci, que la dejó toda en la vereda de su casa.

Los enemigos de Rucci aumentaron al responsabilizárselo de la renuncia del presidente Héctor Cámpora. El 23 de setiembre de 1973, dos días antes del asesinato del gremialista, había sido elegido presidente el General Perón por el 62 % del electorado.

La muerte de Rucci, a los 49 años de edad, que para algunos motivó en su momento bromas repugnantes, hizo decir al General Perón en el velatorio: "Me han cortado las patas".

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(*) Periodista, ensayista y ex corresponsal de Clarín.

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