Las confesiones del espía más importante del siglo 20

E. Howard Hunt es uno de los espías más importantes de la historia de USA. Hunt fue enviado a América Latina para combatir la amenaza comunista. Participó del golpe contra el presidente guatemalteca Jacobo Arbenz, de la Bahía de Cochinos y de las operaciones para detener al Ernesto "Che" Guevara en la selva boliviana. Pero Hunt debió también padecer los gajes de su profesión y tuvo que permanecer 33 meses en distintas cárceles debido a su participación en el caso Watergate.

A continuación traducimos y reproducimos una nota publicada en la revista estadounidense Slate:

E. Howard Hunt es uno de los más notables espías del siglo XX. Hijo de un líder político influyente del estado de New York, Hunt comenzó su carrera en la OSS, la institución precursora a la CIA en la década del ´40. Luego de una operación de inteligencia en China, Hunt transitó por América Latina a través de la CIA. Su principal tarea entre 1950 y 1970 fue evitar la expansión de la amenaza comunista.

Dentro de sus méritos, Hunt es reconocido por ser el arquitecto de la "Operación triunfo" en Guatemala en 1954, hecho mediante el cual se derrocó al presidente electo democráticamente, Jacobo Arbenz.

Además Hunt tuvo un papel importante en la "Bahía de Cochinos" mediante la operación "vuelos negros".

En julio de 1970, Hunt ingresó en la "práctica privada" utilizando todo lo aprendido en 25 años en el negocio de la inteligencia. Quizá él no obtenga el mérito, pero Hunt fue el responsable de la irrupción en la oficina del psiquiatra Daniel Ellsberg en busca de información así como también del famosísimo Watergate (espionaje en las oficinas del partido demócrata entre mayo y junio de 1972).

Luego de Watergate, Hunt debió pasar 33 meses en 13 prisiones federales. Cuando obtuvo su libertad Hunt se mudó a Miami donde conoció a su segunda mujer de entonces 27 años, Laura. Allí Hunt comenzó a desarrollar su segunda habilidad, las novelas de espías. La pareja vivía en un modesto rancho en el norte de Miami y él se dedicaba a escribir.

Hoy Hunt está en silla de ruedas porque una de sus piernas ha sido amputada por arteriosclerosis y en los últimos meses disputa una batalla contra un linfoma dentro de su mentón. Además, Hunt utiliza un audífono, anteojos bifocales.

Slate: -Usted comenzó en el primer departamento de la CIA en México en 1949. ¿Comenzó desde allí a trabajar en Guatemala?

Hunt: -En México tenía algunos agentes de Washington conmigo y había reclutado a otros, incluyendo a un joven sacerdote católico. Un día, vino el sacerdote y me dijo "Estoy enviando a varios jóvenes a Guatemala para que vean la situación allí que no es buena". El sacerdote me contó que allí su gente había sido golpeadas y puesta en cárceles. Yo le prometí que le haría saber esto a Washington y encontré un gran interés por parte de mi país.

Slate: -Usted está hablando de 1952, el año en el que Jacobo Arbenz fue electo presidente de Guatemala.

Hunt: Sí, él estaba en el poder. Pero su mujer era por lejos más inteligente. Ella era una comunista convencida...yo esperaba órdenes de Washington. Un grupo de miembros de la CIA y de militares se unieron a mí y esto se convirtió en un hecho evidente de que trataríamos de remover a la administración comunista de Guatemala. Y eso fue lo que pasó.

Slate: -Pero el presidente Arbenz terminó en el exilio.

Hunt: -Sí. En Checoslovaquia con su muy inteligente y atractiva esposa.

Slate: -Entonces pareciera ser que usted fue el arquitecto de la operación en Guatemala.

Hunt: Sí fue mía porque nadie más sabía más de lo que yo sabía. Yo diría que no hay nadie con tanto conocimiento sobre aquel tema como yo. Conocía a los jugadores de los dos lados.

Slate: -¿Cómo llevó a cabo la operación en Guatemala?

Hunt: Establecimos la base de operaciones en el aeropuerto de Miami. Armamos tres barracas y enviamos desde allí a nuestra gente hacia Guatemala. Estos eran llamados los "vuelos negros". Siempre ocurrían de noche, eran secretos y oficialmente no existen informes que sostengan que hayan ocurridos.

Slate: -¿Cree usted que se llevó a cabo el golpe de modo efectivo?

Hunt: -Sí. Y estos contento de que Arbenz no haya sido ejecutado.

Slate: -¿Cómo logró eso?

Hunt: -Dándole la orden a la gente del aeropuerto para que lo dejen ir.

Slate: -¿A quién le dio la orden?

Hunt: -A una mezcla de gente de la CIA y a Guatemaltecas, en ambos su odio por Arbenz era palpables.

Slate: -¿Estaba usted preocupado de que fuera asesinado allí?

Hunt: -Sí...y la CIA sería culpada de ese crimen.

Slate: -Cerca de 200.000 personas fueron asesinadas en la guerra civil luego del golpe que duró casi 40 años. ¿No fueron vistas todas esas muertes?

Hunt:-¿Muertes?¿Qué muertes?

Slate: -Bueno, las ocurridas en los 40 años que ocurrió la guerra civil.

Hunt: -Bueno, deberíamos haber hecho algo que nunca hacemos. Deberíamos haber mantenido la presencia en Guatemala luego de habernos liberado de Arbenz.

Slate: -¿Conoció usted a Jacobo Arbenz?

Hunt: -Ellos (él y su mujer) eran mis vecinos, años después en Montevideo, Uruguay.

Slate: -¿Qué estaba usted haciendo allí?

Hunt: Era el jefe de la CIA. Ellos habían vuelto del exilio en Checoslovaquia y nadie en Washington me había dicho que estarían allí y entonces una noche estaba en el club de campo con mi mujer y los vi llegar.

Slate: -¿Y qué hizo?

Hunt: Bueno, nada. Mandé un cable a Washington diciendo "En el futuro cuando tengamos rivales importantes, por favor, déjenme saberlo". Era lo menos que podían hacer.

Slate: -Quisiera hablar sobre Cuba ahora ¿Tuvo usted una gran responsabilidad en la Bahía de Cochinos?

Hunt: -Para que ocurriera....

Slate: -¿Cómo es eso?

Hunt: -Llegué a Miami y por supuesto había exiliados cubanos, todos dispuestos de tomar las armas y cargar contra Cuba. A la CIA se le había dado la responsabilidad de tomar acción contra Cuba. Yo me ocupé de artillería psicológica y los paramilitares se encargaron del entrenamiento de los exiliados que ocurrió en Guatemala.

Slate: -¿Fue usted a Cuba luego de que Castro tomó el poder en enero de 1959?

Hunt: Fui a Cuba. Fui encubierto. Batista no estaba, era 1959. Había sido enviado a la Habana para "oler un poquito", charlar con los taxistas y averiguar que sucedería si hubiese una invasión de USA. Yo les dije a los taxistas que aquello no iba a ocurrir y eso fue exactamente lo que sucedió.

Slate: -¿Ayudó usted a planear las Bahía de Cochinos?

Hunt: -No planee la parte militar. Y no pude hallar a nadie que considerase que aquel fue un buen plan.

Slate: -¿Cuáles eran sus objeciones?

Hunt: Había objeciones de la parte de Dean Rusk, el secretario de estado de Kennedy. Él no quería invadir, no quería "una invasión para ir a ver", ese fue el término que utilizó. Rusk no era un sujeto con ideas útiles. Cuando tuvimos un plan se lo presentamos a Rusk para que nos diera el o.k. y nos dijo que en realidad aquel "era muy ruidoso y que había que hacer otra cosa". Entonces el punto de asalto fue trasladado a Bahía de Cochinos, que no tenía nada a favor. Era una playa rodeada de junglas. Con muchos mosquitos. Nuestra gente llegó allí y al poco tiempo nos volvimos.

Slate: -¿Pensó que había otro modo de deshacerse de Castro que no fuera el golpe militar?

Hunt: -No.

Slate: -¿Cuál era su sentimiento hacia Batista?

Hunt: -Bueno, creo que él llevaba a cabo un gobierno allí. Había un montón de corrupción, pero siempre ha habido corrupción en América Latina.

Slate: -Hablemos de los días finales y de la ejecución del Che. ¿Sabía usted cuál era la verdadera historia allí?

Hunt: -Sí. El Che se estaba convirtiendo en una amenaza para Castro. Casro era más gradual, consideraba que los grandes cambios no podían suceder de modo inmediato. En cambio el Che tenía una idea distinta. Él quería que todo el continente fuese comunista. Entonces Casto lo mandó a Bolivia. Las primeras transmisiones del Che fueron escuchadas por la gente de la Agencia de Seguridad Nacional. Así la Agencia lo podía rastrear fuera donde fuera con su banda. Los bolivianos querían liberarse de él y nusr agente mantenía informados a los bolivianos.

Slate: -¿Entonces usted sabía dónde estaba todo el tiempo?

Hunt: -Sí. Y no había duda alguna sobre lo que intentaba hacer allí. (...)

Slate: -Creo que fue Félix Rodríguez, el cubano exiliado de Bahía de Cochinos, quien dijo que había asesinado al Che.

Hunt: -No. Fueron los bolivianos.

Slate: -¿Qué querían hacer los estadounidenses?

Hunt: -Queríamos hacer todo lo posible para que fuese asesinado.

Slate: -¿Creí usted allí que el Che se convertiría en una figura de culto con más poder muerto que vivo?

Hunt: -No, nadie podía ver eso. Lo que sí me dijo algo fue que el coronel boliviano cortara las manos del Che fueran cortadas.

Slate: -¿Para qué hizo eso?

Hunt: -Para que no fuese identificado por sus huellas dactilares. Esa fue una buena idea. La gente aún tiembla un poco cuando se le dice que sus manos fueron cortadas.

Slate: -¿Aquella idea provino de la CIA o del Coronel?
Hunt: No tengo idea.

(...)

Slate: -Usted se fue de la CIA, pero luego estuvo involucrado en Watergate.

Hunt: -Era consejero de la Casa Blanca. Tenía un gran respeto por Nixon. Cuando Chuck Colson (consejero especial de Nixon) me pidió que trabajara para la administración, acepté. Un día Colson me llamó y me dijo que tenía un trabajo que me podría interesar.

Slate: -¿Cuánto tiempo estuvo en prisión luego de que estalló Watergate?

Hunt: -En total 33 meses.

Slate: -Es un montón de tiempo.

Hunt: -Es un montón de tiempo y muchas veces me pregunto ¿qué hice?

Slate: -¿Fue perdonado?

Hunt: -No. Nunca lo fui. Pedí un perdón, pero nunca fui escuchado.
Laura Hunt: Estaba como zoombie porque todo esto le sucedió también a su esposa e hijos, quienes ingresaron en la droga cuando aún estaba en prisión.

Slate: -¿Su mujer murió en un accidente de avión?

Laura Hunt: -Ella murió cuando su avión aterrizó en el aeropuerto de Chicago. Hubo mucha especulación. Que eso había sido una conspiración para que ella no dijeran ada, pero todo eso me pareció muy ridículo.

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