El gobierno de K y su corrupción

Según Transparencia Internacional, una institución que se concentra en "el abuso de cargos públicos para el beneficio privado", Argentina es tan corrupta como Albania, un país caótico que en Europa es considerado un antro de ladrones. Esto viene a contrastar los datos difundidos por las encuestadoras que responden al Gobierno y aseguran que la corrupción bajó espectacularmente. A continuación U24 le acerca la editorial del diario Río Negro al respecto, titulada "Tan corrupto como antes":

"El martes pasado la filial local de una consultora internacional nos informó que, en opinión de empresarios, funcionarios y académicos, desde que Néstor Kirchner inició su gestión el nivel de corrupción en la Argentina había bajado de forma realmente espectacular. Desgraciadamente para el gobierno, al día siguiente Transparencia Internacional, una institución muy prestigiosa que suele concentrarse en "el abuso de cargos públicos para el beneficio privado", difundió los resultados de su propia encuesta sobre "percepción de la corrupción" en el 2004, que mostraron que a juicio de los consultados muy poco ha cambiado. Según Transparencia, la Argentina es tan corrupta como Albania, un país caótico que en Europa es considerado un antro de ladrones, y la Autoridad Palestina, otra entidad que es mundialmente célebre por la rapacidad de sus funcionarios, aunque la situación no es tan mala como en Nigeria o Haití.

Cuando de la corrupción se trata, las impresiones o, si se prefiere, la "sensación térmica" pesan mucho porque inciden en la conducta de las personas, de suerte que el hecho innegable de que en términos generales el gobierno de Kirchner posee una imagen que es menos rocambolesca que la lograda por el encabezado por Carlos Menem es de por sí positivo. Sin embargo, ni siquiera los simpatizantes más entusiastas del rumbo emprendido por Kirchner podrían afirmar que se hayan tomado muchas medidas concretas destinadas a combatir el flagelo.

Además, si bien no cabe duda de que por lo común los funcionarios kirchneristas son menos propensos que los menemistas y otros a alardear de su riqueza, sería prematuro atribuir tal diferencia a su mayor honestidad. Después de todo, entre otras cosas, la experiencia menemista sirvió para recordarles a los políticos que a la larga no les convendría llamar la atención sobre la evolución reciente de su patrimonio.

Si la corrupción es tan anómala como parece ser el caso en Escandinavia y Nueva Zelanda, castigar a los funcionarios que aprovechan las oportunidades para enriquecerse es relativamente fácil. En cambio, cuando es endémica, como siempre ha sido el caso en nuestro país, hasta impedir que siga aumentando puede resultar casi imposible porque son demasiados los intereses tanto económicos como políticos y familiares en juego. Por cierto, en el transcurso de las décadas últimas, todas las campañas destinadas a eliminarla se han convertido muy pronto en ofensivas contra los adversarios políticos del gobierno de turno, es decir, de los llamados emblemáticos: los menemistas persiguieron a radicales, y éstos, seguidos por los partidarios de Eduardo Duhalde y últimamente, de Kirchner, a menemistas notorios.

Así las cosas, sería difícil que "la lucha contra la corrupción" lograra modificar mucho a menos que un eventual gobierno opte por priorizar el enriquecimiento ilícito de integrantes de su propia facción política o ideológica. De más está decir que no se da señal alguna de que el gobierno actual esté por abandonar el nepotismo tradicional que tanto contribuye a dificultar las investigaciones o a dejarse perturbar por nimiedades como las acusaciones que se han formulado contra candidatos a desempeñar funciones clave en instituciones como el Banco Central.

De resultas de largos años de corrupción ubicua, los integrantes de nuestra clase política han aprendido a ser auténticos maestros cuando es cuestión de formular denuncias contundentes y de perorar en torno de la ética, pero por las razones que fuera parecería que son incapaces de idear medidas que tendrían consecuencias concretas, tal vez porque en este ámbito, como en tantos otros, los problemas son tan enormes que los más creen que lo mejor sería convivir con ellos, no hacer un esfuerzo genuino por solucionarlos.

La resignación así supuesta persistirá hasta que contemos con dirigentes conscientes de que la corrupción, como la ineficiencia burocrática y la falta de competitividad de muchos sectores económicos, es una barrera que nos separa del desarrollo sin el cual seguirá siendo imposible satisfacer las necesidades básicas de buena parte de la población y que por lo tanto tendremos que procurar superarla con algo más concreto que las denuncias tremendas que sólo sirven para agitar a la ciudadanía por algunas semanas o meses."

Dejá tu comentario