Edición i: La censura K, Grupo Clarín y su Asociación Periodistas

La siguiente nota fue publicada en la revista Edición i para precisar algunas cuestiones sobre una polémica reciente: Página/12 es controlado por el Grupo Clarín, al igual que la Asociación Periodistas, de tan pobre desempeño en la defensa de libertad de expresión en la Argentina posmenemista. Aquí, la nota:

POR EDGAR MAINHARD

"El 26 de mayo de 1987 los porteños se despertaron con una novedad. Un diario de 16 páginas se había abierto un lugar en los kioscos entre los clásicos dinosaurios mediáticos. La tirada de 30 mil ejemplares se agotó con las primeras luces y pronto se formó un larga cola en la puerta de la antigua redacción en busca de algún ejemplar de la novedad. Semejante respuesta demostró que existía un espacio para la revolucionaria propuesta. "Nos planteamos hacer un diario que le hablara a la gente en su idioma cotidiano. Que rescatase el humor ácido que tanto usan los argentinos para contarse las novedades - explican más de 15 años después sus fundadores -. Pensábamos que este país necesitaba un medio pluralista con un único compromiso con la democracia y los derechos humanos. Que sirviera para informar con independencia y, más que respuestas, planteara las preguntas correctas".

Página/12, página institucional autobiográfica.

Jorge Lanata lo dice tan seguido que sorprende que 10 días después del inicio del episodio ‘Julio Nudler c/ Página/12’, aún ningún otro periodista lo haya considerado: Página/12 es un diario que, en los hechos, pertenece a Grupo Clarín.

No es una casualidad que, cada vez que en Edición i se publica algo que no le apetece a Jorge Rendo, director de Asuntos Públicos de Grupo Clarín, ataca a través de Susana Viau, de Página/12.

Al semanario La Tecla, de la ciudad de La Plata, Lanata le acaba de ratificar: "Yo he participado de las primeras reuniones entre Grupo Clarín y Página/12, por eso conocí hasta los lugares donde se reunían. Eso nadie me lo puede desmentir".

Es obvio que Lanata merece crédito, sigue siendo uno de los periodistas con mayor credibilidad para la opinión pública argentina.

Fernando Sokolowicz, en tanto, ha explicado a muchos interlocutores que él, pese a que en el pie de imprenta es el presidente-fundador de Editora/12, no es quien decide las políticas de Página/12.

Página/12 ingresó al universo de influencia de Grupo Clarín cuando el holding de Ernestina Herrera de Noble generaba dividendos importantes y necesitaba una herramienta colateral para sus disputas de poder con el entonces presidente Menem y con los ex socios de Grupo Clarín en Multicanal: CEI Citicorp Holdings (básicamente Raúl Moneta) y Telefónica (aunque tras el alejamiento de Juan Villalonga de la corporación española, los medios de comunicación sólo provocaron desinterés en Madrid).

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Página/12 nunca fue una inversión rentable para Grupo Clarín, pero sí le fue de una utilidad interesante para cuestionar a Fulano, herir a Mengano y desgastar a Perengano.

En mayo de 2003, Grupo Clarín padecía los problemas financieros que ya no tiene desde que fue homologado el acuerdo preventivo extrajudicial de su controlada Multicanal, y su encuestadora propia, el Centro de Estudios de Opinión Pública, aún dudaba acerca de si Carlos Saúl Menem sería derrotado en los comicios previstos para el domingo 23.

En Grupo Clarín se preparó un Plan A y un Plan B.

Si Kirchner ganaba, la Casa Rosada establecería la política editorial más conveniente para Página/12. Varios de cuyos columnistas –Miguel Bonasso, Juan Pablo Feinman, Martín Granovsky, Mario Weinfeld, Diego Schurman y Felipe Yapur- matenían probados contactos o con Kirchner o con Alberto Fernández o con Cristina Elizabet Fernández de Kirchner.

Si Menem ganaba, el matutino Página/12 sería cerrado, como prenda de negociación con el riojano (Plan B).

La relación de Horacio Verbitsky con la Casa Rosada comenzó con posterioridad, cuando el Plan A ya estaba en ejecución.

Para los responsables de Página/12, el Plan A tenía dos ventajas, aún cuando significara vivir del gasto público, convertirse casi en una partida presupuestaria:

> Era la única posibilidad para que el diario no cerrase y ellos perdieran sus empleos;

> No provocaba conflicto ideológico, porque ellos adherían a la ‘transversalidad’ enunciada por Kirchner.

Julio Nudler fue despedido del diario Clarín cuando, luego de un tiempo como corresponsal en España, fue regresado en calidad de columnista especial... más barato que permaneciendo en Madrid.

Nudler fue un excelente corresponsal pero Marcos Cytrynblum llegó a la conclusión de que no convenía mantener ese gasto fijo en pesetas.

En abril de 1982, Nudler destacó en la redacción del matutino Clarín porque decidió ir contra la opinión mayoritaria y consideró, desde el primer día, una locura la invasión argentina a las islas Malvinas/Falkland.

En el triunfalismo que se extendió durante varias semanas, mantuvo su posición pese a las críticas que mereció su opinión.

Luego de Malvinas, en la Argentina comenzó una efervescencia general, también en la redacción del diario Clarín. A Nudler lo despidieron junto a Alejandro Horowicz y Alberto Guilis, cuando se planificaba una protesta para reclamar un ajuste salarial.

En la reunión, realizada en un centro cultural peronista, en el barrio de Congreso, Horowicz, Nudler y yo tuvimos la posición más dura; pero o el informante de Cytrynblum se equivocó en el informe que elevó (su apellido comenzaba con G.) o yo era un ‘perejil’, o a Guilis habían decidido despedirlo simplemente por participar ya que tenía la jerarquía mayor, era el Nº 2 de Internacionales, debajo de Roberto Pablo Guareschi.

Probablemente se mezclaron las tres posibilidades, y yo permanecí en Clarín, con incremento salarial, mientras que Horowicz, Nudler y Guilis quedaron en la calle.

Ignoro si el recuerdo de aquella ridícula acción de Clarín (despedir a tres protestones pero conceder el aumento salarial que ellos pedían) permanece en Nudler, pero es inevitable que, conociendo la relación de Página/12 con Clarín, y de ambos con el gobierno de Néstor Kirchner, su hartazgo sería limitado.

No se llega a la edad madura para, a cualquier precio, ‘limpiarle la ropa sucia’ a Héctor Magneto ni a ningún otro ambicioso para quien el periodismo sólo es un mecanismo de negociación con el gobernante de turno.

Es verdad que un editor tiene el deber comercial de proteger a sus anunciantes y a sus lectores, y es legítimo que preserve esos intereses a través de lo que se denomina ‘política editorial’.

Pero también es legítimo que el periodista proteja su trabajo de comunicar todo aquello que pueda probar sobre aquellos acontecimientos y personas que informará.

Así, los intereses del editor y los del periodista permanecen en un equilibrio inestable en toda empresa cuyo ‘core business’ resultan las noticias.

Algunos editores son más flexibles y otros más autoritarios, algunos periodistas son más obsesivos y otros más amplios, debería lograrse un punto medio. No todos los días ocurren escándalos como el de Nudler y Página/12. ¿Qué sucedió en especial en este caso?

> Página/12 derivó en un ‘boletín pingüino’, según su propio fundador, Lanata, cuando su lema inicial fue: "No sólo te informa, también te deja pensando".

> Existió un debate previo acerca de las presiones de los funcionarios gubernamentales sobre la prensa. Provocó enojo que esas presiones las realizaron personas que, con hipocresía, a la vez se dicen ‘democráticas y progresistas’.

> El domingo 24, cuando Urgente24 inició el texto de la carta-denuncia de Nudler (remitido por un informante que se identifica como Tacho II), se decidió publicar la noticia y colaborar con el debate porque se conocía al damnificado y se sospechaba del tal Claudio Moroni, hoy responsable de la Sigen (Sindicatura General de la Nación).

Días antes, Urgente24 había comenzado a trabajar en los antecedentes de Moroni, e inclusive se había solicitado telefónicamente información a un profundo conocedor de la actividad aseguradora que proporcionó, en su momento, datos sobre los escándalos de Alberto Fernández en el Grupo Bapro que provocaron dos notas de tapa de Edición i, nunca desmentidas.

La censura existe en el periodismo. Cuando un periodista tiene datos que prueban una denuncia sobre alguien y el medio en el que trabaja decide no publicarlo, es comprensible que el periodista se enoje.

Recuerdo que con información que Clarín no me dejaba publicar llegué hasta las oficinas de Luis Pico Estrada, y colaboré con él durante bastante tiempo, en aquellos días en que Juan Pablo Correa era ‘junior’ en la edición del informe semanal de Luis Pico (en cuyo Plan V actual se basó Edición i cuando hace ocho meses nació como ‘newsletter’ y no como revista).

Luego, la información que no se podía publicar en Clarín derivó en el inicio del boletín informativo Área Restringida, que hoy tiene otro nombre y otros dueños.

Y la censura también provoca furia: recuerdo cuando, junto a un compañero, en Clarín –furiosos porque la Jefatura de Redacción nos impedía escribir algo sobre un ‘alfonsinista’ presidente del ex Banco Cooperativa de Caseros y de la ex tarjeta de crédito Carta Franca-, nos quedamos hasta el cierre en el taller de armado, y nos encargamos de que un ‘chivo’ favorable a Alfredo Ferro (así se llamaba el empresario) se perdiera. Una tontería porque 24 horas después se publicó más grande aún.

Pero a lo que voy es que la censura requiere de una gestión tan diplomática como lógica de parte del editor, quien no debe (poder, siempre puede) abusar de su jerarquía porque el periodista es un capital humano diferente a otros capitales humanos.

En el caso de Página/12, a Lanata le censuraron una nota sobre su libro, Cortinas de Humo, que sería publicada en el suplemento cultural Primer Plano, dirigido por Tomás Eloy Martínez.

Otro ex Página/12, Román Lejtman, reveló que cuando su jefe en Página/12 era José María Pasquín Durán, más de una vez le dijeron que una nota no sería publicada, y mencionó una lección periodística que Nudler tendría que entender.

Para Lejtman, si un periodista con tantos años de experiencia denunció que censuraron su trabajo, algo más que no se conoce debe haber detrás de los hechos.

Es probable que hartazgo por la decadencia de Página/12, o porque por no humillarse ante Roberto Lavagna le habían quitado espacio en la sección Economía del matutino, o porque en el periodismo agoniza la meritocracia y parecería que triunfan los mediocres y pusilánimes.

Nudler denunció la designación de Claudio Moroni al frente de la Sigen, con datos que seguramente no coincidían con la línea del diario, que días antes había festejado ese nombramiento.

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El 2 de octubre, el periodista Diego Schurman escribió que el elegido de Kirchner es "un reconocido abogado y profesor universitario" de Derecho Laboral de la UBA. "Es técnicamente brillante, y con una capacidad de laburo envidiable", agregó.

Nudler no reparó en aquella nota y escribió sobre las operaciones y los fraudes que realizó Moroni en sus dos períodos al frente de la Superintendencia de Seguros de la Nación, apañado por Fernández, hombre de dudosa ética pero que ha escrito mucho sobre ese tema.

Nudler también recordó lo que le ocurrió, entre 1994 y 1996, al ya fallecido Roberto Guzmán, liquidador del Instituto Nacional de Reaseguros, con la Superintendencia de Seguros.

Fernández y Moroni, según Guzmán, tomaron partido por los corruptos aseguradores privados que pretendían tener acreencias contra el iNdER por unos US$ 2.000 millones.
Escándalos como los de la ex LUA y de la ex Omega le han costado fortunas a los argentinos.

Fernández y Moroni, además, quienes presionaban para que el INdeR reconociera una deuda de casi US$ 1.200 millones con el sector, cuando Guzmán demostró que el pasivo no llegaba a US$ 500 millones.

Nudler acusó a Moroni por el diseño de un sistema que desamparó a los pasajeros del autotransporte público, y por el fraude que sufrieron los deudos de los nueve estudiantes muertos el 27 de diciembre de 1996 cuando el ómnibus en que viajaban a San Carlos de Bariloche chocó contra un camión, en el partido bonaerense de Laprida.
Y que mientras Moroni no tuvo cargo en la Superintendencia, entre febrero de 1998 y marzo de 2002, fue asesor y directivo de LUA, compañía utilizada por los hermanos Mario y Sergio Cirigliano para financiar su expansión desde la propiedad de las líneas urbanas 61 y 62 hasta quedarse con Trenes de Buenos Aires, Transporte Automotor Plaza, las líneas 36, 141 y 64, y hasta el transporte ferroviario subterráneo en Río de Janeiro, Brasil.

Para Nudler, Moroni y otro abogado, Armando Canosa, ex secretario de Transportes hoy defensor de El Metropolitano, operaron desde el Estado para el progreso empresario de los Cirigliano.

Y que, cuando el entonces superintendente Juan Pablo Chevallier-Boutell decidió prohibir que LUA La Porteña siguiera emitiendo pólizas a pesar de su insolvencia, Duhalde (es decir, Alberto Fernández) lo despidió para designar en su lugar a Moroni, quien no halló nada malo en la continuidad de la operatoria.

Cuando el escándalo fue manifiesto, Nudler dijo que "el Presidente tiene que explicar porqué nombra a un delincuente nada menos que en el organismo que tiene que asegurarnos que no haya corrupción en el Poder Ejecutivo" (por la Sigen).

También se refirió a los grandes medios de comunicación, que, envueltos en grandes negocios públicos y privados, terminan autocensurándo a sus periodistas, quienes piensan que si investigan un tema terminarán siendo sancionados por la empresa editorial.

Todo esto pone en un brete al director periodístico de Página/12, Ernesto Tiffenberg.
Página/12 ya había quedado en el ojo del huracán cuando su editor-fundador, Fernando Sokolowicz, se asoció con Daniel Hadad para la compra del diario Buenos Aires Económico, primero, y Azul TV, después.

Quienes callaron ante la transferencia de Página/12 a Héctor Magnetto –algo que sólo conocían Sokolowicz, Lanata, Tiffenberg y los abogados Pablo Jacoby y Jorge Prim, además de Hugo Soriani, "quien venía de vender camisas Chemea en calle Florida"-, decidieron debatir la sociedad de Sokolowicz con Hadad y Sergio Szpolsky.

Tiffenberg acusó a Sergio Szpolsky, flamante accionista de la revista Veintitrés, de promover lo de Nudler. No mencionó la anterior sociedad de Szpolsky con Sokolowicz y Hadad, sino que denunció a Szpolsky como ex socio de Hadad.

Szpolsky le respondió a Tiffenberg, y en Veintitrés escribió una nota editorial el ex director del semanario, Ernesto Tenembaum, ex periodista de Página/12.

En verdad, nadie se imaginó –porque es ridículo- a Nudler aceptando escribir dos columnas mensuales por $ 600 en Veintitrés, a cambio de embestir contra Página/12 donde percibía $ 4.000 por mes.

Szpolsky atacó a Tiffenberg, diciendo que el director del diario "no tiene huevos". También confirmó la relación de la revista Veintitrés con Nudler: "Contratamos a Nudler para que haga una colaboración quincenal, por un sueldo que es la cuarta parte de lo que gana en Página".

Lanata volvió a referirse al tema en la revista Noticias de la Semana, que le dedicó su nota de tapa al tema. Lanata explicó que hubo un debate dentro de la Asociación Periodistas por este tema. Desde hace tiempo que la Asociación Periodistas carece de utilidad alguna para la defensa de la libertad de expresión en la Argentina. A muchos de sus integrantes sólo les interesa vestir trajes más costosos que los de sus entrevistados.

Página/12 decidió dar por cerrado el debate luego de que su comisión interna de trabajadores de prensa, y la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires, avalaran en un comunicado a Nudler.

Es curioso por dónde llegan las novedades: por donde menos se lo espera. Un Néstor Kirchner desafiante, triunfal, vanidoso, recibió una feroz cachetada en los medios de comunicación por un tema que, probablemente, desconocía.

Entre los periodistas hay un malestar importante con lo que significa el ‘kirchnerismo’ y su obsesión con controlar la opinión publicada.

En cuanto a Alberto Fernández, verdadero perjudicado por su doble rol de protector de Moroni y de la conducción de Página/12, una nueva excusa para que lo audite José Francisco Larcher, Nº 2 de la Secretaría de Inteligencia.

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Edición i, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, 2004.

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