El regreso de los olvidados

POR FABIAN DOMAN La Argentina deberá comprender de una vez por todas que no existen los salvadores providenciales y que el único camino para poner las cuentas en orden es continuar con las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, el Grupo de los Siete y John Taylor. El sueño chino no es más que eso, y muy pronto las autoridades deberán enfrentar seriamente el tema de la deuda externa y de los acreedores en default. El gran problema es que la sociedad no espera ni admite fracasos, y de haberlos, el panorama sería devastador.

Concluida la ‘fiebre china’ que azotó a gran parte de la opinión pública argentina durante las últimas dos semanas, resulta que no habrá cancelación anticipada con los organismos financieros multilaterales y hay que sentarse nuevamente con el Fondo Monetario Internacional y los países integrantes del Grupo de los Siete (USA, Japón, Reino Unido, Francia, Alemania, Canadá e Italia). O sea... a depender nuevamente de USA y rogar que John Taylor, si se va del Departamento del Tesoro, deje un amigo en funciones.

El desembarco chino en la Argentina ha logrado colocar en un segundo plano, al menos por algunos días, a los dos mayores dolores de cabeza del Gobierno nacional en su relación con el mundo:

> los acreedores en default y

> el Fondo Monetario Internacional.

Presentada la última propuesta oficial a los bonistas hace una semana, muy pocas fueron las voces que se alzaron en el exterior apoyando la presentación.

Sin embargo, no se ha traducido en una mala noticia para una administración kirchnerista que gobierna una sociedad que, en ningún escenario, ni imagina que el canje puede fracasar.

El acuerdo con los fondos de pensión, bancos y compañías de seguros locales, a lo que deben sumarse ahorristas individuales -de aquí y del exterior-, más las diferentes cláusulas y regulaciones que juegan a favor del país-deudor son los datos de la realidad que le permiten a buena parte del Gobierno, empresarios, banqueros, sindicalistas, dirigentes políticos y periodistas, aventurar un éxito en la operación.

Pero, aunque escasos, también pesimistas, hay quienes han recibido, en la última semana, ciertos indicios de que no todo anda tan bien, según la interpretación que hacen de la realidad.

Así, señalan que, por ejemplo, una demora en el proceso de reestructuración de la deuda no seria para nada indoloro para la Argentina, desde el momento que significaría más incertidumbre en torno al acuerdo con el Fondo Monetario.

A estos pesimistas no los une al FMI el amor sino el espanto: la falta de un programa con el organismo le habrá costado a la Argentina, a fin de año, US$ 2.200 millones de pagos ‘cash’.

Si la demora continúa hasta el 31 de marzo, el monto se eleva a casi US$ 3.000 millones que el país -sin garantía alguna de parte de los organismos multilaterales- alguna vez debe devolver pero ¿por qué hacerlo ahora, que rige una emergencia económico-social? Sólo Néstor Kirchner y Roberto Lavagna podrían responder.

Mientras existe un superávit fiscal y no se aproximen vencimientos importantes con el Fondo (o sea de más de US$ 1.000 millones), la ‘canilla’ puede seguir abierta, con una ventaja no menor para Washington DC y Rodrigo de Rato y Figaredo: cobran ‘cash’ a cambio de nada.

Para el FMI es el mejor de los escenarios: ni siquiera debe esforzarse por interpretar a las autoridades argentinas, siempre difíciles en sus pasos de danza... reduce su ‘riesgo argentino’ aún errando en el compás.

Así, la Argentina es otra vez un caso modelo: paga sin contrapartida, mejorando el perfil crediticio del FMI, tal como Rato y Anne Krueger reclamaban desde hace más de un año (en el caso de Rato, ya como ministro de Economía de España reclamaba la devolución de un préstamo directo de corto plazo concedido a Fernando de la Rúa).

Después de la ultima oferta de deuda, conocida como ‘Presentación de Buenos Aires’, muchos analistas de inversión y expertos en deuda emergente en New York y Londres se han preguntado, recurrentemente, si realmente el Gobierno argentino quiere cerrar un acuerdo con los acreedores.

O dicho de otro modo: ¿están Kirchner y Lavagna buscando un nivel de aceptación superior al 70% de los acreedores?

¿O, acaso, prefieren llegar al 50%, y esperar y ver cómo evolucionan los acontecimientos?

Semejante alternativa se abona con la hipótesis de que el Gobierno podrá argumentar que la Argentina tiene su deuda en regla con el 75% de los acreedores, entre quienes estarían -nada más y nada menos-, el FMI y los fondos de pensión locales.

¿Qué dicen los expertos?

Según el economista tan coloquial como perspicaz Enrique Szewach, en su informe semanal, el Gobierno trabaja en un ‘aterrizaje’ calmo entre el crecimiento de la economía de 2003 y 2004 y las realidades todavía no resueltas del país.

Szewach profundiza su análisis al preguntarse si un nivel de aceptación entre los acreedores superior al 50% no resultaría contradictorio con el desarrollo del programa económico en curso.

El economista deja abierto un interrogante no menor: el Ejecutivo Nacional deberá lidiar, entonces, con el FMI para que acepte que una aceptación de canje del 50% de los bonistas, es aceptable.

Miguel Kiguel, junto a Daniel Marx, los dos principales expertos de deuda pública en la Argentina –ya que crearon buena parte del pasivo en dificultades- plantea la diferencia de aceptación de los acreedores en tres planos:

> hasta el 45%,

> entre el 45 y el 70%, y

> más del 70%.

Según Kiguel, si la oferta de Buenos Aires presentada a la Securities and Exchange Commission no tiene mejoras, es improbable que el nivel de aceptación supere el 45%-50%.

Hay otro ‘speaker’ decisivo, quien en dos reuniones privadas la semana pasada también hablo del 50% como el porcentaje posible de aceptación de los acreedores: Néstor Carlos Kirchner, quien, además, se preocupó el jueves de filtrar ese pensamiento a algunos diarios y radios.

¿Hay un tercer escenario? ¿Y si el Gobierno decidió avanzar con esta propuesta –real desde el punto de vista de la capacidad de pago del país- sin preocuparse mucho por el desenlace, porque no considera clave para el futuro inmediato ni la solución de todo el default –solo una parte- ni la reanudación de un programa con el Fondo Monetario?
¿Y si las luces de China, Corea del Sur, España y Vietnam resultan más fuertes en los despachos oficiales que las teóricas ventajas que le significarían al país salir del default y volver con el FMI?.
Sigamos un poco más. Casualmente -o no- una actitud del Gobierno menos favorable al arreglo de la deuda y al Fondo Monetario –salpimentados con encendidos discursos anti capitalistas- le resultaría extremadamente funcional al oficialismo en términos electorales en la Ciudad de Buenos Aires.
Ocurre que en distrito de los porteños hay una manifestación de intención de voto muy favorable a la opositora Elisa Carrio, por sobre cualquier otra opción peronista transversal o tradicional, menemista o duhaldista.
Carrió ya es un fantasma que, a veces, le quita el sueño a alguna gente como Kirchner, Alberto Fernández y Cristina K, además de Eduardo Duhalde.
Pero la Argentina no habita el planeta Tierra en soledad. Y menos todavía cuando los habitantes del interior de Ohio, un estado de mediana importancia en el medio oeste estadounidense, decidieron que George W. Bush continúe gobernando USA cuatro años más.
Hace seis meses que la administración Bush dejó de defender a la Argentina en el G-7 y en el directorio del FMI.
La Casa Blanca decidió librar a su suerte la negociación entre el deudor y sus acreedores. Además, John Taylor, uno de los pocos defensores de la Argentina en Washington DC, dice que se marcha en enero de regreso a su vida universitaria.
Por si todo esto fuera poco, Lino Gutiérrez, el embajador estadounidense que más cuida las formas, al pasar (o a propósito) el jueves, cuando la Ciudad de Buenos Aires parecía Plaza Tienamenn, recomendó volver a conversar con el FMI, y explicó que, en el caso de disputas con el organismo, USA no defenderá a la Argentina.
¿Se encuentran convencidos Néstor Kirchner, Roberto Lavagna y Rafael Bielsa que les conviene que USA no se ocupe de América latina?

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