El mito del milagro de China

Por George Gilboy, Académico en el Centro de Estudios Internacionales del Instituto Tecnológico de Massachussets (*). El súbito crecimiento de China como una potencia comercial mundial ha sido recibido con una curiosa mezcla de admiración y temor. Una euforia irracional acerca del futuro económico del país ha impulsado a los inversores a adquirir rápidamente las acciones de firmas chinas con una escasa comprensión de cómo realmente operan estas firmas. Mientras tanto, la sobreestimación de los logros chinos y de su potencial está alimentando el temor de que el país inevitablemente inclinará a su favor la balanza del comercio mundial y de la tecnología, transformándose, por último, en una amenaza económica, tecnológica y militar para USA. Sin embargo, estas reacciones son igualmente erróneas: no tienen en cuenta 2 importantes debilidades del milagro chino y los beneficios estratégicos que está cosechando USA por el modo particular en el que China se ha incorporado al comercio mundial.

Tales errores de apreciación podrían llevar a USA a adoptar políticas proteccionistas que llegarían a revertir los recientes progresos en la relación entre USA y China. Más aún, ganarse la antipatía de sus aliados y disminuir la influencia de USA en Asia.

En efecto, precisamente USA y China están desarrollando el tipo de relación económica que la estrategia estadounidense ha pretendido crear durante mucho tiempo. China ahora participa en el sistema liberal, el cual se basa en las normas económicas mundiales que USA ha trabajado para establecer durante el último medio siglo. Pekín ha abierto su economía a la inversión extranjera directa, ha dado la bienvenida a las importaciones a gran escala y se ha incorporado a la Organización Mundial del Comercio estimulando la prosperidad y la liberalización dentro de China y a través de la región.

Las propias decisiones de China a lo largo del camino hacia la integración económica mundial han reforzado las tendencias que favorecen la continua preeminencia industrial y tecnológica de USA y otras democracias industrializadas avanzadas. Pekín, en su forzada marcha hacia el mercado, ha dejado atrás reformas políticas y sociales, con por lo menos 2 críticas e inesperadas consecuencias.

Primero, con el objeto de anticiparse al crecimiento de un sector privado políticamente independiente, el gobierno chino ha implementado reformas económicas que favorecen fuertemente a las empresas estatales, garantizándoles acceso preferencial al capital, a la tecnología y a los mercados. Pero las reformas también han favorecido la inversión extranjera, lo cual le ha permitido a las firmas extranjeras que reclamen la parte más grande de las exportaciones industriales chinas y que se aseguren sólidas posiciones en sus mercados internos. Como resultado, la industria china es dejada en manos de las ineficientes, pero aún poderosas, empresas estatales, en manos de las firmas extranjeras crecientemente dominantes y de un sector privado aún incapaz de competir con ninguno de los 2 en iguales términos.

Segundo, los riesgos propios del comercio en el sistema político no reformado de China han engendrado una reacción entre muchos gerentes chinos –una cultura estratégica industrial– que los anima a buscar beneficios en el corto plazo, autonomía local y una excesiva diversificación. Con unas pocas excepciones, las firmas chinas se concentran en desarrollar relaciones privilegiadas con funcionarios del Partido Comunista Chino, rechazan la asociación horizontal ampliamente interconectada y renuncian a las inversiones en desarrollo de tecnologías a largo plazo y a la difusión. Las compañías chinas continúan confiando fuertemente en la tecnología extranjera y en los componentes importados que limitan severamente la habilidad del país para ejercer el poder tecnológico o comercial para obtener beneficios unilaterales.

En otras palabras, China se ha integrado a la economía global en términos que refuerzan su dependencia de la tecnología y de la inversión extranjera, y que restringen su capacidad de transformarse en una amenaza industrial y tecnológica para las democracias industrializadas avanzadas. La mejor esperanza para China a fin de superar sus debilidades tecnológicas y económicas descansa en concentrarse en una reforma política local. Por lo tanto, más que caer en miopes proteccionismos comerciales que podrían socavar las actuales tendencias, Washington debería buscar una política de compromiso estratégico; no un simple compromiso para su propio bien.

Un compromiso estratégico reconocería explícitamente las ventajas del liderazgo tecnológico, económico y militar de USA y buscaría reforzarlo, a cambio de mayor prosperidad y seguridad para China; mucho más ahora que China tiene un interés económico de peso para una reforma política local.

* Accesibilidad y apertura

Recientes debates acerca del comercio entre USA y China pasan por alto el hecho de que la relación económica de USA con China le es ampliamente favorable y que es llevada a cabo en gran medida bajo los términos de USA.

En particular, señalar a la moneda china como el origen de una ventaja comercial injusta es inapropiado, como han demostrado los economistas Jonathan Anderson del grupo financiero suizo UBS y Nicholas Lardy y Morris Golsdstein del Institute for International Economics (Instituto de Economía Internacional) de Washington DC.

Aún una apreciación moderada del yuan significaría una pequeña diferencia para la mayoría de las empresas y de los trabajadores norteamericanos. Mientras tanto la cuestión de la moneda oscurece los significativos beneficios económicos y estratégicos de los que goza actualmente USA en sus relaciones con China.

De acuerdo a Morgan Stanley, las importaciones de bajo costo de China, (principalmente textiles, calzados, juguetes y artículos del hogar) le han ahorrado a los estadounidenses (mayormente familias de medianos y bajos ingresos) alrededor de US$ 100.000 millones desde que comenzó la reforma en China en 1978. La ropa para bebés proveniente de China le ha permitido a las familias estadounidenses con niños ahorrar US$ 400 millones entre 1998 y 2003.

Empresas industriales de USA como Boeing, Ford, General Motors, IBM, Intel y Motorola, también ahorran cientos de millones de dólares al año comprando partes en países con bajos costos como China, incrementando su competitividad mundial, pudiendo así emprender nuevas actividades de alto valor en USA. En un esfuerzo por ahorrar el 30% de sus costos de origen global, Ford, el año pasado, importó de China alrededor de 500 millones en partes. General Motors ha reducido el costo de las radios para automóviles en un 40% construyéndolas con partes provenientes de China. Aunque las fuentes de origen global pueden causar penosos ajustes en el empleo, el proceso también puede beneficiar a los trabajadores norteamericanos y a las empresas. Un reciente estudio independiente patrocinado por la Asociación de la Tecnología de la Información de América, descubrió que las importaciones de países como China e India reportaron en el año 2003, un beneficio de 90.000 nuevos puestos de trabajo en tecnología de la información en USA, y se estima que para 2008 creará trescientos 17.000 nuevos puestos.

China no es exactamente un exportador, importa más que cualquier otro Estado del nordeste Asiático. Sin embargo, en 2003 tenía un excedente comercial de US$ 124.000 millones con USA, tenía significativos déficit comerciales con muchos otros países: US$ 15.000 millones con Japón, US$ 23.000 millones con Corea del Sur, US$ 40.000 millones con Taiwán y US$ 16.000 millones con los miembros de la Asociación de las Naciones del Sudeste Asiático. Más significativamente, China es un gran y creciente mercado para importaciones que se consumen localmente. Las importaciones chinas para consumo doméstico se elevaron de US$ 40.000 a mediados de los ‘90, a US$ 187.000 millones en 2003. Descontando el procesamiento y el comercio de reexportación, China tuvo un déficit comercial de US$ 5.000 millones en 2003, comparado con un superávit de US$ 20.000 millones de 5 años antes. En industrias clasificadas como de alta tecnología, incluidas mercadería electrónica, componentes y equipamiento de fabricación, China ha promediado un déficit anual de 12.000 millones en la última década.

A diferencia de otros socios comerciales asiáticos de USA, como Japón y Corea del Sur, que desdeñaron las importaciones e inversiones de USA por décadas, China también es un gran mercado abierto para los productos estadounidenses. Aunque las exportaciones de USA se han estancado en los últimos años, las destinadas a China se han triplicado en la última década. El año pasado solamente se incrementaron en un 28% (mientras que el total de las exportaciones solamente subieron un 5%). En particular, China se ha convertido en un mercado de engrampe para los productos de tecnología avanzada estadounidense. De acuerdo con los datos del gobierno de USA, las exportaciones aeroespaciales a China fueron valuadas en más de US$ 2.000 millones en 2003 –alrededor del 5% del total de las exportaciones aeroespaciales de USA, comparable a las exportaciones efectuadas a Alemania–. Las empresas estadounidenses exportaron a China, en 2003, US$ 500 millones en equipamiento de fabricación avanzado, más de lo que exportaron a Francia. Y los fabricantes estadounidenses de chips exportaron a China, en 2003, US$ 2.400 millones en semiconductores, el mismo monto que exportaron a Japón.

Además, China permite a las empresas extranjeras invertir en su mercado local a una escala sin precedentes en Asia. China, desde que lanzó sus reformas, en 1978, ha tomado US$ 500.000 millones en inversión extranjera directa, 10 veces el stock total que acumuló Japón entre 1945 y 2000. De acuerdo con el Ministerio de Comercio de China, las empresas estadounidenses han invertido en China más de US$ 40.000 millones en más de 40.000 proyectos. Dada su actitud abierta hacia la inversiones extranjeras directas, China no puede mantener su mercado doméstico como un bastión protegido para las firmas locales, algo que hicieron Japón y Corea del Sur durante sus períodos de rápido crecimiento. En cambio, ha permitido a empresas estadounidenses y a otras extranjeras, que desarrollen nuevos mercados para sus productos y servicios, especialmente los de alto valor agregado, como aviones, software, diseño industrial, maquinaria avanzada y componentes tales como semiconductores y circuitos integrados.

Gracias a este apetito por las importaciones, coaliciones locales poderosas, particularmente, el creciente número de consumidores urbanos chinos y sus empresas más competitivas, continuarán favoreciendo la apertura del comercio. Los consumidores chinos se enorgullecen de conducir automóviles importados y de utilizar teléfonos celulares y computadoras con circuitos que fueron diseñados y fabricados en el exterior. Muchas empresas chinas se resisten al proteccionismo porque necesitan importar componentes críticos para sus operaciones domésticas y temen que se tomen represalias contra sus exportaciones. Por ejemplo, en los ‘90, las industrias de máquinas herramientas y de aviones fracasaron en asegurarse una protección estatal efectiva para enfrentar la oposición de las empresas locales que preferían los importados, y como resultado sufrieron una significativa declinación.

China, como un país de economía abierta y gran importador, podría ser un aliado de USA en muchas áreas de comercio mundial y financieras. Pekín ya ha desplegado una buena disposición para jugar con las reglas de la Organización Mundial de Comercio. Ha acusado a Japón y a Corea del Sur de prácticas comerciales desleales –mercados que USA ha intentado abrir durante mucho tiempo. China inició en 2002, 10 investigaciones antidumping en productos con un valor de importación de más de US$ 7.000 millones, y otras 20 en 2003. Actualmente es un promotor líder del comercio regional y de los regímenes de inversión, incluida una zona de libre comercio con la Asociación de las Naciones del Sudeste Asiático y un acuerdo bilateral de libre comercio con Australia, uno de los más cercanos aliados de USA en la región del Pacífico. Las propuestas de Pekín acerca de la cooperación económica regional ya le parecen mucho más relevantes a la mayoría de las naciones asiáticas que las de Washington.

El beneficio final del que goza USA debido a la integración económica global de China, es a largo plazo, la paciente batalla a fin de promover el liberalismo en Asia. El comercio exterior y el desarrollo han estimulado avances en las leyes comerciales chinas, mayores consultas regulatorias con los consumidores chinos, burocracias reducidas, y adhesión a los estándares internacionales de seguridad y medio ambiente. Aunque aún en forma limitada, la libertad de las personas para debatir las cuestiones económicas y sociales ha aumentado, especialmente en el fuerte medio financiero. Este proceso de liberalización está incompleto y es irregular, pero está en el interés de ambos, China y USA, ver que el mismo continúe.

* El exterior está adentro

A pesar de estos beneficios, los líderes comerciales y políticos de USA temen que la creciente participación de China en las exportaciones mundiales, especialmente de alta tecnología y de mercaderías industriales, indique el crecimiento de otro superpoder económico mercantilista en el nordeste de Asia. Pero estas preocupaciones no están avaladas por 3 razones: Primero, la alta tecnología china y las exportaciones industriales están dominadas por empresas extranjeras, no chinas. Segundo, las empresas industriales chinas son profundamente dependientes de los diseños, de los componentes críticos y del equipamiento de producción que importan de USA y de otras democracias industrializadas avanzadas. Tercero, las empresas chinas están dando pocos pasos efectivos con el fin de absorber la tecnología que importan y difundirla a través de la economía local, lo cual hace poco probable que emerjan rápidamente como competidores industriales mundiales.

Una observación cuidadosa del detalle de las exportaciones chinas por tipo de firma productora, pone el crecimiento de la economía en perspectiva. Las empresas con financiamiento externo, el año pasado fueron responsables del cincuenta y cinco por ciento de las exportaciones de China. Con respecto a esto, China diverge de la típica historia del éxito asiático. De acuerdo con Huang Yhaseng, del Instituto Tecnológico de Massachussets, las empresas con financiamiento externo sólo fueron responsables del 20% de las exportaciones industriales de Taiwán de mediados de los años ‘70 y solamente del 25% de las exportaciones industriales de Corea del Sur, entre 1974 y 1978. En Tailandia, la participación de las empresas con financiamiento externo cayó desde un 18% en los años ‘70 hasta un 6% a mediados de los ‘80.

Como se muestra en el gráfico, la dominación de las empresas extranjeras en China es aún más evidente en las exportaciones industriales avanzadas. Mientras las exportaciones de maquinaria industrial crecieron veinte veces en términos reales durante la última década (a US$ 83.000 millones el año pasado), la participación de esas exportaciones producidas por las empresas con financiamiento externo crecieron desde el 35 al 79%.

Las exportaciones de equipos de computación se dispararon desde US$ 716 millones en 1993 a US$ 51.000 millones en 2003, con la participación de las empresas con financiamiento externo creciendo de un 74% a un 92%. Asimismo, las exportaciones de China en electrónica y telecomunicaciones han crecido 7 veces desde 1993 (US$ 89.000 millones el año pasado), con la participación de las empresas con financiamiento externo creciendo de 45% a 74%, durante el mismo período. Este patrón se repite en casi todos los sectores industriales avanzados de China. Los datos del gráfico resaltan otra tendencia que refuerza la dependencia de China de la inversión extranjera y la creciente brecha entre las empresas con financiamiento externo y las compañías chinas.

En los ‘90 Pekín permitió el desarrollo de una nueva tendencia de la inversión extranjera directa: el alejamiento de las empresas de riesgo compartido (joint ventures) hacia las empresas enteramente extranjeras.

Hoy, en China las empresas enteramente extranjeras cuentan con el 75%de la nueva inversión extranjera directa y dominan las exportaciones de alta tecnología, pero están mucho menos inclinadas a transferir tecnología a las empresas chinas que a las empresas de riesgo compartido. A diferencia de lo que ocurre con éstas últimas, contractualmente no están obligadas a compartir el conocimiento con los socios locales y tienen fuertes incentivos para proteger su tecnología, tanto de las empresas locales como de otras empresas extranjeras, a fin de obtener la mayor parte del mercado doméstico chino.

Como resultado, de acuerdo a las más recientes estadísticas del gobierno chino, en las industrias de alta tecnología (farmacéutica, aviación y aeroespacial, electrónicas, telecomunicaciones, computadoras y equipamiento médico), las empresas con financiamiento externo incrementaron su participación en las exportaciones de alta tecnología de un 74 a un 85% entre 1998 y 2002.

Pero quizás, más significativamente, en el mismo período, ellas incrementaron su participación en el total de las ventas locales de alta tecnología, de un 32 a un 45%, mientras que la participación de ese mercado, sostenido por las firmas comerciales chinas más competitivas, empresas estatales, cayó de un 47 a un 42%.

Finalmente los datos del gráfico revelan que las empresas privada chinas todavía no son actores mundiales significativos. A pesar de una reforma económica que lleva más de 2 décadas, las compañías líderes locales, industriales y tecnológicas aún son primariamente, empresas estatales.

Aunque las mismas continúan siendo ineficientes y dependientes de préstamos subsidiados por el gobierno, cuentan con la mayor parte de la producción industrial avanzada de China, se jactan de tener la mejor capacidad de investigación y desarrollo del país, y gastan la mayoría de los recursos para desarrollar e importar tecnología. Su acceso preferencial a los mercados y recursos ha bloqueado el crecimiento de las empresas industriales privadas.

Asimismo, las empresas cooperativas pertenecientes a los gobiernos provinciales y locales no han conseguido surgir como los principales actores de los sectores avanzados industriales y tecnológicos de China.

* Particular y excepcional

Una de las razones clave por las cuales las empresas estatales, cooperativas y privadas de China se han quedado atrás de las empresas con financiamiento externo, es que no han logrado invertir en el tipo de capacidades tecnológicas a largo plazo que sus predecesores japoneses, surcoreanos y taiwaneses han desarrollado durante los años ‘70 y ‘80.

El desarrollo tecnológico es un proceso dificultoso e incierto. Ni las inversiones de grandes capitales, ni un significativo stock de la ciencia existente y capacidad de ingeniería, pueden garantizar el éxito. Para crear productos y servicios comercialmente viables, las compañías tienen que seguir de cerca y acceder a las nuevas formas de conocimiento, entender las evolucionantes tendencias del mercado y responder rápidamente a la cambiante demanda de los clientes. Las empresas que pueden establecer fuertes lazos con instituciones de investigación, financieras, socios, proveedores y clientes, corren con ventaja para la adquisición, modificación y, por lo tanto, comercialización de nueva tecnología.

Tales redes horizontales son conductos esenciales para el conocimiento, el capital, los productos y el talento. El sistema político de China, aun sin reformar, reprime esa organización social independiente y la conexión en redes horizontales, y en cambio refuerza las relaciones verticales. China permanece en un sistema federal fragmentado, con sus irritables regiones unificadas por un único partido político.

El Partido Comunista Chino controla todos los aspectos de la vida organizada, incluidas las organizaciones industriales, dejando unas pocas vías para que las empresas trabajen conjuntamente por intereses comunes legítimos. Esta estructura hace que los líderes de los negocios se concentren en establecer relaciones a través de los funcionarios del Partido y de la burocracia. Aunque las reformas del mercado le han traído más normas a la economía china, sin controles institucionales y balances, o supervisión directa, los funcionarios del Partido Comunista aún emplean mucha discreción para definir e implementar dichas normas, especialmente en el ámbito local.

Ellos pueden, y a menudo lo hacen, manipular las políticas económicas para conseguir objetivos locales particulares. Algunos se comprometen en este particularismo porque son corruptos, otros porque directamente son dueños u operan en empresas.

Sin embargo, la mayoría lo hace porque la élite política los anima a hacerlo: entendiendo que el crecimiento económico local promueve el orden social y político, el Partido Comunista Chino tolera, y aún recompensa, a los funcionarios que utilicen algún medio para producir inversiones locales y empleo. Pero esto a menudo resulta en industrias nacionales fragmentadas y en un despilfarro de inversiones superpuestas.

Los líderes del comercio chino y las empresas públicas y privadas reconocen que una economía dominada por particularismos es un entorno comercial riesgoso. Los mercados están fragmentados; las normas cambian constantemente por la manipulación de los funcionarios del gobierno; y los obstáculos políticos evitan que las empresas se asocien compartiendo riesgos y ejerciendo acciones colectivas. Para arreglárselas con estas incertidumbres, el comercio chino ha desarrollado a lo largo de las últimas dos décadas, una cultura industrial estratégica distintiva. Primero, en respuesta a la particular aplicación de las normas, las firmas chinas se concentran rutinariamente en obtener tratamiento excepcional de funcionarios clave: acceso especial a los mercados o a los recursos, excepciones a las normas o regulaciones, o protección contra la prelación de otros funcionarios. Segundo, para maximizar estos beneficios excepcionales, como así también para evitar enredos con otras compañías y sus patrones, muchas empresas chinas rechazan colaboración dentro de su industria, especialmente si tal colaboración cruza fronteras regionales o burocráticas.

Tercero, ellos generalmente favorecen las ganancias a corto plazo sobre las inversiones a largo plazo. Finalmente, las empresas chinas tienden a comprometerse en una excesiva diversificación con el objeto de mitigar el daño potencial de la competencia de precios fratricida creada por el exceso de la capacidad de producción y la superposición de inversiones.

* Encrucijadas

Esta cultura estratégica industrial es racional y efectiva, dada la actual estructura del medio político y comercial de China. Estos modelos característicos repetidos, de interacción entre oficialidad autoritaria y comerciantes emprendedores se establecieron en el primer período de la industrialización de China, durante la dinastía Qing, hace 150 años. Pero la cultura estratégica industrial china debilita la competitividad de sus empresas y puede tener repercusiones económicas dañinas a la vuelta del camino.

La mayoría de las empresas industriales chinas se centran en las ganancias a corto plazo, y a pesar de la creciente eficiencia operacional, los ingresos por las ventas y los beneficios, no han aumentado su compromiso para desarrollar nuevas tecnologías.

Su gasto total en investigación y desarrollo (I+D), como un porcentaje del ingreso en concepto de ventas, se ha mantenido por debajo del uno por ciento por más de una década. En las firmas industriales chinas, la intensidad del I+D (desembolso por I+D como un porcentaje del valor agregado) está solamente alrededor de un uno por ciento, siete veces menos que el promedio en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.

Concentrándose en los retornos a corto plazo también han guiado las importaciones chinas de tecnología industrial. Las empresas chinas tienden a importar tecnología comprando equipamiento industrial extranjero. Durante los años ‘80 y ‘90, el hardware representaba más del 80% de las importaciones tecnológicas de China, mientras que los servicios de licencias, know how y consultoría, representaban alrededor del 9, 5 y 3%, respectivamente.

Aunque China recientemente comenzó a importar tecnología blanda –principalmente en la forma de licencias para la utilización de equipamiento importado– el conocimiento incorporado debe ser absorbido y dominado antes de que pueda convertirse en una base efectiva para innovaciones locales, las empresas chinas permanecen débiles en este aspecto.

Durante la última década las empresas industriales chinas, grandes y medianas han gastado menos del 10% del costo total del equipamiento importado en tecnología apropiable. El gasto en apropiación de tecnología blanda de las firmas estatales, en los sectores en los cuales

China es citada más frecuentemente como una potencia en crecimiento (equipamiento en telecomunicaciones, electrónicos y maquinaria industrial) también es bajo (8, 6 y 2% del costo del equipamiento importado, respectivamente). Esto es mucho más bajo que el promedio para las empresas industriales en los países de la OCDE, que representa alrededor de un tercio del total del gasto de importación de tecnología. La práctica de las empresas chinas también contrasta con los patrones de gastos de los países asiáticos como Corea del Sur y Japón en los años setenta y ochenta, cuando ellos estaban tratando de alcanzar a Occidente. Las firmas industriales en aquellos países gastan entre dos y tres veces el precio de compra del equipamiento extranjero en absorber y apropiarse de la tecnología incorporada en el hardware.

En el 2002 las empresas chinas dedicaron menos del 1% del total de sus presupuestos en ciencia y tecnología (los cuales incluyen importación de tecnología, renovación del equipo existente, y I+D) para la compra de tecnología local. Las mejores empresas chinas están entre las menos conectadas con los proveedores locales: por cada cien dólares que gastan las empresas estatales electrónicas y de telecomunicaciones en importaciones de tecnología, solamente gastan US$ 1,20 en mercaderías locales similares. Por lo tanto, los proveedores de tecnología no disfrutan de una pujante demanda de parte de las mejores empresas locales para estimular su propia capacidad de innovación, están primariamente relegados a servir las necesidades de las empresas rurales y a las empresas estatales menos competitivas, y debido a que las empresas con financiamiento externo usan sus inversiones en China como tecnología snakeheads "cabezas de serpiente", (una expresión china para los portales), a través de la cual ellos ofrecen diseño de productos, equipo avanzado de fabricación y componentes de alto valor, de firmas extranjeras o de sus subsidiarias en China, es que están escasamente ligados a los mercados tecnológicos locales chinos.

También son raras la colaboración industrial y las redes horizontales, lo que impulsa a las empresas chinas a llevar a cabo sus proyectos de I+D en relativo aislamiento. En el reciente censo nacional de I+D, del año 2000, las empresas industriales chinas reportan que gastan el noventa y tres por ciento de su total de US$ 2.600 millones de inversión en I+D dentro de sus empresas, pero solamente el 2% en actividades conjuntas con universidades, y menos del uno por ciento en proyectos con otras firmas locales. Los institutos de investigación chinos también son cada vez más insulares, especialmente desde que las reformas del mercado los han forzado a comercializar sus operaciones. En el año 2000 sólo 38 de los 292 institutos industriales nacionales de investigación de China, dedicaron más de un tercio del total de sus actividades a proyectos cooperativos, pese a que estas instituciones tienen la tarea específica de difundir tecnología.

En cambio, muchos se están convirtiendo en competidores de las empresas a las cuales se supone que deben servir. En 2003, un informe del Banco Mundial encontró que muchos centros chinos de investigación de ingeniería habían estado produciendo masivamente y comercializando los productos de sus investigaciones, para su propio provecho financiero, en lugar de difundir su tecnología a través de patentes.

La falta de colaboración también ha plagado los intentos chinos de comercializar las innovaciones locales. Julong Technologies, la empresa que desarrolló el primer equipo digital de telecomunicaciones en China, ya no es más el principal representante en equipos de telecomunicación debido a conflictos entre sus ramas de investigación, producción y comercialización, y ha caído bajo la influencia de competidores políticos oficiales. TD-SCDMA, la compañía de teléfonos celulares de China, ha recibido apoyo del gobierno central, pero ninguno de los principales operadores en telecomunicaciones de China ha estado de acuerdo en confiar en ella, y prefieren en su lugar el WCDMA, un estándar importado.

Dados los peligros políticos que implica desafiar a los competidores y a sus patrones locales, pocas empresas chinas desarrollan alianzas o invierten en empresas de otras provincias. Un reciente sondeo efectuado entre ochocientas empresas que han llevado a cabo fusiones locales y adquisiciones, encontró que el 86% de las mismas invirtió en empresas dentro de su propia ciudad y que el noventa y 1% invirtió en empresas dentro de su propia provincia. Ataduras políticas locales muy fuertes tienden a aislar una región del resto de la economía, lo cual ayuda a explicar por qué a menudo las empresas chinas son pequeñas y las industrias del país están fragmentadas. Por ejemplo, un estudio reciente efectuado por el Consejo de Estado (el gabinete chino) revela que los gerentes chinos respetan a los dos centros tecnológicos e industriales políticamente más poderosos del país, Pekín y Shanghai, como los centros líderes del proteccionismo local de China. Entre las industrias más afectadas por ese proteccionismo, estaban la farmacéutica, la maquinaria eléctrica, la electrónica y el transporte. Las empresas estatales y las empresas privadas eran las que más lo sufrían, y las empresas con financiamiento externo las que estaban menos afectadas; lo que sugiere que la carga de los particularismos cae más pesadamente sobre las empresas chinas.

Para evitar las dificultades de desarrollar cadenas de aprovisionamiento interregional, mientras se aseguren beneficios a corto plazo, las empresas chinas tienden a involucrarse en una excesiva diversificación, también con perjudiciales resultados. Muchas de las más famosas empresas chinas han efectuado fracasadas incursiones en negocios auxiliares: Haier (de aparatos para el hogar a computadoras, teléfonos celulares y televisores), Fangzheng (de computadoras a la producción de té, acero, software y servicios financieros) y Shougang (de acero a la banca, al montaje de automotores y a los semiconductores). Huawei, la mejor empresa tecnológica de China, y fabricante de equipamiento para trabajo en red, recientemente ha hecho una cuestionable entrada en el mercado de los microteléfonos móviles, donde los precios de venta y los márgenes han caído dramáticamente en los últimos cinco años, y el año pasado treinta y siete vendedores autorizados produjeron excesos de inventario de veinte millones de teléfonos.

Juntos, las instituciones chinas y las opciones industriales de las firmas locales, han restringido la habilidad de las empresas chinas para desarrollar nuevos productos y servicios. La parte del total de las ganancias por las ventas de los nuevos productos de las empresas industriales chinas durante los años noventa, fue escasa, alrededor de un diez por ciento. En contraste, en los países de la OCDE los nuevos productos representaron del treinta y cinco al cuarenta por ciento de las ganancias por las ventas para las empresas industriales. Las empresas chinas también se han quedado atrás de las empresas de otros países en vías de desarrollo: por ejemplo, en Brasil, en el año 2000, los nuevos productos representaron el 40% del total de las ganancias por las ventas de la industria de maquinaria eléctrica. Y a causa de la superposición de inversiones, de la fragmentación y de la debilidad de las asociaciones industriales, en China, aún aquellas empresas que hacen nuevos productos, a menudo se encuentran involucradas en viciosas competencias de precios que les impiden cosechar altos retornos de sus innovaciones.

Más que pensar en China como en otro gigante tecnológico y económico, sería más útil tenerlo en cuenta, como a Brasil o a India, como a una potencia industrial emergente normal. Gracias a la interacción de la estructura política y de la cultura industrial, el panorama tecnológico y económico de China para el siglo XXI, se ve como un modelo de encrucijadas. Unos pocos centros de éxito tecnológico pobremente conectados. Agobiada por estas peculiaridades, China aún tiene que plantar los cimientos institucionales locales para transformarse en una superpotencia tecnológica y económica.

Sin reformas políticas estructurales, su habilidad para adaptar, apropiarse, desarrollar y difundir tecnología, permanecerá limitada, y la mayoría de sus empresas industriales luchará para obtener márgenes exiguos en los tramos inferiores de las cadenas mundiales de producción industrial.

* Compromiso estratégico

Dados estos límites en el potencial de China para amenazar el balance mundial del poder económico, USA debería resistir la falsa promesa de proteccionismo económico, ya sea en la forma adoptada por la administración de Bush (retóricos codazos a la estabilización de la moneda china) o mediante lo recomendado por la federación de trabajadores AFLCIO (solicitud de protección de tarifas disfrazándolo de mejores derechos para los trabajadores chinos).

Mejor dicho, reconociendo los desafíos y las oportunidades que presenta el paisaje industrial chino, Washington debería llevar a cabo una política de compromiso estratégico con Pekín. El propósito de esta política sería reforzar el liderazgo tecnológico, económico y político de USA mientras se ayuda a China a hacerse más próspera y estable, e integrada a las redes económicas mundiales. Obtenerlo, requerirá simultáneamente el fortalecimiento de la supremacía de las bases tecnológicas y de producción en USA, y la promoción de las exportaciones, las inversiones y de los valores liberales, en el exterior.

Por ejemplo, USA debería revitalizar la producción en el país. La reducción de impuestos no son una panacea; USA necesita centrar políticas con el fin de fortalecer la I+D, reducir costos legales y de salud, y mejorar la educación. La innovación es crítica para el crecimiento, pero el presupuesto para I+D en USA ha declinado en términos relativos desde un sesenta por ciento del I+D del mundo, en los años sesenta, al treinta por ciento actual. Mientras tanto, de acuerdo con datos de la Asociación Nacional de Fabricantes, aunque la productividad de la industria de USA se ha elevado en un 27% en los últimos 5 años, las primas en concepto de asistencia médica se elevaron un 34%, y los costos por litigios en un 33%.

Para mantener su liderazgo en el exterior, USA debería empujar sus productos dentro del portal abierto por sus inversiones snakeheads en los mercados en desarrollo, actualmente se está quedando atrás de los competidores. El año pasado, mientras Japón y la Unión Europea exportaron a China US$ 79.000 millones y US$ 49.000 millones en mercaderías, USA solamente exportó US$ 37.000 millones. Tanto el gobierno como la industria estadounidense, deben hacer más por ayudar a las pequeñas y medianas empresas a alcanzar los mercados chinos.

USA debe aceptar que China es una obra en desarrollo y que aún no puede alcanzar todos los estándares, comunes en las economías industrializadas avanzadas, pero si incurre en prácticas de competencia desleal que desafíen el núcleo de los intereses de USA, se deberían aplicar vigorosamente sanciones bilaterales, reclamos a la OMC y una diplomacia multilateral. Sin embargo, USA debería priorizar cuidadosamente, haciendo centro en los asuntos que representan las mayores amenazas y presentan las mejores oportunidades. Estas incluyen los recientes intentos de China para imponer estándares técnicos en empresas extranjeras en China, como reproductores de DVD, comunicaciones inalámbricas y teléfonos celulares, o gravar con impuestos mercaderías importadas como circuitos integrados (una política equivalente a un subsidio local y prohibida por las normas del OMC). Washington también debería exhortar a Pekín a poner freno a las inversiones en capacidad de fabricación excesiva, ya que podrían representar una amenaza para industrias clave como la automotriz y la de los semiconductores.

Un continuado compromiso de esta clase ayudaría a USA a consolidar los beneficios que ya cosecha de la actual relación, aseguraría la continuada prosperidad y estabilidad de China y la alentaría a jugar con las reglas globales. Trabajando con sus aliados para incorporar la economía china en el comercio internacional y en la red industrial, USA puede reforzar el liderazgo tecnológico de las democracias industrializadas avanzadas, al mismo tiempo que disminuir el alcance del mercantilismo tecnológico y económico de los chinos.

La paradoja del poder económico y tecnológico de China es que debe implementar reformas políticas estructurales, no simplemente mercados libres o mayores inversiones, para poder abrir su potencial como un competidor global. Pero si fuera a emprender tales reformas, probablemente descubriría aún mayores intereses comunes con USA y otras democracias industrializadas. Buscar compromisos estratégicos es entonces para USA, una manera de proteger sus apuestas: preservar su competitividad al mismo tiempo que animar a China para que continúe desarrollando su economía y liberalizando su política. La reforma política china, a largo plazo, es del interés de ambos, Washington y Pekín. Lamentablemente la carga de una larga historia de fragmentación y normas autoritarias, incide fuertemente en contra de la concreción exitosa de esta modernización final.

(*) Publicado en Foreign Affairs Magazine.

Dejá tu comentario