Malvinas 2, la derrota de la deuda

POR FABIÁN DOMAN Hace hoy cuatro semanas, tomábamos café con un grupo de periodistas y amigos en un concurrido lobby de un hotel de la zona de Retiro, el predilecto de las delegaciones del Fondo Monetario. Al pasar, el director de esta publicación, Edgar Mainhard, me preguntó: "¿Vos nos estás diciendo que la reestructuración de la deuda podría fracasar? Le respondí, de inmediato: "Sí". Mainhard me dijo: "Si esto ocurre, son imprevisibles las consecuencias. Todos los discursos oficiales, incluyendo la reelección de Néstor Kirchner, y todos los proyectos empresarios, comenzando por la posible incorporación de más mano de obra, sostienen que en enero se cerrará el canje. Si tenés razón, estamos ante un Malvinas 2". Me esmeré en ampliar mi afirmación. La reestructuración de la deuda pública argentina enfrenta problemas gravísimos, y algunos obstáculos insalvables, que levantó el propio gobierno argentino. Así, la Argentina comienza a sufrir los primeros síntomas de un aislamiento económico-financiero internacional evitable pero, aparentemente, deseado por las autoridades. En recuerdo a aquella anécdota en el Sheraton les envío esta colaboración. Ciudad de Buenos Aires, 22 de Noviembre de 2004

Sí, es verdad que para los funcionarios y empresarios criollos John Snow no resulta un importante integrante del gabinete ministerial más influyente del planeta Tierra. Y Alan Greenspan no es reconocido como la autoridad que define el precio del dinero en una civilización identificada con los dólares estadounidenses. Pero en la sociedad de la información, la desinformación se paga a precio de usura, y la subestimación de los personajes equivocados conduce al desastre.

Snow y Greenspan estuvieron en Berlín, Alemania, durante el viernes 19 y el sábado 20, entre otras autoridades que integran el denominado ‘G-20’, encuentro al que estaba invitado Roberto Lavagna, el ministro de Economía argentino.

Los ministros de las economías industrializadas querían hablar con Lavagna porque la continuación de la suspensión de pagos de la deuda pública argentina comienza a intranquilizarlos. Necesitan que el ‘default’ concluya y de una manera tal que no se popularice el incumplimiento de pagos entre las economías emergentes en dificultades. Pero Lavagna faltó a la cita porque no quería avalar un documento que colmara las necesidades de Show, Greenspan y los demás.

Así, Lavagna –y Néstor Kirchner, quien respaldó su ausencia (al fin de cuentas, Kirchner viajó a San José de Costa Rica, en esas horas, por un pedido personal del rey de España, Juan Carlos I de Borbón)- cometieron un grosero error de política económica exterior.

Lavagna, o sea la Argentina, no lograron debatir el nuevo código de conducta (de ética) que deberá regir las relaciones futuras entre los acreedores y los deudores soberanos. Por procurar no comprometerse con la novedad, ahora deberán considerar las consecuencias del texto.

No hay duda de que el ‘default’ argentino es lo que ha provocado este acuerdo que apunta a que el sistema financiero global pueda enfrentar situaciones de suspensión de pagos por tiempo indefinido, tal como protagoniza la Argentina de Eduardo Duhalde y Jorge Remes Lenicov, de José Ignacio de Mendiguren y Raúl Alfonsín, de Roberto Lavagna y Néstor Kirchner.

Es verdad que el Presidente argentino acostumbra violar todos los códigos de la diplomacia, pero resulta curioso que lo imite Lavagna, quien ha sido un aspirante a ministro de Relaciones Exteriores y Cultos.

Por lo tanto, Lavagna debería conocer cuál es la regla básica de la diplomacia: cuando el resultado de una ‘cumbre’ puede ser perjudicial o negativo para un país, éste envía una delegación de rango menor (subsecretario de Estado habitualmente). Pero nunca debe dejarse la silla vacía.

La reestructuración de la deuda pública externa se ha realizado privilegiando siempre el discurso político interno. Tanto Eduardo Duhalde como Néstor Kirchner creyeron que la suspensión de pagos debía enfrentarse con una reivindicación del nacionalismo más primario, elemental hasta el ridículo.

Kirchner descubrió que los temas en los que lograba seducir a la izquierda eran: el Museo de la Memoria y la revisión de la Obediencia Debida y el Punto Final, el enojo con el Fondo Monetario Internacional y los cuestionamientos a los tenedores de bonos públicos argentinos.

El Presidente abusó del recurso, que además resultó producto del doble discurso porque, por ejemplo, al FMI le canceló intereses más capital adeudado.

Resulta complicado abordar un tema tan complejo y estratégico como es la deuda financiera externa privilegiando la relación con los potenciales electores para el año 2005. Pero el Gobierno argentino decidió ejecutar tan discutible plan.

Funcionarios argentinos llegaron a realizar, en público, cuestionamientos éticos en contra de Merrill Lynch y JP Morgan Chase, culpándolos del endeudamiento de los ‘90, sin reparar en que ambos participaron, junto a una docena de bancos más como CF First Boston, Deutsche Bank y Goldman Sachs, en los programas de emisión y reestructuración de deuda porque tienen el conocimiento y la experiencia para hacerlo, no porque resulten integrantes de un ‘eje del Mal’.

Luego, a Merrill Lynch hubo que implorarle, con urgencia para la Argentina, que se sumara a dos bancos medianos y de escasa relevancia para la tarea por delante, a la organización del canje de bonos. Lo de Merrill ocurrió en diciembre y un año después, hay quienes especulan con la posibilidad de que, disgustado con los escasos resultados alcanzados, Merrill revise su participación.

En cuanto a JP Morgan Chase, el lunes 22 de noviembre, se le rogó, en varios idiomas
diferentes, que acepte ocupar el rol que abandonó BoNY (Bank of New York), para recepcionar y redistribuir los bonos del canje.

Que BoNY haya decidido no participar es un severo revés para la Argentina porque es el banco que, habitualmente, ha trabajado en ese rol. La paciencia de BoNY se agotó cuando sus abogados le advirtieron que podía resultar víctima de demandas judiciales de abogados que interpretaran que el prospecto argentino de canje de deuda había sido modificado luego de elevado a la Securities and Exchange Commission, lo que es una grave infracción a las leyes de emisión de títulos y valores.

En cuanto a JP Morgan Chase, se desinteresó hace un trimestre –por el gran riesgo que percibió- en participar del canje argentino. Algo similar ocurrió con Deutsche Bank.

Todos los ejecutivos de bancos globales hoy saben que BoNY dejó a Roberto Lavagna y Guillermo Nielsen después de la desagradable experiencia mendocina (bono Aconcagua), que provocó un juicio por responsabilidad patrimonial contra los dos bancos operadores del canje, que sufrió mucha presión del Gobierno nacional sobre las autoridades de la Provincia de Mendoza para que se aviniera a la propuesta de salida del ‘default’ argentino cuando Mendoza no había incurrido en ‘default’. BoNY pretendía que el Ministerio de Economía le firmara una carta indemnizatoria para una eventualidad semejante.

Ni Kirchner ni Lavagna querían acometer algo semejante porque creían que así anticipaban un fracaso, y en el frente doméstico –otra vez la política local... – era inadmisible por el liderazgo presidencial, el año político que comienza, etc. Sin embargo, fue su negativa a entender a BoNY lo que ha provocado ese sentimiento de fracaso.

La Argentina nunca ejecutó una estrategia para atraer a más tenedores de bonos en mora. Al revés, la Argentina siempre buscó confrontar con los tenedores, humillarlos, imponerles su voluntad soberana, obviando que, cuando emitió la deuda, renunció explícitamente a los beneficios de deudor soberano.

La Argentina subestimó la capacidad de presión de los tenedores de bonos, ignoró el problema que la situación representaba para el sistema financiero global y para los países que integran el G-7 y despreció la teoría que indica que cuantos más bonistas ingresen voluntariamente al canje más exitoso es la operatoria.

El gobierno de Eduardo Duhalde no tomó decisión alguna porque afirmó que era una autoridad transitoria, cuando el ‘default’ había sido declarado, también, por una autoridad aún más transitoria: Adolfo Rodríguez Saá.

El gobierno de Néstor Kirchner consideró que debía tomarse un tiempo para evaluar la situación cuando el ministro de Economía era el mismo de casi toda la administración Duhalde.

Y cuando la situación era insostenible, se hizo una presentación unilateral en la Asamblea Anual del FMI y el Banco Mundial, en Emiratos Árabes Unidos, llamada ‘Lineamientos de Dubai’, rechazando los consejos de consensuar la propuesta con los representantes de los acreedores.

Las autoridades argentinas afirmaron que el éxito estaba asegurado porque los representantes de los acreedores no representaban más que a ellos mismos, y porque el rigor extremo en la relación los disciplinaría. Los ciudadanos argentinos lo creyeron. Los empresarios argentinos lo festejaron. Es fácil la comparación con los trágicos episodios de la Guerra de Malvinas, en 1982, cuando un gobierno necesitado de éxitos forzó un conflicto que le permitiera legitimarse.

El problema de Kirchner, desde mayo de 2003, es que no ganó los comicios, y en vez de reclamarle a Eduardo Duhalde o consensuar con otros sectores de la sociedad argentina, ha intentado sumar adhesiones desde la fuerza.

Lo más más grave para el Gobierno argentino es que el mundo financiero global (no el local, que es inexistente) decidió actuar eligiendo lo contrario de lo que decía el deudor: si los funcionarios argentinos decían que la oferta no se modificaría, los inversionistas globales salían a comprar bonos en ‘default’ porque "seguramente sí habrá una mejora de la oferta".

Esta lógica que incorpora la falta de credibilidad en el Gobierno fue notable durante el período que transcurrió entre la propuesta de Dubai y la de oferta de la Ciudad de Buenos Aires.

La tendencia recién se rompió en noviembre, cuando los operadores –entre ellos nada menos que el BoNY- se dieron cuenta que la oferta presentada ante la SEC era ‘la definitiva’. Este fue uno de los motivos que provocó el regreso a escena, como hongos, de los abogados, las presentaciones judiciales, y el lobby en Washington DC, New York City y Europa.

Por primera vez quedó en claro la brecha que hay entre lo que Argentina ofrece pagar y lo que los acreedores piensan que deben cobrar.

Los abogados de los acreedores descubrieron, en la oferta ‘definitiva’, la desaparición del ‘premio’ en términos de tasas de interés que recibirían los acreedores que participaran del canje si el nivel de adhesión fuese mayor al 70%. El beneficio real que se mantuvo por una alta adhesión serán los US$ 5.000 millones más de bonos Par por los que podrán optar. No era lo pre-establecido.

Por otro lado, de la oferta anterior esbozada por el deudor, podía interpretarse que se pagarían los intereses devengados y no abonados desde el 31 de diciembre de 2001; ya que se utilizaban para el cálculo que determinaría el monto de deuda reestructurada a emitir. Pero esta ilusión, que era una de las demandas de los acreedores, no se mantuvo.

Ni siquiera el bono Par se salvó de un descuento; ya que, sobre el valor técnico (incluido intereses) la quita será de 18%. En tanto, al agregar la pérdida por la diferencia cambiaria (se paga $140 + CER por US$), el Cuasi Par reconoce sólo un 57% de la deuda total entregada a cambio.

Otro dato es que tampoco se reconocieron los intereses caídos durante el primer semestre del 2004 para el caso de un nivel de adhesión de más de 70%. Se podría concluir que este dato figuró en junio solamente para calcular cuántos bonos se emitirían y justificar el aumento de la cantidad de Par para dicho caso. También, podría pensarse que se eliminó debido a que la fecha de emisión de los títulos reestructurados pasó del 30 de junio de 2004 al 31 de diciembre de 2003.

Además, esto parecería beneficiar a los acreedores que reciban Discount o Par; ya que cobrarán US$ 467 millones en efectivo adicionales a los que se iban a devengar en el segundo semestre de 2004 (el total a abonar rondará los US$ 950 millones). Sin embargo, el valor de mercado de los títulos reestructurados que se hubieran recibido por los servicios financieros de la deuda en mora (algo más de US$ 4.000 millones) del primer semestre hubiera rondado los US$ 1.200 millones.

En el ínterin, los abogados de la Argentina –Cleary, Gottlieb, Steen & Hamilton- se presentaron ante el juzgado de Thomas Poole Griesa, en Manhattan, para anunciar que el deudor renunciaba a una cláusula llamada ‘exit consent’ que sí había incorporado a su prospecto porque le favorecería a la hora en que votarían los acreedores tenedores de bonos emitidos con jurisdicción USA.

¿Cuál es el paso siguiente? Lograr que –tal como lo anticipó Edición i-, el juez Griesa abra el procedimiento denominado Class Action o acción colectiva, lo que puede resultar un revés para el deudor porque si un acreedor que litiga obtiene un fallo favorable, es aplicable a los demás casos, aún cuando no hayan iniciado la demanda.

¿Era evitable todo esto? Por supuesto que sí. Todos los teóricos del ‘default’ (comenzando por Charles Calomiris y Allan Meltzer, en 2000), aconsejaban un incumplimiento muy breve, un canje veloz, y una presión sobre el FMI porque los pagos previstos para los organismos financieros multilaterales se aplicarían a los bonistas privados. Esto podía ser discutible pero lo cierto es que nadie aconsejó un ‘default’ extenso y menos en conflicto creciente con los acreedores que, en muchos casos, por la estructura de la colocación de deuda, involucra a sectores de pequeños inversionistas muy ruidosos para el gobernante local, como ocurre con los tenedores italianos.

Muchos creen que el no-acuerdo es una de las hipótesis del Gobierno argentino, quien confía en la autonomía que le otorga el superávit fiscal presente –como si fuese permanente- y dispuesto a ensayar un ‘vivir con lo nuestro’, algo así como un chauvinismo talibán-gauchesco.

Pero esto puede resultar el preludio de nuevos conflictos con los gobernantes del G-7 que, durante el año 2003 y parte del año 2004, le concedieron ‘oxígeno’ a la Argentina, esperando que concluyera su negociación. Lo que muchos temen es que el gobierno de Kirchner se encuentre leyendo en forma equivocada el mapa de la ruta que seguirá USA durante los próximos años.

Por cierto que el riesgo argentino es la ‘malvinización’ cultural del proceso de reestructuración de deuda. En una contradicción invisible para quienes desean no ver, pero es probable que esa actitud provoque un ‘desbande’ en breve.

Durante el Coloquio del Instituto para el Desarrollo Empresarial Argentino, en Mar del Plata, se debatió –es increíble el terror que muchos empresarios tienen a las consecuencias de cualquier análisis negativo hacia el Gobierno- qué volumen de inversiones recibiría el país a partir de marzo de 2005, después que en el primer trimestre del año se cerrara el canje de la deuda.

Diarios especializados como El Cronista e Infobae, o diarios de interés general como Clarín y La Nación especularon con el éxito del canje. La revista Noticias de la Semana le dedicó una portada y uno de sus periodistas señaló: "Ahora que está encaminado el proceso de la deuda, el gobierno se tiene que dedicar a cuestiones de fondo como el fallo pesificador de la Corte Suprema".

Cierto periodista que sólo aparece en escena para difundir noticias favorables al Palacio de Hacienda publicó hace un mes, en oportunidad de la reunión anual del FMI en Washington DC, que la aceptación del canje "será masiva".

¿Cuáles eran los elementos para semejante afirmación? ¿Diálogos con los funcionarios gubernamentales? ¿Las únicas fuentes de información de un empresario o de un periodista son los funcionarios gubernamentales, quienes confunden la realidad con su necesidad?

A favor de Lavagna deberá concedérsele que jamás, en público, alentó la euforia emotiva. En contra de Lavagna habrá que apuntar su ira excesiva contra los bonistas cuando se enteró de que lo había abandonado el BoNY.

Quedan una duda, en privado: fueron demasiados los periodistas que lo visitan semanalmente que, sin tener ningún tipo de fuente verificable, escribieron que el nivel de aceptación de la deuda estaba cercano al 70%-80%.

¿Qué le pasa al periodismo argentino? ¿Carece de credibilidad o de fuentes? ¿Perdió profesionalismo desde que ganó la chequera K?

Ahora, algunos pueden caer en el otro extremo, y tampoco deberían cometer ese error: el proceso de reestructuración no se interrumpirá, porque no le conviene a nadie, ni siquiera a los abogados.

La negociación con los acreedores continuará, algunos aceptarán la oferta (quizá muchos), y muchos más irán a juicio aún cuando Kirchner y Lavagna les digan que no les pagarán.

¿Qué deuda de un país no se pagó alguna vez? La Rusia del zar Nicolás II, pero aún cuando la Rusia de Vladimir Putin realizó la renegociación de deuda, se presentaron herederos de tenedores de bonos de 1917, que siguen reclamando.

Si no pagan Kirchner y Lavagna, lo harán sus sucesores. Está escrito en la historia.

Entonces, ¿qué correspondería hacer? Trabajar con la realidad, dejar la euforia, ganar en coherencia. Sí, hay que reformular varios escenarios y, probablemente, llamar a quienes realmente conocen tan complejo tema.

Corolario: escuchen a Juan Manuel Serrat: "Nunca es triste la verdad. Lo que no tiene es remedio".

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