La crisis del frente externo obligará a replantear la política y la economía doméstica

Nunca antes se había exhibido en su amplitud que Néstor Kirchner y Roberto Lavagna comparten casi nada en común. Las negociaciones que se sucedieron con China obligan a considerar una realidad que –al igual que el incumplimiento de pagos o la carencia de planes para atraer a la inversión extranjera y reducir la tasa de desempleo- los empresarios argentinos se empeñan en ignorar.

Ahí van Enrique Pescarmona, Oscar Vicente, Luis Pagani y Paolo Rocca, creyéndose su propio albur, imaginando que la prosperidad se encuentra al alcance de la propia voluntad. En verdad, la macroeconomía podría deparar satisfacciones a la sociedad si Kirchner y Lavagna ejecutaran algunas acciones que no parecen tener presente en su bitácora.

Y, además, sus estilos personales son tan diferentes como sus cosmovisiones respectivas.

Durante los meses de octubre y noviembre, Kirchner apartó en todo lo posible a Lavagna de un proyecto que consideraba una gran oportunidad para resolver algunos problemas de la economía argentina y encontrar un nuevo eje geopolítico.

En verdad, la designación de Lavagna en el Palacio de Hacienda fue el resultado de sucesivas negativas y rechazos ocurridos durante las horas en que Eduardo Duhalde comprendió que:

> Jorge Remes Lenicov había fracasado,

> los empresarios que lo habían involucrado en la ‘pesificación asimétrica’ ignoraban todo aquello que no fuese su interés específico en el beneficio arrancado al resto de la sociedad, y

> el Fondo Monetario Internacional presionaba con rudeza.

Cuando abundaba la soledad, Raúl Alfonsín, su socio en la ofensiva bonaerense sobre la Nación, le acercó un nombre que también apoyaba Organización Techint y la Unión Industrial Argentina de ese momento: Lavagna.

La historia reconocerá que, desde que asumió, Lavagna no realizó ninguna decisión importante. Su gestión se limitó a buscar el superávit fiscal y esperar el ‘rebote’ de la actividad económica y la capacidad instalada.

Sin embargo, millones de argentinos necesitan creer y, así, esto fue suficiente para que ellos elevaran a Lavagna a la cima del altar de la popularidad.

Preocupado por su relativamente baja intención de voto, en el año 2003 Kirchner quiso hacerlo su compañero de fórmula presidencial, pero Lavagna no aceptó. Luego, a pedido de Duhalde y Alfonsín sí le concedió a Kirchner el anuncio de que permanecería en el Palacio de Hacienda.

Pero desde entonces, la relación es muy curiosa: Kirchner se esmera en restarle protagonismo a Lavagna, y viceversa. Fue muy evidente cuando, con Lavagna en Emiratos Árabes Unidos anunciando los ‘Lineamientos de Dubai’, Kirchner realizó algunas precisiones y correcciones desde la Ciudad de Buenos Aires.

A su vez Lavagna ha monopolizado la difusión de las noticias positivas que provienen de su área. Y, presionado por el Presidente, Alberto Fernández, jefe del Gabinete de Ministros, hasta llegó a explorar la posibilidad de designar, recientemente, un vocero que reemplazara a Miguel Núñez, con el conocimiento suficiente de economía como para corregir al ministro desde la Casa Rosada.

Para desgracia de Fernández, el periodista –conocido suyo desde la adolescencia- prefirió dejar pasar el convite por considerar que su sistema nervioso no merece ese maltrato.

Tras cartón, arribó al primer piso de la Casa Rosada un directivo del Banco Central acusando a colaboradores de Lavagna por los cuestionamientos deslizados desde un sector del periodismo ‘transversal’.

Considerando que Kirchner pretendía de China, o un Plan Marshall o un Plan Brady o ambos, es llamativo que Lavagna haya sido apartado de todo.

A su vez, Lavagna fue un pionero en el ejercicio del escepticismo hacia lo que conseguiría el Presidente de su apertura a China. Resulta evidente que Kirchner carecía de la experiencia y la creatividad necesaria para obtener de los funcionarios chinos aquello que necesitaba.

Kirchner ni siquiera llegó a explicarle a Hu Jintao la alianza estratégica que había imaginado. En cambio Hu Jintao se llevó de la Argentina lo que vino a buscar: el reconocimiento de China como una "economía de mercado".

Kirchner no pudo obtener una retribución concreta a semejante concesión, porque los chinos, con habilidad, amenazaron con comprarle todo el soja a Brasil y todos los vinos a Chile.

Una vez concedido a China el reconocimiento de "economía de mercado", los funcionarios del gobierno informaron que la protección del mercado local ante los productos que llegarán de China se ejercerá por medio de una cláusula confidencial que permitiría a la Argentina limitar hasta 2008 el ingreso de productos chinos en aquellas áreas que considere ‘sensibles’, por medio de la aplicación de todos los instrumentos disponibles.

En cambio China presionó para que la lista de los sectores a proteger no pueda ampliarse después del 31 de diciembre de 2005, que la vigencia de esas medidas no se extienda por más de tres años a partir de esa fecha y discutir en conjunto el tiempo por el que se extenderá cada protección específica.

Existe una enorme tarea por delante en materia de nomenclador arancelario y regulaciones que deberán llevar adelante Lavagna y otro ministro que, previamente, fue apartado de las negociaciones preliminares: Rafael Bielsa, probablemente un ex canciller en breve porque encabezaría la lista de candidatos a diputados nacionales por el oficialismo en la Ciudad de Buenos Aires.

El modelo de gestión de Kirchner de los temas estratégicos es ridículo, improvisado, adolescente. Ningún país importante imitaría los mecanismos a que apela Kirchner para ratificar su liderazgo en el mercado de cabotaje, procurando dejar en ridículo a su propio ministro de Economía, con quien compite en el ranking de la popularidad política.

Kirchner explicitó su autonomía de Lavagna cuando comienza a complicarse la renegociación de la deuda externa pública.

Edición i ha sido insistente en su visión negativa del proceso de canje de las obligaciones en ‘default’. Y apenas la ignorancia o mala fe pueden explicar la euforia que ha abundado acerca de la regularización de los pagos argentinos.

> Un excesivamente extenso período en situación irregular,

> una oferta unilateral de quita,

> un reconocimiento muy bajo de las obligaciones a pagar, no pueden resultar ‘aceptables’ para un mercado financiero global que –de lograr éxito el caso de la Argentina- corre el riesgo de enfrentar otras moratorias similares.

¿Cómo es que, entonces, los ejecutivos presentes en el Coloquio de IDEA (Instituto para el Desarrollo Empresario Argentino), pudieron elaborar supuestos para cuando la Argentina abandone el ‘default’?

Ni hablar de la nota de tapa de la revista Noticias de la Semana, el viernes 19, anticipando una euforia inversora.

En verdad, las malas noticias acompañan el proceso de renegociación de la deuda pública al punto que el Gobierno argentino considera que no obtendría más de un 50% de aceptación de su propuesta, lo que supone sucesivas rondas futuras de ofertas, un incremento de las demandas judiciales contra la Argentina en jurisdicciones extranjeras, y una necesaria mejora de la oferta vigente.

> Por supuesto que habrá una ‘acción colectiva’ ante la Justicia estadounidense contra la Argentina,

> obviamente la Argentina ha tenido que cambiar su plan y renunciar a ciertos beneficios como las cláusulas de ‘exit consent’, que le garantizaba los votos necesarios en casi todas las votaciones de los 152 bonos diferentes en que se estructura la deuda, y

> es evidente que existe malestar hacia la Argentina entre los funcionarios que participan del G-7 (USA, Alemania, Francia, Italia, Canadá, Reino Unido y Japón), en los organismos financieros multilaterales (FMI, Banco Mundial y hasta el Banco Interamericano de Desarrollo, donde Enrique Iglesias casi pierde por primera vez una votación en el ‘board’ por un préstamo a la Argentina), en los bancos más importantes para un canje de deuda (The Bank of New York renunció a continuar y hay versiones alarmantes acerca de qué hará el asesor Merrill Lynch), y en los ‘think tank’ privados (Institute of International Finance e Institute for International Economics, por ejemplo).

¿Cómo reaccionarán Kirchner y Lavagna, cada uno por su lado, tal como lo ha dejado en evidencia el caso de China, ante un eventual fracaso del abandono del ‘default’?

Hay quienes afirman que Kirchner y Lavagna nunca se esforzaron por abandonar de inmediato el incumplimiento de pagos, y siempre se esmeraron por prorrogar la mora en el tiempo porque les permite contar con recursos fiscales suficientes como para imponer planes políticos expansivos.

Esto es posible pero no es lo que han explicitado. Una y otra vez han planteado escenarios de abandono del ‘default’ para fines del año 2004. O sea que, probablemente, resulte necesario reconstruir el escenario político y macroeconómico a partir de la complicación del canje.

Y frente a esa medida de emergencia, no hay presagios optimistas hacia el futuro armonioso de Kirchner y Lavagna.

¿Puede favorecer a los hostiles interlocutores de Kirchner una complicación del frente externo? En el caso de Eduardo Duhalde, no.

Al fin de cuentas, fue Duhalde quien trazó el rumbo de la negociación financiera externa, y Kirchner es quien lo mantuvo tal como lo recibió.

Duhalde buscó diferir la salida del ‘default’ hacia más allá de su permanencia provisoria en la Presidencia de la Nación, y no resultaría creíble ahora cualquier planteo diferente.

Además, Duhalde es quien aparece, ahora, enfrentándose a USA por la posible inauguración de la Unión Sudamericana. Justo Duhalde a quien el ahora reelegido George Walker Bush nunca aceptó recibir, por consejo de varias agencias de seguridad e inteligencia estadounidenses.

En vez de halagar al soberano, en vez de practicar la obsecuencia con el poderoso, en vez de sostener al funcionario por el mero hecho de que se estableció un ‘canal de comunicación’ dinámico, los líderes privados de la Argentina deberían trabajar en promover todo aquello que puede necesitarse en la emergencia:

> meritocracia en la función pública,

> compromisos concretos con la "economía de mercado",

> estructuras inviolables de seguridad jurídica, y

> dirigentes transparentes, a prueba de corrupción.

Justo cuando, con mala información y euforia inapropiada, se había iniciado el reclamo por la reelección de Kirchner, resulta que hay que andar aún para semejante premio.

Que la venganza es un plato que se come frío es tan cierto como que la presa se cocina una vez que se la atrapó. Esa práctica de andar festejando la captura de aquello que sigue corriendo por ahí, no parece saludable. Pero, por algún motivo, los gobernantes argentinos son afectados a ese defecto.

Edgar Mainhard
Director Periodístico

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