Comienza a hacer crisis la teoría del aislamiento global del PJ, la UCR y la UIA

POR EDGAR MAINHARD ¿Quién eligió el aislamiento como mecanismo de resolución de los conflictos argentinos? Sería injusto culpar solamente a Néstor Kirchner. Sí, Kirchner es culpable, pero también Eduardo Duhalde y un conjunto de dirigientes empresariales, políticos y periodísticos argentinos. El aislamiento hace crisis y Edición i, en su ejemplar de hoy, intenta ayudar a debatir alternativas antes que el cielo se oscurezca más.

¿Cuál es la protección que consideran 'aceptable' los empresarios y productores argentinos? Con el dólar artificialmente elevado en pesos desde el 2 de enero de 2002 -subsidio que paga toda la población-, con un abanico de aranceles y para-aranceles y otras restricciones no tarifarias, ¿qué más precisan, a cambio de sumergir a la Argentina en un atraso abrumador?

Es un tema que se debatió mucho en la redacción durante la elaboración de la Edición i consultable desde ayer online y que desde esta mañana circula en su versión papel. La Argentina no tiene tratados de libre comercio (TLC) con ninguna otra economía y, lo que es grave, no se encuentra preparada ni en lo cultural ni en lo micro/macro económico para algún TLC, cuando el comercio mundial hoy depende, en forma creciente, de los TLC bilaterales.

La única vinculación de la Argentina es con Brasil, a través del Mercado Común del Sur, que tampoco es un éxito desde lo estrictamente comercial, por las crecientes restricciones que los argentinos reclaman, y a veces imponen.

Entonces, un interrogante a dilucidar es: ¿cuál es la protección necesaria para compensar la ineficiencia? Es probable que la respuesta, en muchos casos, sea: "Infinita".

Hay otra pregunta: ¿puede una economía basarse en el mercado interno? Los argentinos, a menudo, dicen que Brasil logra tener un nivel de protección doméstica más elevado y con éxito. También es verdad que Brasil tiene una demografía más abundante. Hay cuatro veces más brasileños que argentinos, y esa historia de que muchos brasileños no consumían pero los argentinos sí, es historia. La Argentina ha aceptado que tiene un 40% de su población en la indigencia, y más de un 50% por debajo de la línea de pobreza.

No hay ninguna posibilidad de que la política económica de Eduardo Duhalde-Jorge Remes Lenicov-Roberto Lavagna-Néstor Kirchner revierta el empobrecimiento que fue notable desde 1999, cuando aún se encontraban gobernando Carlos Menem-Roque Fernández y que se profundizó con Fernando De la Rúa-José Luis Machinea-Domingo Cavallo.

Entonces, reivindicar el mercado doméstico solo revela o mala fe o ignorancia. En la Unión Industrial Argentina abundan ambos defectos. Hay gente de mala fe como Paolo Rocca y su títere, José Ignacio de Mendiguren; y gente ignorante como Osvaldo Rial.

Hasta ahora, la UIA no hizo una autocrítica de su rol en el desastre argentino, pero se cree con autoridad para reclamar una protección permanente porque afirma que brinda trabajo a millones de argentinos.

No es un argumento lógico porque millones de argentinos podrían reclamar, entonces, por los niveles de remuneración y el retroceso del salario real desde que la UIA logró la pesificación asimétrica por la que tanto luchó.

El profesor Andrés Benavente Urbina escribe en Edición i acerca de la experiencia chilena y de la necesidad de tener un TLC entre la Argentina y Chile.

¿Por qué Chile puede tener un TLC con USA o con la Unión Europea o con Corea del Sur, se encuentra negociando TLC reales, no ficticios, con China y Japón, pero no hay TLC con la Argentina, su vecino geográfico?

La negociación de TLC demuestra la madurez de una sociedad y la visión de sus dirigentes para imaginar el mañanana, y trabajar en pos de él.

La única reacción a la crisis de parte de los argentinos ha sido imaginar leyes de quiebra que niegan el 'cram down' (y por eso son repudiadas por el resto del mundo) o leyes de bienes culturales que reciben cuestionamientos progresivos.

Un TLC -como dice Benavente en Edición i- requiere de estabilidad jurídica (condición que la Argentina ha perdido, miserablemente, en diciembre de 2001 y que nada hizo por recuperar), de calidad diplomática y consenso acerca del país que se imagina para las generaciones que vendrán.

Nada de esto ocurre en la Argentina. En verdad, el dirigente medio argentino es tan mezquino, tan voraz, tan pequeño que es imposible que pueda imaginar qué le dejará a sus descendientes. Ni le importa.

Luego, gente como Paolo Rocca siempre tiene un Matías Goretti de turno, que irá a la revista Noticias de la Semana a golpear la puerta para conseguir una portada favorable y así calmar la mala imagen del grupo, mientras remite sus utilidades a Luxemburgo, donde tiene sus oficinas centrales Tenaris, la megaempresa global de Techint. (De paso, ¿hará Noticias una autocrítica a su desinformada tapa del viernes último sobre cómo será la Argentina pos-default cuando la Argentina se encontraba hundiéndose en un default insoportable, o hará lo mismo que le critica al gobierno K: ignorar las consecuencias de sus actos?).

En la Edición i, Guillermina Fosatti logró -con investigación propia y apoyo de la Universidad Benito Portela, de Santiago de Chile- presentar detalles de la experiencia chilena con los TLC porque nos interesa promover el debate en la Argentina.

Chile ha llegado a la conclusión de que tiene un mercado demasiado pequeño desde lo demográfico para construir una economía de mercado, y entonces ha decidido conquitar porciones de otros mercados, y así salió al mundo. Lo notable es que lo está consiguiendo, y el resultado es un crecimiento importante del volumen de su propia economía.

Alguien dirá que Chile exporta 'commodities', por el cobre, los frutales y la harina de pescado, pero no es verdad. Hoy tiene proyectos muy importantes en la industria de la alimentación, con tecnología que responde a las necesidades de los consumidores de países específicos, y con cadenas de distribución muy fluidas.

El caso de Chile obsesiona a Edición i porque la Argentina nunca tendrá la demografía de Brasil, y entonces debe imaginar modelos basados en su realidad que no llega a 40 millones de habitantes. Eso no sirve para industrias que precisan de gran escala, o para industrias que reclaman un precio local comparativo mucho mayor al internacional. Nada de todo esto debate la UIA y por eso la felonía que han propuesto desde enero de 2002, les explotará, en forma inevitable. Pero el resto de la sociedad debe trabajar para superar esas consecuencias. A todos ellos, Edición i les dedica su ejemplar de esta semana.

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