Don't Remember: En el 1er. trimestre de 2005 vencen US$ 1.800 millones con el FMI

POR AGUSTÍN MONTEVERDE El autor -economista que sigue con notable rigurosidad técnica los avatares de la macroeconomía doméstica- explica el conflicto en el frente externo conque Néstor Kirchner y Roberto Lavagna han decidido festejar el fin del año 2004.

El pasado 21 de septiembre, en la crónica titulada "Diferencias sin vocación suicida" escribí lo siguiente: "suponer que el Fondo le cerrará las puertas en las narices a nuestro país es desconocer la historia de ese organismo. Suponer que Kirchner está dispuesto a romper con el FMI es no entender la lógica del santacruceño: juega con fuego pero conoce las consecuencias que tendría un incendio.

En los meses por venir habrá que acostumbrarse a una política que orillará el precipicio, aunque sus responsables —es bueno saberlo— carecen de vocación suicida. Si tuviésemos que apostar diríamos que la guerra será de nervios pero no habrá muertos"

Pues bien, cuando todo parecía relativamente encarrilado y nadie imaginaba —al menos a esta altura del año— un conflicto de proporciones, hete aquí que el escenario cambió dramáticamente y el gobierno, en consecuencia, decidió modificar su estrategia. Es que la decisión de la comisión de valores de Italia de darle largas a la aprobación de la oferta argentina y, más aún, la defección del Bank of New York en punto a continuar como agente de cambio, introdujeron un signo de interrogación respecto del éxito del canje de la deuda de nuestro país.

Era sabido que existirían rispideces de distinta índole y pocos, si acaso alguno, de los mayores entendidos en la materia se habían arriesgado a hacer un vaticinio serio en términos de cuál sería el porcentaje de aceptación de los bonistas.

Nadie medianamente informado consideraba que el camino que eventualmente conduciría a la Argentina hacia la salida del default sería fácil. Claro que, al mismo tiempo, los pronósticos catastróficos habían sido archivados.

¿Han sido desempolvados ahora? No por el momento, pero el panorama se ha complicado en función de tres factores:

** el primero ya fue explicado y se originó, en el mismo momento casi, en la península itálica y en los Estados Unidos;

** el segundo , no menor, ha sido el lacónico comentario del ministro de finanzas alemán, Hans Eichel, en la reunión del Grupo de los 20, a la cual la Argentina —fiel a la falta de estilo que le ha impuesto al protocolo y a la diplomacia Néstor Kirchner— no asistió.

El germano dijo que la Argentina "actúa arrinconándose, para su propia desventaja". Cualquiera —sin necesidad de ser un experto— puede concluir que la del funcionario del gobierno de Berlín no es una opinión personal ni tampoco nacional. Trasparenta lo que piensa buena parte del G-7 y del G-20.

** El tercer factor —como no podría ser de otra manera— es consecuencia de la reacción del presidente Kirchner y de su entorno.

En el fondo de su corazón, el santacruceño desearía poder cancelar de una vez y para siempre los compromisos que lo atan al país con el FMI y el Banco Mundial. Sacarse a estos organismos de encima y hacerlos de lado del escenario de las negociaciones en curso sería para el gobierno algo así como el sueño de una noche de verano.

Sin embargo, una cosa son los deseos y otra, muy distinta, las realidades. La debilidad argentina es tal que cualquier especulación al respecto resultaría descabellada.

Es cierto que desde el sábado y hasta hoy comenzó a ser fogoneada por distintos funcionarios la versión —que ya había estado en boca de todos, cuando se imaginó que los chinos pondrían US$ 20.000 millones de dólares cantantes y sonantes— según la cual el poder ejecutivo estaba analizando la idea de cancelar la deuda con el Fondo Monetario Internacional apelando a las reservas del Banco Central.

Como versión, la misma forma parte de la estrategia mediática de escalar la crisis que ha elegido Kirchner, a condición de saber que es de realización imposible. Por lo tanto es bueno distinguir —como aconsejamos siempre— el discurso de la acción.

En la práctica la actual administración ha hecho una serie de cosas, fruto de considerar que el Fondo es un enemigo de la Argentina y que, en cuanta oportunidad tiene, obra en su contra: por un lado, postergar la negociación —que debía iniciarse a mediados de enero del año 2005— con el FMI; por otro, lanzar, la semana entrante, un canje de deuda en etapas y, finalmente, le ha pedido al JP Morgan que lidere, en lugar del Bank of New York, el canje en USA.

¿Qué tanto escalará Kirchner la disputa?

La pregunta no puede ser seriamente contestada a horas de haber surgido tamaños inconvenientes. Puede decirse, sí, que en términos de su discurso y para consumo interno tensará la relación hasta el límite del rompimiento. Muy distinto será el curso de acción que verdaderamente importa.

El gobierno sabe que

1) no puede cortar amarras con el organismo de crédito internacional que mas detesta el Presidente;

2) que en el primer trimestre del 2005 vencen US$ 1.800 millones; y

3) que la pretensión de que el Fondo y el Banco Mundial le reintegren a la Argentina los últimos pagos efectuados en concepto de capital se parece, cada vez más, a una utopía. Tampoco desconoce que la posición del FMI no es la más cómoda y que bordear el precipicio no le conviene a ninguno de los actores involucrados en esta saga, al parecer interminable.

Lo que parece hoy fuera de cuestión es que el proceso de salida del default sufrirá una demora que sería fatal para la Argentina si su situación fiscal resultara endeble.

Como sucede todo lo contrario, dilatar en el tiempo el canje y volver a la mesa de negociaciones con el FMI, sin el acuerdo de los bonistas, por supuesto tendrá un costo para nuestro país en términos de divisas y de confiabilidad, pero nada que permita —como Casandra— presagiar calamidades.

Se ha iniciado un nuevo round de tira y afloje entre el gobierno argentino y distintos poderes y grupos económicos internacionales. Kirchner elevará el tono de voz, despotricará contra el Fondo y amenazará con tirar la negociación por la borda para finalmente salvar las diferencias y honrar los compromisos. Ello puede demandar más tiempos que el inicialmente pensado. Nada más.

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InC., Ciudad de Buenos Aires, Argentina, 2004.
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