De Asís a Tío Plinio: Cuidado con creer que Bush no está mirando a Latinoamericana

Buen ojo de Jorge Asís: lo que está ocurriendo entre Colombia y Venezuela es muy importante para USA y para Brasil. Debería serlo también para la Argentina pero ocurre que la Argentina vive hoy tan a contramano del mundo que su canciller es detenido como inmigrante ilegal en USA justo cuando es el presidente del Consejo de Seguridad de la ONU. Aquí lo más nuevo de la producción del sobrino del Tío Plinio, dedicado al caso del dirigente de las Farc, Rodrigo Granda:

Tío Plinio querido:

Acaso por vicios de formación conspirativa, y a los efectos de un análisis riguroso, cuesta separar la reasunción del presidente Bush, de los severos riesgos de internacionalización del conflicto entre Colombia y Venezuela, que no debiera permitirnos distracciones.

De acuerdo entonces a esta línea de razonamiento, podría cuestionarse la placidez del lugar espantosamente común que indica que Sudamérica dista de figurar entre las prioridades actuales de los Estados Unidos.

La irrupción del envolvente litigio Colombia-Venezuela, puede marcar el ritmo de una inquietante política para la región.

Con mucho más para perder, Brasil, que hace sentir sus ambiciones hegemónicas de liderazgo, y por lo tanto contiene una estrategia perceptible, parece de pronto sospechar que pudieron haberle tendido una trampa.

Después de todo es una suerte que, gracias a Kirchner, la visión geopolítica de Argentina haya evolucionado aún un paso más hacia la condición prescindible de país irrelevante.

Por lo tanto, es explicable entonces el desinterés con que se sigue esta problemática.

Debe atribuirse, tío Plinio querido, a la caudalosa ignorancia que prospera en ámbitos dirigenciales signados, con envidiable armonía, por la incompetencia decisoria y la pereza intelectual.

En un rincón, Chávez, de Venezuela, el deschavado.

Es decir, el principal y casi único aliado sólido en el continente del mandatario argentino.

Un bonapartista sentado sobre una fortuna cotidiana de petróleo que tiene discurso y legitimidad, que condena diariamente a los imperialistas norteamericanos mientras les vende diariamente un millón y medio de barriles de crudo.

Un populista transgresor que supo aprovechar el declive biológicamente patético de Fidel Castro, hasta opacarlo y desalojarlo del primer plano activo de la ensoñación revolucionaria.

Mientras lo apoya, Chávez termina con Castro. El bolivarianismo acaba conceptualmente para siempre con la dictadura del proletariado.

No obstante Chávez tiene una predilección especial por el "hermano Kirchner", como lo llama. Y es responsable indirecto tanto del disparate creativo de la empresa Enarsa, como inspirador del sublime papelón del acuerdo con los chinos, que derivó prácticamente en un congelamiento de las relaciones con la China que sólo aportó utilidad para la resaca declaratoria.

En otro rincón, el aislado Uribe, de Colombia. Casi subestimado el pobre, y convertido en una palabra despreciable.

Como si Uribe representara, apenas, un solitario hilo del mal para el realismo mágico del progresismo con colesterol, que impregna el pensamiento latinoamericano.

Uribe está condenado por su acercamiento inexorable con los Estados Unidos, y por contener violentamente los dos flagelos que más preocupan en los países en situación de influenciar.

Es decir, el narcotráfico y el terrorismo.

Aunque en el caso de Colombia es peor aún: trátase del narcotráfico absolutamente asociado al terrorismo.

Desde Talleyrand hasta aquí, tio Plinio querido, nadie puede sorprenderse por el discreto predominio de la hipocresía en la política internacional.

Sin embargo en esta historia del Caso Granda se registra una cierta unanimidad en materia de mentiras.

Todos los protagonistas se encuentran en infracción, como los boliches de Buenos Aires que debía inspeccionar el eterno fiscal Ibarra.

Por medio del sistema de recompensas (para Colombia), o meros sobornos (para Venezuela), un grupo comando venezolano detuvo, a mediados de diciembre, en una cafetería de Caracas, a Rodrigo Granda, el denominado canciller de las Farc.

Y lo entregan en bandeja a los servicios de inteligencia y policías colombianos más allá de la frontera. En Cúcuta, Colombia.

Reacciona tarde Chávez, en enero, y muy mal.

Con su retórica castrista, convierte razonablemente, en un ataque a la soberanía jurídica de Venezuela, su injustificable infracción política..

Una verdad que se conocía desde hacía años pero que Chávez sistemáticamente negaba. Que Venezuela mantenía una relación fluida con las Farc, al extremo de alojar sus cuadros guerrilleros y brindarles protección, espacio para sus campamentos, y cierto amparo moral.

Justamente Granda había participado del pomposo Encuentro de Intelectuales del Congreso Bolivariano de los Pueblos. Conglomerado que emitió un comunicado condenativo para Colombia, y solidarizándose con el presidente bolivariano. El primero de los firmantes, curiosamente, es un funcionario ministerial de la Argentina.

Se desata, entonces, el realismo mágico del berenjenal, aunque con obvio estímulo norteamericano, y eso que aún no asumió Condolezza Rice.

Se asiste a una multiplicación de comunicados esquivos, discusiones desviacionistas sobre si es soborno o recompensa; de manera unilateral, Chávez anuncia la ruptura de acuerdos comerciales que producirían medio millón de desocupados en Colombia.

En su delirio, que podría enternecer a tía Edelma, el bolivariano Chávez lo invita al neoliberal Uribe a caminar "mirándose a los ojos por la sábana", pero después de reconocer que "se convirtió un delito en Venezuela". Y hasta lo desafía, tan audaz como irresponsable, a que presente las pruebas de la infamia.

Chávez no puede evitar El Gran Deschave.

Porque Rodrigo Granda figuraba en la lista de terroristas buscados de Interpol, desde enero del 2004, y oportunamente transmitida a 184 países.

Porque Granda tenía la doble nacionalidad, y residía en una pintoresca casa amarilla en Aragua, a 80 kilómetros de Caracas.

Se trata, en el fondo, tio Plinio querido, de abandonar la culposa neutralidad.

Deben definir las cancillerías latinoamericanas, de una vez por todas, aunque se contradiga el refinamiento de variados espíritus, si las Farc constituyen una banda terrorista -como indican sobre todo los Estados Unidos-, o un romántico movimiento de liberación nacional.

Una manga de idealistas, en definitiva, que merecen inspirar impotentes canciones de protesta para ser entonadas, por ejemplo, en los recitales del Salón Blanco de la Casa de Gobierno. Con las Madres emblemáticas en el primer plano y con ministros emocionados en la aventura del coro.

Tanto por fragilidad política como por virtual desconocimiento, los responsables de las tomas de decisiones de Argentina, tio Plinio querido, parecen ocultarse detrás de las computadoras.

Tal vez para declarar inexistente el problema, entregarse al silencio sepulcral y aguardar, a lo sumo, la jugada del guapo del barrio regional que nos supo, por presencia e importancia, desplazar.

Es decir Brasil. El nuevo socio preferido de España. El aspirante a una silla permanente en el Consejo de Seguridad, y a convertirse en el interlocutor exclusivo de los Estados Unidos.

Pero voy a pasarle una infidencia, y no se lo diga a nadie, tío Plinio querido. De ningún modo Brasil es el país ideal para entrometerse y lanzarse a componer soluciones.

Porque Brasil se encuentra directamente involucrado.

De todos modos, Lula solidariamente ofrece la pechera y se postula para apaciguar las imposturas de sus pares y evitar, en todo caso, su propio deschave irremediable.

Ofrece un encuentro cumbre en Brasil de los tres presidentes. El entrampado Lula, el deschavado Chávez, y el destapado Uribe.

La cuestión que, con su jugada cuestionable, Uribe los tiene arrinconados.

Porque Brasil, tío Plinio querido, es tan infinitamente enorme que tiene suficiente espacio para haberse convertido, a su pesar, en una especie de dormitorio ocasional para los comandos de la guerrilla colombiana.

Téngase en cuenta también que, si la diplomacia inflada de Itamaraty no tiene suerte, y Colombia, con el explícito apoyo de los Estados Unidos, decide internacionalizar el litigio y por ejemplo plantearlo en Naciones Unidas, puede sobradamente ampararse en el artículo 1 de la resolución 1373 del Consejo de Seguridad.

Coincidirá conmigo finalmente en que los países, tío Plinio querido, por lo menos por respeto a otros tramos dignos de su historia, no deberían ocultarse detrás de las computadoras.

Si tía Edelma no entiende, aventúrese en la epopeya de explicarle.

Un abrazo.

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