Lula y su dilema para gobernar

POR FABIAN SANTOS (*) El autor analiza el gobierno de Lula Da Silva en Brasil en una nota publicada por el diario chileno La Tercera:

En los ocho años de mandato del Presidente Fernando Henrique Cardoso, el proceso político de Brasil fue relativamente estable, con base en dos pilares: la distribución de los cargos ministeriales a políticos y técnicos indicados por los grandes partidos y la coordinación del trabajo legislativo por parte de las presidencias de las dos cámaras y de los líderes partidarios. Se organizó una coalición legislativa de tamaño considerable cuyo núcleo manifestó disciplina, con la excepción del PMDN (centro) y el PP (derecha), partidos que siempre contaron con facciones disidentes en gran parte de las votaciones de los proyectos cruciales.

Las elecciones legislativas del 2002 alteraron significativamente la correlación de fuerzas, ya que el PT, partido del Presidente Lula, se convirtió en la mayor colectividad de la Cámara de Diputados. En contraste, los dos principales partidos que mantuvieron al gobierno anterior, el PSDB y el PFL, fueron los más grandes derrotados.

La nueva geografía del poder político, con todo, no fue suficiente para garantizarle una vida fácil al gobierno recién electo, respecto a lo cual es útil destacar dos puntos. El primero se relaciona con la heterogeneidad de la coalición de gobierno. Para tener una idea del problema basta mencionar que en su primer año la coalición recibió 30 diputados oriundos de los partidos de derecha (de pequeños partidos como el PPB y el PFL), más 16 provenientes del PSDV (partido del ex Presidente Cardoso). Por consiguiente, una mayoría nominal no da cuenta de dicha heterogeneidad y de su consecuencia política más importante: la mayor dificultad en acomodar las tendencias, intereses y opiniones.

El segundo punto se refiere a la agenda propuesta por el gobierno al Legislativo. La alianza electoral que eligió a Lula el 2002 tenía un nítido perfil de centroizquierda, con un fuerte apoyo en los sectores desarrollistas, nacionalistas y de los trabajadores, todos severos críticos del gobierno anterior derrotado en las urnas. Aun así, la nueva administración inició el mandato dándole continuidad a la política económica previa de contracción fiscal y altas tasas, además de enviar al Congreso reformas constitucionales rechazadas por el PT y sus aliados cuando eran oposición. El resultado fue la división del PT, junto a tensiones con la base aliada, con amenazas de expulsión, castigos y embates públicos entre los distintos liderazgos oficialistas.

La derrota de Luiz Eduardo Greenhalgh, candidato del PT y de Lula para presidir la Cámara de Diputados, la semana pasada, es una expresión clara de estos dos puntos. Por un lado, el nombre escogido tenía un perfil ideológico más a la izquierda de lo acceptable para el centro de gravedad ideológica de la Cámara. La tradición dice que el partido más grande escoge el nombre que postula a la Presidencia, pero en el reglamento no hay nada que obligue a los diputados a votar por alguien que no expresa la opinión mayoritaria. Aunque Greenhalgh es y siempre fue un excelente parlamentario, el problema fue que al estar identificado con las tesis a la izquierda del espectro político, su candidatura tardaría más en ser asimilada por los diputados, principalmente por los miembros conservadores de la coalición gobernante. Por otro lado, la propuesta oficialista no logró el consenso en torno a su nombre y esto remitió a las propias divisiones internas del PT, por lo que Greenhalgh enfrentó la candidatura disidente de un colega de partido.

Ambos aspectos marcan las dificultades que Lula enfrentará a partir de ahora con el diputado Severino Cavalcanti, del derechista PP, en la presidencia de la Cámara, vis á vis lo que ha ocurrido desde el inicio de su mandato. En primer lugar, el poder de pauta no está más en las manos de su partido (lo que puede obligar al gobierno a ejercer de manera más sistemática el poder de veto y otros instrumentos legislativos). En segundo, quedó claro que Lula deberá ejercer un mayor control sobre el PT una vez que el embate entre pares comience a producir daños políticos tangibles en el año que antecede a la elección presidencial de 2006.
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(*) Director ejecutivo del Instituto Universitario de Investigación de Rio de Janeiro (IUPERJ).

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