Morales Solá se horroriza con el verdadero Kirchner

Néstor Kirchner es, precisamente, el que embistió contra Shell. Al menos es el que habitó Santa Cruz, tal como lo han reflejado los despachos informativos que periódicamente llegan desde Río Gallegos y reproduce U24. Es interesante que este domingo, lo haya comprendido también Joaquín Morales Solá en su columna en el diario La Nación

"(...) El boicot de Kirchner y la bravata piquetera ocuparon espacios relevantes en las cadenas internacionales de noticias, entre ellas la CNN, y figuró en la primera página de varios diarios extranjeros. El daño al país ha sido enorme. Ningún inversor está pensando en la Argentina , reconoció una fuente diplomática argentina, como quien veía pedazos de cristales rotos.

¿Kirchner es realmente una versión argentina de Chávez? En rigor, el Presidente tiene dos problemas: no quiere ser Chávez y no puede ser Chávez.

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Sin embargo, en las últimas horas muy pocos se preguntaron lo que le gusta a Kirchner o lo que puede hacer; su imagen quedó asociada a la impronta del presidente venezolano en demasiadas capitales del mundo.

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Los consumidores no necesitan de un presidente que les diga lo que deben hacer: los surtidores de Shell hubieran quedado vacíos de igual modo, porque nadie paga más caro lo que puede conseguir más barato.

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Kirchner conoció el terror cuando entrevió un proceso inflacionario. Ya había subido el precio de la carne (motivado por la constante apertura de nuevos mercados internacionales, entre ellos el de China), aunque luego bajó. La inflación sería un condimento letal para la economía argentina y sobreviven aún los viejos reflejos de las expectativas inflacionarias. ¿Estábamos en los orígenes de una crisis inflacionaria? Kirchner prefirió, como siempre, resolver la duda con un estrepitoso golpe sobre la mesa.

Sucede que, por primera vez, a un golpe de retórica le siguió la acción concreta de los grupos piqueteros afines al Gobierno. Las palabras ofuscadas preceden a la ofuscación de los hechos. Dirigentes piqueteros afirmaron que estaban en contacto permanente, en medio de sus actos intimidatorios, con el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, y con el ministro de Planificación, Julio De Vido. Además, actuaron militantes del estrafalario grupo Guardianes de la Democracia, que responde al propio De Vido y a su secretario de Comunicaciones, Guillermo Moreno.

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Si fuera así, el caos piquetero se convertirá en la tortura perpetua de los sectores medios de la sociedad, los mismos que volvieron a creer en Kirchner cuando éste dejó de pelearse con la vida desde las tribunas. Regresó a la contienda cotidiana cuando estalló el escándalo por el tráfico de drogas en la empresa Southern Wins. Todavía sigue ahí. Las peleas crean facciones; corre el riesgo de dividir a la sociedad en bandos irreconciliables.

El Estado tenía mejores métodos para disciplinar los precios, aunque la simple competencia estaba, en el caso de las petroleras, en condiciones de hacerlo. Perdió la oportunidad de aprovechar los buenos mensajes que le trajo su ministro de Economía desde Washington, donde Lavagna halló más comprensión que imposiciones.

Se enfureció justo en el momento en que las empresas de servicios públicos encontraban una brújula imperfecta, pero brújula al fin, para sus desorientaciones de tres años. Tanto fue así que el gobierno español creyó encontrar el instante cercano de un acuerdo con las empresas ibéricas. Sólo falta una conversación entre los presidentes para terminar los detalles , dijeron en Madrid.

Dejó también que pasara inadvertido el desembarco en el país de la prestigiosa LanChile, un pedido que le había formulado a Kirchner el propio Ricardo Lagos. La virtual Lafsa, una creación del realismo mágico argentino, comenzaba el proceso natural de su disolución.

Cundieron el temor y la sofocación en lugar de todo eso. ¿Y si Kirchner llamara a otros boicots y mandara su fuerza de choque contra otras empresas? ¿Y si lo hiciera contra sus adversarios políticos? ¿Y si incluyera también a los medios periodísticos? Quienes lo conocen saben que es posible que eso no suceda nunca. Pero los que lo conocen son muy pocos. Son pocos también los que conservan la esperanza de una política más prudente y más amable."

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