Pobreza e inflación: No le pregunten a Shell, mejor a Duhalde, Remes, Lavagna y Kirchner

El semanario Edición i en su Nº47, abordó el problema de fondo que plantea hoy la economía argentina, con una puja distributiva creciente que provoca o verborragia del Presidente para taparla con otras noticias, o silencio del ministro de Economía. Pero los detractores de los '90 deberían comenzar a sacar cuentas de cuánto ha costado el frenesí de inicio del siglo 21. POR CLAUDIO M. CHIARUTTINI

Roberto Lavagna, ministro de Economía, acostumbra convertir sus escasas reuniones con los periodistas para intentar convencerlos –y también a los lectores, televidentes y oyentes- acerca de las bondades de su particular visión de ‘su modelo’ (una veleidad de los gerentes del Palacio de Hacienda desde que juró el ingeniero Álvaro Alsogaray en días de Arturo Frondizi).

Es obvio que el ‘modelo Lavagna’ también podría bautizarse ‘modelo Vasco’ (por José Ignacio de Mendiguren) o ‘modelo Techint’ (por la empresa a la que reporta, en los hechos, el ex ministro de la Producción). En cualquier caso, considerando la escasez de medidas adoptadas en los últimos tres años, es posible que lo de ‘modelo’ resulte una exageración.

El anuncio del resultado del canje de deuda pública externa se convirtió en otra de las farragosas y plúmbicas exposiciones de ‘la verdad’. Entonces, el jueves 3 de marzo, entre el chaparrón de cifras acerca de la reestructuración de la deuda pública externa, Lavagna sostuvo que el salto ocurrido entre diciembre de 2001 (cuando la deuda era de US$ 144.000 millones) y diciembre de 2004 (cuando la deuda llegó a US$ 191.000 millones), fue el ‘costo de salida de la convertibilidad’ y no la consecuencia de una desproporcionada e improvisada devaluación con pesificación asimétrica.

Según el ministro Lavagna, "los desajustes propios de la convertibilidad" no sólo fueron los disparadores del abultamiento de la deuda externa de US$ 60.000 millones a US$ 144.500 millones, sino de las emisiones de deuda realizadas por el propio Lavagna y su predecesor, Jorge Remes Lenicov, desde enero de 2002 al mismo mes de 2005 (casi US$ 60.000 millones).

Lavagna sostuvo que la deuda emitida desde la devaluación "no fue usada para hacer frente a gastos del Estado Nacional". Curiosa la amnesia del altivo ministro, quien olvida que, en el interin, ocurrieron

• las consolidaciones de deudas provinciales por US$ 15.000 millones,

• el cambio de Letes y Préstamos Garantizados por Boden actuales, y

• las emisiones realizadas para asistir al sistema financiero.

Sin embargo, aún cuando Lavagna tuviese razón, ¿no va siendo hora de evaluar los costos de romper la ‘Convertibilidad’? ¿O serán Héctor Massuh y Paolo Rocca quienes escriban la historia de un capítulo que protagonizaron millones de argentinos?

Para comenzar, habría que pedirles a Eduardo Duhalde y su amigo Ángel Pardo que quiten su atención, un minuto, de su club Banfield, y que utilicen las computadoras de su Banco Mariva para cotizar cuánto dejó de ganar la Argentina por romper los contratos, imponer la inseguridad jurídica y distribuir forzosa e inequitativamente riquezas, a partir de una desacertada pesificación asimétrica que incluyó una devaluación que se frenó en forma ficticia.

Es probable que haya quienes no coincidan con la ‘versión Lavagna’ del aquelarre, y opinen que los costos fueron mayores que los beneficios. Ejemplos:

1. La devaluación hizo caer el Producto Bruto Interno de casi US$ 400.000 millones a poco más de US$ 98.000 millones. Por ejemplo, todas las empresas que cotizaban en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires (incluyendo las privatizadas e YPF) podían comprarse con US$ 12.000 millones. Es la mitad de la fuga de capitales ocurrida desde 2001, que se estima en US$ 25.000 millones. Y supera el monto de las empresas que vendieron los extranjeros en su huida de la Argentina, algo más de US$ 10.000 millones.

2. A la hora 0 de la devaluación, la transferencia de riqueza entre deudores y acreedores del sistema financiero alcanzó los US$ 58.000 millones, contra US$ 78.000 millones depositados en los bancos. ¿Cómo se explican estos valores? Mientras que a los deudores del sistema financiero se les pesificaron, en parte, sus pasivos con los bancos, los depositantes (acreedores) pasaron a tener apenas 33% de sus ahorros en dólares. Entonces, quienes debían a los bancos pagaron menos pero quienes quisieron recuperar sus depósitos cobraron mucho menos. Una cantidad de los depositantes de dólares recibieron bonos pero quienes adeudaban préstamos en dólares cancelaron con bonos, obteniendo una ganancia adicional.

3. La festejada declaración del ‘default’ impidió cobrar a los tenedores de bonos US$ 30.000 millones en capital e intereses atrasados. Además, por sus tenencias recibieron US$ 0,35 por cada US$ 1 aplicado. De esta forma,

• los futuros jubilados de las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones perdieron 60% de sus ahorros,

• los bancos pasaron a tener un patrimonio neto negativo de US$ 26.000 millones (contra un saldo positivo previo de US$ 9.000 millones), y

• los cuotapartistas de los fondos comunes de inversión perdieron US$ 5.000 millones.

4. Por el ‘crac’ bancario, las entidades financieras recibieron asistencia del Banco Central por casi $ 30.000 millones, el Estado nacional deberá capitalizar el Banco de la Nación Argentina en $ 5.000 millones, la Provincia bonaerense deberá capitalizar el Banco de la Provincia de Buenos Aires en $ 5.000 millones, y tuvieron que pagarse compensaciones por casi $ 28.000 millones, además de devolverse US$ 7.000 millones en moneda estadounidense o en pesos, vía reclamo judicial que el Estado no deseaba compensar.

5. La devaluación aceleró y profundizó los problema sociales. Casi 25% de la población se sumó a los pobres y desocupados. De cada tres argentinos, dos pasaron a la pobreza, pulverizando la clase media. En tanto, dos de cada tres integrantes de este grupo social pasaron a ganar menos de $ 700 por mes. De cada cinco argentinos en edad de trabajar, dos tienen empleos en negro o sólo consiguieron trabajo temporario. A tres años de la devaluación, otros dos no tienen no tienen empleo. Oscar Tangelson, secretario de Planificación Económica, confesó: "El desemplo no descendió tal como esperábamos". Hoy hay casi 4,5 millones de personas con problemas de empleo y casi 1,5 millón reciben planes sociales.

6. El salario se licuó. En dólares se devaluó un 66%. El poder adquisitivo se ‘latinoamericanizó’ y puede demorar hasta siete años en alcanzar niveles de 1998. Inclusive, con un aumento compulsivo del 300%, el salario mínimo hoy llega a US$ 150. Desde la devalución, sólo 17% de los asalariados le ganó a la inflación. Hemos llegado a un nivel en donde tener trabajo no implica abandonar la pobreza, frustrante si se le agrega que estudiar ya no implica obtener un empleo. Casi 35% de los nuevos empleos creados luego de la devaluación, no cuentan con obra social ni aporte jubilatorio que lo acompañen. Apenas 30% recibe uno u otro beneficio. Así, 70% de los nuevos empleos son precarios.

7. La producción nacional es primaria. Hoy somos exportadores netos de oleaginosas, aceites y petróleo crudo. En el interior, el campo fue el motor de la generación de empleo y aportó el 40% de los impuestos recaudados por el Estado nacional desde la devaluación. El campo invirtió US$ 15.000 millones sin asistencia bancaria y equivale al 35% del PBI desde 2002 a la fecha.

8. Pese al dólar de casi $ 3, los industriales mantienen los reclamos de proteccionismo, créditos subsidiados y desgravaciones impositivas "para ser competitivos". En casi 20 años, la relación comercial y diplomática con Brasil nunca fue tan conflictiva, y el Mercado Común del Sur que crearon Raúl Alfonsín y José Sarney retrocedió hasta resultar menos que una unión aduanera. Después de dos años de devaluación, las exportaciones no se expanden aunque en 2004, por primera vez, aumentaron en volumen.

9. En la post-devaluación de 2002 y 2003, la caída en los niveles de producción fue tan abrupta que muchos sectores alcanzaron valores propios de las décadas del ’60 y ’70. Inclusive hoy, toda la industria, en su conjunto, opera al 75% de su capacidad instalada, sin contar el atraso acumulado por la interrupción de nuevas inversiones observadas entre 1998 y 2004.

10. En promedio, durante la ‘demoníaca y fatal’ década del ’90, las inversiones directas que ingresaron a la Argentina sumaron un promedio anual de US$ 17.000 millones. Hoy, no se alcanza los US$ 6.000 anuales, en verdad sumaron un total de US$ 10.000 millones desde la salida del plan de Convertibilidad.

11. La inversión interna se ha concentrado en el des-ahorro. Resultado de la devaluación fue la destrucción del crédito bancario y del sector servicios, en general, motor del crecimiento en los ’90. El proceso de sustitución de importaciones ha finalizado y la duda que provoca inquietud es quién financiará los niveles de inversión que requiere la economía para no ingresar a un proceso de ‘devorarse el capital instalado’, tal como ocurrió durante el llamado ‘Proceso de Reorganización Nacional’.

12. El modelo económico establecido después de la devaluación, y que fue consolidado por Néstor Kirchner, incrementó la brecha entre pobres y ricos. Así, el grupo de mayor poder adquisitivo de la economía local ganaba hace 10 años, 16 veces más que los sectores más pobre pero hoy la brecha es de 24 veces. El sociólogo Artemio López, cuyos estudios resultan muy confiables para Kirchner, sostiene que "la concentración del ingreso no registra el cambio de modelo de la etapa financiera observada entre 1976 y 2001". El 40% más pobre de la economía, con ingresos inferiores a $ 305, reciben sólo 12,55 de los ingresos que genera el país. De allí las críticas de ‘transversales’ y sindicalistas K, el aumento de la puja salarial y de las presiones para que la Central de Trabajadores Argentinos pueda competir con la Confederación General del Trabajo en la negociación por aumentos de remuneración.

13. El gobierno de Néstor Kirchner resolvió que la deuda emitida por Roberto Lavagna y Jorge Remes Lenicov se pague en tiempo y forma, pero que los bonos lanzados por Carlos Saúl Menem y Fernando De la Rúa tuvieran una quita del 75%, a la vez que otorgaron al Fondo Monetario Internacional –fustigado reiteradamente por el Presidente de la Nación- el ‘status’ de acreedor preferencial, cancelándole US$ 12.000 millones netos, acontecimiento sin antecedentes.

14. El proceso de distribución forzosa de riquezas iniciado por la devaluación y la pesificación asimétrica se profundiza a través de políticas arbitrarias de subsidios, préstamos a tasa de interés discrecional, desgravaciones impositivas, barreras a las importaciones, aranceles a los sectores más eficientes del sector productivo y múltiples prebendas. Aunque no existe una estimación completa al respecto, es posible que estas distorsiones acumulen $ 20.000 millones anuales.

15. A la vez que la economía se ajusta, los líderes políticos aumentan sus gastos en forma desproporcionada. El superávit obtenidos por las provincias en los últimos dos años no se ha reflejado en una mejor salud, aumento de cantidad y calidad de docentes, y mayor seguridad ciudadana, tres reclamos de la población. En tres años, la presión fiscal en el interior creció 12 puntos y el gasto público aumentó entre 50% y 120%, según cada jurisdicción.

16. Una errática política con el sector de las empresas privatizadas frenó inversiones millonarias y provocó una crisis energética que le costó a la Argentina cerca de US$ 3.000 millones. Además, se acumularon demandas en contra en el tribunal Ciadi por US$ 18.000 millones, monto que podría crecer hasta los US$ 80.000 millones (y que el gobierno ya anunció que no respetará).

17. La idea de volver a un Estado empresario generó fenómenos distorsivos: una empresa satelital sin satélites, una aerolínea sin aviones, un correo que no entrega las piezas postales que recibe (aunque aumentó sus tarifas 240%), una petrolera que carece de pozos petrolíferos y yacimientos de gas. Tampoco tiene una refinería pero alquiló dos estaciones de servicio a sus eventuales competidores.

18. Hoy, un argentino medio, con empleo, debe trabajar 48 horas por semana, con picos de 60 horas. No cuenta con feriados seguros (prevalecen las fechas rotativas) y deben dedicar más horas (casi tres veces más) para comprar los mismos bienes o servicios que hace 10 años. Por ejemplo, 70% de la población no puede acceder al crédito hipotecario (no califica para resultar ‘aceptable’) y otro 15% no puede asegurar que mantendrá sus ingresos durante el plazo del préstamo.

19. Desde el punto de vista del ocio, se han reducido los días de vacaciones, las salidas al teatro y al cine, sin olvidar que cesó la inauguración de nuevas salas ni se ha renovado el equipamiento en las que se abrieron durante los ’90. Ha caído la venta de diarios y revistas, los libros han aumentado sus precios hasta 100% en dos años, la ‘explosión’ de restaurantes se acota a Palermo Hollywood –quizá porque no precisan la inversión que demandaba un local en Puerto Madero en los ‘90- y el uso de la tarjeta de crédito ha caído a niveles equivalentes a los de 1991/1992.

20. Por efecto de la devaluación, casi 50% de los afiliados a obras sociales se han volcado al hospital público para obtener atención, y 40% de los afiliados a empresas de medicina prepaga renunciaron a sus prestaciones. En tres años no se ha podido reducir la cantidad de días de huelgas docentes y no se ha alcanzado los 180 días de asistencia escolar mínima obligatoria que propuesto este gobierno (ver Edición i Nº46). Además, el incremento de la inseguridad provocó protestas multitudinarias.

Estas referencias no intentan defender a la década del ’90 sino tratar de buscar los costos reales de una devaluación imaginada para unos pocos y de una pesificación asimétrica injustificada. Corresponde confrontar los costos sociales de dos realidades que vivieron los argentinos. No sea que por culpar de todo a los ’90, repitamos los errores de aquella época. Es el peligro cuando se tiene un Presidente desesperado por continuar buscando legitimación y un ministro ególatra que no entiende porqué el mundo le da la espalda a su intelecto.

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